tema 5: la oratoria romana

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TEMA 5: LA ORATORIA ROMANA
1. CARACTERÍSTICAS GENERALES
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El arte de utilizar la palabra en público con corrección y belleza, sirviéndose de ella
para simultáneamente agradar y persuadir, tuvo en Roma un uso temprano y
prolongado.
Favorecía su desarrollo el sistema político de la República basado en la consulta
popular, y, de hecho, se mantuvo vivo y con fuerza mientras la constitución
republicana subsistió; una vez que se imponen formas de gobierno basadas en el
poder personal, la oratoria, a falta del ambiente de libertad que necesita, comienza
paulatinamente a desaparecer.
El ars bene loquendi o «arte de hablar bien en público» se convierte también en un
instrumento educativo y en el principal responsable del desarrollo del latín, ya que
pronto, la mera actividad práctica de los oradores en el foro, tuvo como
consecuencia la reflexión teórica sobre la misma, desarrollándose entonces una
disciplina nueva en Roma, la retórica, que había surgido en Grecia en el siglo V a. de
C.
Los estudios de retórica constituyen, junto con la gramática, la base indispensable
de la educación de los jóvenes de las familias acomodadas.
Para la elaboración de buenos discursos es imprescindible el conocimiento de los
distintos recursos oratorios que se estudian en las diferentes partes de la retórica:
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Todo buen discurso debe tener la siguiente estructura cuya importancia varía en
función de la finalidad del discurso:
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Inventio: trata sobre el contenido de las ideas y de las argumentaciones.
Ordo o dispositio: estudia la disposición u ordenación de las ideas del
discurso.
Elocutio: esta tercera parte de la retórica se refiere a la expresión lingüística
del discurso; la elección y colocación de las palabras, el ritmo condicionado
por éstas; correcta utilización de las figuras retóricas.
Memoria: proponía pautas para memorizar.
Pronuntiatio o declamatio: desarrollaba técnicas para la declamación
Exordio o introducción en la que se intenta obtener el favor o la atención de
los oyentes.
Narratio o exposición de los hechos.
Argumentatio o argumentación que puede ser a favor (confirmatio o
defensa de las ideas del orador) o en contra (confutatio o rechazo de las
ideas contra el orador).
Peroratio o conclusión.
Según la finalidad del discurso se distinguían tres géneros de elocuencia:
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genus laudativum: era utilizado en los discursos pronunciados en
ceremonias relacionadas con la religión (laudationes funebres y elogia).
genus deliberativum: era el propio de la oratoria política.
genus iudiciale: propio de los discursos de acusación y defensa ante los
tribunales.
También el estilo o tono de los discursos debía adecuarse a los distintos géneros de
elocuencia, distinguiéndose también tres tipos de estilo o genera dicendi.
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En el ámbito de la retórica se distinguen tres escuelas que proponen distintos
modelos de elocuencia, tomados todos del mundo griego:
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Escuela neo-ática: tenía como modelo el estilo de los escritores de la
época clásica de Atenas. Propugnaba un tipo de oratoria espontánea, carente
de artificio y de excesivos adornos.
Escuela asiánica: se caracteriza por su tono brillante, exuberante y
florido.
Escuela rodia: proponía un estilo próximo al asianismo aunque más
moderado. En Rodas se formó Cicerón.
2. MARCO TULIO CICERÓN.
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El autor más importante de este género es Marco Tulio Cicerón (106 a.C-44 a.C.;
por cierto, padre de Marco, el amigo de Quinto); no es el único pero sí el autor
donde la retórica y la oratoria alcanzaron su punto culminante. Sus obras se dividen
en dos de acuerdo a lo dicho anteriormente: obra retórica, es decir, tratados
teóricos y obra oratoria, discursos reales.
2.1 Obra retórica:
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Adopta una postura intermedia entre los asianistas y los aticistas. Además de un
tratado de época juvenil, De inventione (Sobre la invención retórica), y de otras
obras menores, como Partitiones oratoriae (Particiones oratorias), De optimo
genere oratorum (Sobre el mejor género de oradores) y Topica (Tópicos), Cicerón
compuso tres grandes obras retóricas de tipo teórico:
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De oratore (Sobre el orador). Dos grandes oradores romanos, Antonio y Craso,
dialogan sobre la figura del orador perfecto, que no solo debe saber hablar bien
y tener las dotes de ingenio natural que el oficio requiere, sino también poseer
una completa cultura literaria, filosófica y jurídica, además de una sólida
formación moral.
Brutus (Bruto). En esta obra, Cicerón traza una historia de la elocuencia
romana, desde sus comienzos hasta su propia época, para demostrar que la
tradición oratoria de Roma no tenía nada que envidiar a la griega.
Orator (El orador). Cicerón aborda en este tratado la triple función del orador:
docere, delectare y flectere (enseñar, deleitar y convencer).
2.2 La obra oratoria: discursos
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El gran mérito de Cicerón reside en el hecho de haber sabido llevar a la práctica en
sus discursos todas las reglas de corte teórico de sus obras retóricas. Compuso gran
cantidad discursos, la mayoría de los cuales han llegado hasta nosotros y han sido
admirados como modelo de elocuencia en todas las épocas. Señalamos a
continuación algunos de los más significativos:
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Orationes in Verrem (Verrinas). Se trata de siete discursos pronunciados en el
año 70 a.C. en defensa de los derechos de los sicilianos contra Verres, propretor
de esta provincia, que se había dedicado a expoliar la isla y a sus habitantes. Con
sus sólidos argumentos y su magnífico estilo retórico, Cicerón consiguió la
condena de Verres.
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Orationes in Catilinam (Catilinarias). Se componen de cuatro famosos
discursos pronunciados ante el Senado y el pueblo de Roma en el 63 a.C., año en
el que accedió al consulado, para desenmascarar el intento de golpe de Estado
de Catilina, un noble arruinado que había pretendido incluso asesinarlo y
hacerse con el poder después de perder las elecciones. Cicerón consiguió hacer
fracasar la conjuración y fue proclamado «padre de la patria».
Orationes in Marcum Antonium seu Philippicae (Filípicas). Son catorce
discursos en contra de Marco Antonio, pronunciados entre los años 44 y 43 a. C.
Reciben este nombre en honor de las obras homónimas del orador griego
Demóstenes contra Filipo de Macedonia. Sus ataques furibundos contra Marco
Antonio le valieron el odio del triunviro y su posterior ejecución a manos de sus
sicarios.
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