el ojo vago cada vez que le mostraba a mi padre las notas del colegio, me decía que era un vago. lo mismo gritaba mi entrenador: «¡eres un vago!», después de cada derrota en la cancha. mi madre lo repetía hasta tres veces cuando tropezaba con el desorden de mi habitación: «¡eres un vago, un vago, un vago!». Así que a nadie le extrañó que el oftalmólogo me diagnosticase ambliopía. es decir, que tenía un ojo vago.