os Lib ros Jorge M. Reverte Isabel Martínez Reverte LA MATANZA DE ATOCHA ra de l 24 de enero de 1977 el asesinato de los abogados laboralistas que conmocionó a la españa de la transición La Es fe Colaboración literaria: Mercedes Fonseca Edición: Mario Martínez Zauner matanzadeatocha.indd 5 14/12/15 10:12 os Lib ros M La Es fe ra de l adrid, 24 de enero de 1977. Cinco muertos y cuatro heridos muy graves es el balance de un atentado terrorista contra un despacho de abogados laboralistas cometido hoy en la calle Atocha de Madrid a las diez y media de la noche por un comando de extrema derecha. Los fallecidos son los abogados Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo y Enrique Valdelvira; el estudiante Serafín Holgado y el administrativo Ángel Rodríguez Leal. Los heridos, todos graves, Miguel Sarabia, Alejandro Ruiz Huerta, Luis Ramos y Dolores González Ruiz. matanzadeatocha.indd 19 19 14/12/15 10:12 os Lib ros M La Es fe ra de l adrid, en enero de 1977, es una ciudad que huele a calamares fritos cuando se adentra uno en ella viniendo desde el este, por la calle de Atocha. Llega la gente a la estación, que fue inaugurada en época de ensanches para comunicar Madrid con el Mediterráneo y para dar modernidad industrial al capricho real de ir a Aranjuez en primavera a recoger fresas y espárragos que se llenaban de carbonilla en el trayecto. El sonoro vocablo de Atocha se refiere a los espartales, los vegetales de los que se extrae la fibra necesaria para obtener el esparto que permitirá fabricar alpargatas, cestos y otros muchos productos antes muy necesarios para la vida diaria y ahora cada vez más en desuso. Atocha significa para muchos admiradores del pasado agrícola de la ciudad esa ligazón que la urbe desmiente cada día. Madrid no tiene nada que ver con el campo, salvo porque acoge todos los días a miles de personas que van a sus calles a vender los frutos de la tierra. O su fuerza de trabajo. Madrid tampoco es un sitio donde se cacen o pesquen calamares. No hay mar, ni de lejos. Lo de los calamares es una impostura más de una ciudad que se ha ido construyendo a base de matanzadeatocha.indd 21 21 14/12/15 10:12 os Lib ros La Es fe ra de l mentiras, desde que comenzara a funcionar como capital del Imperio, a despecho de las excéntricas Lisboa o Barcelona. Madrid huele a calamares fritos porque hay gente a la que le gustan. A la hora de la salida del cine, a la hora de tener una cita que se va a prolongar en la tarde, o a la hora de sustituir una cena oportuna por un remedión, los calamares son un buen recurso. Los calamares fritos se hacen, demasiado a menudo, con un aceite reutilizado en exceso. No es seguro que algunos de los bares que los venden en la glorieta de Atocha pudieran pasar airosos una inspección sanitaria bondadosa. El aceite huele a calamares tanto como los calamares a ese aceite. Y la gente que se acerca a las sartenes en las que se fríen adquiere una pátina olfativa muy difícil de eliminar. Desde la glorieta de Atocha se llega, a través de una cuesta muy pina, pero en pocos minutos, a la Plaza Mayor y al Ministerio de Asuntos Exteriores. Atocha es campo, pero al mismo tiempo es escaparate de capital del reino y de ciudad proletaria. Pero hoy, 24 de enero de 1977, Madrid huele además a miedo y a violencia. Quien ha vivido en esas situaciones sabe que las dos cosas huelen. Las bandas fascistas, vestidas unas veces de uniforme policial, o de paisano otras, han practicado el tiro al blanco de cuando en cuando contra jóvenes estudiantes de izquierdas por la calle. Mientras, las células estalinistas del GRAPO secuestran militares de alta graduación y oligarcas con poderes que, de tan desmesurados, casi no parecen terrenales, para provocar un golpe de Estado. Y está presente la banda terrorista que aspira a ser el ejército que un día se convierta en la representación más genuina del patriotismo vasco, la que libere a su pueblo de la opresión a que lo somete España a través de su Ejército. Pero una banda que hoy no se conforma con matar algunos policías y, ocasionalmente, civiles que «pasaran por allí». ETA ha per- matanzadeatocha.indd 22 22 14/12/15 10:12 os Lib ros La Es fe ra de l dido en Madrid el aura que un día tuvo, entre los más obstinados buscadores de algo así, de organización liberadora de izquierdas, después de que hiciera reventar una bomba en la calle del Correo que no solo mató agentes de la Brigada Social (que también), sino ciudadanos normales que tomaban un aperitivo en la barra de un bar. En eso Madrid cumple con su obligación de ser la capital de la nación. Tanto por lo que sucede en las embajadas que hay acreditadas en la ciudad, como en los estados mayores —lo que suena muy rimbombante— de las bandas que se empeñan en que allí vuelva a empezar otra guerra civil. Seguramente porque Franco, que ha muerto hace poco, no quería marcharse de la Tierra sin volver a percibir el ruido y el olor de la pólvora. En Atocha, los abogados que trabajan para los sindicatos ilegales, sobre todo Comisiones Obreras, y para el PCE y otras organizaciones de oposición, luchan contra toda esta gente que quiere destripar un vibrante movimiento obrero y un efervescente movimiento ciudadano. Allí en Atocha tiene lugar la historia que se cuenta en este libro. matanzadeatocha.indd 23 23 14/12/15 10:12 os Lib ros LA NOCHE MÁS LARGA ra de l Atocha número 55, piso tercero, 24 de Enero de 1977, 22.30 horas La Es fe Suena el timbre de la puerta. Luis Javier Benavides se levanta de su asiento y se apresura a abrir. El grupo de abogados está esperando a otro de ellos, que se retrasa, para comenzar la última reunión de un día que se ha hecho largo. Acaban de irse los sindicalistas de Comisiones Obreras del Transporte. Son casi las 22.30 del lunes 24 de enero de 1977. Ahora los abogados tienen que discutir una serie de temas jurídicos relacionados con asuntos urbanísticos y vecinales. El abogado Luis Javier Benavides abre la puerta. Entran dos tipos que obligan a retroceder a Luis Javier.Van armados con pistolas, con las que apuntan a todos los presentes, que se ponen en pie sin resistirse a la sugerencia implícita en el cabeceo de las armas. Uno de los intrusos se cubre con un anorak de color azul oscuro y se tapa la cara con la capucha. El otro no se molesta en ocultarse. Es un hombre de algo más de treinta años que tiene matanzadeatocha.indd 25 25 14/12/15 10:12 os Lib ros La Es fe ra de l «la muerte escrita en la mirada».1 Viste una trenca con capucha, que no se ha puesto. Lleva jersey, corbata y guantes. Fuera, a través del cristal que separa la estancia del descansillo de la puerta, se ve a un tercer hombre agazapado que se mueve nerviosamente. «Esas manitas, bien arriba», dice el que va descubierto, y vuelve a mover la pistola arriba y abajo. Todos obedecen. El encapuchado se marcha hacia el interior del piso.Va en busca de más gente, de quien se encuentre en alguna de las estancias entregado a la tarea de liquidar lo que tenga en marcha antes de que comience la última reunión del día. En cuestión de un minuto, se reúnen los nueve, alineados, con «las manitas» bien arriba. El sonido del primer disparo les sobresalta. Proviene de las dependencias interiores, donde está el de la capucha arrancando los cables del teléfono, y debe de ser poco mañoso. Se le ha disparado el arma. No pasa nada. Enseguida reaparece.Y tropieza en la esquina del pasillo. Se le vuelve a disparar la pistola. Nuevo sobresalto. Esta vez, uno de los abogados se va al suelo. Es Luis Ramos, que cae y se hace el muerto. El de la cara descubierta les ha preguntado por Joaquín Navarro, «ese de las pecas, andaluz», mientras su acompañante dejaba que los tiros se le fueran escapando por el despacho. Insiste: «Es mejor para vosotros que nos lo digáis». Javier Sauquillo le ha dicho que no saben de quién les habla. Cuando el encapuchado vuelve de vaciar de gente las habitaciones de atrás y de arrancar todos los cables, se coloca al lado de su compañero. 1 Luis Ramos, abogado herido en Atocha, lo describe así a la policía. Sumario 13/1977. matanzadeatocha.indd 26 26 14/12/15 12:21 os Lib ros La Es fe ra de l Y comienzan a disparar sus pistolas sin esperar a que nadie hable sobre el paradero de Navarro.Tiro a tiro, con profesionalidad, cambiando la puntería para que ninguno de los que están alineados con las manos en alto se pierda su bala. Uno por uno, los nueve van cayendo al suelo o sobre el sofá. Cuando todos están abatidos, los pistoleros rematan la tarea disparando una quincena de veces sobre los cuerpos desvanecidos. Lo hacen de forma sistemática, fría, sin demasiadas prisas. Parece que estuvieran practicando en un campo de tiro. El tercer hombre asoma la cabeza para ver qué sucede. Los tres se van. Por fin, se van. Alejandro Ruiz Huerta, que está herido por dos balazos, consigue desembarazarse del cuerpo que le ha salvado la vida al caer sobre él, el de su amigo Enrique, y se levanta. Hay otros que también lo consiguen y se asoman a una ventana que da a la calle de Atocha y gritan pidiendo auxilio a quien esté por allí. Son Miguel Sarabia y Luis Ramos, que han logrado vencer el dolor hasta llegar a la ventana. Antes, Miguel ha podido llamar por teléfono, por el único aparato que funciona, a su mujer para contarle lo que ha pasado, tranquilizarla sobre su estado y pedirle que llame al 091.2 Lola González Ruiz se ha tirado de manera instintiva sobre el sofá que estaba a su espalda, y se ha tapado con un abrigo, como si eso pudiera protegerla de los disparos. Ha visto caer a algunos compañeros antes. A ella, el tiro le ha entrado por la mandíbula. Cuando ha cesado el tiroteo no es consciente del tiempo que ha pasado.Ve que algunos de sus compañeros se levantan.Y 2 matanzadeatocha.indd 27 Declaraciones de los supervivientes a la policía. Sumario 13/1977. 27 14/12/15 10:12 os Lib ros La Es fe ra de l ella misma lo hace. Javier, su marido, no da señales de vida. Unos minutos después, Lola ve con alivio cómo entra un policía.Y se desmaya.3 Por unos segundos se oye el silencio. 3 Primera declaración a la policía de Dolores González Ruiz. Febrero de 1977. Sumario 13/1977. matanzadeatocha.indd 28 28 14/12/15 10:12