CASTELAR Y LA IBERIA Dice el apreciable colega español respondiendo a unas frases nuestras, sobre un comentario suyo a propósito de Castelar: La verdad es esta: Castelar ha sido siempre republicano, demócrata y progresista: por eso le han querido siempre mal los monárquicos y los retrógrados. Cuando fue ministro, combatió a los cantonales de Cartagena y a los insurrectos de Cuba: por eso le quieren mal también los unos y los otros. Se le tacha de inconsecuente y apóstata, porque cuando tuvo el poder en sus manos, no estableció la República Federal ni abolió la esclavitud. Pues bien, no pudo: le impidieron lo primero los rebeldes de la Península que incendiaban ciudades, y le impidieron lo segundo los rebeldes de la Isla que queman las haciendas. La Iberia refuta apreciaciones que no hemos hecho. Sí dijimos que había sido inconsecuente en su política: sí dijimos que su apostasía era tanto más culpable, cuanto era más alta la inteligencia del apóstata. ¿Quién ha dicho a La Iberia que culpamos así al tribuno español porque no estableciese la República Federal, ni aboliese la esclavitud en Cuba? Sobre lo primero, creemos entender que la República Federal es de realización imposible por largo tiempo en España, donde el pueblo no tiene la costumbre de la razonada, sensata y bien entendida libertad: no podíamos, pues, hacerle cargos por esto. Sobre la abolición de la esclavitud, los labios se nos manchan diciendo que hay hombres dueños de otros hombres, que un hombre tiene el derecho de azotar, vender, comprar y embrutecer a otro: si no ha pensado bien en esta vileza La Iberia imagínese por un instante a alguien que le sea querido azotado, cambiado por dinero, vendido a otro ser humano. Y luego defienda la institución de la esclavitud. No hacemos esta injuria de sentido a nuestro sensato colega; pero si Castelar, que había dicho en la oposición que era indigno y malvado el gobierno que estuviese una hora en el poder sin abolir la esclavitud, ni la abolió, ni intentó abolirla, ni hizo más que oponerse a los proyectos que se le presentaron para la abolición mesurada y gradual; si haciendo esto, obró bien el gobernante español, La Iberia lo juzgue:—a nosotros nos basta con tener conocimiento de estos hechos. Pero fue apóstata en verdad. ¿Olvida La Iberia cómo subió Castelar la vez última al poder? ¿Olvida para qué subió? ¿Lo defiende porque al propagandista republicano se debe la vuelta de la monarquía borbónica? Salmerón, el hombre puro e íntegro, ocupaba el poder, y conciliaba la República que nacía y el orden combatido: los republicanos acataban su honradez; los conservadores temían su decisión franca y enérgica. Pero se le exigía que firmase la sentencia de muerte de algunos hombres: el Partido Conservador ofrecía su apoyo en cambio de esta garantía: Salmerón abandonó el gobierno, y Castelar, el que en tanto debe su encumbramiento a las declaraciones contra esta pena innecesaria, bárbara e inútil, Castelar subió al poder para firmar la sentencia de muerte de tres hombres.—Está ante el juicio público: él decida. Y puede decirse que es grandeza lo que a nosotros nos pesaría con peso eterno en la conciencia; puede decirse que su grandeza consiste en abandonar su doctrina de toda la vida para salvar a su país.—No se diga esto: un hombre tiene derecho a abjurar, cuando no ha de resultarle provecho de la abjuración. Nosotros no entendemos que se vendan y se compren hombres, ni que un hombre firme la sentencia a muerte de otro, ni que el que predicó en su país la doctrina republicana la arranque al hombre irreprochable que la estaba realizando para entregarla a la monarquía, contra la que en un tiempo agotó cuanto de enérgico y condenatorio puede producir en unos labios elocuentísimos la palabra humana. Y nos hemos extendido un tanto; pero así era necesario para explicar nuestro concepto. El Monitor hizo sobre nuestras palabras apreciaciones insensatas y vulgares: no lo son las de La Iberia, pero sirva también de respuesta al Monitor, la que damos al colega de la calle de la Joya. Revista Universal. México, 10 de junio de 1875.