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INFLUENCIA DE LA MEDICINA AUSTRÍACA
EN CUBA*
La Escuela Superior de Viena fundada en 1365 fue la segunda universidad
alemana por su antigüedad, la primera fue la de Praga en 1347, la tercera Erfurt
en 1379 y Heidelberg en 1385. Pero las verdaderamente austríacas que le
siguieron fueron las de Graz en 1586 e Insbruck en 1669. La Universidad de
Viena llegó a gozar de gran prestigio en el siglo XVIII y dentro de ella su
Facultad de Medicina.
A ese prestigio contribuyó de manera determinante la Emperatriz María
Teresa que desde su ascenso al trono en 1740 se propuso llevar a cabo una
urgente y enérgica reforma de estudios universitarios. Prácticamente una
casualidad la puso en contacto con el hombre capaz de crear una Escuela
Médica en Viena de connotación mundial. Ante la enfermedad de la
Archiduquesa María Ana, hermana de la Emperatriz, fue llamado en consulta
a Bruselas, donde la noble dama se encontraba, el profesor Gerhard van
Swieten (1700-1772), discípulo predilecto del profesor Hermann Boerhaave
(1668-1738) fundador de la Escuela de Medicina Interna Alemana desde su
cátedra en la Universidad de Leyden.
A pesar de que la Archiduquesa murió, van Swieten impresionó con su
ciencia tan favorablemente a la Emperatriz que lo nombró su médico personal
y consejero y le pidió redactara un proyecto de reforma de estudios para la
Facultad de Medicina de Viena.
Van Swieten que por holandés y católico había tenido que abandonar
Leyden a la muerte de Boerhaave encontró en Viena, emporio del catolicismo
en el centro de Europa en la época de los Habsburgo, junto a un control
absoluto de la Compañía de Jesús en la Universidad, un ambiente muy
favorable para sus proyectos científicos. Hombre no sólo de gran sabiduría
médica sino también de sólida cultura humanística, dominaba perfectamente
los idiomas latín, griego, alemán, francés, inglés, italiano, español y húngaro
además de su lengua natal holandesa, en enero de 1749 presentó ante la
Emperatriz su famoso proyecto de reforma.
A su lado llevó van Swieten a Anton de Haen (1704-1776), como él
holandés, católico y discípulo de Boerhaave y sobre estas dos sólidas
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Trabajo presentado en I Congreso Nacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología.
Museo de Historia de las Ciencias “Carlos J. Finlay”. La Habana, noviembre 15 de
1994.
columnas del saber médico se fundó la Escuela Médica de Viena, cuyas luces
alumbran todavía el firmamento médico mundial. Junto a ellos se agruparon
maestros de la talla del anatomista Lorenz Gasses, los cirujanos Janss y Leber,
el ginecólogo Crantz, el clínico Anton Stöck, que sustituyó después de su
muerte a van Swieten y Maximiliano Stoll que sustituyó a de Haen.
Otra gran figura de la clínica en el siglo XVIII vienés lo fue Leopold
Auenbrugger (1722-1809), genio de la percusión, quien como van Swieten era
además hombre de muy sólida cultura humanística y de gran sensibilidad
musical, llegó a escribir el texto de una ópera cómica de Salieri, que sin embargo
a juicio de Mozart se trataba de una pieza miserable.
En el siglo XIX las dos más altas figuras de la Escuela Médica de Viena
serán Karl Rokitansky (1804-1878) y Joseph Skoda (1805-1881). Rokitansky
fue sin lugar a dudas uno de los más grandes anatomo-patólogos del mundo
y Skoda continuó y elevó el magisterio de Auenbrugger en la percusión
torácica hasta límites increíbles de precisión en la clínica. Skoda hacía el
diagnóstico en vida que después confirmaba Rokitansky en la mesa de
Morgagni. De todas partes viajaban enfermos y médicos a consultar o a
estudiar con estos dos genios de la medicina vienesa y mundial. Como en la
época de van Swieten, junto a ellos se formaron grandes maestros como el
cirujano Franz Schuh, que trasladó el diagnóstico físico a la cirugía; Ferdinand
Hebra fundador de la dermatología anatomopatológica y su discípulo Moritz
Kaposi; el clínico Oppolzer; el anatomista Hyrth, cuyo libro de texto tuvo 22
ediciones; el fisiólogo Brücke; el pediatra Mauthner; el neurólogo Türck y el
psiquiatra y poeta von Fenchtersleben.
Otras figuras que también brillaron desde principios de siglo lo fueron el
cirujano Kern, el ginecólogo Böer y el oftalmólogo Baer. A este último se
debió que Viena fuera la primera universidad que creó una clínica oftalmológica
especial (1812), que se fundara la primera cátedra de esta especialidad (1818)
y que se declarara obligatoria esta enseñanza. También en 1805 bajo la influencia
del inmortal Johann Peter Frank se fundó una cátedra de medicina jurídica y
policía sanitaria.
Formado en la Facultad de Medicina de Viena, el húngaro Ignaz Philipp
Semmelweis (1818-1865), descubrió las medidas de asepsia contra la fiebre
puerperal y transformó con ellas en general la obstetricia. Luego desde su
cátedra en la Universidad de Pest, parte del Imperio Austro-Húngaro,
deslumbró al mundo con su ciencia.
En la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX cuatro grandes médicos
austríacos van a estudiar, como nadie hasta ellos, al hombre en sus
enfermedades del sistema nervioso: Ernest Mach (1838-1916), también físico
y filósofo, profundizó en la fisiología y la psicología de los sentidos; Sigmund
Freud (1856-1939), genial creador del psicoanálisis, conmocionó con este
método, la concepción de la conducta normal y patológica del hombre; Julio
Wagne-Jaureg (1857-1940), creador del tratamiento biológico de la parálisis
progresiva, desde su cátedra de la Universidad de Gratz, obtuvo el Premio
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Nobel de 1927 y Manfred J. Sakel (1906-1957) creador del tratamiento de la
aplicación del shock insulínico en las enfermedades nerviosas.
Otros médicos austríacos que en el presente siglo han hecho grandes
aportes al desarrollo de las ciencias médicas lo son: Robert Bárány (1876-1936), mundialmente famoso otólogo, cuyos aportes al conocimiento de la
fisiología del aparato vestivular, desde su cátedra en la Universidad de Viena
le valieron el Premio Nobel de 1914; Karl Landsteiner (1868-1942), también
profesor de la Universidad de Viena, genial descubridor de los grupos
sanguíneos y de una de los gérmenes causales de la poliomielitis anterior
aguda, ganador del Premio Nobel de 1930 y Otto Loewi, profesor de
Farmacología de la Universidad de Graz, descubridor del mecanismo humoral
1, 2
de la conducción nerviosa y Premio Nobel de 1936.
No es raro que todo ese desarrollo de las ciencias médicas llamara la
atención de nuestros galenos y que principalmente desde inicios de este
siglo se pusieran en contacto con él. Dos de las figuras más fascinantes de la
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medicina cubana del siglo XX, los doctores Ángel A. Aballí Arellano y Pedro
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A. Castillo Martínez, al disfrutar de sus Becas de Viaje, ganadas en la
Universidad de La Habana, por su condición de alumnos eminentes en 1901
y 1919 respectivamente, no pudieron resistir la tentación de viajar a Viena
para conocer a sus grandes maestros. En el doctor Aballí, sin dudas, influyó
su maestro Baginsky, en Berlín, quien había obtenido gran parte de su ciencia
pediátrica en Viena y el doctor Castillo habló siempre con encomio de su gran
maestro de clínica en la capital austríaca,
el profesor Ortner.
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El doctor Braulio Saénz Ricard, una de las más notables figuras de la
dermatología cubana, también en su Beca de Viaje, estudió en Viena
en 1911
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y lo mismo el no menos notable doctor Vicente Pardo Castelló y ambos
fueron miembros de la Sociedad de Dermatología de Viena. Otro dermatólogo
cubano muy unido a la Escuela de Viena y miembro
de dicha sociedad lo fue
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el académico y doctor Horacio Abascal y Vera.
Pero quizás donde más influyó la medicina austríaca lo fue en el campo de la
otorrinolaringología8 de nuestro país. El primer contacto lo tuvo el doctor Carlos
Desvernine Galdós, uno de los pioneros en Cuba de esta rama de la medicina y
sin lugar a dudas
influyó en los doctores Eduardo
Ramírez de Arellano y González
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de Mendoza y Claudio Basterrechea Ugarte para que conocieran la Escuela de
Viena. Ramírez Arellano estudió en el servicio del profesor Bárány y fue un fiel
discípulo de la ciencia otológica austríaca. Este eminente médico cubano hizo
verdadera Escuela desde su servicio de otorrinolaringología en el Hospital
Municipal de Emergencias General Freyre de Andrade de La Habana.
El doctor Basterrechea Ugarte también estudió en el servicio del profesor
Bárány y a través de sus más de cuatro décadas de enseñanza desde su
cátedra en la Universidad de La Habana (1917-1960) derramó su ciencia, influida
fundamentalmente por la Escuela de Viena.
De los herederos de la ciencia anatomopatológica del profesor Rokitansky
recibió el eminente profesor de la Universidad de La Habana, doctor Nicolás
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Fig. 3. Dr. Pedro A. Castillo Martínez (1896-?). Eminente profesor de Clínica Médica
de la Universidad de La Habana, fue discípulo del profesor Ortner en Viena.
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Puente Duany, gran parte de las bases de su sólida formación en anatomía
y histología patológicas e impregnó de ella a sus discípulos y colaboradores.
Nuestro genial doctor Carlos J. Finlay y Barrés dio a conocer al mundo
europeo la totalidad de sus inmortales aportes como creador de la teoría
metaxénica de la transmisión de enfermedades infecciosas en su trabajo en
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inglés, Yellow fever inmunity. Modes of propagation. Mosquito theory
enviado a un evento científico desarrollado en el Imperio Austro-Húngaro,
el Congreso Internacional de Higiene y Demografía celebrado en Budapest
del 1 al 9 de septiembre de 1894.
Y tanto consideraban los húngaros la obra científica del profesor Arístides
Agramonte y Simoni, fundador de la cátedra de Bacteriología y Patología
Experimental en la Universidad de La Habana que lo nombraron Miembro de
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Honor de la Real Sociedad Médica de Hungría.
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Desde distancia la obra científica del profesor Semmelweis se dejó sentir
en la Escuela Cubana de Obstetricia y su máxima figura el profesor Eusebio
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Hernández Pérez, general de brigada del Ejército Libertador de Cuba y
hombre de suma confianza de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo,
se emocionaba vivamente ante sus alumnos al contarles los trabajos que
pasó el genial húngaro para convencer al mundo científico de su gran
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descubrimiento. El doctor José Ramírez Olivella, sustituto en la cátedra de
Obstetricia del doctor Hernández Pérez, colocó en el salón de clases de su
cátedra junto a los retratos del profesor Adolph Pinard, genio de la Escuela
de Obstetras Francesa, y del doctor Hernández Pérez el del profesor
Semmelweis. Hoy pueden verse éstos tres óleos en el Museo de Historia de
las Ciencias “Carlos J. Finlay” de La Habana.
Pero el más ferviente propagador de las ideas de Semmelweis en Cuba lo
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fue sin lugar a dudas el doctor Gabriel Casuso Roque, eminente cirujano,
introductor de la antisepsia en nuestro país y a él se debió que sus
continuadores en la cátedra de Ginecología con su Clínica fueran a Viena a
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realizar estudios de especialización: el doctor Gabriel Casuso y Díaz Albertini
con el maestro de la ginecología austríaca, profesor Oscar Frankl, en 1913 y el
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doctor Gustavo Cuervo Rubio después de terminada la Primera Guerra
Mundial en el servicio del propio profesor Frankl.
Y lo mismo puede decirse de la gran influencia en la psiquiatría cubana
de la obra del profesor vienés Sigmund Freud. Sus grandes aportes fueron
divulgados, en los mismos momentos en que se producían y nos llegaban en
sus libros, por los profesores de la cátedra de Enfermedades
Nerviosas y
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Mentales, los doctores
Armando
de
Córdova
y
de
Quesada
y
Rodolfo J.
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Guiral González y llegó a constituirse en La Habana un entusiasta Grupo de
Estudios Psicoanalíticos, integrado principalmente por los doctores Oscar
Sagredo Acebal, José A. Bustamante O’Leary, Julio Reymondez Soler, Rafael
Larragoiti Alonso, Martín Castellanos Martínez y otros, que poco tiempo
después, en diciembre de 1955, se constituyó en Sociedad
Psicoanalítica de
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Cuba, presidida por el doctor Bustamante O’Leary.
Es ésta a grandes rasgos una pálida semblanza de la importante influencia
que ha determinado la medicina austríaca, desde sus distintas Escuelas, sobre la
medicina cubana, principalmente en las seis primeras décadas del presente siglo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Guerra F. Historia de la Medicina. Tomo I. Ed. Norma S. A. Madrid, 1989.
2. Castiglioni A. Historia de la Medicina. 1ª. Edición Española. Salvat Editores S. A.
Barcelona, 1941.
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4. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 8340.
5. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 4152.
6. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 8367.
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7. Abascal Vera H. Curriculum Vitae. Copia en el Archivo de la Oficina del Historiador del
MINSAP.
8. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Est. Ant. No. 3827.
9. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Est. No. 5983.
10. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 9567.
11. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 9097.
12. Comptes Rendus et Memoires du Hiutieme Congres Internacional d’ Hygiene et de
Demographie, tenu a Budapest du 1 au 9 Septembre 1894. Pp. 702-706.
13. Le Roy Cassa J. Arístides Agramonte y Simoni. Rev. Bimestre Cubana. 1932; 30(2):
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14. Ortiz Pérez J. Oración Anual “Dr. Eusebio Hernández”. Trabajo presentado en la
Sociedad Nacional de Cirugía. Febrero de 1950. (Copia en Archivos de la Oficina del
Historiador del MINSAP).
15. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 9370.
16. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 628.
17. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 10020.
18. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 8341.
19. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 6011.
20. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. No. 6916.
21. Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Est. No. 20298.
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