¿Abdicar o no abdicar?

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LATERCERA Domingo 12 de enero de 2014
Mundo
Infanta
Cristina
comparecerá
ante juez
COLUMNA
¿Abdicar o no abdicar?
La continuidad del rey supone la disminución continua del respaldo a la
monarquía y la creciente posibilidad de que el propio príncipe Felipe
acabe siendo incapaz de rescatar a la institución.
N
inguna encuesta ha hecho
nunca abdicar
a un monarca,
pero ningún
monarca en la
era moderna
puede reinar sin el consentimiento y respaldo de la opinión
pública. Esta dualidad -la condición de jefe de Estado no sujeta a los humores ciudadanos
sino al mandato institucional y
la condición de rey de una democracia liberal cuyas instituciones reposan sobre el consenso popular- está más viva
que nunca en la España de Juan
Carlos. A tal punto, que está
desgarrando a la monarquía,
escindida entre el deseo del rey
de seguir cumpliendo sus funciones y el reclamo, ahora mayoritario, de quienes le piden
que abdique, para evitar que la
disminución del consenso en
torno a la institución acabe
comprometiendo su supervivencia.
Dos hechos renovaron en días
recientes la tensión entre ambas
cosas. Uno, la encuesta de Sigma
Dos, publicada por El Mundo, re-
veló que 62 por ciento de los españoles piensa que Juan Carlos
debe abdicar en favor de su hijo,
el príncipe Felipe, lo que representa un aumento de 17 puntos
porcentuales en un año. Otro, la
imputación de la infanta Cristina
por blanqueo de dinero y delito
fiscal en relación con la ONG de
su marido, Iñaki Urdangarin,
confirma dos cosas: que ya la Familia Real no es intocable y que
no hay un horizonte previsible
para el fin de los problemas que
han hecho tanto daño al prestigio de la Corona.
Nada de esto sería grave sin un
dato clave: por primera vez, el
Nada de esto sería grave
sin un dato clave: por
primera vez, el respaldo
a la monarquía ha caído
por debajo del 50%.
Ningún monarca en la
era moderna puede
reinar sin el respaldo de
la opinión pública.
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respaldo a la monarquía ha caído
ligerísimamente por debajo del
50 por ciento y la cifra de quienes quieren abolirla está a apenas seis puntos de los que opinan
lo contrario. Por tanto, el drama
aparenta ser este: la continuidad
del rey supone la disminución
continua del respaldo a la monarquía y la creciente posibilidad de que el propio príncipe Felipe, que todavía goza de buena
imagen, acabe siendo incapaz de
rescatar a la institución cuando
le llegue la hora.
El rey, en cuyo físico se refleja
ya el castigo emocional de los
últimos dos años, ha manifestado su determinación de seguir.
Lo animan, es evidente, dos motivos: uno, institucional, tiene
que ver con el riesgo de que una
abdicación acabe debilitando,
en lugar de fortalecer, a una
institución que, a pesar de todo,
siempre fue frágil en las décadas
transcurridas desde la transición democrática. El otro motivo tiene que ver con el orgullo:
el hombre a quien el mundo
asociaba -con toda justicia- con
el éxito de la transición española no quiere irse antes de haber
Por Alvaro Vargas Llosa
recobrado su prestigio.
El problema -para él, para su
hijo, para el gobierno, para España- es que no es seguro que
los españoles, cuyos sentimientos están enervados por la crisis, quieran esperar lo que hace
falta para que Juan Carlos se
vaya por la puerta grande, si
ello es aún posible. ¿En qué
momento cundirá en la clase
política y la Casa Real suficiente pánico como para forzar las
cosas? ¿O será el propio rey
quien, lúcido respecto de los
riesgos de seguir erosionando
las bases de la institución que
encarnará su hijo, tomará la
grave, la trágica, decisión?
Nadie lo sabe con exactitud.
Pero, a medida que la tensión
entre Cataluña y Madrid presiona sobre la unidad del reino con
el horizonte de un posible referéndum soberanista ilegal a fin
de año convocado por el gobierno catalán, va siendo más urgente que la Corona mantenga
su carácter de factor aglutinante. Y eso podría, eventualmente,
exigir un traspaso en las alturas.
Escritor y periodista peruano.
Agencia EFE
La infanta Cristina, hija del
rey de España, decidió renunciar al derecho de apelación y comparecerá voluntariamente ante el juez
José Castro, del tribunal de
Palma de Mallorca, que la
llamó a declarar como imputada por presuntos delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales, anunciaron ayer sus abogados
defensores.
La defensa subrayó que
la infanta no presentará
recurso para evitar una dilación del procedimiento
judicial y evitar la “incómoda e injusta” situación
que vive. Según los abogados, la hija menor del rey
Juan Carlos “no tiene nada
que ocultar” ni al juez instructor “ni al conjunto de
la sociedad española”, porque no ha participado “en
ninguna actividad que
pueda ser calificada contraria a derecho”.
Por otra parte, decenas de
miles de manifestantes
desfilaron ayer por las calles de Bilbao, en el País
Vasco, en un desafío lanzado a Madrid después de la
prohibición por la justicia
de una movilización de
apoyo a los presos de ETA.
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