REESCRITURAS: CAÍN Y ABEL JORGE LUIS BORGES Borges reinterpreta la historia de Abel y Caín en varias ocasiones. Cada muerte reactualiza la primera y actualiza el primer homicidio. Esta afirmación nos sitúa ante una visión cíclica de la historia, que rememora y repite los acontecimientos como particularizaciones de un universal. La voluntad de Borges aspiraría a trascender el hecho histórico concreto para “ubicarlo en un babélico anaquel de los universales”, respondiendo a un modelo de conducta encarnado en cada uno de ellos. Borges concentra la tensión dramática y existencial de la narración bíblica en Caín, abrumado por la envidia y el odio que brotan de su posición desfavorable con respecto a la divinidad. Así, lo encontramos en “Milonga de dos hermanos” (1965): Traiga cuentos la guitarra de cuando el fierro brillaba, cuentos de truco y de taba, de cuadreras y de copas, cuentos de la Costa Brava y el Camino de las Tropas. Venga una historia de ayer que apreciarán los más lerdos; el destino no hace acuerdos y nadie se lo reproche ya estoy viendo que esta noche vienen del Sur los recuerdos. Velay, señores, la historia de los hermanos Iberra, hombres de amor y de guerra y en el peligro primeros, la flor de los cuchilleros y ahora los tapa la tierra. Suelen al hombre perder la soberbia o la codicia: también el coraje envicia a quien le da noche y día el que era menor debía más muertes a la justicia. Cuando Juan Iberra vio que el menor lo aventajaba, la paciencia se le acaba y le fue tendiendo un lazo le dio muerte de un balazo, allá por la Costa Brava. Así de manera fiel conté la historia hasta el fin; es la historia de Caín que sigue matando a Abel (Borges, II: 333-334). Aquí en versión recitada por el propio Borges: https://www.youtube.com/watch?v=Vjk6t31rUrQ Fig. 1. WILLIAM BLAKE. El cuerpo de Abel descubierto por Adán y Eva, hacia 1825. 32 x 43 cm. El antagonismo de lo íntimamente ligado es símbolo de la primera piedra homicida y de la sangre derramada. Los hermanos bíblicos son, por tanto, el origen del enfrentamiento entre los hombres. Hallamos una variación de este tema en “La intrusa”. Como en el Abel Sánchez de Unamuno, la unidad de los hermanos Cristian y Eduardo Nilsen se rompe al entrar en escena una mujer. Resulta relevante señalar que en este cuento aparece Juan Iberra, protagonista de la milonga anteriormente mencionada, remitiéndonos intertextualmente a temas cainitas explícitamente aludidos en el texto: “Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -Quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traído la discordia” (Borges, II: 403). Fig. 2. MARC CHAGALL. Caín y Abel, 1960. 52,5 x 38 cm. Niza, Musée National Message Biblique Marc Chagall. Desde otro punto de vista, existe una conexión intrínseca entre Caín y el problema del mal. En “Nueva refutación del tiempo” (1952) Borges defenderá que: “Para la justicia de Dios el que mata a un solo hombre destruye el mundo, si no hay pluralidad, el que aniquilara a todos los hombres no sería más culpable que el primitivo y solitario Caín” (Borges, II: 141). Fig. 3. JAN VAN EYCK. El asesinato de Abel. Detalle del políptico de Gante, Eva, 1427-1429. 213,5 x 36,1 cm. Gante, Catedral de San Bavón. Variaciones reiteradas las hallamos en poemas en prosa como “In Memoriam J.F.K.” (1960), en donde realiza una genealogía de la bala que mató al presidente estadounidense hasta llegar a la piedra que Caín blandió contra su hermano: Esta bala es antigua. En 1897 la disparó contra el presidente del Uruguay un muchacho de Montevideo, Arredondo, que había pasado largo tiempo sin ver a nadie, para que lo supieran sin cómplice. Treinta años antes, el mismo proyectil mató a Lincoln, por obra criminal o mágica de un actor, a quien las palabras de Shakespeare habían convertido en Marco Bruto, asesino de César. Al promediar el siglo XVII la venganza la usó para dar muerte a Gustavo Adolfo de Suecia, en mitad de la pública hecatombe de una batalla. Antes, la bala fue otras cosas, porque la transmigración pitagórica no sólo es propia de los hombres. Fue el cordón de seda que en el Oriente reciben los visires, fue la fusilería y las bayonetas que destrozaron a los defensores del Álamo, fue la cuchilla triangular que segó el cuello de una reina, fue los oscuros clavos que atravesaron la carne del Redentor y el leño de la Cruz, fue el veneno que el jefe cartaginés guardaba en una sortija de hierro, fue la serena copa que en un atardecer bebió Sócrates. En el alba del tiempo fue la piedra que Caín lanzó contra Abel y será muchas cosas que hoy ni siquiera imaginamos y que podrán concluir con los hombres y con su prodigioso y frágil destino (Borges, II: 231). También, en “Génesis 4, 8” (1975): Fue en el primer desierto. Dos brazos arrojaron una gran piedra. No hubo un grito. Hubo sangre. Hubo por vez primera la muerte. Ya no recuerdo si fui Abel o Caín” (Borges, III:91). Y en “Juan López y John Ward” (1985): Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote. El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen. El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender. O como origen del mal en el mundo en “Él” (1964): Los ojos de tu carne ven el brillo del insufrible sol, tu carne toca polvo disperso o apretada roca; él es la luz, lo negro y lo amarillo. Es y los ve. Desde incesantes ojos te mira y es los ojos que un reflejo indagan y los ojos de un espejo, las negras hidras y los tigres rojos. No le basta crear. Es cada una de las criaturas de Su extraño mundo: las porfiadas raíces del profundo cedro y las mutaciones de la luna. Me llamaban Caín. Por mí el Eterno sabe el sabor del fuego del infierno (Borges, II, 276). Borges afirmaría con Unamuno que con Caín llegó el caos y la muerte al mundo. Sin embargo, en textos como “ “Leyenda” (1969), Caín y Abel son expresión de un concepto ético de perdón como forma de olvido: Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos sesentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen. Abel contestó: --¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo, aquí estamos juntos como antes. --Ahora sé que en verdad me has perdonado --dijo Caín--; porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar. Abel dijo despacio: --Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa (Borges, II: 391). También, encontramos referencias a Caín en el cuento “Los teólogos” en El Aleph (1949) a través de las ideas gnósticas que derivan del platonismo. El gnosticismo referido en el cuento defendía la existencia de dos almas, una divina y otra humana que es reflejo de la primera. Las acciones humanas se reflejan en el cielo, morada del hombre verdadero, de tal manera que el hombre espiritual se define a partir de las acciones del mundo material. La secta histriónica predicaba la purificación por el mal, circunstancia que les conduce a la exaltación de protervos personajes del Antiguo Testamento como Caín. El mundo es el reinado del mal y, por tanto, todos los valores negativos serán proyectados positivamente en el ámbito trascendente. Fig. 4. MARC CHAGALL. Caín y Abel, 1911. Colección privada. Todas las referencias de Borges están tomadas de Borges, Jorge Luis. Obras completas. 4 vols. Emecé: Barcelona, 1999. Webgrafía: Fig. 1. http://www.artepinturaygenios.com/2011/11/william-blake-mitos-literatura-ycolor.html Fig.2. http://www.artbible.net/1T/Gen0401_Cain_Abel/images/20%20CHAGALL%20CAIN %20AND%20ABEL.jpg Fig. 3. http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7b/Ghent_Altarpiece_A__Cain_-_Abel_-_murder.jpg Fig. 4. http://uploads1.wikiart.org/images/marc-chagall/cain-and-abel-1911.jpg