VII INTRODUCCIÓN nombre de Leopoldo Enrique García

Anuncio
INTRODUCCIÓN
E
l escultor ovetense
Víctor Hevia Granda
esbozó
a láp
­ iz compuesto la efigie de quien nació con el
nombre de Leopoldo Enrique García-Alas y Ureña. Se observa a un hombre enteco de extrema pulcritud, con cuello
alto y sombrero hongo, y su legendaria barba ensortijada
que tanto gustaba mesar pero que para la ocasión posó aliñada. El gesto, como el de todas sus imágenes, es solemne,
la mar de serio, casi incómodo. El retratado cubría desde la
adolescencia sus ojos garzos por una miopía que se iba acen­
tuan­do por largos estudios entre lámparas de gas y titileo de
velas. Intencionalmente Hevia no dibujó los ojos tras las len­
tillas redondas, aunque quizá esa ausencia los destaca más;
los trazos rápidos dan cuenta de una mirada literaria, de al­
guien acostumbrado a preguntarse por la razón de las cosas, a
no creer en las formas sino en lo que puede haber detrás de
ellas. Había en él una fuerza especulativa muy diferente a la
brutal y simple forma de ser de la mayoría de sus contempo­
ráneos, esplendor que le hacía ser querido y admirado, pero
también temido.
Superchería [IMPRENTA].indd 7
VII
12/3/13 5:22 PM
VIII
El niño Leopoldo García-Alas nació risueño y zurdo y
fue perdiendo ambas características, la primera atosigado
entre su hipersensibilidad y el exceso de trabajo y la segunda
a fuerza de ejercicios. Vino al mundo en Zamora, España, el
domingo 25 de abril de 1852 —él escribirá “me nacieron en
Zamora” porque se sentía asturiano como sus padres—. Muy
pronto, con la ayuda de su madre, aprendió a deletrear en un
libro sobre las ordenanzas de Teruel; pasó a leer de corrido
usando El cura de aldea de Enrique Pérez Estrich, novela
escrita en verso y publicada en 1858. Comenzó a estudiar en
el Colegio Jesuita de San Marcos en León, donde mostró una
precoz vocación literaria, y al instalarse la familia en Oviedo
hizo el bachillerato y cursó derecho civil y canónico. En
Ma­drid realizó estudios de letras y se doctoró en derecho en
1878 con la tesis El derecho y la moralidad. Determinación
del concepto del derecho, y sus relaciones con el de la moralidad. Fue profesor de las universidades de Zaragoza y
Oviedo. Escribió más de 60 relatos entre cuentos, noveletas
y cuatro novelas —Cuesta abajo (1890-1891), La Regenta
(1885), Su único hijo (1890) y El abrazo de Pelayo (1889)—,
las obras de teatro El sitio de Zamora, Una comedia por un
real, Teresa y La millonaria —perdidas las dos primeras—,
y más de dos mil artículos literarios, filosóficos y políticos.
Murió el 13 de junio de 1901.
El perfil que se ilustra en el parágrafo anterior es una
sombra. Leopoldo Alas fue, ante todo y contra todo, un lector
minucioso y voraz, tanto que, por problemas de salud, desde
Superchería [IMPRENTA].indd 8
12/3/13 5:22 PM
muy joven tuvo que leer cerrando un ojo. La vida se le fue
leyendo, actividad que gozaba y sufría como se refleja en el
siguiente verso:
¡Ay libros en que aprendí!
Cuantas noches más serenas
por vuestra culpa perdí…
Mas al fin sin estas penas
¡qué hubiera sido de mí!
IX
También fue un escritor afanoso. En los últimos años de su
vida, durante varios lapsos los médicos le prohibieron re­
dactar, prescripción que desatendió. Cuatro días antes de
expirar preguntó a su sobrino Alfredo Martínez García-Argüelles, quien lo cuidaba como médico: “Todavía podré
es­cribir este verano, ¿verdad Alfredín?”.
Nada hay más personal que escoger un pseudónimo. El
nombre lo eligen los padres, pero el alias de batalla, el que
debe ser una tarjeta de presentación al mismo tiempo que una
declaración de principios, es blasón y destino. La marca que
eligió Leopoldo Alas no fue un antropónimo ni tampoco la
denominación de una herramienta sino el nombre de un ins­
tru­mento musical, un elemento que sirve al arte de las musas
—que eso significa música—, que puede vibrar y producir
sonidos. En marzo de 1875 el joven matemático y literato
An­tonio Sánchez Pérez fundó el periódico republicano El
Sol­feo, nombre que juega con la anfibología de armonía y de
Superchería [IMPRENTA].indd 9
12/3/13 5:22 PM
X
tunda acompasada pues el que solfea lleva un ritmo o pulso,
es decir repite una secuencia de golpes. El Solfeo cobijaría
una crítica literaria demoledora. Sánchez Pérez quiso que
sus colaboradores llevaran el nombre de un instrumento
musical. Leopoldo Alas escogió un cuerno de caza distintivo
de la caballería española. El 2 de octubre de 1875 apareció
la columna “Azotacalles de Madrid (Apuntes en la pared)”
firmada por Clarín. Desde entonces, el nombre de Leopoldo
Alas Clarín haría palpitar al escenario literario de la lengua
española.
Alas Clarín tasó, criticó y frecuentemente ridiculizó lo
que salía de las imprentas españolas. Fue un ineludible y
há­bil polemista. Muy llamativos fueron sus enfrentamientos
con Francisco Blanco García, Manuel del Palacio, Emilio
Ferrari, José Lázaro Galdeano y, sobre todo, con Luis Bonafoux. Con Emilio Bobadilla, que usaba el cognombre Fray
Candil, el cruce de opiniones y agravios fue a más y se resolvió en un duelo de sables que se suspendió al caer Cla­rín
sobre su arma y cortarse el labio. Alas Clarín continuó emitiendo su juicio independiente y enfrentando a la política que
se come a la literatura, a las mafias intelectuales, a los periodistas pe­seteros, a los escritores arribistas, aun­que fuera
predicar en el desierto pues, como escribió en el epílogo que
sirve de pró­logo a Sermón perdido, ni los malos escritores se
enmendarán ni los buenos serán más respetados por el vulgo.
De Sermón perdido, por cierto, podemos citar un fragmento
que da fe del calibre de la crítica clariniana:
Superchería [IMPRENTA].indd 10
12/3/13 5:22 PM
Publica un autor bueno, de esos que se pueden contar
con los dedos de las manos, sin repetir, publica un libro
o es­cribe un drama y entonces el bobo solapado se hace
el des­contentadizo, escatima el aplauso, prodiga la censura y con buenas palabras les dice a Galdós o a Campo­
amor, por ejemplo, que tengan cuidado porque decaen
mucho, y el mejor día les pone el pie delante cualquier no­
velista o poeta de los que el bobo caprichoso descubre y
apadrina.
XI
Si Clarín fue el crítico literario más influyente en su tiempo,
como creador ha cobrado trascendencia. No por nada se ha
dicho en varios lugares que La Regenta es la gran novela en
lengua española del siglo xix y Mariano Baquero Goyanes
definió a Clarín como el creador del cuento español. Varios
críticos apuntan en esa línea sobre todo por su feraz producción. Lo cierto es que tan sólo la maestría de “¡Adiós, Cordera!” lleva a Clarín a ocupar un lugar entre los autores
clásicos de todos los tiempos.
En mayo de 1901 Clarín se sintió muy malo y muy fatigado. Recién había cumplido 49 años. Buscando el sosiego,
se cambió a una casa silenciosa y sin escalera en el barrio de
Santo Domingo de Oviedo que tenía un pequeño jardín con
una vieja magnolia. Adolfo Posada nos dice en Autores y
libros que la tarde del 2 de junio, cuando acababa de terminar
la mudanza, Alas Clarín les comentaba a él y a Adolfo Álvarez Buylla que se le ocurrió el cuento de un pobre enfermo
Superchería [IMPRENTA].indd 11
12/3/13 5:22 PM
XII
que se muda a una casa alegre, envía sus muebles y libros,
se agrava y al fin se muda al panteón. Posada lo tomó como
un presagio.
El estado de Clarín fue menguando. Hubo días en que
sólo tomaba café. Su sobrino Alfredo Martínez, aprovechando un dolor intestinal pues Clarín evitaba a los médicos, lo
examinó; el diagnóstico fue una tuberculosis intestinal en
estado terminal. Clarín estaba llegando al límite. La familia
y los amigos no informaron al enfermo su desahucio porque
si alguna certeza había en la vida llena de angustia de Clarín
era el intenso miedo a la muerte. Algo sospechaba el escritor
pues solicitó, para tranquilizarse, la visita diaria de su sobrino. Alfredo Martínez pensó prudente dormir en el mismo
cuarto que su tío. Retiraron los espejos para que no se percatara de su esquelético rostro y la dramática alteración del
color de la tez.
La mañana del 12 de junio Clarín quiso levantarse de la
cama y se cayó sobre la alfombra. Al mediodía Alfredo Martínez anunció a los amigos que estaban reunidos en el jardín
que Clarín no podía recibir visitas. Sólo el canónigo Joaquín
Villa platicó con Clarín y sutilmente le ofreció la confesión,
que el escritor postergó pues no se creía tan grave. Durante
ese día visitaron la casa de Clarín varios amigos y discípulos,
entre ellos Ramón Pérez de Ayala, Álvaro de Albornoz, Ulpiano Gómez y José Sarri; no pudieron verlo. La víspera de
su muerte, Clarín se reconfortó con un caldo y dijo sentirse
mejor aunque besó con apremio a su esposa Onofre García
Superchería [IMPRENTA].indd 12
12/3/13 5:22 PM
Argüelles y García Bernardo y sus hijos Leopoldo, Adolfo y
Elisa. La madrugada del jueves 13 de junio Clarín entró en
lánguida agonía y se buscó al padre Villa para que le impartiera el sacramento de la unción de los enfermos. Al amanecer, como no llegaba el sacerdote, se requirió a un fraile del
convento dominico que acudió presto. Eran las siete de la
mañana y Clarín acababa de fallecer. El monje santiguó al
cadáver y lo encomendó con gesto impasible. Ya al despedirse, preguntó:
—¿Cómo se llamaba el muerto?
—Leopoldo Alas —contestó su sobrino.
—¡Clarín! —completó asombrado el religioso y regresó
para arrodillarse ante el cuerpo y orar conmovido con el
rostro cubierto por las manos.
No fue Oviedo ajena a una impresión profunda y dolorosa por la noticia. Dicen que el sencillo ataúd de Alas Clarín
apenas si pesaba cuando lo llevaron al recinto universitario
para su velación y le colocaron la toga con el birrete y la Bula
de la Santa Cruzada que, según las costumbres funerarias de
la época, era el comprobante del financiamiento a las causas
eclesiásticas con el que se obtiene la indulgencia plenaria a
los pecados aunque no hayan sido confesados y se evita el
purgatorio. El funeral ocurrió en la Iglesia de San Isidoro y
el entierro en el cementerio de El Salvador. Una multitud que
no se amilanó por la lluvia acompañó al féretro.
Tras su muerte, Alas Clarín siguió despertando enconos. El monumento erigido en el parque de San Francisco
Superchería [IMPRENTA].indd 13
XIII
12/3/13 5:22 PM
XIV
de Oviedo fue varias veces ultrajado —en una ocasión le
colocaron orejas de burro— y en 1936 lo dinamitaron los
falangistas. La efigie de mármol permaneció degollada por
más de 30 años. Leopoldo Alas Argüelles era rector de la
Universidad de Oviedo cuando los nacionalistas lo fusilaron en 1937 y a su viuda le quitaron el empleo de maestra
y su casa. Se ha especulado que lo ejecutaron por ser hijo
de Clarín. La Guerra Española también cobró la vida a dos
personas muy queridas por Alas Clarín: su sobrino Alfredo Martínez y su discípulo Melquiades Álvarez; uno era
ministro y otro era presidente del Congreso de los Diputados cuando fueron asesinados por los republicanos en
distintos meses de 1936. En 2002 la tumba de Clarín fue
profanada. Se llevaron la reja que la rodeaba rompiendo
las pilastras a las que estaba fija; y trataron de sustraer la
lápida.
Durante la dictadura franquista varias de las obras clarinianas fueron retiradas de las librerías. La distribución de los
relatos cortos no tuvo problemas, pero desde que en 1948 Mi­
guel Ruiz Castillo de la Editorial Biblioteca Nueva solicitó
la autorización para publicar las obras completas de Leo­poldo
Alas Clarín se reputaron muchas de las páginas de los ensayos y las novelas como inconvenientes. No pudieron escoger
mejor palabra (inconvenientes) para esa situación de censura: las letras clarinianas constituían un impedimento para un
régimen que se aferró ardorosamente a congelar el tiempo,
a negar cualquier disenso.
Superchería [IMPRENTA].indd 14
12/3/13 5:22 PM
“Superchería”, la obra que aquí se presenta, es, además
de una deliciosa pieza de narrativa, la más personal de su autor.
El autobiografismo es una propiedad de la literatura clariniana
cuyo uso redituó en el magnífico ensayo literario de Laura de
los Ríos de García Lorca Los cuentos de Clarín. Proyección
de una vida y en la exhaustiva biografía de Yvan Lissorgues
Leopoldo Alas Clarín, en sus palabras.
Clarín vertió sus cavilaciones e intereses en sus personajes, particularmente en “Cambio de luz”, “Doctor Sutilis”,
“El cura de Vericueto”, “La conversión de Chiripa”, “La Ron­
ca”, “Pipá”, “Reflejo”, “Rivales”, “Un documento” y “Vario”.
Pues bien, “Superchería” arroja abundante luz a la profunda
crisis espiritual del autor quien pone en palabra, pensamiento y escritura del protagonista Nicolás Serrano sus propias
reflexiones.
Nicolás Serrano es un filósofo sin preocupaciones monetarias cuya hipocondría es en realidad hastío, “angustia
me­tafísica” le llama Clarín. No encuentra una vía de conocimiento de la realidad pues fue defraudado, engañado, por
los métodos de la creencia religiosa, el razonamiento filosófico y las teorías científicas. Ninguno lo convence y, parafraseando los estadios de Auguste Comte, en alguna parte
llega a formular que la humanidad ha visto pasar la superchería teológica, la superchería metafísica y la superchería
científica. La solución que se brinda es el amor. Hay una trans­
formación de Serrano que no logran sus lecturas y viajes, ni
la aparente visión de Santa Teresa de Ávila, ni la lectura de
Superchería [IMPRENTA].indd 15
XV
12/3/13 5:22 PM
XVI
su mente, sino el amor hacia Caterina Porena que en la cer­
teza de su imposibilidad le hace comprender que habría que
tomar los fenómenos como lo que eran: pura superchería.
Eso es lo que vio en el perro canelo que se encontró errando
por el Pa­seo de Recoletos de Madrid y por eso lo juzgó me­
jor filósofo.
En una posada de la española Guadalajara no se comían
a diario perdices por ser todos felices, como los buenos finales de historias de hadas, sino porque su precio era módico.
A Serrano le parece melancólica esa apariencia irónica, esa
falacia que se cae a pedazos, y percibe sucesivas ilusiones:
la convicción de quien postula la filosofía del sentido común
hasta que adquiere acciones en una sociedad minera y se con­
vierte al darwinismo social, lo que se sueña ser durante la
infancia y se va diluyendo en la vida, la estructura familiar
que sólo se sostiene por codicia, la inmensa ternura de un niño
consumido por la enfermedad, el matrimonio perpetuado por
un macilento amor entre la Porena y el doctor Foligno, la
muerte lejana de un abuelo tan contigua para el niño Tomasuccio y el sentimiento amoroso que se encuentra demasiado
tarde o en circunstancias insalvables. Serrano y Porena, por
ejemplo, saben que sería difícil tener una historia como pareja por ser ella casada y los dos honestos, pero cualquier ex­
pectativa queda eliminada al irse agostando el corazón de la
madre tras la muerte del hijo.
“Superchería” es una historia de subterfugios expuestos,
de simulaciones descubiertas, misterios que dejan de serlo.
Superchería [IMPRENTA].indd 16
12/3/13 5:22 PM
En­contramos apariciones, escritura automática, magnetismo,
percepción extrasensorial, retrocognición, sonambulismo ar­
­tificial y lectura de la mente. Ese, por paradójico que suene,
es el ambiente en el que vivió Alas Clarín. El siglo xviii, nom­
brado como de las Luces o de la Razón, originó durante el
xix al mercantilismo y al liberalismo. Fueron años de industrialización mundial, de grandes avances tecnológicos, de
conformación de los sistemas educativos nacionales y en los
que varios espacios religiosos pasaron al ámbito civil: el re­
gistro poblacional, el matrimonio, la herencia y la legitimidad política. La idea del carácter indisoluble de los poderes
irracionales de la historia, como en el romanticismo, se trans­
formó en el fundamento espiritual de las ideas nacionales. La
política invadió todos los órdenes y se manifestó un pe­si­mis­mo
cultural que buscó una respuesta a su tiempo, una explicación
global. Para Karl Marx la naturaleza humana es­taba determi­
nada por los modos de producción; y para Émile Durkheim la
personalidad de cada sujeto dependía de la vida social. Fue­ron
explicaciones que abarcaban la totalidad. La filosofía com­
pa­siva y pesimista de Schopenhauer, la teo­ría racional de
Chamberlain, el positivismo de Comte, el anar­quismo de William Godwin, el psicoanálisis de Freud, la an­tro­posofía de
Rudolf Steiner, el ficcionalismo de Hans Vaihinger, el sentimentalismo de Tolstoi y Dostoievski, el realismo de Balzac, las
óperas filosóficas de Wagner, las in­vestigaciones evolutivas
de Lamarck y Darwin, la dialéctica hegeliana, el marxismo
redentor, el superhombre de Nietzsche, el espiritismo, el
Superchería [IMPRENTA].indd 17
XVII
12/3/13 5:22 PM
XVIII
racismo de Gobineau, el impresionismo, el expresionismo,
pretendieron ser cosmovisiones universales o se tomaron como
tales. En la década de 1840 los flaneurs de París pusieron de
moda conducir tortugas atadas con una cuerda como alegoría
de que cada hombre debe decidir su ritmo de vida. El poeta
inglés Swinburne, a me­dia­dos del siglo xix, pudo cantar ese
himno de su época: “Gloria al hombre en las alturas”; y algunos años después el físico británico Ernest Rutherford
insistiría: “¡Esta es la hora gloriosa de la ciencia! ¡Su época
isabelina!”
Sin embargo, el siglo xix también es tiempo de sociedades secretas, del arqueómetro de Alexander Saint-Yves
d’Alveydre y la teosofía de Madame Blavatsky, de mesas
parlantes y médiums que expelen ectoplasma. Las herma­
nas Kate y Margaret Fox cobraban por hablar con los muer­
tos por medio de un código de golpes, mientras Hippolyte
León Denizard Rivail cambió su nombre a Allan Kardec e
inauguró el espiritismo. Es un siglo en el que escriben Ed­
gar Allan Poe, Joseph Thomas Sheridan Le Fanu, Julio Verne, Guy de Maupassant, Bram Stoker, Mary Shelley, Jon
Polidori y Byron. Victor Hugo buscó con desesperación comunicarse con su hija muerta. Otros literatos se lanzaron a
aventuras espiritistas: Alexis Vincent Charles Berbiguier de
Terre-Neuve du Thym, José Zorrilla, Charles Dickens, Nathaniel Hawthorne y Arthur Conan Doyle. En “Superchería”
tenemos la detallada descripción de una función de sonambulismo magnético que es una derivación del mesmerismo
Superchería [IMPRENTA].indd 18
12/3/13 5:22 PM
—apelativo que se refiere a su creador Franz Anton Mesmer— o magnetismo animal, doctrina basada en la idea de
una fuerza vital universal y que puede ser intervenida por
la mente.
“Superchería” apareció por entregas en La ilustración
ibérica, revista de la ciudad de Barcelona editada por Ramón
Molinas y dirigida por Alfredo Opisso y Vinyas, los días 6 y
29 de julio, 10 de agosto, 28 de septiembre, 5 y 19 de octubre
y 14 y 21 de diciembre de 1889 y 25 de enero y 1 y 22 de
febrero de 1890. Se incluyó en el libro Doña Berta. Cuervo.
Superchería publicado por la Librería de Fernando Fé de
Madrid en 1892. Ese 1892, Clarín señaló en la Revista literaria que en España los relatos se envasaban en los nombres
de cuento o novela, según sus dimensiones, pero que en otros
países había otras posibilidades. Clarín consideraba a “Doña
Berta”, “Cuervo” y “Superchería” una trilogía de novelas cor­
tas aunque expresamente le prohibió a su editor Fernando Fé
y Gómez que lo anunciara así, probablemente por una repugnancia a hacer explícito su criterio.
En ambas ediciones de “Superchería”, la periodística y
la libresca, falta el capítulo V. Podría tratarse de un descuido que dejara incompleta la obra, planteamiento que se de­
sestima porque sabemos que Leopoldo Alas Clarín revisó
exhaustiva­mente la obra y corrigió su redacción al ser integrada para su encuadernación. Las ediciones posteriores
en el mejor de los casos conservan la disposición del salto
de capítulo, pero la ma­yoría simplemente recorre la nume-
Superchería [IMPRENTA].indd 19
XIX
12/3/13 5:22 PM
ración para concluir la obra en diez capítulos y no once. Lo
que de cierto pasó es que la en­trega del día 5 de octubre de 1889
de La ilustración ibérica apareció sin numeración y Clarín
no reparó en esa falta, que nos permitimos enmendar en esta
edición de la co­lección Relato Licenciado Vidriera de la Uni­
versidad Nacional Autónoma de México.
XX
Superchería [IMPRENTA].indd 20
Camilo Ayala Ochoa
12/3/13 5:22 PM
Descargar