Un sentimental en la oficina Javier Rodríguez Marcos El País, de Madrid Madrid. Durante años las musas lo sorprendieron a Mario Benedetti en la oficina. Ahora, a los 88 años, los homenajes lo agarraron en el hospital. Concretamente en el hospital Impala de Montevideo, donde fue ingresado a causa de un empeoramiento de la enfermedad pulmonar crónica que padecía y que acabó con su vida. La internación del escritor uruguayo había coincidido con la aparición de su nuevo libro de poemas, Testigo de uno mismo (Visor) y Mario Benedetti. Un mito discretísimo (Alfaguara), una biografía firmada por su compatriota Hortensia Campanella, directora del Centro Cultural de España en Montevideo. Allí debía celebrarse el martes un homenaje al autor de La tregua, pero la muerte de la poeta Idea Vilariño, compañera suya de generación, obligó a suspender el acto. Lo que sí se celebró fue el homenaje previsto desde hace semanas en Madrid, una de sus “patrias suplentes”, la ciudad a la que llegó exiliado en la década de 1980 y en la que mantuvo su casa durante los años del “desexilio”. Durante todo el martes (*), la Fundación Instituto de Cultura del Sur ocupó la Biblioteca Nacional de Madrid bajo el lema “Ven a ser Benedetti”, una jornada que se inició por la mañana con una multitudinaria lectura continuada de poemas y talleres de poesía a partir de “Cuando la poesía”, un poema inédito del autor uruguayo al que se le habían quitado los dos versos finales para que los participantes lo terminaran con sus propias palabras. La lectura continuó por la tarde con la participación de escritores, artistas y políticos como Jorge Drexler, Juan Manuel Montilla el Langui, Carmen Posadas, Federico Mayor Zaragoza o Rafael Simancas. Los actos se cerraron con el coloquio “Benedetti adentro”, en el que se leyó un texto de José Saramago y en el que participaron Jesús García Sánchez, responsable de la editorial Visor y los poetas Luis García Montero y Benjamín Prado, director del homenaje. Mario Benedetti , el gran best seller de las letras uruguayas, se pagó de su bolsillo sus primeros siete libros de poemas, empezando por La víspera indeleble en 1945. Tenía 25 años y desde los 14 era, como cuenta Hortensia Campanella en su biografía, un autodidacta que tuvo que hacerlo todo por su cuenta. Al filo de los 20 años empezó un periplo laboral que daría lugar a Poemas de la oficina. Durante dos décadas se le podía encontrar en Will L. Smith S. A. Repuestos para Automóviles, en la agencia de importación y exportación de Otto Kluber o en la Federación de Ba loncesto del Interior, donde trabajaba como taquígrafo. Aunque durante años compatibilizó esos tres trabajos, el poeta no tardaría en ingresar en la Contaduría General de la Nación. Seguía así la tradición uruguaya de tener un funcionario en cada familia. Él mismo, con sorna, lo dijo así: “El Uruguay es la única oficina del mundo que alcanzó la categoría de república”. Aunque con el tiempo llegó a ser profesor universitario, Benedetti no llegó a terminar el bachillerato en el instituto público en el que había recalado después de abandonar el Liceo Alemán de Montevideo. Su padre, un químico que había encontrado cierta estabilidad después de años de penuria, decidió sacarlo de allí el día que el joven Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia llegó a casa diciendo que a partir de entonces sería obligatorio en el liceo el saludo nazi. Era 1933 y Hitler acababa de llegar al poder en Alemania. En “Idiomas”, un poema recogido en Testigo de uno mismo, el poeta recuerda aquellos años de primaria germánica y afirma que la voz de la conciencia le habla ahora en alemán. Ésa era también la lengua en la que él mismo recitaba su celebérrimo poema “Corazón coraza” durante un cameo en El lado oscuro del corazón, la película dirigida por Eliseo Subiela en 1992 y cuyo guión estaba punteado por textos de Oliverio Girando, Juan Gelman y el propio Benedetti. Más allá de los libros, el cine ha sido uno más de los muchos caminos hacia la popularidad que tomó la poesía del autor de El mundo que respiro. Otros serían la música de Joan Manuel Serrat y Daniel Viglietti, con el que recorrió el mundo en un espectáculo de “hablacantar”. Cuando se estrenó El lado oscuro del corazón, Benedetti atribuyó el éxito de la película a “esa vieja costumbre de sentir”. En un tiempo de “elipsis” de los sentimientos, que “parecen algo vergonzoso”, la gente, dijo, los necesita. Su propia poesía es también así, algo irónica y muy sentimental. Hortensia Campanella, editora también de las obras completas de Juan Carlos Onetti en Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, explicó por teléfono desde Montevideo que el enorme éxito de Benedetti se debe a que escribe para que lo lean “casi por sobre el hombro”, es decir, en el mismo momento en que está escribiendo. De ahí el carácter inmediato de sus poemas (también la treintena larga de títulos que ha publicado), la cercanía que transmiten y la identificación de los lectores con sus textos. “Es un poeta a ras del lector, sí”, abunda Benjamín Prado. “Y no es una casualidad sino una estrategia. Con una poesía aparentemente sencilla Mario siempre ha buscado que su poesía sea entendida para que pueda ser compartida”. Una sencillez no reñida con la inteligencia: “Es un crítico literario extraordinario. Muy culto. Y sabio”. Para el escritor español, Benedetti ha demostrado, en la estela del Neruda de las Odas elementales, que “los grandes temas pueden estar en las pequeñas cosas”. No obstante, Benedetti no era un poeta de grandes gestos: “Él habla en voz baja. Te echa los poemas por debajo de la puerta”. (*) Nota publicada en El País, de Madrid, el pasado 29 de abril, cuando Mario Benedetti fue internado en un hospital de Montevideo.