Implicancias regionales de un Irán nuclear

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Programa de Estudios sobre Irán
Contemporáneo (PEIC)
Implicancias regionales de un Irán nuclear
Texto presentado en el V Congreso de Relaciones Internacionales, Instituto de
Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de La Plata, 24 al 26 de
Noviembre de 2010
Paulo Botta
Enero de 2011
Documentos de Trabajo del CEMOC
Documentos de Trabajo del CEMOC
Nº 01/2011
Documentos de Trabajo del CEMOC
Publicación ocasional de la Fundación Centro de Estudios del Medio Oriente Contemporáneo – CEMOC
Director: Fernando Bazán
CEMOC
Silvestre Remonda 228. Barrio Alberdi
X5003GSF – Córdoba
Argentina
http://www.cemoc.com.ar
E-mail: info@cemoc.com.ar
Las opiniones expresadas por los autores representan las visiones e ideas de los mismos y no los de la esta
institución o los de la institución para la cual ellos puedan trabajar a menos que así sea expresado en forma
explícita.
Implicanciones regionales de un Irán nuclear
Paulo Botta 1
Introducción
Detrás de la oposición internacional al programa nuclear iraní hay dos motivaciones. La
primera, de índole legal, basa sus argumentos en el hecho de que al ser la República Islámica
de Irán (RII) miembro pleno del Tratado de no Proliferación, estaría incumpliendo sus
ese acuerdo internacional). La segunda motivación, es de índole político-estratégico, y
considera las implicaciones regionales e internacionales que tendría el hecho de que la RII
cuente con dicho armamento.
En cuanto a la limitación legal, su ámbito de aplicación alcanza plenamente a la RII ya que
como estado soberano se ha sujeto a este ordenamiento. Todo ello más allá de consideraciones
acerca del incumplimiento por parte de otros signatarios (los países poseedores de armas
nucleares están obligados a desarmarse de acuerdo al Artículo VI de este tratado) o de estados
que no forman parte del mismo (como es el caso de Corea del Norte, India, Israel y Pakistán).
En lo referido a la consideración de índole político-estratégico, el mismo considera que el
hecho de que un régimen como el iraní obtenga esa capacidad tecnológica (y militar)
modificaría sustancialmente el orden regional de Medio Oriente generando dos consecuencias
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responsabilidades internacionales en caso de que desarrolle armas nucleares (Artículo II de
fundamentales: En primer lugar, terminaría con el monopolio nuclear israelí. En segundo
lugar, podría iniciarse un proceso de proliferación ya que estados como Arabia Saudita,
Egipto o Turquía podrían intentan conseguir sus propios armamentos nucleares. En ambos
casos se daría un cambio en el status quo regional.
En este trabajo no analizaremos el primero de los dos aspectos considerados (referido a la
limitación legal) ya que consideramos que el mismo debería realizarse desde el punto de vista
del Derecho Internacional Público lo cual escapa a nuestras posibilidades. Por otra parte,
resulta claro desde nuestro punto de vista que si la RII desea desarrollar armamentos
nucleares debería denunciar este tratado o hacer frente a las consecuencias legales derivadas
de su incumplimiento.
Nuestro análisis se centrará en la posibilidad de que la RII (estando fuera o dentro del TNP)
obtenga ese tipo de tecnología de uso dual y decida aplicarla a fines militares. Trataremos de
determinar cuáles son las motivaciones que podrían llevar a Irán a tomar este camino así
como cuales serían las consecuencias a nivel regional e internacional que se generarían.
Debemos señalar que se trata de un escenario potencial y que como tal puede sufrir grandes
variaciones o no concretarse. Desde nuestro punto de vista la RII busca alcanzar un
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conocimiento completo del ciclo del uranio pero sin dar el paso hacia el desarrollo de un arma
nuclear, tan solo busca conseguir el know-how que podría eventualmente darle esa posibilidad
si es que las circunstancias así lo requieren. De todas maneras el obtener esta tecnología
generaría un cambio importante en el escenario regional como si una bomba nuclear fuese
construida.
La motivación central de Irán detrás de este esfuerzo es forzar el reconocimiento por parte de
perdería su monopolio nuclear y se produciría un reacomodamiento en término de poder
dentro de ese sistema de poder.
Veremos, en definitiva, cuáles serían las consecuencias que acarrearía el empeño iraní en
conseguir ese tipo de tecnología considerando los puntos de vistas de los otros actores
regionales así como el de los Estados Unidos de América. Determinar, en la medida de lo
posible, estos cambios nos permitirá comprender de manera más clara las oportunidades y
peligros incluidas en este intento de modificación del status quo en esa importante zona del
mundo.
El punto de vista iraní
El plan nuclear iraní no es el fruto de una iniciativa de los dirigentes de la RII sino que se
inició a mediado de los años setenta del siglo pasado durante el gobierno del Sha Reza
Pahleví quien en 1973 estableció la AEOI (en sus siglas en inglés, Atomic Energy
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la potencia hegemónica global de un cambio en la región de Medio Oriente donde Israel
Organization of Iran, Organización de Energía Atómica de Irán) con el objeto de desarrollar
un ambicioso plan nuclear con fines pacíficos aunque implicaba el acceso a tecnología de uso
dual. A pesar de que existían algunas dudas acerca de los objetivos finales de ese programa
(Quester, 1977), el estado de las relaciones entre Irán y los Estados Unidos en esos años hizo
que no se generará ninguna preocupación especial y el gobierno iraní pudiera seguir con su
política de expansión en ese campo. La revolución islámica de Irán en 1979 y el inicio de la
guerra con Irak en 1980 detuvieron este programa tanto por decisión propia (existían temas
más importante en la agenda política del país) así como por limitaciones externas (empresas
extranjeras encargadas de proyectos nucleares suspendieron su colaboración con el nuevo
gobierno).
En la segunda mitad de la década de los años ochenta se intentó retomar el programa nuclear,
a partir de lo realizado durante los años previos al establecimiento de la República Islámica.
En este sentido, puede verse que este objetivo se relaciona con una continuidad en cuanto a la
política exterior que trasciende las diferencias entre el régimen monárquico y el régimen
actual.
1
Noticias de Irán en Español (http://www.noticiasdeiran.com)
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El comienzo del siglo XXI trajo consigo la voluntad de Irán de retomar su plan nuclear
aprovechando el contexto de la post Guerra Fría donde las posibilidades de conseguir este tipo
de tecnología se facilitaba debido a la predisposición de empresas rusas y chinas, así como de
colaboraciones menos transparentes como la de la denominada “Red Khan” (Corera, 2006:
59).
Sin embargo, desde que tal iniciativa tomara estado público en 2003 el Organismo
el alcance de tales desarrollos. El gobierno de Mohamed Jatamí en un contexto internacional
sensible debido la invasión de los Estados Unidos a Irak y al recrudecimiento de la retórica
anti iraní por parte del gobierno de Bush concluyó por suspender todas las actividades de
enriquecimiento de Uranio y firmar el protocolo adicional de la OIEA en un compromiso
conocido como “Declaración de Teherán” (Octubre de 2003).
A pesar de esto, la solución definitiva no se plasmó, más que nada debido a que el principal
actor internacional, Estados Unidos, no mostró ningún interés en fortalecer el esquema
negociador centrado en los países europeos. En esos años de disfunción en la denominada
“relación transatlántica” el gobierno norteamericano no apoyó la postura del Grupo UE-3
(Gran Bretaña, Francia y Alemania) y esa situación hizo que Irán tampoco viera incentivos
para embarcarse en un proceso en el cual faltaba Estados Unidos.
Esas idas y venidas a lo largo de 2004 concluyeron en Noviembre de ese año con el Acuerdo
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Internacional de Energía Atómica (OIEA) inició contactos con el gobierno iraní para dilucidar
de Paris, a través del cual Irán se obligaba a una “voluntaria y temporal suspensión de sus
actividades de enriquecimiento nuclear”.
Para resumir, diremos que desde finales de la década de los años noventa hasta comienzos de
2005 Irán retomó un objetivo de política exterior que no era más que la continuidad de una
idea previa, de la época del Sha. Ese proyecto se vio reforzada por dos factores, uno interno y
otro externo. El interno se refería al fin de la guerra con Irak y a la reestructuración de su
economía que le permitía hacer frente a las demandas de una iniciativa de este tipo. Desde el
punto de vista internacional, el ingreso de India y Pakistán al “Club Nuclear” en 1998 hizo
que los decisores iraníes consideraran favorablemente la idea de un programa atómico con
fines pacífico o duales.
Así, esta combinación de continuidad de intereses, más allá de las diferencias de régimen
(monarquía vs. república islámica) y un escenario internacional y regional donde el obtener
esta tecnología parecía poder alcanzarse de forma velada fueron las causas detrás de la
decisión iraní.
A mediados de 2005, la llegada al poder de Mahmuh Ahmadineyad significó un cambio
sustancial no solo en cuanto a política interna sino también en la política exterior de Irán. En
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lo referido al programa nuclear, se puso fin a la suspensión establecida por Jatamí y
recomenzaron los trabajos, esta vez con mayor apoyo político ya que los Guardias
Revolucionarios (muy cercanos al nuevo gobierno) fueron los encargados de colaborar
activamente en todos los campos requeridos.
Este nuevo empeño iraní hizo que el tema de la falta de colaboración de las autoridades del
país con los técnicos del OIEA pasara al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y
donde se exigía que “Irán suspenda todas las actividades relacionadas con el enriquecimiento
y reprocesamiento, incluidas las de investigación y desarrollo, lo que será verificado por el
OIEA”.
La falta de colaboración iraní en ese sentido llevó a la resolución 1737 (23 de Diciembre de
2006), que establecía sanciones internacionales por las dudas que generaba su programa
nuclear. Posteriormente dos nuevas rondas de sanciones fueron aprobadas: Resolución 1747
(24 de Marzo de 2007) y Resolución 1803 (3 de Marzo de 2008).
La intransigencia iraní debe relacionarse con varios factores. En primer lugar el tema del
desarrollo nuclear se convirtió en una cuestión de orgullo nacional, de hecho en los billetes de
50.000 riales puestos en circulación en 2007 puede verse en el anverso la imagen del Imam
Jomeini y en el reverso el emblema de la energía nuclear.
Por otra parte, en la sociedad iraní está todavía muy fresca la imagen de los ocho años de
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concluyera el 31 de Julio de 2006 con la aprobación de la resolución 1696 de ese órgano
guerra contra el Irak de Saddam Hussein cuando la comunidad internacional miró hacia otro
lado mientras armas químicas eran usadas contra las tropas iraníes en el campo de batalla. De
ahí que esta idea de estar solos, de no contar con la ayuda de nadie, de vivir una situación de
injusticia sea algo fácilmente comprensible por el ciudadano iraní medio. Debemos decir que
en esta idea se encuentra también en la concepción clásica del shiismo y de allí se importancia
en la cosmovisión del país. Es por ello que esta combinación de predisposición histórica e
intereses políticos se han convertido en una buena base para lograr el apoyo popular a este
proyecto.
Otra motivación que suele usarse a nivel interno y como justificativo retórico en el discurso
exterior es la idea del “doble rasero”. De acuerdo a este punto de vista, se señala que a Irán se
le exigen comportamientos que a otros estados les son permitidos. En la realidad, esos estados
(particularmente Israel, India o Pakistán) no son miembros del TNP por lo cual no tienen las
mismas obligaciones que el gobierno de Teherán. Sin embargo, es cierto que el desarrollo
nuclear de estos estados, particularmente el Estado de Israel, ha podido desarrollarse casi sin
presiones internacionales lo cual justifica en el discurso iraní las acusaciones de una
incoherencia por parte de las grandes potencias. Es por ello que señalan en Irán que el
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verdadero objetivo no es el de evitar un proceso de proliferación nuclear sino el de limitar las
posibilidades de desarrollo de Irán en ese campo aún cuando solo se tengan objetivos civiles.
Esta postura del gobierno iraní aún cuando tienen elementos de verdad no lo es en su totalidad
ya que la tecnología nuclear al ser de uso dual puede ser utilizada tanto con fines pacíficos
como con fines militares.
Es por ello que además de considerar los factores mencionados con anterioridad debemos
una potencia regional. Esto fue reforzado a partir de 2002 con la desaparición de dos
regímenes enemigos: Los Talibanes en Afganistán y Saddam Hussein en Irak. Para el
gobierno iraní, los Estados Unidos tuvieron este efecto positivo desde el punto de vista del
equilibrio regional, pero a la vez la ocupación de estos dos estados limítrofes y el
establecimiento de bases militares en otros países cercanos en el Golfo Pérsico, en el Cáucaso
y en Asia Central ha generado una sensación de inseguridad para Irán. En este sentido, la
tecnología nuclear serviría de medio de disuasión. Para lo cual no es necesario desarrollar un
arma sino tan solo tener la capacidad técnica de hacerlo si las circunstancias lo requieren.
El objetivo de Irán es conseguir dominar el ciclo completo del Uranio, desde su extracción
hasta su enriquecimiento a partir de tecnología propia. Eso para Irán significaría acceder a una
tecnología que lo ubicaría entre los países más desarrollados del mundo en ese campo.
Es probable que Irán desee que se le reconozca la capacidad nuclear pero que no se den pasos
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señalar que el programa nuclear iraní debe relacionarse con la voluntad iraní de convertirse en
hacia el desarrollo de armas nucleares. Desde el estamento clerical iraní se ha insistido en el
carácter anti-islámico de un arma nuclear, una declaración cuya importancia no debe ser
disminuida debido a la influencia de la religión en la vida política y social iraní. Un segundo
elemento que nos lleva a pensar en la dificultad inmediata que debería enfrentar la RII si
desea contar con una bomba nuclear se refiere a las necesidades militares, tecnológicas y
logísticas que implica tal armamento. El sistema de seguridad iraní es estrictamente
defensivo, desarrollado durante los años de la Guerra con Irak (la guerra impuesta como la
llaman los iraníes) y carece de la tecnología de comando, comunicación y control (como se
denomina en la doctrina militar norteamericana) necesarios para que una eventual arma
nuclear tenga la verdadera capacidad disuasiva. Ello sin contar con la necesidad de desarrollar
el dispositivo explosivo necesario (la bomba en sí) ya que hasta el momento lo que Irán ha
intentado completar es el ciclo del Uranio lo cual le permitiría contar con el material necesario
(el explosivo) pero sin la capacidad de hacerlo explotar. Finalmente, aunque las
investigaciones en el campo misilístico si han avanzado considerablemente el esquema
general es que faltan demasiados elementos como para considerar que a corto o mediano
plazo Irán pueda poseer un arma nuclear completa y operativa.
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Luego de la caída de Saddam Hussein y de los intentos de llegar a un acuerdo diplomático con
Corea del Norte los decisores iraníes llegaron a la conclusión de que la diferencia en cuanto al
trato dado por los Estados Unidos a estos dos estados residía en su capacidad nuclear.
Siguiendo ese razonamiento, contar con capacidad nuclear ampliaría las capacidades de
disuasión de Teherán y evitaría un ataque norteamericano.
Cada sistema regional tiene un estado (o estados) dominante en la cima de la pirámide de
poder. Esa jerarquía regional está subordinada una jerarquía global. Las grandes potencias
pueden interferir en esos órdenes regionales, especialmente si el status quo es contrario a sus
intereses. Es por eso que un orden regional es parte integrante de un orden internacional
existiendo entre ambos conceptos una relación como la parte y el todo. Ese hecho solo
justifica el interés de las denominadas potencias extra regionales en una región determinada y
es por ello que incorporamos a los Estados Unidos al análisis de la situación regional en
Medio Oriente.
La postura del gobierno norteamericano con respecto al denominado plan nuclear iraní en
estos últimos cinco años ha pasado desde una oposición total a una aceptación velada. En el
contexto de la segunda presidencia de George Bush y su política agresiva hacia los estados
miembros del denominado “eje del mal”, cualquier entendimiento diplomático fue descartado,
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El punto de vista norteamericano
de allí el escaso éxito obtenido por los intentos diplomáticos del período 2003-2005. La
llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad en Agosto de 2005 complicó aún más la situación
debido a la política del nuevo presidente de un talante mucho menos conciliador que su
predecesor en el cargo.
Sin embargo, desde el inicio de la presidencia de Barack Obama se abrió la puerta para una
nueva etapa en las relaciones (mejor dicho, en las no relaciones) entre Irán y Estados Unidos.
Las conversaciones realizadas en el marco del denominado Grupo 5+1 (Estados Unidos, Gran
Bretaña, Rusia, Francia y China + Alemania junto con el Alto Representante del Consejo para
la Política Exterior y de Seguridad Común) en Ginebra y en Viena durante Octubre de 2009
demostraron la voluntad norteamericana de negociar con Irán a pesar de la grave situación
planteada pocas semanas antes con ocasión de los disturbios posteriores a las elecciones
presidenciales de ese país.
Las razones del cambio no hay que buscarlas más que en el fracaso de la política de
confrontación de los años de George Bush donde no solo Irán continuó con su plan nuclear
sino que se produjo un aumento en la influencia regional de este país en Medio Oriente más
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que nada debido a la desaparición de dos regímenes opuestos como el de Saddam Hussein en
Irak y los Talibanes en Afganistán.
La idea de que Irán podría seguir avanzando en su programa nuclear y eventualmente
conseguir esa tecnología parece ir asentándose en los cálculos de la administración
norteamericana. Si Teherán consigue esa capacidad solamente quedarán dos opciones:
intentar terminar por la fuerza con esa tecnología (ataque militar) o bien aprender a vivir con
logísticas que implica sino por la esperable respuesta iraní que puede llevar a una mayor
desestabilización de la región.
Luego de tres resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas queda claro que las
sanciones internacionales no cambiarán el comportamiento iraní y que su misma
implementación es un desconocimiento de la historia y percepciones del país cuya oposición a
poderes externos ha configurado una parte importante de si historia.
Es por ello que ha cobrado fuerza la idea de que a largo plazo los Estados Unidos deberían
modificar su estrategia en Medio Oriente y cambiar de aliados: De Arabia Saudita e Israel (los
aliados de la Guerra Fría) a Irán y Turquía. Hablando de Irán se señala que Teherán comparte
"intereses estratégicos" con Washington como la estabilidad en Irak y Afganistán y su
oposición a los movimientos yihadistas extremistas. Incluso hasta podría argumentarse que en
la región sólo Irán y Turquía tienen una historia de movimientos democráticos en sus
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un Irán nuclear. La primera opción resulta demasiado arriesgada, no solo por las dificultades
respectivos países que haría mucho más fácil el entendimiento. El principal problema es que
los decisores norteamericanos siguen pensando en Medio Oriente en términos de la Guerra
Fría en lugar de aceptar la nueva realidad regional. Esta modificación en cuanto a los aliados
afectará directamente a la seguridad de Israel, un estado con una gran capacidad de influencia
en Washington.
Es por ello que un entendimiento diplomático entre Estados Unidos y Teherán generará
necesariamente un cambio en el sistema regional del Medio Oriente en general y el del Golfo
Pérsico en particular afectando particularmente a Israel y Arabia Saudita.
El nuevo equilibrio implicará fortalecer las capacidades de disuasión de estos dos estados.
Turquía está bajo el paraguas de la OTAN (y obtendrá poco más si es que no cambia algunos
puntos de su política exterior con respecto a Irán), Siria no obtendrá nada hasta que las
relaciones con Washington no se normalicen totalmente (además de la consideración de que
las relaciones entre Damasco y Teherán son muy fluidas) y Egipto ya mantiene una estrecha
relación bilateral con Washington.
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Israel, por lo tanto, recibirá posiblemente más ayuda financiera para desarrollar el sistema
antimisiles Arrow u obtener aviones F-22 "Raptor" con tecnología furtiva para reforzar su
superioridad aérea en Medio Oriente.
En el caso de Arabia Saudita, la administración Obama ha negociado una venta por 60.000
millones de dólares en aviones y helicópteros militares. Serían 84 aviones F-15 y
helicópteros: 70 Apache, 72 Black Hawk y 36 Little Bird. En cuanto a los F-15, Israel no ha
norteamericano que esos sistemas de armas que llegarían a Riad con los sistemas electrónicos
más modernos (los F-15 I que están en el arsenal israelí) y que, además, cuando Arabia
Saudita reciba este material Israel tendrá en su poder los F-35 JSF lo cual le asegurará la
fuerza aérea más importante de Medio Oriente.
Sin embargo, debe quedar claro para el régimen iraní que se deberá pagar un precio en
términos diplomáticos. En primer lugar un cambio a nivel retórico que debería ser la base de
otros cambios más reales y sensibles referidos a la apertura del régimen y respeto a los
derechos humanos. Es allí donde reside el principal problema para el entendimiento: luego de
treinta años de enemistad, es muy complicado para el gobierno de Teherán cambiar lo que ha
sido su política tradicional (Beeman, 2005: 49). Ello sin contar la importancia de factores de
la cultura iraní como el de “salvar la cara” (Koutlaki, 2010: 32) o la no aceptación de lo que
podrían verse como imposiciones externas.
El punto de vista israelí
El perdedor más importante de un cambio en el status quo regional será indudablemente el
Estado de Israel. No solo vería afectada su posición en Medio Oriente como fruto de un nuevo
balance de poder sino que su relación con los Estados Unidos sufriría un cambio considerable.
La pérdida del monopolio nuclear (tanto en tecnología como eventualmente un arma nuclear)
sería una prueba más de que la estrategia de confrontación que ha llevado adelante desde la
finalización del proceso de paz con los árabes ha sido un error estratégico y no de índole
táctica.
Al fin de la imagen de fuerza invencible en lo militar luego de la Guerra con Hezbollah y las
críticas desde lo humanitario en cuanto a la operación militar en Gaza debería agregársele esta
nueva situación lo cual demandará un cambio esencial en su modo de relacionarse con los
actores de la región.
A pesar de que desde Tel Aviv se ha señalado que la opción militar contra las instalaciones
militares iraníes sería la más adecuada para acabar con esta amenaza de forma preventiva, lo
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mostrado oposición pero según se ha informado Ehud Barak habría negociado con el gobierno
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cierto es que tal operación no solo resultaría dificultosa sino que peligrosa, mucho más si se
realiza de forma unilateral sin la participación norteamericana.
Desde el inicio del proceso de paz entre árabes e israelíes a mediado de la década de los años
noventa del siglo pasado Israel ha enfatizado la idea de que Irán es la principal amenaza a su
seguridad. Más allá de la necesidad de contar con un enemigo ante la virtual desaparición de
los estados árabes competidores y las buenas relaciones que se habían generado en esos años
producido es un enfrentamiento entre los estados que podrían conseguir un lugar de
preeminencia en el sistema regional de Medio Oriente (Parsi, 2007: 193).
La situación en Irak y Afganistán representan la principal preocupación norteamericana en la
región, a las cuales se suma la voluntad iraní de ser reconocido como actor hegemónico en la
zona del Golfo Pérsico. Ante este contexto la probable aceptación de esta realidad tomando
como base la propuesta de paz iraní de Mayo de 2003 parecería beneficiar a ambos actores,
aunque no así a Israel.
Tal como lo hemos señalado, el compromiso norteamericano con la seguridad de Israel
requerirá de mayores garantías en este sentido pero la mejor garantía para su seguridad es una
región estable. Mientras los políticos israelíes continúen pensando en objetivos políticos y no
en las consecuencias que esos objetivos pueden generar sus políticas serán contraproducentes
a largo plazo.
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con la República de Turquía. Detrás de la lucha entre Israel e Irán lo que en realidad se ha
El estancamiento del proceso de paz y el fin de la “luna de miel” con Turquía son dos
consecuencias de lo mismo: una intransigencia derivada de limitaciones políticas internas
(compromisos con partidos minoritarios) más que de intereses nacionales.
El punto de vista árabe
El sistema regional de Medio Oriente ha sufrido un cambio considerable durante la última
década. Tal vez la característica más destacada sea la disminución de la importancia de los
estados árabes en desmedro de otros actores regionales como Irán y Turquía. Egipto, Siria e
Irak, los países que en el pasado lideraron políticamente el sistema hoy solo son sombras de lo
que fueron.
A medida que Irán ha afianzado su poder los estados árabes (Arabia Saudita, Egipto y
Jordania fundamentalmente) han hecho frente a esta situación tratando de reforzar los
estereotipos negativos existentes acerca de los iraníes (persas) así como integrando a la
agenda las diferencias entre sunitas y shiitas como un factor de división central donde la
relación entre Irán y los estados árabes sería, por esta razón, un juego de suma cero (Aarts y
van Duijne, 2009: 64).
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Irak y Líbano debido a sus particulares condiciones no tienen motivos para ver con
preocupación el aumento del poder iraní derivado de un eventual desarrollo nuclear. Sus
situaciones actuales, caracterizadas por una estabilidad precaria, hasta podrían verse
beneficiadas por una situación regional donde la preeminencia fuera iraní.
Siria, por su parte, mantiene una alianza de larga data con el régimen de Teherán y aunque esa
colaboración no se vería afectada por la nueva situación si podría generar cambios en El
Medio Oriente como potencia regional generaría un desbalance entre Teherán y Damasco en
ese ámbito. Tal vez esa es la razón por la cual el gobierno de Al Assad ha procurado durante
los últimos meses mejorar sus relaciones con Arabia Saudita como una forma de adelantarse a
lo que parecen ser las intensiones norteamericanas de aceptar la nueva realidad de la región.
Riad, por su parte, vería como ante esa nueva situación sus intereses en el Golfo, en Irak y en
Líbano se verían afectados directamente. Las relaciones con Irán aunque han mejorado luego
de la Guerra del Golfo (1990-1991) debido al interés común de oponerse a Saddam Hussein
pero el nuevo siglo ha traído más enfrentamiento que entendimiento aunque el aspecto
diplomático haya primado por sobre el bélico: una prudente distancia no exenta de gestos de
distensión que no han pasado de eso, simples gestos que no solucionan el problema de fondo
que ambos estados pretenden ser reconocidos como la potencia regional del Golfo Pérsico.
Como se ha dicho, la importancia en términos energéticos y económicos de Arabia Saudita
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Líbano donde podría perder influencia por esta misma razón. Un ingreso de Irán al sistema de
para los países occidentales en general y para los Estados Unidos en particular es la principal
razón por la cual desde Washington se intentará proteger los intereses centrales de Riad pero
sin caer en una condescendencia total. La participación de ciudadanos saudíes en los
atentados del 11-M servirá de recordatorio al respecto.
El punto de vista turco
La inclusión de la República de Turquía dentro de la OTAN le brinda a este país un paraguas
de seguridad que no requiere ninguna capacidad adicional para proteger su integridad
nacional ante un cambio en el status quo regional. Por otra parte, los beneficios obtenidos a
partir de su renacido interés en la política de Medio Oriente a partir de su condena a Israel, el
apoyo a los palestinos, y los intentos de mediación entre Siria e Israel y entre Irán y Estados
Unidos han demostrado la capacidad diplomática de Turquía y su valor como socio a
considerar.
En los últimos tiempos, los gobiernos de Ankara y Teherán se han embarcado en un proceso
de acercamiento que no ha pasado desapercibido para los principales actores internacionales
ni para la denominada “calle árabe” que cada vez con más fuerza percibe a ambos estados
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como los más fuertes de la región a la vez que condena la pasividad, inmovilismo y
corrupción de los regímenes árabes.
Es por ello, que un cambio en las relaciones Irán-Estados Unidos no generaría consecuencias
negativas para Turquía ya que el reacomodamiento regional implica una mejora en las
relaciones entre Washington y Ankara.
Sí, en cambio, podría argumentarse que a largo plazo la situación conduciría a la reedición de
Otomanos y Safavíes tal como algunos círculos conservadores iraníes parecen percibir. Sin
embargo, los beneficios de la nueva situación superan ampliamente los temores de una lucha
en términos de hegemonía en años por venir.
Por el contrario, la posición geopolítica de Turquía convertiría a este país en un eslabón de
gran importancia en la cadena que uniría al Irán reincorporado de manera plena a la
comunidad internacional con los países mediterráneos y europeos.
Conclusiones
Para concluir podemos decir que es necesario enfatizar el hecho de que obtener un
conocimiento tecnológico no implica que inmediatamente eso sea aplicado militarmente (los
casos argentinos o brasileros son un ejemplo de ello). Tampoco poseer tal armamento implica
su uso, de hecho tan solo dos veces se han utilizado en la historia por lo cual su poder
disuasivo en el ámbito militar y el status obtenido en el campo político-estratégico son las
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una línea histórica de enfrentamiento entre Turquía e Irán como lo fueron en el pasado
motivaciones más importantes a la hora de intentar alcanzar este tipo de tecnología militar.
En el caso que nos ocupa, aunque no hay información que pueda probarlo, lo cierto es que
subsisten las dudas acerca de las posibles aplicaciones militares del programa nuclear iraní.
La retórica del régimen así como la estrategia de ganar tiempo ha hecho que cobre fuerza la
idea de que Irán desea armamento nuclear para su arsenal militar. Sin embargo, y como lo
hemos señalado otros muchos elementos nos permitirían afirmar que detrás de la voluntad
iraní al respecto se encuentra el objetivo central de ser reconocido como la potencia regional.
Debido a la imposibilidad de detener este desarrollo por medios militares es que la aceptación
del nuevo status quo parece ser el camino a seguir.
Las consecuencias de tal reacomodamiento afectarán particularmente a Israel y a Arabia
Saudita a quienes Estados Unidos compensará proveyéndoles de nuevas herramientas de
disuasión directas (armamento) o indirectas (acuerdos de mutua defensa). En el primer caso,
la pérdida de su posición monopólica en el campo nuclear (aunque Irán no construya una
bomba) sería mucho más traumática que en caso saudí y podría dar lugar a un cambio en su
estrategia regional: mejorar sus relaciones con los estados árabes para establecer un
contrapeso a Irán. En ninguno de los dos casos se podría hablar de un peligro real de
11
proliferación: Israel ya posee armas nucleares y Arabia Saudita, en caso de embarcarse en tal
proyecto, estaría a varias décadas de conseguir avances significativos.
Turquía, por su parte, no vería afectada su seguridad debido a su pertenencia a la OTAN
mientras que sus buenas relaciones con Irán podrían convertirlo en un mediador creíble tanto
para los países occidentales como para el gobierno de Teherán, no solo en el ámbito
diplomático sino como eslabón imprescindible en la cadena energética que eventualmente
con la Unión Europea sería una gran limitación a la hora de plantear la necesidad de un
programa nuclear de uso dual por parte del gobierno de Ankara.
Para concluir, las implicaciones de un Irán con capacidad nuclear aunque complejas y de
difícil aceptación por algunos actores representan una opción mucho más viable que el uso de
la fuerza el cual, por otra parte, no garantiza un cambio en los objetivos iraníes y que, además,
podría generar otros problemas en una región ya de por si conflictiva.
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