"Doña Maria es una mujer fuerte. A pesar de contar con 71 años de edad, de presentar un serio problema de columna y de tomar medicación para su tensión alta, cuida sola de su marido, José, que padece la enfermedad de Alzheimer, desde hace tres años. Tienen dos hijos; el hijo vive en la ciudad, sin embargo como es divorciado y trabaja como representante comercial, viaja mucho y dice no tener tiempo y condiciones de ayudar a su madre a cuidar de su padre. La hija, que es mayor, vive en una ciudad cercana, dos horas de viaje, tiene niños aún en la escuela, y dice también no tener condiciones de dejar su marido e hijos, para también ayudar a su madre. José ya comienza a presentar síntomas de confusión mental más a menudo, a veces problemas para controlar la orina y se pone agresivo, cuando doña Maria le habla de usar pañales. En dos ocasiones, los vecinos hallaron a José deambulando por la calle, queriendo saber cómo se llegaba a su casa, y doña Maria con el coche de la policía, buscándolo. Por la noche, aún con el remedio para dormir, José se encapricha en despertar de madrugada y quiere tomar el café. Doña Maria ya muestra señales de estrés intenso, llora mucho, y no está teniendo mucha paciencia con José. Por descuido al no tomar su medicación para la tensión, estuvo en la sala de urgencias con una crisis de hipertensión. Habló con la vecina de la poca cooperación de sus hijos, mas comprendía que cada uno tenía su vida y ella no tenía el derecho de exigir ayuda. Hace algún tiempo que le vienen pensamientos de desesperación y de profunda tristeza con la situación de ella y del marido. Reclamaba de cómo se sentía desamparada y sola.”