CAPITULO "> \.\Tl R U.K/A Y CONVENCIÓN .--' Selección de KARL POPPER "Naturaleza y convención" Capítulo 5 de La sociedad abierta y sus enemigos, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1957, pp. 83-91. ÍS'o corresponde a Platón el mentó de haber sido el primero_en eiiOá-rá'r loa fenómenos solíale- c<>n el espíntu de la invr-ligación científica. La iniciación de la ciencia social ?c reinnnla. por lo menos. a la generación de Protágoras, el primero de los grandes pensadores que se denominaron a si mismos "sofistas". i.-tfi señalada por l;i comprensión de la necesidad de distinguir dos elementos distintos en rl medio ambiente del hombre, a saber, su medio natural y su medio social. Ks ésta u n a d i s t i n c i ó n d i f i n l de t r a / a r y de aprehender, como puede deducirse del hecho de que aún noy no se halla claramente e.-tableeida en n u e s t r o p e n s a m i e n t o . Además, ha sido puesto en tela de j u i c i o continuamente desde la época de Protágoras. y la mayoría de nosotros tenemos u n a f u e r t e i n c l i n a c i ó n , al parecer. a aceptar las- peculiaridades de nui'.-tru medio six Íal como si f u e í a n ''naturales . I na de la- características que definen l,i actitud mágica de u n a sociedad "cefrada", p r n n i ¡ i \ o tribal, es l.i de que ( i r n i l » i encantado ' de t a b ú e s i n m u t a b l e s . ile n o r m a s \s q u e ^e reputa ti lan ¡ne\> cnino Ja Calida del -ni. el cir lo de las estacitüii-í u o i r á - c\s Unífuriitttlades M - i n e j antes de la naturaleza. La coüipi nijión teórica de Ui diferencia que i n e d i a en' re l.i "natui\d'V..i \a "sociedad sólti puede desarrugarse u n a MV q u e rsa "sociedad cerrada" mágica lia d e j a d o de tener \. I i 1 anaÜ5!3 de e-a evolución ptr-su| ! "iti\ nii JUÍCtO, la clara captario:i d>' una importante diferencia. Nn- referimos a la <pi-' media e n t r e i n i las leyes naturales o de la naturaleza, tales c'oni» la- que r i ^ n i I"- nin\s <l t | snl. de, la l u n a \e !"> planetas, la s u e e - i ó n de las r-tacn>ne-. ele. I. a ley de la gravedad, la- ]e\es cíe ',1a teriiiiulínámíca i t e . *\i las /cve.s iiiirniatitas o c normas que no MUÍ s i n o prohibiciones y mandatos, es decir, reglas que prohiben o exii'en ( íertas formas de conducta enmo. por ejemplo. lo< die/ tiKuid.iniientos o las disposiciones [pirales que regulan el procedimiento a seguir para elegir a los miembros del parlamento o la- le\cs que componen la constitución ateniense. Dado que el a n á l i s i s de esos a - u n t o - ?e h a l l a frecuentemente viciado por la t e n d e n c i a a h o r r a r tal d i s t i n c i ó n , no estará de más agregar algunas palabras sobre la misma. Una ley en el sentido definido en I « i —-una ley natural— describe una u n i f o r m i d a d estricta e invariable que puede cumplirse en ¡a naturaleza. en c u y o caso la ley es válida, o puede no cumplirse, en cuyo caso es falsa. Cuando ignoramos si una ley de la naturaleza es verdadera o falsa y deseamos llamar la atención sobre nuestra incertidumbre. frecuentemente la denominamos cun el nombre cíe "hipótesis". Las leyes de la naturaleza son t K A K L • R. P O P I> E R inalterables y no admiten excepciones. En efecto, si observamos cl acaecimiento de un hecho que contradice una ley dada, entonces no decimos que se traía de una excepción, sino más bien que nuestra hipótesis ha sido refutada, puesto que ha quedado comprobado que la supuesta uniformidad no era tal. o en otras- jKilal>ra:i, que la supuesta ley tíe la naturaleza no era una verdadera ley sino un falso enunciado. Dado que las leyes de la naturaleza son invariables, su cumplimiento no puede ser infringido ni forzado. As!, ¡mes, aunque podamos utilizarlas con propósitos técnicos y podamos ponernos en d i f i c u l tades por no conocerlas acabadamente, las leyes naturales se hallan más alia del control humano. Claro esta que todo eso cambia por completo s¡ nos volvemos iiaeia las le} es del tipo (¿), es decir. }i\~ leves jiurmativaj. Kl cumplim i e n t o de una ley n o r m a t i v a , ya se t r a t e cíe una disposición legalmente sancionada o de un m a n d a m i e n t o moral, puede ser forzado por los hombres. Además, es variable, y quizá se pueda decir de ella que es b u e n a o mala, ju.-ta o i n j u - l a , aceptable o inaceptable; pero solo en s e n t i d o m e t a f ó r i c o podría d''cir-e que e- 'J^vej^dadera_ o 'jalsa . puesto qiie n^ describe un hcrhu -ino tpie expresa directiva; para nuestra conducta. Bastará que tenga cierto meollo o s i g n i f i c a c i ó n p a r a que pueda ser violada; en caso contrario, será Supcrftua \á de sen t i . lo. "_\ gastes n¡ás dinero de! que posees" es u n a ley nortnatua significativa, ¡ludiendo serlo moral o legalmente. y resulta tanto más necesaria c u a n t o más frecuentemente se h i _ \ ¡ n U . Podría decirse l a m i n e n del siguiente e n u n c i a d o ; "No saques má- dinero de tu cartera del que allí llevas" que es. por su f o r m a , una ley n o r m a t i v a : pero a n a d i e se le o c u r r i r í a pensar seriamente que fue-e é-!a una p a r t e significativa de nuestro si-tema moral o legal, puerto que no puede ser violada. Si una le\ normativa significativa cobservada. ello se deberá siempre al control h u m a n o , vale decir, a la- accioney decisiones h u m a n a s y responderá habitualmente a la decisión de i n t r o d u c i r sanciones, esta es. de castigar o refrenar a quienes i n f r i n g e n la ley, En mi o p i n i ó n , compartida por gran n ú m e r o de pensadores y. especialmente, de investigadores sociales, la distinción entre las leyes del tipu ( n i . es decir, las proposiciones (¡ue describen uniformidades de la naturaleza y las leyes del tipo 1¿>J. o sea. las normas tales como la; prohibiciones o mandamientos, es tan f u n d a m e n t a l que difícilmente tengan estus dos tipos de leyes algo más en común que su nombre. Sin embargo, esa opinión no goza, en modo alguno, de general aceptación: muy por cl contrario, muchos pensadores creen en la existencia de norma- —prohibiciones o mandamientos— de carácter " n a t u r a l " , en el sentido de que han sido establecidas de conformidad con las lejos naturales del upo i n ) . Se arguye, por ejemplo, que ciertas normas jurídicas concuerdan con la naturaleza humana y, por consiguiente, con las leves psicológicas naturales v en el sentido (a \ en tanto que otras norma-jurídicas pueden ser contrarias a PaTiaTuTaKv^a'Ruin'aña? y se agrega que aquellas normas cuya vigencia puede demostrarse que scnalla de acuerdo con la naturaleza humana no difieren gran cosa, en realidad, de las leyes naturales del tipo (a). Otros razonan que esas leyes naturales son muy semejantes, en verdad, a las leyes normativas, puesto que son establecidas por la voluntad o decisión del Creador del Universo, pero esta opinión se funda, sin duda, en LA SOUEI1AD A B I E R T A V SUS E N E M I G O S e! doble uso de la palabra '"le)" —originalmente normativa— para las leyes del tipo (ÍT). Vale Ía pena considerar todos esos puntos de vista, £eró, para-" hacerlo es necesario distinguir, primero, entre las leyes del tipo (n)" y.-lfts^ del tipo i M y no c o n f u n d i r el planteamiento del problema con una terminólo' fría "irradcaiadri. De c-se modo, reservaremos la expresión Aleves" nafu'raTes" exclusivamente para las leyes del tipo i « ) , rechazando su aplicación a toda norma que. por una u otra razón, p r e t e n d a ser "natural''. La confusión es perfectamente gratuita, dado que nada cue-la hablar de "derechos y obligaciones naturales" o de "normas naturales' 1 , si deseamos hacer hincapié en el carácter " n a t u r a l ' ' de las leve? del tipo ( b ) . II Me pareee necesario considerar, para la comprensión de la sociología plat ó n i c a . la forma en que puede haberse desarrollado l:i distinción e n i i e l c \ r naturales y n o r m a l u a-, Examinaremos, primero, lo que parece haber cun — l i t u í í l o el p u n t i ) de p a r t i d a y su ú l t i m o g r a d o de desarrollo y. posteriormente, hi que parece haber equivalida a lo- pa-os intermedio--, que desempeñan todos un i m p e l í a n l e p.lpel ei¡ la ti'nria de I ' l a l ó n . Podría definirse el p u n t o de part i d a c u i n u un ni orí i-uno ¡riLj'liiitf. característico de la "sociedad cerrada . bl ú l t i m o paso, que denominaremos t/fmjmmj crí/ico o I coiu cncionatiilíiO crit i c o l . es característico de la '"sociedad abierta". El hecho de qm 1 exista todavía m u c h a fíente que t r a t a de e d i t a r ese ú l t i m o paso es Í n d i c e elocuente de q u e nos hallamos todavía en plena Iransición de la sociedad cerrad,! a la abierta. i Lii relación con todo esto, \ease el capítulo l U l . El p i i n í i i d-' partida, que hemos d e n o m i n a d o "monismo ingenuo . corre-ponde a la etapa en q u e no e MÍ -te lo;.ia\i di- t i lición alguna e n l r e r.atijraics n o r m a l u as. 1.a- exeriencias desaradables so;¡ Iñ^ mae-lm enseñan al hombre a adaptarse ai medio que lo circunda. Pue- bien: en esta etapa, el individuo no distingue entre Lis sancionen impue.-¡as p n r los demás hombres r u a n d o se viola un tabú n o r m a t i v o y la- experiencias desagradables s u f r i d a - por el desconocimiento del medio natur.il. Pueden distinguirse, ademas, otras dos posibilidades, una de las cuales podría d e f i n i r s e con la expresión naturdifmo ingenuo. A esa altura, los hombres sienten que las reglas uniformes — ya sean n a t u r a l e s o convencionales— se hallan más allá <Ie !.i posibilidad de toda alteración. A mi juicio, sin embargo, ese estado debe configurar. tan sólo, una posibilidad abstracta, nunca alcanzada, probablemente. en la realidad. De mayor importancia es la etapa que podríamos definir como la d.el coni-fncionalismo ingenuo, en la cual lanío las uniformidades naturales como las normativas son consideradas expresión de las decisiones de dioses o demonios semejantes a hombres, de las cuales dependen. De este modo, puede interpretarse que el ciclo de las estaciones o las peculiaridades del movimiento de los astros obedecen a las "leyes"', "decretos" o "decisiones" que "'gobiernan el cielo y la tierra" y que fueron ''sancionados por el creador en un principio". 2 Se comprende que quienes piensan de este modo puedan 86 K AR L T O I1 P creer que hasta las leyes n a t u r a l e s son pasibles de modificaciones en derlas circunstancias excepcionales; que con la ayuda de prácticas mágicas pueda a veces influirse sobre ellas, > que las uniformidades de la naturaleza se hallen respaldadas con sanciones, como si fueran normativas. Este punto se advierte claramente en la frase de Heráclito ya c i t a d a : "El sol no se desviará un solo paso do su trayCcTória. sb'pená (te que tos~l)Tosas del Destino, las cuidarías de la Justicia, lo encuentren y ¡o vuelvan de inmediato a su curso". El derrumbe dt-1 Ir i bal ¡¿mu mágico se halla íntimamente relacionado eon el descubrimiento de que los Labues no son los mismos en las diversas Iribú?, que su cumplimiento es impuesto y f o r z a d o por el hombre, y que pueden ~^¡" violados sin n i n g u n a consecuencia desagradable, siempre que se logre e l u d i r las sanciones impuestas por los congéneres. Dicho descubrimiento se ve acelerado por la observación de que las leyes pueden K r hechas o alteradas por legisladores humanos. No sólo pien.-n c\\- leu's de Solón, s i n o l a m i n e n en la- leyes sancionadas y observadas por h población eorrie-nie de hu ciudades democráticas. Esas experiencias pueden c o n d u c i r a una diferenciación consciente e n t r e la> le\s n o r m a l i \s de obsen a n r i a i m p u e s t a por los hombres, que se basan en decisiones o convenciones, \- regla- naturales u n i f o r m e s (¡ue se hallan más alta de los límites antenote-. { na vez claramente comprendida esta d i s t i n c i ó n , >e alcanza la etapa que hemos denominado dualismo critico o c o n v e n c i o n a l i s m o crítico. En Li evolución de la filosofía griega ese dualismo de hechos y n o r m a s se manifiesta por H mÍMim b a j o la f o r m a de la oposición existente entre la n a t u r a l e z a \a convención.3 Pese al hecho de que esa porción \ h a b í a sido a l c a n z a d a largo tiempo atrás por el solista Protegerás, contemporáneo de Sócrates \r que é>te, es todavía tan ¡toro comprendida, que se hace necesario explicarla con cierto detalle. A ni e todo, no debemos pensar que el duali.-mo I.TÍIÍCO supone una teoría del origen histórico ile la- rorma-. En efecto, nada liene i¡ue ver con la afirmación histórica, evidentemente insostenible, tic (¡ue las normas f u e r o n hechas o i n t r o d u c i d a s por el h < u n h r e conscientemente, como una determinación de su v o l u n t a d y no como un simple hallazgo casual i cuando fue capaz de bailar las cosa- de e-le tipo). Ninguna relación guanta, entonces, con la aserción de que las normas se o r i g i n a n con el hombre y no con Dio?, ni tampoco subestima la i m p o r t a n c i a di- 1:¡; leyes nurm.-tlK a-. Tampoco tiene nada que ver con la a f i r m a c i ó n de que las normas, puesto que son convencionales —es decir, hechas por el hombre— deben ser. por lo tanto, "arbitrarias". El dualismo critico se umita a afirmar que las normas \s normativas pueden ser hecha- y alteradas por el hombre, o más específicamente, por una decisión o convención de observarlas o mollificarlas, y que es- el hombre, por lo tanto, el responsable, mural.de las mismas; no quizá de las normas cuya vigencia en la socielad descubre cuando comienza a reflexionar por primera vez sobre las mismas, sino de las normas que se siente dispuesto a tolerar después de haber descubierto que se halla en condiciones de hacer algo para modificarlas. Decimos que las normas son hechas por el hombre, en el sentido de que no debemos culpar por ellas a nadie, ni a la naturaleza ni a Dios, sino _a nosotros mismoj. Nuestra tarea consiste en mejorarlas al máximo posible, S O C I E D A D A C I E R T A Y SUS E N E M I G O S si descubrimos que son defectuosas. Esta última observación no sígniíicsique al definir las normas como convencionales queramos expresar q-Ue-.sou arbi ; trarias o que un sistema de leyes n o r m a t i v a s puede reemplazar a cualquier otro con iguales resultados, sino, más bien, que es posible comparar íasríeyes jionmitivas existentes., p ^instituciones, sociales,!, .eon .algunas nurnias modelas que. scízi'm líenlos d e c i d i d o , son digna- de llevarse a la práctica. Pero aun estos modelos nos pertenecen, en el sentido de que nuestra decisión en su favor no es de nadie sino nuestra y de que somos nosotros lus únicos sobre quienes debe pesar la lesponsabU'uhd por su adopción. Ea n a t u r a l e z a no nos sumimst r a n i n g ú n modelo, f i n o que se eompmie de u:ia s u m a . djtde? c;ircnlc¿ de cualidades murales o i n n i n rajes. Somos nosotros quienes imponemos nue-tros p a t r o n o a la naturaleza y quienes introducimos, de este modo, la moral en <Ajnlindo n a t u r a l . 1 no o b s t a n t e el hecho de que formamos parle de! mundo, Si bien somos producto de la n a t u r a l i z a , ¡ u n t o con la \ i d a la natura!'.'/:! iius ha dado la facultad de alterar el mu:;d'>. de prever } planear el f u t u r o \e lomar decisiones de largo alcance, de h- cuales somos nioralmente responsables. -Nn embargo, l.i responsabilidad, la- decisiones, son <-o>as que e n l r a n en el m u n d o de la naturaleza sólu con el advenimiento del hombre. i- • - . -* - -i — - ~ •" ~ — 111 Es sumamente importante para la comprensión ilejesa actitud! darse c u e n t a de i¡ue tales decisiones no pueden derivar n u n c a de loa hechos ío de su e n u i H - i a c i ó n I , si bien i n c u m b e n a lo- mi-ir.o-. Ea drei-ión de luchar c o n t r a I.L esclavitud, por ejemplo, no depende del hecho de que todos IM- hombres nazcan libres e iguales y de que- n a d i e na/ca e n c a d e n a d o , i . ü rfei tn. aun c u a n d o todos naciesen libres podría suceder que a l g u n o s hombrea intentasen encadenar a nims o que llegasen a t recr. Incluso, que es su obligación ponerles cadenas: o inversamente, aun cuando l¡>s nombres n a c i e r a n con c a d e n a - . podría suceder que mili Iio^ de n < ' ; o l r n - exigiésemos la Supresión de tales cadenas. Dicho en f u r n i a más preci-a. si consideramos que un hecho e¿ m o d i f i ca ble —cuino, por ejemplo, el de que mucha gente padece enfermedades— siempre podremos adapta! entonces eíerlo n ú m e r o i!e a c t i t u d e s diferentes hacia el m i s m o ; más específicamente, podremos decidir e f e c t u a r la t e n t a t i v a de modificarlos, o bien podremos decidir resistirnos a todo i n t e n t o de esa clase o. por último, podremos decidir abstenernos de loda intervención. De este modo, todas las decisiones morales incumben a a l g ú n hecho, especialmente a_hgchos_cie la v i d a sociaL y todos los hechos I niodificahles) de la vida social pueden ciar lugar a muchas decisiones diferentes. De donde se desprende que las decisiones no pueden derivarse nunca de los hechos o de su descripción. Pero tampoco pueden deducirse de otra clase de hechos: me r e f i e r o a esas uniformidades naturales que describimos con la ayuda de las leyes naturales. Es perfectamente c^rto que nuestras decisiones deben ser compatibles con las leyes naturales (incluyendo las de la psicología y fisiología h u m a n a s ) , K AR L P OP PE si han de llegar a ser puestas en práctica; en efecto, si se oponen a esas leyes no es posible, simplemente, cumplirías. La decisión de que todo el mundo trabaje más y coma menos, por ejemplo, no puede ser llevada a cabo más allá de cierto punto, por razones fisiológicas: es decir, porque más allá de cierto ¡imite la disposición seria incompatible con ciertas leyes naturales de la íisioluííía.-Lji -ferina stmiejunte, Umijwee-la decisión de que tmlo el-mundo trabaje menos y coma más puede ser llevada a cabo más allá de cierto p u n t o , por diversas razones, incluyendo las leyes naturales de la economía. (Como ve remomás a b a j o , en la sección IV de este capítulo, también en las ciencias sociales existen leyes naturales, que denominaremos "leyes sociológicas"). De esa manera, pueden e l i m i n a r s e c i c r l a > decisiones por ser imposibles de ejecutar, dado que contradicen ciertas "leyes de la naturaleza (o hechos invariables)". Pero eso no significa, por supuesto, que de estos '"hechos invariables" pueda deducirse lógicamente decisión a l g u n a . Por el contrario, la s i t u a c i ó n es má- bien la s i g u i e n t e : A n t e u¡; bocho c u a l i p n e í a . \ sea m o d i f i cahle o invariable, podemos adoptar diversas decisiones, como, por ejemplo, alterarlo, protegerlo de q u i e n e s quieren m o d i f i c a r l o , a l > s t c u e r n o s de interven i r , etc. Peio si el hecho en cuestión es invariable — \ :-ca p o r q u e p> imposible toda alteración en ra/.ón de las le\s de la naturaleza, o en r a / ó n de r e s u l t a r demasiado d i f í c i l para quienes la i n t e n t a n — entonces, toda decisión de modif i c a r l o será sencillamente impracticable; en r e a l i d a d , c u a l q u i e r decisión con respecto a un hecho t.d carecerá de s i g n i f i c a d o alguno. U d u a l i s m o crítico insiste, de ese modo, en la imposibilidad de reducir las decisiones o n o r m a - a hechos: por lo t a n t n . p u e d e describírselo como un d u a l i s m o de hechos y decisiones. Pero tal d u a l i s m o parece estar expuesto a a t a q u e s . Ln efecto, no es i l í c i t o considerar, como veremos en seguida, que tas decisiones son hechos y estu complica, e v i d e n t e m e n t e , la concepción d u a l i s t a . Si decidimos adoptar cierta norma, la f o r m u l a c i ó n de esta decisión, es. en sí m i s m a , un hecho psicológico y sociológico, y seria absurdo pretender que estes hechos no tienen n a d a en c o m ú n con los demás hechos. Puesto (pie no puede dudarse que nuestras decisiones relativas a la adopción de determinadas normas dependen evidentemente de ciertos hechos psicológicos -—tales como la i n f l u e n c i a de n u e s t r a educación, por ejemplo— parece absuido postular un dualismo de hecho? y decisiones, o a f i r m a r que las decisiones no pueden ser deducidas de los hechos. Sin embargo, podría refutarse esa objeción señalando que es posible hablar de ''decisión en dos sentidos diferentes 7 '. Así. podemos decir de una decis i ó n , que ha sido adoptada, tomada, alcanzada o resuelta, o bien, podemos i n d i c a r con este t e r m i n o el acto de decidir; pues bien sólo en este ú l t i m o sentido, podríamos considerar a la decisión como un hecho. Esa misma situación se reproduce con una cantidad de expresiones diversas. En un sentido, podemos hablar de una resolución adoptada por un consejo dado, y en el otro sentido, puede designarse con ese término el acto del consejo de tornar dicha resoj lución. Ln f o r m a s i m i l a r , podemos hablar de una propuesta o sugerencia que nos ha sidu formulada y, por otro lado, del acto de proponer o sugerir algo que también podría designarse con la palabra "propuesta" o "sugerencia" 1 . En LA socir:mn ABIERTA Y sus ENEMIGOS el campo de los enunciados descriptivos =e observa una ambigüedad : muy conocida. Consideremos, por ejemplo, la siguiente proposición:..'\\ap-i. león m u r i ó en S a n t a Llena . C o n v e n d r á distinguir esa proposición gá^KCTo por ella descrito y que podríamos denominar hecho primario, es decin el Hecho de que Napoleón m u r i ó en S a n t a Elena. Supongamos ahora que un hístoriífiror A . ' a t r=critnr~ta b i o g r a f í a de Napóteón," fófñíüTe Ta proposición mencionada. Ai hacerlo describirá lo que hemos denominado hecho p r i m a r i o . Pero existe t a m b i é n un heeliu secundario completamente d i f e r e n t e del p r i m a r i o , a saber, el hecho de que formuló dicho enunciado: y o t r o historiador B. al esc r i h i r la b i o g r a f í a de A. puede describir este segundo hecho, diciendo: "A a f i r m ó que N a p o l e ó n h a b í a muerto en Santa Llena . Kl hecho secundario descripto de ese modo es. en si mismo, una descripción. Pero en un sentido de la palabra que debe d i f e r e n c i a r s e del aludido c u a n d o d i j i m o s que el e n u n c i a d o : "Napoleón m u r i ó en Santa Elena" era una descripción. La r e a l i / a c i ó n de una descripción o de un enunciado e o n - t i U n e un hecho sociológico o p s i c ó l o g o . Pero /'/ descripción realizada debe distinguirse dt-l hedió de haber mío rculizfldn. \o puedo siquiera deducirse de csle hecho, puc- e q u i \t a r o i i f e r i i ' l " calidez a la inferencia "Napoleón m u r i ó en S a n t a Elena, p o r q u e A d i j o que N a p o l e ó n m u r i ó en ¡"anta Llena . 1» cual, ev i dentémosle, ñu e- posible. Ln el terreno di' la- decisiones, la situación e- análoga. La formulación de una decisión, la adapción dr u;ia n o r m a u di- u n múdelo, e- un hecllu. Pero 1.! n-iri!;a_o el modelo a d u p t a i l p jni r- uij_h''cbo._ Que la m a y o r í a de la «rente iv un hrcho CUUH-> q n e lie_iie_n_.a hechos por objcto_de su de-cripcjóm L-lo re t u r n a r a rn.icTaro si recordamos que siempre es posible a d o p t a r decisiones diversas ) aun contrarias con respecto a un hecho determinado. Por ejemplo, a u n a n t e el hecho sociológico de que la m a y o r í a de la gente M g u - 1 l-i n o r m a "No robarás . es posible todavía escoger e n t r e a d o p t a r l a u oponerse a su adopción, y r- posible alentar a q u i e n e s la l i a n adoptado, o desalentarlos, induciéndolos a adoptar otra norma. Ln resumen, f.» imposible deducir una ortu-iñn <j¡¡r e\¡>re>e una jionnn o una decisión o. por ejemplo, itt<a ¡>rii¡ni<'^íi¡ j»¡rt¡ determinada política, di' una oración <¡>¡e í'.vprc.v un hecho dado, lo cual no es s i n o una manera complicada de derir qu<> es imponible derr.ar normas, deci-iones. t> propuestas, de los hechos •'. Con frecuencia se ha i n t e r p r e t a d o erróneamente la afirmación de que la_s_ norma' sori_ hecha- por el b n i n b r e ^ i nn e;i el s e n t i d o de que h a y a n sido conscientemente elaboradas, smo en el de que los hombres pueden i u / n a r l a s i "~ i y m o d i f i c a r l a s , es decir, en el sentido de quelbi resnj.in^abiiii!aiH por su \ i g e u cía recae enteramente sobr? él t . Casi todos los nialos entendidos pueden reducirse a un e r r o r f u n d a m e n t a l de captación, a saber, la creencia de que "convención'" significa "arbitrariedad"; o sea. que si somos libres de escoger el sistema de normas que nos plazca, será indiferente que adoptemos un" u otro. Debe admitirse, por supuesto, qne la opinión de que las normas son c o n v e n cionales o artificiales, supone, de suyo, la participación de cierto grado de ar b i t r a r i e d a d ; es decir que puede haber diferentes sistemas de normas entre los , 90 K A li L 1' O 1' P E Ti cuales no hay mucho que elegir (hecho éste debidamente señalado ya por Protágoras}. Pero i a a r h f i c i a j j d a d no sujione en modo alguno, una iirbitroj, riedad completa. Los cálculos matemáticos, por ejemplo, olas sinfonías, las obras de teatro etc., son altamente artificiales y. sin embargo no se sigue de ídlí que todos los cálculos o slnianías-X) dramas-seft» indiferentesTmos tír Tiíro?. Kl hombre ha creado n u e v o s universos: el lenguaje, la música, la poesía, la ciencia y. el de m a y o r importancia a ú n . la ética, con su exigencia moral de igualdad, libertad y ayuda a los necesitados. 0 Al comparar el campo de la é t i ca con el de la música o la matemática, no deseo significar que esas semejanzas tengan un gran alcance. Lxísíe. espeeííiL-aniente, una gran d i f e r e n c i a e n t i e las decisiones éticas y ¡a- decisiones en el campo del arle. Muchas decisiones morales involucran la \ i d a o hi muerte de otros hombres, en t a n t o que d i f í cilmente podrían encontrarse, en el campo del arte, decisiones de tan vital imp o r t a n c i a . R e s u l t a en extremo equívoco, por Ío tanlo. d e c i r que un hombre se decide a favor o en contra de la esclavitud, cid mismo moflo que podría decidirse a f a v o r o en c o n t r a de cierta* obras musicales o literarias, o bien, que las de< ¡-¡unes morales í<»n un.i simple c u e s t i ó n de gusto. Tampoco son lan sólo, men* decisiones acerca de cómo l o i n a r má- hermoso el m u n d o u otros refinamientos por el estilo; lejos de ello, su gravitación es. las nú* di: \.i-~ \eces. decisiva. (Para el mismo tema. \r también el capítulo 9 j . i',1 ú n i c o p i o p é o i l o de nuestra comparación es d e m o s t r a r (pie la teoría de que las decisiones morales nos pertenecen no s i g n i f i c a que éstas sean e n t e r a m e n t e arbitraria.-. Por e x t r a ñ o que parezca, l.i iesi- de que la- n o r m a s son hechas por el hombre es c o m b a t i d a por quienes creen \ e r en iva a c t i t u d un a t a q u e a la religión. LK'he admitirse, por supuesto, que ella c o n s t i t u y e un ataque a ciertas formas de religión, a saber, ja r e l i g i ó n de la a u l i - r n l a d cu'gq o de la i n a g i a _y_ el t a b u í i j ü o . Pero no creo que se oponga en forma alguna a aquellas religioncs e d i f i c a d a ^ sobre la idea de la responsabilidad personal y la libertad de conciencia. Claro está que al d e c i r c-to me refiero al c r i s t i a n i s m o , por lo menos como suele interpretárselo en los paí-es democráticos: ese cristianismo que. en oposición a lodo tabuísmo, predica: "Habéis oído lo que ellos han venido diciendo desde a n t i g u o . . . Pero yo o- digo... ": contraponiendo permanentemente la voz de la conciencia a la inera_ ulieiliencia ijirinaj \ la observancia de la ley. No es posible a d m i t i r que la concepción de que las leves éticas son hechas por el hombre sea incompatible, en ese sentido, con la teoría religiosa de que proceden directamente tic Dio?. Históricamente, es indudable que toda ética comienza con ia religión; pero no se trata ahora de cuestiones históricas. Fn efecto, no nos preguntamos quién fue el primer legislador ético, sino que nos limitamos a sostener que somos nosotros, y nada más que nosotros, los responsables de la adopción o rechazo de determinadas leyes morales: somos nosotros quienes debemos distinguir entre los verdaderos profetas y bis falsos. Toda clase de normas han reclamado un origen divino. Si se acepta ia ética "cristiana" de la igualdad, la tolerancia y la libertad de conciencia sólo por su pretensión de estar respaldada en la autoridad divina, entonces so L.V S O C I E D A D A C I E R T A Y SUS E . N K M I G O S t^Cuíl* DE tfffiC 91 construirá sobre una ba?e flébil: en efecto, con demasiada frccuen'efá"?e-lia pretendido que la desigualdad es deseada por Dios y que no dehcníOs-ser fo-' lerantea con quienes no creen. Sin embargo, si se acepta la ética cristiana —no porque lo obliguen a uno a hacerlo, sino por la propia convicción de qrie~~coTibliluye er^cainiíio juáló a seguir:^"cT uño, entonces, el que decirle. Nuestra insistencia en que somos nosotros quienes tomamos las decisiones v soportamos todo el peso de la responsabilidad no debe interpretarse como una afirmación de que no podamos o no debamos recibir a y u d a alguna de la fe o inspiración de la t r a d i c i ó n o de los grandes ejemplo.- de la historia. Tampoco s i g n i f i c a que ia creación de decisiones m ú r a l e - sra tan sólo un proceso " n a t u r a l '. es decir, del orden de los procesos fisicoquí míeos. En rea! i dad, Protágoras. el primer dualista c r í t i c o , enseñó que la n a t u r a l e z a no conoce normas y que MI introducción se debe e x c l u s i v a m e n t e al hombre, lo cual representa la mas nú] 'oí la r i l e c o n q m - l a h u m a n a . Sostenía, de e.-e mudo, que "fueron las instituciones y convenciones las ipic elevaron al bbmbr-e sobre el ; : i v i - l (ir la- bestias", tal coniu lo f x p r o a l*un:el 7. Pero pc-e a -u i n s i s t e n c i a en q u e el h o m b r e crea la= n o r m a n v en que c?-i-l la m e d i r l a de tmlj.-; las co-a-, Profagoras creía que el hombre sólo podía alcanzar l.i c r e a c i ó n de la- nuritKH cun a y u d a de lo sobrenatural. Las n o r m a s , de acuerdo COTÍ MI~ en-cñanza-, eran impu-'-la- al estado original o n a t u r a l de la> cosa- por el hombre, pero cun la i\\a de '/.cu?. Ks por mandato (lf Zi'u- que Heniles les concede a ¡n- huinbies el sentido de la justicia \l honor, d i s t r i b u y e n d o el don cnire todos lo* hombres por partes ¡guales. La forma en qu.' la p r i m e r a declaración d e f i n i d a del d u a l i s m o critico deja lugar a una interpretación religiosa de míe,-tro sentido de la responsabilidad, demuestra ha-ta qu'' punto no se opone el dualismo crítico a la a c t i t u d religiosa. Puede advertirse un enfoque s i m i l a r , a mi par- 1 cer. en el Sócrates histórico i ver capítulo U » , qn-- =e r - i n t i ú impulsado, t a n t o por su conciencia como p i > r -us creencia- religiosa*, a p'Hier en lela <le. juicio toda a u t o r i d a d , y que buscó peí m a n e n l c m e i i l e jtqueli.i g n o r n i a - m c u \ ju-t i c i a podía d > n f i a r . 1.a [{odrina d-'ih a u l n i i ' H ' ! Í , ^ i!e Ja etTca\< i n d e p e n d i e n t e del problema de la r e l i g i ó n , pero compatible con c u a l q u i e r r e l i g i ó n que respete la conciencia i n d i v i d u a l , y a u n . q u i / á . necesaria.