La unidad de la iglesia - Toda la Escritura es inspirada por Dios

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La unidad de la iglesia
Juan 17:20-24
Lo que enseña la oración sobre la unidad de la iglesia
Juan Ramón Chávez
Introducción
Una de las historias más fascinantes del A.T que ha trascendido generaciones, y que ha
despertado la imaginación de muchos, que narra uno de los mayores logros humanos y que
hubiera sido una de las 7 maravillas del mundo antiguo. Es la historia de la torre de Babel. La
gente tenía un alto sueño, llegar hasta el cielo. Así que, empezaron a construir la torre. La
gente que la construía, todos soñaron,
todos se organizaron, y todos trabajaron. Pero
lamentablemente estaban construyendo un monumento para ellos mismos, para la grandeza
humana y no para Dios. Por eso su obra fue interrumpida por Dios. Pero a pesar de que
estaban construyendo algo contrario a la voluntad de Dios, hay algo que se resalta en la
historia, la unidad que tenían. De allí que me ha parecido bien hablar ahora, de la unidad,
pero de la unidad de la iglesia.
La oración de Jesús nos enseña mucho sobre la unidad de la iglesia. Si nosotros queremos
saber el origen de la unidad de la iglesia, aquí está en la oración de Jesús. Por ejemplo:
I). El anhelo de la unidad.
Considerando Jesús la decadencia espiritual del mundo, oraba a Dios por los suyos para que
los cuidara. Que en medio de un mundo egoísta, indiferente y destructor los suyos pudieran
ser uno.
Juan 17:11 Dice: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti.
Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como
nosotros”… Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí
por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno…” (Juan 17:20-21). Jesús anhelaba la
unidad de los suyos.
A. Porque la unidad significaba permanencia.
Jesús mismo enseño que “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede
permanecer” (Marcos 3:24). Jesús sabía que la perduración de su grupo dependía de la
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unión entre ellos. De nada carece tanto la iglesia de hoy y que ha sido tan descuidada
como la práctica de la unidad. Esto ha llevado a algunas congregaciones a desaparecer y
ahora los edificios se encuentran vacíos. Y en el mejor de los casos se fraccionaron en
pequeñas congregaciones sin acuerdos ni planeación. Afortunadamente la iglesia ha
llegado hasta nosotros porque ha habido hermanos que han practicado y luchado por la
unidad de la iglesia. Hermanos, que han honrado la voluntad de Cristo. Porque jamás
seremos la iglesia que debemos ser, si no practicamos la unidad entre nosotros.
B. Porque la unidad significaba paz.
El apóstol Pablo nos dice una de las cosas que Jesús logro en la cruz: “Pero ahora en
Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por
la sangre de Cristo. 14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno,
derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su carne las
enemistades…” (Efesios 2:13-14). En los tiempos de Cristo la sociedad se dividía en dos
grupos: judíos y gentiles. La brecha era tan grande entre ellos de tal manera, que los
judíos que vivían en Judea y querían pasar a Galilea, preferían cruzar el rio Jordán e irse
por Perea o por la costa del Mediterráneo antes que cruzar por su ciudad (Samaria). Sin
embargo, la sangre de Cristo logró lo que se pensaba imposible, unir a los judíos y
gentiles en la iglesia. Porque el anhelo de Cristo es que su gente esté unida en amor,
fraternidad y trabajo para alcanzar los mismo objetivos. Que en lugar de división y
discordia, que son productos de la inmadurez, celos y opiniones personales, pueda haber
paz y fomentemos la unidad.
C. Porque la unidad significaba fuerza.
Jesús enseño la fuerza de la unidad cuando hablo sobre la oración. Dijo: “Otra vez os
digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa
que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19). Aunque
si bien es cierto que la oración en este contexto hace referencia a algo concreto. Lo cierto
es que enfatiza el poder de estar de acuerdo. Cuando hay unidad se logran grandes cosas.
Para crear a los hijos se necesita unidad de los padres. Porque si uno dice una cosa y el
otro dice otra cosa, los hijos no van a saber qué hacer. Se necesita de la unidad de los
padres. También Salomón habla de “Las hormigas, pueblo no fuerte, Y en el verano
preparan su comida” (Proverbios 30:25). Aunque son muy pequeñas, son capaces de
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lograr lo que ningún otro insecto. Todas trabajan para un bien común y son muy efectivos
en eso. Porque la unidad genera fuerza. Para tener éxito en algún proyecto necesitamos de
los demás. Estando unidos nos defendemos, nos cuidamos y nos sostenemos mejor. “Y si
alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe
pronto” (Eclesiastés 4:12). La iglesia tendrá o seguirá teniendo un poder impresionante si
seguimos fomentando la unidad.
II). El alcance de la unidad.
Fue el mismo Señor Jesús quien hablo del alcance de la unidad que él quería: “Mas no ruego
solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21
para que todos sean uno…” (Juan 17:20-21). Según estas palabras, la unidad está limitada a
los creyentes. Jesús mismo puso la cláusula. Aquellos que le seguirían por la predicación
apostólica. No importando el país, raza, color de piel, posición social o económica. Porque
los uniría la misma creencia. Por eso esta unidad alcanza a:
A. Un nivel personal.
Los cristianos a nivel personal deben tener unidad. Por eso Pablo les escribe a las
hermanas “Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (Filipenses
4:2). Porque estaban enemistadas y ninguna de las dos quería resolver el conflicto. No
sabemos la naturaleza del conflicto pero debían resolverlo y no querían. A veces el
conflicto que se da entre dos individuos puede llegar a causar un gran daño a la iglesia y
más si estos son los predicadores. Las diferencias en la iglesia suceden y son más
comunes de lo que quisiéramos admitir. Pero también deben serlo el perdón y la
reconciliación. Pablo está enseñando aquí que la unión espiritual en el Señor, es el
remedio para las fricciones que suceden dentro de la iglesia. No debemos permitir que
nuestras diferencias personales sean más fuertes que la unión por la que Cristo oro.
B. Un nivel congregacional.
También el alcance a abarca a un nivel congregacional. Por es que Pablo escribe a la
iglesia de corinto rogándoles “Por el nombre de nuestro Señor Jesucristo” que parasen en
sus divisiones. “que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros
divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo
parecer” (1 Corintios 1:10). Los miembros de la iglesia se estaban dividiendo en
pequeños grupos unos adoptando como cabeza de su grupo a Pablo, otros a Cefas (Pedro),
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otros a Apolos y otros a Cristo. Esta era una división interna, congregacional. Y Pablo les
deja en claro lo equivocados que estaban los 4 grupos haciéndoles unas preguntas:
“¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis
bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1:13). Pablo demuestra lo ilógico que es
su división. Si Cristo no está dividido, entonces es antinatural la división de ellos. Les deja
en claro que todos fuimos redimidos de la misma manera, por la crucifixión. Y por la
misma persona, Jesucristo. Pablo nos está enseñando que nuestra lealtad debe ser a Cristo
y a la unidad que El desea y no a nuestras preferencias personales. Cuando entendemos,
esto buscaremos que en nuestra congregación haya armonía y unidad en el Señor.
C. Un nivel general.
La unidad no solo debe ser a nivel personal o congregacional, sino a nivel general donde
quiera que esté la iglesia del Señor. Un ejemplo muy claro de esto se ve en Antioquia.
Cuando la gente de esa ciudad escucho la Palabra y se convirtió, “Llegó la noticia de
estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese
hasta Antioquía” (Hechos 11:22). Nótese que se menciona a la iglesia como los que
enviaron a Bernabé, un hermano respetado y con gran corazón, para ir a ver a los
hermanos recién convertíos. Al enviar a este hermano con estas credenciales eso
comunicaba interés y expresaba unidad. No es que la iglesia en Jerusalén quisiera tener
dominadas a las nuevas congregaciones, al contrario querían ayudarles. Después de un
tiempo, Agabo profetizo una hambruna y cuando llegó
“los discípulos, cada uno
conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en
Judea” (Hechos 11:29). Note que los hermanos de Antioquia enviaron ayuda a las iglesias
de Judea incluyendo a la iglesia de Jerusalén. Aquí se ve claramente que los hermanos de
Antioquia aprendieron lo que significa unidad que le había enseñado la iglesia de
Jerusalén años atrás y ahora tienen la oportunidad de demostrarlo y no solo a ellos, sino
también a otros hermanos. En estos pasajes la iglesia primitiva nos enseña, que no se
puede tener una visión congregacionalista estrecha. Que si una iglesia tiene problemas las
demás debieran hacer algo al respecto, porque allí es donde reside la verdadera unidad.
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III). La base de la unidad.
Jesús mismo también estableció la base sobre la cual se edificaría la unidad cristiana. Dijo:
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la
palabra de ellos, 21 para que todos sean uno…” (Juan 17:20-21).
A. Notemos que la unidad no está basada en la raza, idioma, comunidad o nacionalidad
de los cristianos.
Hay iglesias que no han comprendido ni el alcance ni el fundamento de la unidad
cristiana. Por ejemplo hay iglesias de blancos que no ven con buenos ojos que entre en
ellas un mexicano. Hay iglesias de mexicanos que no ven con buenos ojos que entre en
ellas un hermano moreno. Hay iglesias ricas que no ven con buenos que entre un hermano
indígena y hay iglesias de cristianos indígenas que no ven con buenos ojos a otros si no
son de su misma etnia. etc. ¿Por qué sucede esto? Porque tienen un concepto equivocado
de lo que es la unidad cristiana. Sin embargo, la Biblia nos enseña que había “una gran
multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que
estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con
palmas en las manos” (Apocalipsis 7:9-), que habían sido salvos de la misma manera.
Estaban de todas las “naciones” =Es decir, de todas las culturas. De todas las “tribus”=
Es decir, de todas las etnias. De todos los “pueblos”= Es decir, de todas las comunidades
y de todas las “lenguas”=Es decir de todos los idiomas y dialectos. Aquí no hay racismo
de ningún tipo. Todos son uno en Cristo.
B. Notemos que la unidad no está basada en el ecumenismo.
El término viene del griego oikoumene, “toda la tierra habitada”. “Es la tendencia o
movimiento que busca la restauración de la unidad de los cristianos, es decir, la unidad de
las distintas confesiones religiosas cristianas «históricas», separadas desde los grandes
cismas”
(https://es.wikipedia.org/wiki/Ecumenismo)
. Con el ecumenismo se enfatiza poner aparte las
diferencias teológicas entre las denominaciones, enfocándose en las áreas de acuerdo o
concordancia. Son muchos escritores y predicadores denominados cristianos que están
promoviendo esta filosofía para derribar las diferencias doctrinales para unirse en el amor.
Pero fue el mismo Señor Jesús quien estaba en contra de esta idea del ecumenismo. Pues
Mateo dice: “Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan. 6 Y
Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos… 16:12
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Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan,
sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16:5-6, 12). Jesús nunca
aprobó la enseñanza de los fariseos y saduceos ni compartió una plataforma de enseñanza
con ellos. Jesús era el amor encarnado. Pero también era fiel a la verdad. No se puede
tener unidad con aquellos que enseñan una manera diferente para ser salvos.
El mismo Pablo enseñó: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan
divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os
apartéis de ellos. 18 Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a
sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los
ingenuos” (Romanos 16:17-18). Pablo no da lugar a acuerdos para no ser tan enfáticos en
la doctrina, al contrario habla de apartarse de tales personas. La “unidad” de este y otros
movimientos que tienen la misma filosofía no es la misma clase de unidad que viene del
Espíritu de verdad ni por la que oro Jesús. Es una unidad engañosa.
C. Notemos que la unidad cristiana está basada en la palabra.
Jesús dijo: “por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos
sean uno…” (Juan 17:20-21). Es la palabra apostólica predicada o escrita la que nos une.
Es la palabra que hace nacer la creencia (Romanos 10:17) en Cristo y da como resultado
la unidad.
La unidad por la que Jesús oró fue la unidad basada en la verdad. “tu palabra es verdad”
(Juan 17:17). Por tanto, para lograr la unidad se debe recibir la verdadera enseñanza de
los apóstoles tocante a la salvación y otros temas más. Fue esta palabra predicada en el día
del pentecostés que produjo unidad en fe y practica entre como tres mil convertidos
(Hechos 2:43-47). Fue esta misma palabra que produjo unidad entre los convertidos en
Antioquia (Hechos 11:22-29). Aunque algunos dicen que la doctrina no es importante o
que no se debe enfatizar tanto, ignoran que ésta es lo que nos une. La verdad en cuanto al
plan de salvación va primero por sobre la unidad. Una unidad sobre la verdad no es de
Dios (Gálatas 1:8-10)
IV). El modelo de la unidad.
Jesús nos enseña un modelo a seguir en la unidad. Dice: “para que todos sean uno; como tú,
oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea
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que tú me enviaste” (Juan 17:21). La clase de unidad que hay entre Dios y Cristo es la norma
de la unidad cristiana.
A. Es una unidad espiritual.
Esta clase de unidad no la crean los lazos sanguíneos. Al contrario los trascienden. El
mismo Jesús aunque fue un buen hermano y un bien hijo, enseñó que existe un lazo más
fuerte que los carnales que son aquellos con los que obedecen la palabra de Dios. La
razón: Porque Estamos unidos por el Espíritu. Por eso Pablo enseño: “solícitos en guardar
la unidad del Espíritu” (Efesios 4:3). Esto significa que la unidad espiritual es posible por
el Espíritu Santo. Nosotros no creamos la unidad, nosotros la mantenemos por la voluntad
de Dios. Por eso cuando conocemos a hermanos que no habíamos visto antes, sentimos
que ya nos conocíamos. Esta es la unidad del Espíritu.
B. Es una unidad de amor.
En todo el evangelio podemos observar que la unión entre Jesús y Dios era la del amor. Y
era una unidad de amor que Jesús pedía al Padre. Una unidad en la que las personas se
amaran porque le amaban a Él. Una unidad de corazón a corazón. No una unidad
obligada, impuesta por personas externas, sino una unidad de amor como la de Dios. Una
de las razones de la división en la iglesia es que hay personas que aman más sus propias
organizaciones, sus propios orgullos, sus propias opiniones que lo que aman a sus
hermanos por los que Cristo murió. Romanos capítulo 14 es un ejemplo ello. El amor es
uno de los mazos que pueden derrumbar los muros que hemos levantado entre nosotros
mismos. Por eso Pablo dijo: “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo
amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:2). El gozo será una
consecuencia inevitable de la unidad por amor.
C. Es una unidad participativa.
La clase de unidad que Jesús tenía con Dios y que quería que nosotros tuviéramos era una
unidad de participación. No es ni una alianza, ni una fusión, ni un acuerdo, ni mera
solidaridad, sino un compartir. Jesús decía: “y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido
glorificado en ellos” (Juan 17:10). Como miembros del mismo cuerpo estamos unidos y
participamos de la vida del otro. La iglesia no es una organización es un organismo vivo
que comunica unidad. Y la participación es la unidad puesta en acción. Hechos 4:32 “Y
la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser
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suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” Estas
muestras de caridad cristiana no abolía el derecho a la propiedad privada. Estas acciones
no eras impuestas, sino voluntarias. Era una expresión de la unidad con Dios y con sus
hermanos.
V). La meta de la unidad.
Jesús no quiere una unidad superficial o aparente, al contrario su deseo es: “Yo en ellos, y tú
en mí, para que sean perfectos en unidad…” (Juan 17:23). Por tanto esta es la meta que todo
cristiano debe desear, ser “perfectos en unidad”.
A. Lo que significa la meta. Es decir, lo que significa ser “perfectos en unidad”.
Cuando se habla de perfección se está hablando de consumación, de plenitud. Se trata de
alcanzar la plenitud o la consumación de la unidad. De allí ser realizados plenamente en la
unidad. Por eso cada cristiano debe buscar la excelencia en la unidad que está por encima
de los estándares del mundo. ¿A qué se debía la marcada preocupación de Jesús de que
los suyos alcanzaran la plenitud de la unidad? Porque aun en su tiempo la gente tenía
diferentes opiniones de su persona (Mateo 16:13-16) y porque Jesús sabía la división
religiosa que vendría en el futuro. Por eso Jesús oraba para que los suyos llegaran a la
plenitud de la unidad. Así que, no debemos permitir que nada ni nadie impida nuestro
progreso hacia la unidad perfecta Pablo dijo: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en
los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos”. (Romanos 16:17-18). También “Al hombre que
cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, 11 sabiendo que el tal
se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio” (Tito 3:10-11). Porque
fuimos llamados a una unidad cada vez mayor.
B. El medio para lograr esta meta.
Jesús dijo: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad…” (17:23). Llegar
a la clase de unidad que Jesús está pidiendo aquí, no se alcanza por sí solo. El ingrediente
esencial es que Cristo este en nuestro corazón. “Yo en ellos…para que…”. Cuando en un
cristiano sea haga una realidad lo que Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20), de seguro buscara
la unión entre aquellos que son sus hermanos. Porque Cristo en su corazón lo impulsará
hacerlo. Cristo en el corazón del cristiano es el lazo de unión entre los hombres y Dios.
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Cristo es el mediador de la unidad. Cristo hace posible lo que se consideraba posible. Por
ejemplo Jesús unió a Simón el Zelote y a Mateo. A Simón le llamaban el Zelote o “lleno
de celo” (Lucas 6:15) porque había pertenecido a una secta judía que era una resistencia
contra el gobierno romano. Mateo por su parte había trabajado para el gobierno romano
(Mateo 9:9) cobrando los impuestos a sus compatriotas. Antes de Cristo, personas como
Simón el Zelote aborrecían a personas como Mateo. Los consideraban unos traidores y
vendidos a Roma. Pero Cristo pudo lograr unir a Simón y a Mateo. Otro ejemplo es Pedro
y Cornelio (Hechos 10). No hay otra manera de unir a la personas, solo Cristo puede
hacerlo.
VI). El propósito de la unidad.
Más allá de lo bueno y delicioso que es la unidad (Salmos 133:1). En esta oración Jesús
expreso un propósito doble. Dijo: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad,
para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a
mí me has amado” (Juan 17:23). Estos propósitos son evangelísticos.
A. Primer propósito: “para que el mundo conozca que tú me enviaste”
Es decir, que la unidad tenía como propósito convencer al mundo que Dios había enviado
a Jesucristo. Que Jesús es la auténtica y autorizada voz de Dios. La palabra “conozca” en
el verso 23 corresponde a “crea” en el verso 21. Jesús sabia la influencia y poder que
tenía la unidad. La unidad de la iglesia es evangelismo en silencio. Hace reconocer al
mundo que Jesús es la imagen misma de Dios en la tierra. Porque solo Dios puede hacer
posible que dos personas, que en el mundo pudieran no tener nada en común y que
posiblemente pudieran ser hasta enemigas, en Cristo estén perfectamente unidas.
Convencer que al mundo de que Dios había enviado a Jesús, indicaba producir un efecto
tal, que los llevara a aceptar el propósito redentor de la venida de Cristo que era “buscar y
a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). En otras palabras era aceptar el plan de
salvación. Jesús sabía que esto podía producir la unidad de los suyos. Esta verdad nos
hace ver lo terrible que es la división. Porque una de las razones por las que la iglesia no
crece y cada vez hay más personas que no creen en el beneficio de la iglesia es, porque en
lugar de unidad observan división en la iglesia.
B. Segundo propósito: Para que el mundo conozca “que los has amado a ellos como
también a mí me has amado”.
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La unidad de la iglesia también le hará creer al mundo que Dios ama a los creyentes en
Cristo, con el mismo amor con que amó a Jesús. La unidad debe ayudarles a reconocer
que el amor de Dios es ilimitado. Jesús quiere lograr a través de la unidad de amor de la
iglesia, que el mundo se abra al amor de Dios. Juan dice que “el mundo entero está bajo
el maligno” (1 Juan 5:19) por eso es que el mundo mendiga por amor. Pero cuando la
iglesia se una con cuerdas de amor será un poderoso imán para atraer a las almas sedientas
y hambrientas del amor de Dios. Cuando los cristianos en lugar de crear conflictos y
promover divisiones son “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz” (Efesios 4:3). El cristianismo será atractivo para la gente del mundo y querrán ser
parte de él. Y si no, cuando menos, el cristianismo será admirado y respetado por ellos.
El propósito de la iglesia no es hacer de este mundo un lugar mejor para vivir, aunque sin
duda ayuda mucho para que esto sea así. Sin embrago, el propósito principal de la iglesia
es: que “anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”
(1 Pedro 2:9) o como dice Pablo, para dar a conocer “la multiforme sabiduría de Dios”
(Efesios 3:10). Por eso la iglesia no debe aislarse de este mundo, porque estamos aquí
precisamente para alcanzarlo.
VII). La recompensa de la unidad.
Después de orar Jesús por la iglesia en su paso por este mundo, ahora pide por el destino de
todos aquellos que se unirían a él, diciendo: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que
donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado;
porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). Aquí nos enseña
varias cosas:
A. Jesús quiere compartir su gloria con nosotros.
Cristo quería volver a la gloria con su Padre (Juan 16:28), pero también su gran deseo era
compartir esta gloriosa vida con nosotros. Expresa su voluntad no mediante un ruego, sino
mediante un “quiero”. Por eso dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así
no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me
fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3). Jesús no solo quería que viéramos su gloria,
sino participemos de ese estado celestial. Esta gloria no depende de la creación del
mundo, sino que es “desde antes de la fundación del mundo”. Este mundo no es nuestro
hogar como no lo fue de él. Estamos viviendo en una tierra extranjera por un poco de
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tiempo porque somos peregrinos y vamos de pasada sabiendo que vamos a nuestra patria
celestial (Hebreos 11:13-14).
B. Jesús quiere llevarnos al cielo.
Todo el auxilio que Jesús nos da cuando estamos pasando por infortunios en esta vida, son
solo temporales. Porque Jesús quiere llevarnos con él al cielo. Jesús es el esposo amante
que vendrá por su iglesia, porque quiere que su amada esposa este bajo su cuidado y
protección (Efesios 5). Jesús quiere llevarnos al cielo para que de una vez por todas
estemos libres de las garras del diablo. Donde no habrá tentaciones ni peligros a caer, ni
sufrimientos (Apocalipsis 21:4-5). Nuestra separación de Cristo ahora es temporal. Pero
llegara el día del encuentro. Pablo dijo: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con
voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y
así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17). Jesús quiere llevarnos a
un lugar mejor, a un lugar de dicha. De hecho el gozo que experimentamos aquí y ahora
es sólo un adelanto del que disfrutaremos entonces allá. Jesús quiere llevarnos al cielo
donde es eterno, porque tierra está condenada a perecer (2 Pedro 3:9-10).
C. Jesús quiere que anhelemos el cielo.
Mucha gente está rodeada de tantas cosas materiales que no anhelan el cielo. “viven como
si ir al cielo fuera una intrusión en sus calendarios ocupados; una interrupción en su
carrera o en los planes de vacaciones. No quieren ver el cielo hasta tanto no hayan
disfrutado todos los placeres del mundo. Cuando los hayan visto y vivido todo, o cuando
la edad dificulte su capacidad para disfrutarlos, entonces estarán listos para el
cielo…Cuando la Iglesia pierde su objetivo en el cielo, se vuelve espiritualmente
complaciente, egocéntrica, materialista, mundana, débil y letárgica. Los placeres y
comodidades del mundo presente consumen gran parte de su tiempo y energía” (Com. MacArthur
del N.T: Juan). Es por eso que Pablo nos amonesta diciendo: “Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios 2
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (colosenses
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3:1-4). Nada ni nadie debe distraernos de nuestro porvenir celestial. La eternidad junto a
Cristo nos aguarda. ¿Cuándo se realizará esta promesa? Solo sabemos que cuando Cristo
venga. ¿Y cuándo vendrá Cristo? Nadie lo sabe (Mateo 24:36). Pero debemos anhelar ese
día.
Conclusión
Hemos hablado del anhelo, del alcance, de la base, del modelo, de la meta, del propósito y de
la recompensa de la unidad por la que Jesús oro. Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí
es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30). El diablo está luchando
fuertemente para dividir a la iglesia. Porque sabe que una iglesia unida es poderosa. Ni usted
ni yo debemos ser cómplices con el diablo en este plan de él. Al contrario cada cristiano debe
contribuir a unir y no a dividir. Así que, debemos estar dispuestos a renunciar a todo aquello
que obstaculice nuestra unidad. Porque la crítica divide, sin embargo, la tolerancia une. La
mentira divide, sin embargo, la verdad une. El egoísmo divide, sin embargo, el amor une. El
apartamiento divide, sin embargo el acercamiento une. Que Dios nos ayude a ser lo que
debemos ser.
E-mail: monche91@hotmail.com
http://chaveztorres.wordpress.com/
www.planetaenvivo.com.mx
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