DE HISTORIA N A T U R A L . 7» Gracias á las relaciones que yo me había creado anteriormente en Syria, no me fué difícil organizar la caravana, que en veinte y siete días de marcha no interrumpida, nos condujo á B a g d a d : durante esta larga etapa á lo largo del Eufrates, hicimos diariamente de ocho á diez horas de jornada, saliendo á las cuatro de la mañana y caminando hasta el medio día; en las paradas aprovechamos el tiempo cazando yo insectos y crustáceos; mi hermano empezando á reunir los materiales para el herbario; diariamente, también anotábamos cuidadosamente las observaciones barométricas y termométricas, cuyas observaciones han sido hechas con los instrumentos que empleó el nunca olvidado Quiroga en su viaje al Sahara occidental. No siendo región desconocida la cruzada, aunque no m u y frecuentada y no más segura, claro es que los datos recogidos servirán tan sólo para ampliar conocimientos ya adquiridos, 6 corregir algunas deficiencias. Llegados á B a g d a d , conocí personalmente al P. Brizuela¿ español, con quien estaba y a en relación epistolar: dicho señor, superior de la Misión católica francesa en la histórica villa, ha sido para nosotros de ayuda inapreciable, por cuyo medio hemos recibido y enviado la correspondencia, á más de proveernos de cartas de recomendación y sabios consejos, que nos han sido preciosos en el resto del viaje. De Bagdad fuimos á Amarah, cruzando luego el territorio de los Beni-Laam, quienes como fronterizos y nómadas, así se dicen persas como turcos, según les conviene, en sus relaciones con los Gobiernos de ambos Estados, siendo en realidad independientes y atentos á los consejos de Inglaterra, cuya influencia es preponderante en toda la región del golfo pérsico; el cheick de esta tribu Beni-Laam, la más fuerte y belicosa de las circunvecinas, nos dio una especie de circular para los cheicks de las otras que acampan sobre el Kerkha, el Diz y el Kharoum, en el Arabistán, reputándonos por ingleses, pues á sus oídos j a m á s llegara el nombre de España, y yo me esforzara en vano diciendo que antepasados suyos ó de sus fronterizos, como los Djezirahs, hubieran estado en nuestra tierra. Cruzado el K e r k h a , llegamos á Susa, en cuyas ruinas hace excavaciones, por cuenta del Gobierno francés, M. de Morgan, el sabio egiptólogo, quien nos recibió amablemente, no tanto por una carta-presentación del vicecónsul de Francia en B a g -