Relación Odontólogo – Paciente La Odontología, como una profesión de servicio y auxilio con amplia responsabilidad social e individual, independiente de la indiscutible efectividad técnica lograda, no se sustenta exclusivamente en la continuidad y profundización del desarrollo terapéutico y clínico. Por el contrario, los Odontólogos tenemos una misión con las personas que requieren de nuestra ayuda frente a una determinada enfermedad y que han recurrido a nosotros depositando su confianza. La verdadera dimensión profesional está contenida en el encuentro humano llevado a cabo entre el odontólogo y su paciente, al que hemos denominado “Relación Odontólogo – Paciente”. Corresponde detenerse un instante para meditar acerca de la sensible e íntima motivación que el enfermo ha tenido para ir en busca de nuestra colaboración. En virtud de la naturaleza de quienes participan en ella, esta Relación entendida como un encuentro humano compartido, contiene una eminente subjetividad e intersubjetividad que va más allá de la dimensión puramente clínica de un tratamiento dado. Sin lugar a dudas que esta relación no está exenta de conflictos, dilemas e influencias externas complejas de carácter social, familiar, cultural, económico, jurídico, político e institucional. Se observa con asombro cómo se han instaurado profundas modificaciones en ella, lo cual representa para la odontología un desafío a estudiar y tomar en consideración en virtud de su significancia como fundamento y objetivo último de nuestra labor profesional. Minimizarla nos hace distante de aquella exquisita sensibilidad que los profesionales de la salud debemos tener y que nuestros pacientes esperan encontrar para no sentirse defraudados. Pensar que la Relación Odontólogo – Paciente es efímera y técnica es un gran error. Por el contrario, el vínculo profesional – paciente, en las profesiones de la salud, ha sido el fundamento de un gran número de publicaciones, investigaciones y códigos de ética profesional a lo largo de su historia desde el Juramento Hipocrático hace 2500 años y que por cierto lo seguirá siendo. Es el tiempo ahora de difundir y aplicar estos vastos conocimientos en la Odontología. La Relación Odontólogo – Paciente constituye un puente entre la patología que aqueja al enfermo y el restablecimiento de su salud, entendiendo la enfermedad como un quiebre invalidante y debilitador de un proceso vital y la salud como una experiencia de posibilidades de bienestar e integralidad del ser y de la corporalidad. El hecho de recuperar la salud bucal de un enfermo es necesario pero no es suficiente. Lo trascendente y valorado es el restablecimiento de la vitalidad de quién sufre en una realidad perceptiva única e individual. Para alejar de la terapéutica la instrumentación técnica del paciente y, para no caer en actitudes profesionales que no reconozcan y respeten la dignidad del otro, es necesaria la protección que otorgan los valores sustantivos del humanismo. En otras palabras, el odontólogo al servicio del ser humano debe facilitar su proyecto existencial elegido libre y racionalmente. Comprenderemos entonces, que una obturación dentaria, una prótesis o una intervención de cirugía bucal, deben transformarse en un medio para el restablecimiento del desempeño vital de la persona que nos solicita un acto clínico en el que prevalezca el valor de una ayuda para su vida y que, por lo tanto, sea ante todo un acto ético. Un elemento protésico será en definitiva sólo una estructura mecánica inerte, si no cumple con la misión de facilitar la vitalidad de un paciente que es social, que trabaja, que ama, que educa a sus hijos y que busca la felicidad. Un simple dolor dentario puede involucrar significativos trastornos para la vida de una persona, y como odontólogos tenemos la responsabilidad de valorar la real dimensión de una salud quebrantada. Las relaciones humanas sin excepción, para ser fructíferas, requieren en primerísimo lugar el debido respeto a la dignidad y a la autodeterminación de las personas. La Relación Odontólogo – Paciente, ante su sensible objetivo de mantener y restablecer la salud, hacen de estos valores el punto de partida para el reconocimiento de la acogida, la amistad, la confianza, la humanidad, la intimidad, la capacidad de interpretación, la comunicación, el profesionalismo y el respeto. La praxis clínica involucra la intimidad de la persona sufriente tanto en su corporalidad como en su interioridad. Puede ser perjudicial por un daño provocado o ser beneficiosa ante su éxito, pero en ningún caso será neutral. Es este el aspecto que tenemos que cuidar y proteger y al mismo tiempo infundir en los futuros Odontólogos que actualmente se forman en las diversas facultades universitarias de nuestro país. No se trata del conocimiento de las Ciencias Sociales y Bioética como estructuras académicas segregadas y paralelas a la técnica. Más bien debemos entender la odontología como profesión científica pero a la vez deliberativa y basada en los valores universales del ser humano, trazando un camino diferenciador y de especial calidad profesional que nos posibilita adentrarnos en el conocimiento de la persona que sufre por causa de una patología.