Por: Marcelo Vásquez VOLVER A CORRER Hace 30 años, corrí mis últimos 10 kilómetros. Al cruzar la meta, un tramposo pasó y se llevó la última medalla Era 1982, tenía 15 años y mi ilusión era ser corredor profesional. Mi vida siguió, tratando de equilibrar trabajo, familia y salud. Dejé de correr, pero el sueño seguía allí, tener esa medalla que perdí por apenas unos metros. Con el tráfico de Caracas, era imposible llegar temprano a mi casa para estar más tiempo con mi familia. Un día, sin pensarlo, me fui trotando. Ese fue el primer paso: gané entusiasmo; me sentía adolescente de nuevo, inmerso otra vez en el mundo de los corredores. Necesitaba desafíos, así que me inscribí en la Caracas Rock del 2011, con un propósito: bajar mi tiempo para los 10 kilómetros por debajo de 1 hora, después de 30 años sin correr. 2 de Octubre. 18.000 personas llegan a la Autopista Prados del Este y, en medio de un océano de caras anónimas con camisa verde, estaba yo, ansioso como aquellos días, esperando la largada para vivir la emoción de escuchar los sonidos, sentir el sudor, la respiración entrecortada. Mas pronto sentí que no estaba en mi mejor día. Tal vez era sobreentrenamiento, o el duro recorrido, pero mi paso no era tan fuerte como siempre. Sin embargo, el espíritu es terco e insiste en seguir adelante. Kilómetro 7, nada en las piernas. Kilómetro 9, un calambre, y el globo del pacer que se aleja hasta desaparecer. Divisé la meta, y con lo último de mi corazón, traspasé el kilómetro 10. No lo logré. El reloj marcaba 1:02. Pero la decepción duró poco: una chica sonriente me entregó sin ceremonia una medalla que marcaba un antes y un después. Ahora, tenía la presea que merecí tres décadas antes. Mi padre falleció a los 44 años, la edad que tengo ahora, alcoholizado y solo. En perspectiva, siento que estoy honrando su memoria al estar sano, feliz y rodeado de familia. Si pudiera, le diría que si yo pude volver a tener la misma pasión de mi adolescencia, el también podría, porque ese joven sigue vivo, aguardando la oportunidad de hacer lo que soñamos, no importa la edad, porque no son los años los que deciden como debes vivir tu vida, sino tu voluntad de moldearla de la forma que ilusionabas a los 15. Conseguí hacer algo mejor que lo que me había planteado: retrocedí el reloj hasta 1982, gracias a esa decisión de volver a correr. Tendré otra oportunidad de bajar mi tiempo pero, ahora, tengo algo mejor: Un nuevo comienzo.