Santa Catalina, ¿hija de su tiempo? EN NUESTRAS RAÍCES: ESTUDIOS E INVESTIGACIONES En el mundo con una “celda” interior para hablar con el Altísimo. Mantelada a los 16 años. Contactos con los padres dominicos. Su vida, una predicación constante. Humilde y analfabeta pero en contacto con grandes Señores y con el Papado. Figura de envergadura en su período histórico. Su vigencia. C on temor y temblor afronto el desafío de escribir sobre esta Doctora de la Iglesia, gracias a la gentil invitación formulada por la redacción de la revista ALLEZ,ALLEZ PETITES, feliz iniciativa de la Congregación de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena. Confieso que lo hago por la especial veneración que siento por Catalina de Siena y no por lo que de nuevo y valioso pueda aportar. No soy historiadora, y sin embargo debo referirme a su figura en el tiempo y en el espacio en que se desenvolvió. Por ello apelo a la benevolencia de los lectores, y para la reflexión trazaré algunos cuadros y/o escenarios en los que la figura de Catalina se delinea y adquiere alturas insospechadas. La estirpe de los Benincasa Sitúo a Catalina en el seno de su familia y en el contexto hogareño. Los Benincasa tuvieron veinticinco hijos, ¡toda una multitud!, incomprensible para la mayoría de las familias actuales. Catalina y su hermana gemela fueron de las últimas, ya que Sta. Catalina mensajera de paz, delante del Papa luego únicamente vino al mundo su hermano Esteban, testigo privilegiado de sus éxtasis y visiones. Su madre era una mujer de carácter fuerte, y Catalina sin duda heredó esos ras- gos, habida cuenta de las epopeyas que vivió. Su padre, Jacobo o Santiago, era tintorero de profesión, ejercía el oficio en el hogar, y conforme a las costumbres de la época, 17 Su pertenencia a la Orden de Predicadores Catalina en éxtasis, mientras dicta el libro del “Diálogo”. (Miniatura conservada en la Biblioteca Comunal de Siena, del s.XV) debió ser ayudado por esposa e hijos y es probable que contara con buen número de aprendices y cooperadores. Con ello quiero situar a Catalina en el natural escenario de olores, bullicio, órdenes dadas en alta voz, entrada y salida de clientes....¿Cómo explicar entonces su temprana inclinación a la oración, a la contemplación? Para ello basta escucharla en sus dichos: ha construido una celda interior, que servirá de albergue a esos encuentros íntimos con Dios, con la Madre de Dios, con los santos. Estas circunstancias de su vida cotidiana le marcaron el rumbo. Podríamos imaginar que quien vive a ese nivel la contemplación hubiera pensado en recluirse en el silencio del monasterio. Más Catalina prefirió palpitar la vida del mundo, sin dejarse tentar por las cosas que pudieran apartarla de sus propósitos ¡Qué fuerza de convicción para rechazar la idea de matrimonio y para mantenerse fiel al voto que en su infancia había efectuado! 18 La asistencia casi diaria a la iglesia de Santo Domingo, la llevó con naturalidad al ingreso a la Orden de Predicadores como terciaria o “mantellata”, cuando contaba con dieciséis años. Poner en obra el carisma de la predicación no fue para ella una empresa difícil. Diré que los pocos años que vivió Catalina fueron predicación permanente y constante, anuncio del Evangelio a tiempo y a destiempo, sin medida. Así se entiende que ella, como Jesús, tuviera un buen número de discípulos que la siguieron, abrevando de la fuente inagotable. Así se concretó la formación de los “catarinianos”, como los de “Santa Brigada”, hombres y mujeres de variada condición social e intelectual, muchos de los cuales le sirvieron en el oficio de “escribas”. Que una mujer cuasi analfabeta se atreviera a tanto, causó preocupación en los frailes, que la citaron para evaluarla. Y así fue que Catalina concurrió al Capítulo de Florencia, del que salió fortalecida: la designación de Raimundo de Capua como su director y guía del grupo constituyó el punto de partida de una influencia recíproca que dio valiosos frutos. La perspectiva de los siete siglos transcurridos nos permite afirmar la sabiduría de Domingo, cuando proyectó una orden que se integrara con hombres y mujeres, con diferente grado de consagración, pero todos movidos por un mismo ardor, la predicación de la Buena Nueva. La trascendencia en la vida politica En tiempos de Catalina las ciudades estaban enfrentadas entre ellas o conformaban alianzas para conservar sus privilegios. Es fácil imaginar entonces que en la península itálica hayan sido frecuentes las luchas armadas, en las que se veían involucrados los habitantes, sin siquiera entender las razones. Y en medio de ello, la presencia de la Iglesia, con poder temporal y espacial, la perenne lucha entre güelfos –partidarios del poder temporal del Papa- y gibelinos –opositores-. Catalina asumió un rol trascendente, pues aunque mostraba una incondicional obediencia a la jerarquía eclesiástica, bregó siempre por la paz. En busca de las raíces que permitieran aflorar un mundo nuevo, se imaginó una cruzada, que no pudo concretar. Sin Santa Catalina de Siena (óleo de Dina Mosca, 1972, del Convento de los Frailes Dominicos de Bari), esta imagen fue la base de las portadas del primer año de nuestra revista embargo, ella misma se convirtió en cruzada, pues recorrió ciudades y parajes –Pisa, Lucca, Florencia, Avignón, Roma- en procura de acercamientos y cese de hostilidades. Resulta difícil entender que los poderosos señores escuchen a una mujer, iletrada, de la plebe, que los interpela para que depongan actitudes, si es que no se tiene en cuenta que Catalina no habla per sé, es Dios mismo el que se expresa, el que le infunde sabiduría, ardor, celo. Lo hace personalmente, trasladándose con sus seguidores, y también de cartas que son muestras elocuentes de su incluadicable espíritu pacificador. Tenía “corazón de fuego”, por ser mujer e italiana, dice un autor1. No podemos caer en el infantilismo de pensar que porque tenía a Dios consigo la labor de Catalina transcurría en un lecho de rosas. Dan cuenta de los sinsabores, de sus fracasos los relatos de sus biógrafos. Lo que es indubitable es su férrea voluntad, que no trastabilla, y por ello no duda en recorrer del derecho y del revés todos los lugares, tocar todas las puertas y hablar ante todos los hombres en procura de la paz que desea, no sólo para las comarcas que le son próximas, sino para todos los hombres. Su incondicional servicio al papado Las turbulencias del mundo están también presentes en la Iglesia. Intrigas, luchas intestinas, favores y privilegios la ensombrecen. El Papado se ha instalado fuera de Roma y es dominado por los monarcas franceses. Catalina se rebela y decide actuar. Acompañada por sus catarinianos viaja a Avignón, con un doble propósito: lograr la concordia entre el Papa Gregorio XI y Florencia, e instarlo a que regrese a Roma. El Pontífice duda, los que los rodean su confabulan para desestimar los argumentos de la santa sienesa. Pero su intervención es decisiva, en las entrevistas que mantienen y a través de las cartas que luego le envía. Gregorio XI regresa a Roma, luego de años de exilio y es acogido con entusiasmo por el pueblo. Más los esfuerzos y la oración de Catalina no son suficientes. Poco tiempo después se produce un cisma y es elegido el Antipapa. Su espíritu ardiente la lleva a expresar en una de sus cartas digida al Papa Urbano VI: “¡Quiero dar mi sangre y mi vida, quiero hacer que corra la médula de mis huesos por la santa Iglesia!”. En los últimos años de su vida terrenal su consagración a la causa de pacificación y de unidad en la barca de Pedro fue total. en las coordenadas de espacio y tiempo en que transcurrió su vida. Catalina está por encima de la finitud, su figura crece y se agiganta, su pensamiento adquiere nuevos quilates cuando leemos y meditamos sus escritos. Maravillosa piedra preciosa que no se oscurece, ni se enmohece con el paso del tiempo. Maria Teresa Tenti Volta Fraternidad Seglar Dominicana de Santiago del Estero, Argentina 1 JOSE SALVADOR Y CONDE, “Obras de Santa Catalina”, Biblioteca de Autores Cristianos,1980. 2 Fr. JACINTO CARRASCO OP, “Los Quince Primeros”, Tucumán 1940. Reflexion final Está plenamente justificado que uno de sus biógrafos2 haya escrito: “toda su historia es un comentario brillante de estas palabras de la Escritura: “Infirma mundo elegit Deus, ut confundat fortia”-lo débil del mundo eligió Dios para confundir a lo fuerte-. Mujer, plebeya, laica, iletrada y sin embargo... “doctora de la Iglesia”. ¡Cuánta gracia recibió Catalina de su amante esposo, y cuánta derramó a manos llenas! Por eso sostengo que su dimensión no puede estar enmarcada Maria Teresa Tenti Volta 19