Loreley Gómez SPA 480 Profesora Otilia Cortez Las perdidas en Paula y el crecimiento espiritual El ser humano es una criatura compleja. Hemos sido creados para sentir, sufrir, vivir, reproducir, pensar y avanzar. Aunque nos creamos capaces de poder enfrentar todos los retos que nos ofrece la vida con certeza de poder derrotarlos, hay algo lo cual no podemos comprender, y eso es la muerte. Algunas personas se creen lo demasiado fuertes para poder lidiar con esta situación. No lloran, no se conmueven y siguen su vida como si no hubiera ocurrido absolutamente nada. Lo que no saben es que por dentro serán consumidos por el dolor y por ese vacío que solo lo pueden volver a llenar con el cariño y el apoyo de los que permanecieron en la tierra para consolarlo. Esta muerte es un enemigo silencioso e invisible el cual se mete en nuestras venas y no nos deja ir más; desde el día que nacemos estamos destinados a morir. ¿Pero por qué le tenemos tanto miedo? Si es un hecho natural, ¿por qué no la dejamos tomar su curso? Sabemos que va a llegan algún día. La muerte es igual que la vida. Según una cita que he encontrado en un ensayo, “La vida no nos ronda, la vivimos simplemente. Entonces la muerte tampoco nos ronda, la morimos simplemente.” La muerte no solamente tiene que significar que una persona pasa a otro mundo; también existen los muertos en vida. Las circunstancias pueden haberlos llevado a estas estancias, pero lo que uno debe de hacer es levantarse y seguir adelante. En la novela Paula de la escritora chilena Isabel Allende, la muerte es esa sombra que nunca la deja en paz. En su pobre y golpeada patria, la muerte se respira en todos lados. Chile estaba condenada por la dictadura y el pueblo iba desapareciendo física y espiritualmente. Hubieron muchas muertes las cuales marcaron la vida de la autora durante el trayecto de su relato. La muerte de Salvador Allende, Pablo Neruda, la Granny y por supuesto la muerte de su hija Paula tuvieron un gran impacto en el corazón de Isabel. La muerte ha jugado un gran papel en la novela, y explicándolas podremos entender como Isabel, a través de ellas pudo crecer, vivir, morir por dentro y volver a nacer. La primera muerte que Isabel tuvo que enfrentar y la cual le dolió de verdad fue la de su tío Salvador Allende (su padre había fallecido antes, pero dado a la falta de interés de su parte durante su infancia, a ella no la conmovió). Esta muerte no sólo le dolió en el aspecto familiar, sino también en el aspecto patriótico. Isabel supo que con Salvador se iba la esperanza de Chile de ser un país justo para todos. Acusado de ser comunista, el ejército chileno con la ayuda de los Estados Unidos lo derrocó. Allende cuenta que “la versión oficial es que se puso el cañón del arma en la barbilla, disparó y el tiro le destrozó la cabeza” (Allende, 216). En esta cita, uno se puede dar cuenta que la autora no se cree esta versión. Ella conoció la integridad de este hombre que no solo fue su tío sino también un presidente fuerte y leal a su pueblo el cual dijo firmemente que no lo sacarían de La Moneda sino muerto. Antes de esta cita, Allende habla de la gran resistencia que mantuvo Salvador ante los militares que lo obligaban a rendirse. Con este asesinato (el suicidio no es una opción en esta escena) que terminó con la vida de Salvador Allende, hubo un nacimiento paralelo. Aunque usualmente un nacimiento es un motivo de celebración, en este caso no es más que una desgracia. El nacimiento de la dictadura de Pinochet la cual duró diecisiete años, toda una vida en la cual Isabel se sintió desterrada, muerta por dentro. La segunda muerte que fue crucial en la vida de Isabel Allende fue la del poeta chileno Pablo Neruda. Él tenía una gran cercanía a la familia de ella, y sobre todo a Salvador Allende. Neruda hasta fue uno de los candidatos al mando de Chile, pero él no lo quiso aceptar. Le gustaba tener opiniones políticas pero no quería convertirse en político. Neruda falleció doce días después del golpe militar. Aunque ya estaba enfermo desde antes, Allende afirma que “los tristes acontecimientos de esos días acabaron con sus ganas de vivir” (Allende, 236). Todas sus pertenencias fueron destrozadas por los militares que querían encontrar información incriminatoria, la cual ya de nada valía porque el pobre hombre ya había muerto. En su funeral, Isabel recuerda que se convirtió en una especie de procesión en la cual gritaban “ ¡Pablo Neruda! ¡Presente, ahora y siempre! (Allende, 237), pero lo que más le llamó la atención fue que alguien gritó “¡Compañero Salvador Allende!” y todo la multitud respondió “¡Presente, ahora y siempre!”. Se sintió feliz de que la gente todavía quisiera honorar a su difunto tío. Este acto muestra un poco que no toda la esperanza de Chile estaba muerta. Con la muerte de Neruda también se fue una gran parte de la historia literaria de Chile. Este hombre trajo tanto reconocimiento a este país del Cono Sur y la autora supo muy bien que con su muerte se iba un gran prócer, un hombre que siempre quiso a su patria a pesar de todo y murió no solamente de una enfermedad sino de una tristeza interna que lo consumió lentamente. La tercera muerte que le afectó mucho a Allende fue la muerte de la Granny, madre de su primer marido y abuela de sus dos hijos. Desde el primer día que la conoció, la Granny fue un apoyo enorme y su gran confidente. Ella fue una ayuda incondicional en la crianza de Paula y Nicolás y la alegría del pueblo. Cuando Allende y su familia tuvieron que exiliarse en Venezuela, la Granny se quedó en Chile junto a su marido que no hacia más que apoyar a los militares porque no quería que el país se convirtiera en una tierra marxista. La Granny empezó a tomar alcohol aun más en secreto, y su hija y los médicos le echaron la culpa a la bebida por la causa de su muerte. Allende claramente supo que “la Granny comenzó a morir el día en que se despidió de sus dos nietos y la agonía le duró tres largos años” (Allende, 277). Desgraciadamente, ella murió de tristeza. El no tener a sus nietos cerca la consumió por dentro. Esto fue también el resultado del golpe militar. Si nunca hubiese ocurrido la dictadura, Allende y su familia no hubiesen tenido que abandonar Chile, y talvez la Granny hubiese vivido mucho años más. Sin duda alguna, la muerte más significativa en esta novela es la muerte de Paula, la hija de Isabel Allende. Al comienzo de la novela, ella cae en una coma muy grave después de haber estado enferma por unas semanas a causa de la porfiria. Durante la narrativa, Allende le cuenta a su hija toda su historia desde sus antepasados hasta el presente para que cuando ella despierte no tenga que esforzarse al tratar de recordar. Aunque la novela se convierte en autobiografía, el lector nunca se olvida que mientras Allende escribe, Paula lucha por su vida en Madrid y luego en California. Esto se convierte en una lucha interna constante para Isabel porque aunque las otras muertes en su vida la han afectado, ninguna puede compararse con la perdida de su hija. Durante el transcurso del tiempo, Allende le busca los mejores doctores; la quiere mantener viva a toda costa. Una vez rendida, decide leer la carta que su hija escribió después de tener una pesadilla. Allende se da cuenta que ha cometido un error egoísta : Paula se quiso ir todo este tiempo. Ella claramente escribió : “No quiero permanecer atrapada en mi cuerpo. Liberada de él podré acompañar de más cerca a los que amo” (Allende, 355). Este pedido de su hija la hizo caer en la realidad que la muerte es algo que a veces se desea, y que es inevitable. En un ensayo encontré una cita la cual yo creo que es muy apropiada para la situación de Allende. Dice: “la muerte nos acompaña, nos persigue, nos obsesiona… no podemos escapar de ella y no sólo porque nos llegará el momento, sino por todas las personas que vemos morir cada día y también, con toda posibilidad, las que mueren para que nosotros vivamos mejor”. Desafortunadamente, la vida de Paula se estaba convirtiendo en un indirecto martirio para Allende. Fue su obsesión el mantenerla viva, a lo cual no se le puede echar la culpa por el simple hecho que ella hizo lo que cualquier madre hubiese hecho en su lugar. Peleó por su hija hasta el final hasta que se dio cuenta de que una vez que su hija fallezca, dada a la conexión que Allende siempre tuvo con los espíritus, podría estar más cerca de ella. La muerte es algo irreversible, temeroso y muy difícil de entender. En la novela Paula de Isabel Allende pudimos entenderla más a fondo. Con el paso de los años, la muerte nos llega, nuestros seres queridos envejecen y poco a poco nos dejan. Aunque esta no haya sido la causa central de todas las muertes que tuvo que enfrentar la autora, igual siguen siendo perdidas con las cuales uno tiene que lidiar. Poco a poco, y dadas las circunstancias, Allende crece como persona. Aprende un poco de cada persona que se va al más allá y se queda con cierta parte de ellos. Ella incorpora las características y vivencias cruciales de cada uno y lo usa para desarrollar su carácter. Se convierte más fuerte y ahora vive por dos, ayudando a comunicar el legado de esos seres queridos que aunque ya no están, la visitan como espíritus. Bibliografía Allende, Isabel. Paula. N.p.: n.p., n.d. Print. Lylaboka Blog spot . N.p., n.d. Web. 10 Dec. 2010. <http://lylaboka.blogspot.com/2005/08/ ensayo-­‐sobre-­‐la-­‐muerte.html>. Terra España. N.p., n.d. 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