“Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó” Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la homilía del domingo 17º, Jn 6,1-15 (26-07-2009). 1. La multiplicación de los panes es, quizá, el milagro de Jesús que más impresionó a los primeros cristianos. Es el único que traen los cuatro Evangelios. En lugar de la versión de Marcos, que coincide con la de Mateo leída el año pasado, la Iglesia introduce hoy la del evangelista Juan (6,1-15), junto con el sermón de Jesús sobre el Pan de Vida, que leeremos hasta el domingo 23 de agosto. I. Cuando se comparte, alcanza y sobra 2. El mensaje que la Iglesia nos quiere dar, es claro. Lo podemos enunciar con el dicho popular “cuando se comparte, alcanza y sobra”. Así lo sugiere la primera lectura, con el milagro del profeta Eliseo que multiplicó veinte panes de cebada. Ante la duda de su servidor: “¿Cómo voy a dar esto a cien personas?”, el profeta ordenó: “Dáselo a la gente para que coman, porque así habla el Señor: ‘Comerán y sobrará’. El servidor se lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor” (2 Re 4,42-44). 3. Lo mismo, pero en escala mayúscula, sucede con la multiplicación de los panes realizada por Jesús. Los comensales eran muchos. Juan habla de “una gran multitud” (Jn 6,2). El alimento disponible, poco: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados” (v.9). Pero la bondad de Cristo, inmensa: “Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles cuanto quisieron”. El resultado fue asombroso: “Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Recojan los pedazos que sobran, para que nada se pierda’. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada” (vv. 11-13). II. Mejor es compartir que competir 4. La intención del evangelista va mucho más allá de querer demostrar el poder divino de Jesús. Desea manifestar el comportamiento de inmensa generosidad de Dios para con la humanidad. Como dice el salmo responsorial: “Los ojos de todos esperan en ti, y Tú les da la comida a su tiempo; abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes”. Sal 144,15-16). Y ello se muestra no sólo en que Dios nos da sus dones materiales en abundancia. Como veremos luego en el sermón de Jesús: al pan material abundante, Dios quiere sumar el pan espiritual de su Cuerpo, comido con fe, que nos permite superar el límite de la muerte. 5. A la par de la inmensa generosidad de Dios para con la humanidad, Jesús quiere enseñarnos también a tener una conducta similar con los demás. Si Dios nos da sus bienes en abundancia: el aire, el agua, la tierra inmensa, el universo entero, ¿por qué apoderarnos en exclusividad de los mismos? “Un poquito a cada uno, no hace mal a ninguno”, era un dicho familiar, con el que nuestros padres nos educaban cuando de niños pretendíamos apoderarnos de una golosina y no compartirla con los hermanitos. 6. Este principio de sentido común, vale también para la relación entre los diversos grupos sociales y naciones. Cuando se lo pone en práctica aparecen las soluciones a conflictos que parecen insolubles. Por ejemplo: la puja interminable entre alemanes y franceses por apoderarse en exclusiva de la minas de hierro y de carbón. Mientras pretendieron competir entre ellos para ver quién lo lograba, no encontraron otra solución que la guerra. Cuando advirtieron que era mejor compartirlas, crearon la Unidad Europea y desterraron la guerra como solución de los conflictos. III. “Recogieron y llenaron doce canastas” 7. El hecho de que Jesús ordene recoger los panes sobrantes y su resultado de doce canastas (v. 13): señala su intención de que el milagro se siga produciendo a través de la historia. Primero, al interior de la Iglesia, como lo atestigua el libro de los Hechos: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos… Ninguno padecía necesidad” (Hch 4,32). Aunque no lo haremos hoy, aquí convendría analizar cómo hemos asumido en la Argentina el Plan de Reforma Económica de la Iglesia, dinamizado por el Plan Nacional Compartir. 8. Pero Jesús quiere que el milagro se produzca también en la sociedad humana. Hoy se habla del efecto invernadero como muchos no lo hubiésemos imaginado en nuestra infancia. Es fruto de la ambición desmedida de pueblos poderosos, que se postran ante el ídolo del progreso técnico a cualquier precio. No reparan que se está volviendo contra ellos, por la polución del aire, del agua y de la tierra, y la consiguiente amenaza para la familia humana. IV. Una encíclica sobre el Desarrollo Humano Integral 9. Aquí se inserta la reciente encíclica del Papa Benedicto XVI, “Caritas in veritate”, sobre el Desarrollo Humano Integral. Imposible comentarla aquí. Pero digamos brevemente: propone “un modelo de economía de mercado capaz de incluir, al menos tendencialmente, a todos los pueblos y no solamente a los particularmente dotados”, y “un compromiso para promover un mundo más humano para todos, un mundo en donde todos tengan que dar y recibir” (39).