Capital social, confianza y participación. Análisis comparativo de tres ciudades. Ponencia elaborada para el 21 Congreso Mundial de Ciencia Política. Santiago de Chile, 12 al 16 de julio 2009 René Millán y Sara Gordon Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM México 1 Capital social, confianza y participación. Análisis comparativo de tres ciudades René Millán y Sara Gordon En el debate sobre capital social, la corriente encabezada por Putnam sostiene la importancia de la confianza, las normas de reciprocidad y el asociacionismo, componentes de este concepto, para favorecer la cooperación entre los agentes sociales, y el desempeño institucional. Este postulado implica poner de relieve la importancia que tienen las relaciones interpersonales –su calidad y su forma de organización- para la cooperación. En palabras de Putnam, “el capital social se refiere a las características de organización social, tales como la confianza, las normas y redes que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad mediante la facilitación de las acciones coordinadas” (Putnam, Leonardi y Nanetti 1994: 212). La relación entre los tres componentes enunciados coadyuva a la cooperación social en virtud de que la confianza está estrechamente vinculada con la reciprocidad, ya que conecta las expectativas con la capacidad de decidir. La confianza se considera clave porque agiliza un número importante de transacciones sociales y económicas: reduce costos de transacción y monitoreo (North, 1993); facilita la administración de “bienes comunes” (Ostrom, 2000); incrementa el rendimiento de asociaciones y organizaciones (Stolle, 2001); estructura y coordina mejor las expectativas (Hardin, 2001); eleva el desempeño de instituciones y de los gobiernos (Putnam, 1993) y facilita el acceso a beneficios dentro de las redes (Field, 2003). Todas estas perspectivas tienen un punto en común: la confianza facilita la cooperación. Y para el capital social, es 2 imprescindible. La teoría del capital social postula una cierta eficiencia en el logro de objetivos comunes mediante la coordinación de acciones porque parte del supuesto de que existe – conceptual y empíricamente – una estrecha asociación positiva entre confianza y cooperación. En esa línea, Putnam acentúa las posibilidades de eficiencia pues considera que el capital social está a su vez relacionado con un fuerte compromiso cívico. En la medida en que esos componentes permiten remontar distancias sociales, la cooperación puede servir a intereses más amplios (Putnam 1995, 665). En virtud de que en general se da una asociación entre las normas de reciprocidad generalizada con redes de intercambio social (1994: 219), estos dos componentes definen el carácter cívico de las relaciones y constituyen los factores que hacen que el capital social garantice que la cooperación se oriente al bien público. Putnam destaca a las asociaciones de carácter voluntario como espacios de interacción social en los que se crean condiciones para el desarrollo de la confianza y el reforzamiento de las normas de reciprocidad; se facilita la comunicación entre quienes participan en ellas; se favorece el flujo de información sobre el comportamiento de los demás; se propicia el aprendizaje de actitudes de cooperación, y se estimula el compromiso cívico y la preocupación por los asuntos públicos. Si bien el papel central que ocupa la confianza para facilitar la cooperación ha sido destacado por numerosos autores, se ha cuestionado la necesaria relación entre la confianza, la reciprocidad y las redes asociativas con la cooperación que postula Putnam. Es claro que esta formulación ha implicado dar por sentada una relación directa de signo positivo entre esos componentes y, en consecuencia, no abordarla como un problema o conjunto de problemas cuya naturaleza requiere de análisis. Por ello, ha sido sumamente cuestionada, tanto en lo que se refiere a la relación entre los componentes del concepto, como a si la cooperación está igualmente asociada a cada uno de esos factores, o incluso, si puede darse en ausencia de alguno de ellos. Diversos autores consideran que la confianza no es un componente del capital social ni necesariamente un derivado suyo (Rose, 1999: 151), y dudan 3 sobre las posibilidades de que la supuesta relación entre confianza y cooperación se traduzca efectivamente en un compromiso cívico amplio, más allá de la pertenencia a redes o asociaciones cívicas (Brehm y Rahn, 1997; Stolle 2001)1. Algunos más, consideran que hay factores que modulan los incentivos que genera la confianza para la cooperación; en este sentido, E. Ostrom y T. K. Ahn (2003, 158) identifican tres formas de capital social: confianza y normas de reciprocidad, redes y reglas o instituciones formales e informales; consideran que la confianza es el concepto central, y que es susceptible de ser afectada tanto por las otras dos formas de capital social –reciprocidad y redes- como por factores de contexto. Por ello, la acción colectiva exitosa no puede explicarse sólo a partir del capital social, pues otros factores contextuales también modulan los incentivos a los que se enfrentan los individuos y su probable comportamiento. La idea que subyace en todas esas consideraciones, es que no siempre es posible establecer una fuerte correlación entre los componentes internos del capital social porque hay factores – institucionales y contextuales- que modulan sus vínculos. En consecuencia, la eficacia de los incentivos generados por cada componente del capital social para lograr cooperación, está sujeta a variación. En especial, los incentivos que derivan de la confianza. De ser así, la pregunta sobre la conexión entre ambas se hace pertinente: se trata de identificar si la confianza incentiva la disposición a colaborar y si esa disposición se “generaliza” en la misma proporción que -según la teoría- se intensifica la confianza, a partir de las relaciones interpersonales que ocurren al participar en asociaciones o en redes. El presente trabajo se enmarca en las consideraciones antes expuestas y, a la luz de los resultados de una encuesta sobre capital social en tres municipios urbanos de la República Mexicana2, se propone reflexionar sobre las relaciones entre los componentes de capital social y el modo en que se manifiestan y combinan. Los municipios presentan las siguientes características: Monterrey se 1 Y aquí haría que incluir a todos aquellos que consideran que el capital social tiene un lado “dark”, como puede apreciarse en sociedades “cerradas” como la mafia. La literatura es enorme. 2 La encuesta, de 3214 casos, fue realizada en el marco del proyecto “Capital social, incertidumbre y desempeño social”, financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y por la UNAM a través de su programa PAPIIT. 4 caracteriza por un alto índice de desarrollo humano, baja marginalidad social y alta participación electoral. De igual modo, Saltillo registra un índice relativamente alto de desarrollo humano, baja marginalidad, pero baja participación electoral. En cambio, Chilpancingo tiene un bajo índice de desarrollo humano, alta marginalidad y baja participación electoral3. Este último municipio es notoriamente el más pobre de los tres y con menos desarrollo social y político. En términos generales han privado ahí, de manera más extensa que en los otros, lógicas clientelares y corporativas. Por lo tanto, el contraste con este municipio es importante para valorar los factores contextuales del capital social. Confianza y participación: relaciones con la cooperación. En línea con Tocqueville, Putnam (1993, 90) considera a las asociaciones civiles y a las redes de relaciones como fuentes de confianza y “escuelas” de cooperación, no sólo en su ámbito, sino en el ámbito público, ya que el desarrollo de la confianza interpersonal y de las experiencias de cooperación entre los miembros de las asociaciones tiende extenderse a la sociedad (87-91). De ahí que la participación en asociaciones sea central para la cooperación, tanto en ámbitos restringidos como ampliados. Las asociaciones civiles, como las redes, elevan la conectividad social. Aunque la noción de confianza está sujeta a muchas definiciones, nosotros la entendemos como una expectativa positiva sobre el comportamiento de los otros, en un contexto en el que éxito de mi propio comportamiento depende del de los demás (Dasgupta 1988). En esa línea, hablamos de expectativa (socialmente) generalizada de cooperación para indicar la creencia de que los otros tendrán un comportamiento positivo para emprender un determinado objetivo común conmigo. Consideramos que las expectativas de colaboración se pueden generalizar de modo total, mayoritario o parcial. Esa distinción expresa diferencias de intensidad 3 La participación electoral se tomó en referencia al año del levantamiento, y funciona como un indicador de desarrollo político. 5 en la atribución del compromiso de colaboración que se espera. Tanto la confianza como la expectativa de colaboración han tenido como referencia el “barrio”, la “colonia”. A la luz de esas aclaraciones, conviene ahora ver si la confianza y la participación incentivan igualmente las expectativas de colaboración de forma tal que entre ellas se puede sólo establecer una línea de continuidad para efectos del capital social o, si por el contrario, tiene impactos diferenciados. Comencemos con la participación. Cuadro 1 Expectativas de cooperación y participación en asociaciones4 Nivel de expectativas Todos La mayoría Algunos Ninguno General Participa No participa 35,9 33 41,7 41,4 21,5 23,5 0,9 2,1 Chilpancingo Participa No participa 37,5 37 37,8 31,4 22,4 29,7 2,3 1,9 Saltillo Participa No participa 31,1 20,6 44 52,5 23,6 24,8 1,2 2 Monterrey Participa No participa 38,7 35,2 41,3 39,9 19,7 22,8 0,3 2,1 Fuente: ENCAS 2004. Los porcentajes no suman 100 porque se eliminaron las categorías No sabe y No responde. El cuadro indica que efectivamente las expectativas de colaboración se incrementan para quienes participan en al menos una organización, lo que se aprecia al agregar los valores de las expectativas total y mayoritariamente generalizadas. Al mismo tiempo, dentro de las expectativas parciales o nulas, los valores son sostenidamente más altos para quienes no participan; ellos registran menos disposición social a la colaboración. El cuadro también indica que en el nivel de las expectativas totalmente generalizadas es donde el “supuesto teórico” parece cumplirse de mejor manera. Sin embargo, es claro que esa es una expectativa altamente exigente (y en realidad poco probable). Expresa una intensidad alta en la disposición a colaborar y por lo mismo de tipo no selectiva. Distinto es el problema de su “extensión”, es decir, de la proporción que esa 4 Estas asociaciones comprenden partidos, movimientos, ONGs, organizaciones religiosas, barriales, vecinales, grupos de jóvenes, clubs recreativos, etc. La pregunta que se formuló para las expectativas de cooperación fue: Si hubiera un problema que afectara a toda la colonia, como por ejemplo la falta de agua potable, ¿cuántos vecinos cooperarían para resolverlo? 6 expectativa alcanza y que se muestra en los valores. Estos son sostenidamente más bajos que la mayoritariamente generalizada. Ella significaría, en concordancia con lo anterior, un compromiso menos intenso y de carácter selectivo: no todos, no en todo. Se podría afirmar que para el caso de las tres ciudades, la relación entre participación y disposición social a la cooperación es más consistente y acotada en términos de compromiso intenso-no selectivo, pero más inconsistente y extensa, en términos de compromiso flexible-selectivo. El efecto diferenciado puede advertir sobre la posibilidad de que las “cuotas de disposición a la cooperación”, que se presentan como un capital en los círculos de interacción cercana, como son las asociaciones, no se generalicen en la misma proporción al resto de la sociedad o al ámbito público; al menos no con la misma intensidad de compromiso. Si bien es innegable que se da una relación positiva entre participación en asociaciones y cooperación, no hay razón para presuponer que nada de ese capital se “transfiera” o se generalice en la sociedad porque los datos muestran valores importantes en la consistencia y la extensión. Su “exportación” a ámbitos más amplios parece requerir de factores que no se encuentran todos en el capital social. Previsiblemente son de orden contextual o institucional. Comparativamente, la cooperación mantiene una relación más directa con la confianza que con la participación en asociaciones. El cuadro parece confirmar que la participación en asociaciones, por sí misma, no tiene un impacto similar al de la confianza en la conformación de expectativas de cooperación. A diferencia de la participación, la relación positiva entre confianza y cooperación se da - para usar la misma clasificación- tanto en términos de intensidad como de extensión. El dato lleva a considerar que es más factible que los incentivos que la confianza suministra para la cooperación trasciendan a los círculos asociativos en mayor medida que aquellos que genera la participación. En consecuencia, para el caso de las tres ciudades, la confianza no se presenta como un derivado exclusivo de la participación en asociaciones cívicas. En otro contexto, Brehm y Rahn (1977) constataron que no existía relación directa y simétrica entre esas dos últimas 7 variables. Para ellos, la participación cívica incentivaba en algún grado la confianza pero esa no incentivaba en igual medida aquella. Cuadro 2 Expectativas de cooperación y confianza interpersonal5. Nivel de expectativas Todos La mayoría Algunos Ninguno General Confía No confía 37,5 30,8 44,3 41,7 17 25,6 1,2 1,9 Chilpancingo Confía No confía 43,4 30,5 34,6 33,3 20,4 33,9 1,6 2,3 Saltillo Confía No confía 30,7 23,4 51,4 46,2 16,6 28,3 1,3 2,2 Monterrey Confía No confía 39,2 34,3 43,4 40,4 16,3 23,5 1,1 1,7 Fuente: ENCAS 2004. Los porcentajes no suman 100 porque se eliminaron las categorías No sabe y No responde. La consideración de que aquellos que confían tienen más expectativas de cooperación se confirma, sin variación sustantiva, independientemente de las características específicas de la comunidad, sean esas una cultura cívica conformada o incipiente, o mejores niveles de integración o desarrollo. Sin embargo, hay aspectos que modulan esa relación: sólo en el caso de contraste (Chilpancingo), la expectativa de colaboración totalmente generalizada tiene una proporción superior a la que registra la mayoritaria (43.4 - 34.6%). Además, en el caso de la participación registra valores prácticamente iguales (cuadro 1: 37,5 37,8%) entre ambos tipos de expectativas a diferencia de las otras ciudades. El elemento desconcertante, es que Chilpancingo simultáneamente se caracteriza por mostrar la asociación más débil entre confianza interpersonal y expectativas de cooperación (cuadro 2), si se suman la total y mayoritariamente generalizada. La cuestión es importante porque señalaría una paradoja aparente. En la comunidad que comparativamente presenta baja confianza, más marginalidad y baja cultura cívica, la intensidad del compromiso de colaboración sería mayor aunque relativamente menos extenso. Sobre las implicaciones de este punto volveremos más adelante. 5 La pregunta sobre confianza fue: Hablando en términos generales ¿usted diría que la mayoría de la gente es confiable o que uno debe cuidarse las espaldas? 8 Participación, confianza y colaboración específica con el gobierno. En esta sección se analizan las expectativas de colaboración específica con el gobierno. Decimos específica porque las expectativas están medidas a partir de la posibilidad de una cooperación en algo concreto (racionalizar la luz eléctrica o contribuir en la cuidado de las calles). No se trata por tanto de una disposición totalmente abierta y anticipada hacia el gobierno. Hemos asumido que la expectativa de un comportamiento cooperativo, aunque sea específico, refleja la valoración de con quién se colabora. Consideramos ahora si la participación y la confianza tienen el mismo efecto de “incentivo” en la conformación de expectativas de cooperación con el gobierno que entre las personas, según hemos visto. La distribución agregada de la participación es la siguiente: Participación, confianza y colaboración específica con el gobierno. En esta sección se analizan las expectativas de colaboración específica con el gobierno. Decimos específica porque las expectativas están medidas a partir de la posibilidad de una cooperación en algo concreto (racionalizar la luz eléctrica o contribuir en el cuidado de las calles). No se trata por tanto de una disposición totalmente abierta y anticipada hacia el gobierno. Hemos asumido que la expectativa de un comportamiento cooperativo, aunque sea específico, refleja la valoración de con quién se colabora. Consideramos ahora si la participación y la confianza tienen el mismo efecto de “incentivo” en la conformación de expectativas de cooperación con el gobierno que con las personas, según hemos visto. La distribución agregada de la participación es la siguiente: Cuadro 3 Expectativas de colaboración con el gobierno y participación 9 Nivel de expectativas Todos La mayoría Algunos Ninguno Cero 22,1 41,6 33 3,2 General De una a dos Tres o más 22,5 25,3 41,4 39,1 33,5 33,8 2,6 1,8 Cero 23,9 38,5 33,9 3,8 Chilpancingo De una a dos Tres o más 23,9 27,2 37 34,8 36,1 36,4 3 1,6 Cero 19,7 43,3 33,4 3,6 Saltillo De una a dos Tres o más 23,2 19,5 39,3 45,3 34,8 34,8 2,8 0,4 Cero 22,9 41,3 32,8 3 Monterrey De una a dos Tres o más 21,9 29,2 43,6 36,5 32,2 31 2,3 3,2 Fuente: ENCAS 2004. Los porcentajes no suman 100 porque se eliminaron las categorías No sabe y No responde. Como se aprecia, no se da una relación consistente entre participación asociativa y cooperación específica con el gobierno. De hecho, en el cuadro general, las expectativas son muy semejantes entre los que participan o no lo hacen, en algún tipo de asociación o grupo. El mismo comportamiento aparece al considerar los resultados por ciudad. En consecuencia, sea en términos de tendencia general o considerando la particularidad de cada comunidad, la experiencia asociativa, por sí misma y pese a su densidad o número, no estimula en mayor medida la expectativa de cooperación con el gobierno. Al asumir esto, es inevitable constatar que ambas variables se comportan independientemente. La previsible confianza e incentivos para la cooperación que las relaciones interpersonales generan en las asociaciones, no parece transitar de esos grupos o redes a un ámbito público más amplio. La relación entre ambas variables se presenta tanto en términos de intensidad como de extensión; de un compromiso selectivo o no selectivo. El dato contrasta con el postulado de que las asociaciones contribuyen a la eficacia y estabilidad de los gobiernos democráticos, tanto por sus efectos “internos” –la cooperación, la solidaridad y el espíritu público, como por sus efectos “externos” -la agregación de intereses (Putnam, 1993: 89). En las tres comunidades estudiadas, si ese paso se da, de manera que -como quiere la teoría - la participación en asociaciones cívicas propicie la colaboración y eficiencia del gobierno, ocurre en la medida en que aquella incorpora, institucional o contextualmente, otros elementos y no sólo como resultado del carácter “didáctico” de dichas asociaciones. Un cuadro radicalmente distinto aparece cuando tomamos en cuenta la confianza. Los datos se revelan extraordinariamente consistentes con los supuestos teóricos. En términos generales, y en cada uno de los casos, los que tienen confianza tienen también mayores expectativas de cooperación con el 10 gobierno. Además, en los niveles bajos (algunos, ninguno) quienes no confían muestran consistentemente valores más altos que quienes sí lo hacen (26- 37 para el caso de “algunos” en el renglón general). Los datos registran un comportamiento semejante de la confianza frente a las expectativas de cooperación entre personas y con el gobierno. En general, se constata que la confianza se “traduce”, en un grado significativo, en disposición efectiva para colaborar en el ámbito público. En todo caso, resulta ser un mejor incentivo para coordinar acciones con el gobierno que la mera participación en asociaciones cívicas. En consecuencia, no es descabellado suponer que la confianza puede surgir de factores contextuales diversos, y no sólo derivados de o restringidos a la actividad en asociaciones cívicas. Las instituciones mismas son factores que reducen contingencia, acotan riesgos y solventan socialmente la confianza en las interacciones y los intercambios6. Es decir, facilitan la cooperación, aunque de modo imperfecto. De ahí su importancia para el capital social; y la de éste frente a ellas. Cuadro 4 Expectativas de cooperación con el gobierno y confianza interpersonal7. Nivel de expectativas Todos La mayoría Algunos Ninguno General Confía No confía 28,1 19,1 43,6 40,1 26,2 37,4 2,2 3,4 Chilpancingo Confía No confía 30,3 16,8 43,8 30,4 23 49,4 2,9 3,4 Saltillo Confía No confía 28,9 16,6 41,4 42,3 27,5 37,4 2,3 3,7 Monterrey Confía No confía 27,3 20,5 44,5 40 26,3 36,2 2 3,3 Fuente: ENCAS 2004. Los porcentajes no suman 100 porque se eliminaron las categorías No sabe y No responde. No deja de sorprender que si se agregan los valores, el caso de contraste (Chilpancingo) muestra la relación más estrecha entre ambas variables. Atendible es entonces la proposición de que, sin negar esa relación positiva, en contextos de mayor solvencia económica, cívica y democrática pueden presentarse escenarios 6 “Las instituciones existen y reducen las incertidumbres propias de la interacción humana...Es suficiente decir aquí que las incertidumbres se deben a información incompleta con respecto de la conducta de otros individuos en el proceso de interacción humana” (North, 1990: 41). 7 La pregunta sobre expectativas de cooperación con el gobierno fue la siguiente: Si un funcionario público le pidiera a la gente de su colonia que cuidara el consumo de energía eléctrica por alguna falla o problema ¿cuántos vecinos cooperarían con esta solicitud? 11 en los que persiste una relación más modulada entre confianza y cooperación pública. Participación, confianza y cooperación efectiva. Nos preguntamos ahora sobre los factores que pueden modular las relaciones que hemos visto entre las tres variables. En particular, nos interesa determinar si la experiencia “de una cooperación efectiva”8, si el hecho de haber realmente colaborado con los otros para la consecución de un determinado fin, tiene incentivos para la participación y para la confianza. Queremos saber si entre la experiencia efectiva y la mera expectativa de cooperación hay alguna diferencia con relación a las otras variables. Esa diferencia puede indicarnos si la cooperación es un elemento simplemente “derivado” de las otras variables o si también puede modularlas. 8 La pregunta utilizada para medir cooperación efectiva fue: “En el último año ¿ha trabajado con otros vecinos para hacer algo en beneficio de su colonia?. 12 Gráfica 1 Nivel de cooperación y número de membresías en asociaciones formales Colabora No colabora 120 100 37,8 80 47,4 51,3 52,8 69,8 48,3 54 63 69,8 62,4 71,8 60 65,6 40 62,2 52,6 20 48,7 47,2 30,2 51,7 46 37 30,2 37,6 28,2 34,4 0 ro Ce u De a na s do Tre so General . s má ro Ce u De a na s do Tre so Chilpancingo s má ro Ce u De a na s do Tre so s má Saltillo ro Ce aa un De s do Tre so s má Monterrey En general, se verifica que los individuos que han colaborado efectivamente en algún tipo de acción colectiva, tienden a participar más en asociaciones. Por tanto, la relación entre participación asociativa y cooperación efectiva tiende a conformarse de manera más fuerte que cuando se trata sólo de expectativas. El efecto modulante de la experiencia de colaboración es innegable. 13 Gráfica 2 Cooperación efectiva y confianza interpersonal Colabora No colabora 100,0 90,0 80,0 70,0 46,6 53,1 61,2 61,2 69,0 70,4 64,7 72,7 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 53,4 46,9 38,8 38,8 31,0 29,6 35,3 27,3 10,0 0,0 Confía No confía General Confía No confía Chilpancingo Confía No confía Saltillo Confía No confía Monterrey El cuadro confirma que los individuos que tienen confianza cooperan sostenidamente más que los que no la tienen. No obstante, destaca el hecho de que en este caso la asociación entre confianza y cooperación efectiva no es más firme que la que se registra con la participación en asociaciones según la gráfica anterior. La cooperación efectiva está igualmente asociada a la participación que a la confianza. En otros términos, si la participación está modulada por la experiencia de colaboración efectiva, tiene un incentivo similar al de la confianza para estimular la cooperación. Razonablemente, la pertenencia a asociaciones dota de oportunidades efectivas de colaboración de una manera más sólida que la mera confianza sin ningún soporte organizativo. Las asociaciones son también instituciones cuyos diseños implican normas formalizadas e informales que estructuran reglas de comportamiento y reciprocidad. Las normas pueden facilitar o inhibir la cooperación (Knight 2001; Ostrom y Ahn, 2003). Si en ámbitos en que el diseño institucional facilita la cooperación se han tenido experiencias efectivas, tales experiencias se constituyen en un conocimiento de las pautas y normas que rigen la coordinación de acciones. Y ese conocimiento se puede “trasladar” a otros 14 ámbitos. De hecho, es justo en esa idea que Ostrom (2000) basa su tesis de que tales experiencias pueden ayudar a los individuos a resolver problemas de acción colectiva. Y es también en esa idea que Putnam finca su tesis de la importancia de dichas organizaciones para la gobernabilidad democrática; el paso de normas de reciprocidad a la cultura cívica. Es interesante notar que en el caso de contraste (Chilpancingo) se revelan, de nuevo, dos asuntos. En primer lugar, en esa sociedad es donde proporcionalmente “más” se ha colaborado; en segundo lugar, es notable que incluso quienes no confían han tenido mayores experiencias de cooperación que las que han desarrollado en los otros dos municipios quienes si confían. El hecho de que su proporción sea considerablemente alta plantea el problema de qué factores producen este “sobre efecto” en los incentivos de la cooperación. De hecho, puede apreciarse que la relación entre confianza y colaboración efectiva, es más baja en el caso de la ciudad (Monterrey) que sostiene mejores indicadores sociales y económicos y que, en principio, cuenta con una cultura cívica más afirmada. En el contexto de la comparación de los tres municipios, el cuadro parece conducirnos a un contrasentido: la relación entre cooperación efectiva y confianza es más intensa mientras menos sólidas económica y cívicamente son las comunidades. Pero tal afirmación discrepa radicalmente de la tesis que postula al vínculo entre cultura cívica y confianza como una relación extremadamente firme o invariable. 15 Gráfica 3 Nivel de expectativas de cooperación con el gobierno y cooperación efectiva Todos La mayoría Algunos Ninguno 120 100 80 2,2 4,2 1,6 3,9 3,9 24,4 25,4 26,4 0,6 36,2 38,2 43,7 60 39,6 40 31,8 23 17 39,5 38,4 35,1 20 46,5 50 19,5 28,4 20,5 Chilpancingo co op e ra pe ra Saltillo N o C oo ra co op e N o pe ra C oo ra co op e N o C oo pe ra 0 Monterrey De manera muy nítida, se aprecia que quienes han tenido experiencia efectiva de colaboración mantienen expectativas generalizadas de cooperación con el gobierno notablemente más altas que quienes no la han tenido. Si se observa en conjunto los datos del cuadro y se los compara con los de la confianza que anteriormente hemos presentado, resulta atendible la tesis de que la experiencia efectiva modula la eficacia del incentivo a la cooperación que la confianza finca, tanto con las personas como con la institución pública o el gobierno. Todos, si se consideran conjuntamente las expectativas total y mayoritariamente generalizadas. Por último, conviene notar que el caso de contraste (Chilpancingo), muestra la asociación más débil entre las variables de la gráfica anterior. Consideraciones finales. Aunque el análisis no nos permite llegar a conclusiones definitivas, sí plantea algunos puntos de reflexión que son indicativos de aspectos interesantes en el caso de las tres comunidades estudiadas. Son los siguientes: 16 - La confianza y la participación en asociaciones tienen un comportamiento heterogéneo respecto de su capacidad para incentivar expectativas de cooperación. El efecto de la primera es más fuerte sobre esta última. Del mismo modo, ambas variables se comportan diversamente con respecto a la expectativa de colaboración con el gobierno. - El “vínculo virtuoso” entre participación, confianza y cooperación se afirma notablemente cuando se relacionan con la experiencia efectiva de colaboración. Esto implica que esa última variable no puede ser considerada como un elemento derivado, sino que influye y es influido. - La confianza y la participación son dos dimensiones centrales vinculadas a la cooperación. Su relación es estrecha, aunque esos componentes del capital social no aparecen, en el contexto de estudio, como exclusivos de un marco regido por la cultura cívica. - Finalmente, el incentivo positivo a la cooperación pública no está determinado por factores ligados a la solvencia cívica y democrática. Pero sí está determinado por factores de orden institucional. De conformidad con la teoría, se establece que diseños institucionales democráticos y una cultura cívica modulan la extensión de los beneficios de la cooperación. BIBLIOGRAFÍA. - Atria, R et al, 2003. Capital Social y reducción de la pobreza en América latina y el Caribe: en busca de un nuevo paradigma. Santiago de Chile: CEPAL-Michigan State University. - Brehn y Rahn, 1997. “Individual-Level Evidence for the Causes and Consequences of Social Capital”, en: America Journal of Political Science 41 (3): 999-1023. - Coleman, J.S, 1988, “Social Capital in the Creation of Human Capital”, American Journal of Sociology, 94, 95-120. - 1990, Foundations of Social Theory. Cambridge, Belknap Press, Cambridge MA. - 1990a, Equality and Achievement in Education, Westview Press, Boulder. 17 - Dasgupta, P. 1988. “Trust as a Commodity”, en: Making and Breaking Cooperative Relations, Diego Gambetta (comp.), Oxford: Brasil Blackwell - Dasgupta y Serageldin, 2000 (comps). 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