GALIMATÍAS sta historia se remonta a la época cuando las palabras eran humanas. Al Eprincipio, todo era caos hasta que a Él, Escritor, se le ocurrió crear vida mediante combinaciones de lexemas y morfemas. Sin embargo, como el trabajo le era demasiado arduo cuando terminó dos palabras dejó de trabajar y les concedió el don de la reproducción. Estas palabras se llamaban Amor y Verdad. La última creyó poseer su significado elevado a la máxima potencia y Él, envidioso, las desterró a un lugar llamado Tierra. Allí vivieron y se reprodujeron, dando lugar a otras clónicas. Sin embargo, también nacieron mutaciones; así Amor dio a luz a dos Amor y a Pasión y Verdad a cuatro Verdad y a Matiz. Y de este modo fueron evolucionando todas ellas hasta que sólo unas pocas conservaban el legendario lexema venido de Su mano. La hipérbole llegó a tal extremo que hasta Odio y Mentira manifestaron que eran auténticos reflejos de las precursoras. La situación era idónea para que las palabras cometieran su segundo error por culpa de su ambición y un día quisieron elaborar un nivel morfo- sintáctico semejante al Suyo edificando la Gran Palabra. De nuevo fueron castigadas y se les adjudicó un idioma distinto con el fin de que no pudieran entenderse. En relación con su significante, las palabras ya eran muy distintas pero, aunque algunas advirtieron de que lo importante no era la estructura sino el significado, hubo ciertas otras que fueron perseguidas por las que se consideraban superiores. Las más nobles huyeron de los núcleos sociales porque no deseaban presenciar las atrocidades e injusticias que se cometerían entre hermanas. Sefardí tuvo que marcharse de Castellano y otras se convirtieron en objeto de burla, como Marrano. A lo largo de la historia, los diferentes idiomas dirigidos por Imperator, Monarca, Káiser... se sucedieron como potencias mundiales cuya finalidad era imponer su cultura y someter a las palabras. Por ejemplo cuando Castellano subyugó a Indígena, un idioma hasta entonces desconocido. Éste lo consideró un dios, palabra de nivel superior. Las palabras castellanas les impusieron su idioma y sus creencias: el único y verdadero dios se llama Escritor, a quien le atribuían un grado de corrección máximo. La historia no concluyó aquí sino que otros idiomas, como Francés o Inglés, participaron en el sometimiento de Indígena. No obstante, Castellano debía disponer de un control sobre sus súbditos y para ello emprendió una campaña contra las palabras gemelas. Y así, palabras como Philosophía y Dever presenciaron como Filosofía y Deber las derrotaban definitivamente y Sábbado no obstaculizó su sustitución por Sábado. Castellano era descendiente directo de Latín, cuyas palabras enfermaron hace algún tiempo y se aferran a la vida mediante respiración asistida, atendidas por algunas palabras de Italiano identificadas con la bandera latina, mientras escuchan los ecos de compatriotas suyas triunfando en el extranjero como Currículum o Álbum. Pero no todo en el mundo era perfecto ya que la imposición de algunos idiomas sobre otros suscitaba conflictos que degeneraban en guerras y, en consecuencia, algunos vocablos nacían con malformaciones y así los vástagos de Llover se llamaban Yover y lo mismo sucedía con Albóndiga y Almóndiga. La situación se agravó aún más cuando la anarquía del momento fue sustituida por la creación de las instituciones de Gramática y, posteriormente, Ortografía y reaccionando contra el sistema aparecieron Vulgarismo e Incorrección. En concreto, en Castellano surgió un problema que arrastra todavía el idioma: el terrorismo de Loísmo, Laísmo y Leísmo los cuales atentaban contra el derecho de la corrección. Afortunadamente, Loísmo no cobró demasiada importancia y se reinsertó en la sociedad pero los dos últimos golpearon con fuerza de tal manera que Leísmo incluso consiguió sentarse con el resto de parlamentarios exigiendo que le concedieran la corrección gramatical, independiente de Lo, al que en numerosas ocasiones intentó asesinar por la nuca. Sin embargo, también surgieron nuevas formas de protesta pacíficas apoyadas por argumentos convincentes, como es el caso de los pronombres Éste y Este o Aquél y Aquel, que debieron aprender a convivir juntos. La reivindicación de “las no acentuadas” consistía en que otras palabras de su misma categoría no hacían distinciones con “las acompañadas de nombre” y era el caso de Otro, o de Dos... Una vez implantado un control sobre las palabras, aparecieron las categorías sociales en cuya cima se encontraban los sustantivos. Pero entre ellos existía una diferenciación según la procedencia; así los descendientes de Latín eran los más poderosos y poseían los significados más puros, sobretodo las voces latinas por cuyos monemas corría significado azul. Las voces prerromanas constituían el segundo escalafón y así se sucedían las germánicas y árabes y en la falda se encontraban las judías acompañadas de los arcaísmos y préstamos. Algunos de éstos, pese al lugar que ocupaban en el estrato social, supusieron un elemento enriquecedor del idioma, aunque sufrieran las miradas de desprecio y las persecuciones de las clases superiores, y obtuvieron importantes victorias de carácter social. Sin embargo, sus camaradas los extranjerismos aún no han logrado demostrar que, a pesar de la particularidad de sus significantes, contienen significados tales como las más puras voces latinas. Los sustantivos normalmente iban acompañados por otras palabras y fueron los primeros en organizar sintagmas permitiendo el paso así a artículos, adjetivos y preposiciones. Éstas pactaron con los sustantivos y artículos para evitar su condena a la esclavitud ya que estaban vacías de significado, aunque solamente algunas como De y A salieron beneficiadas, mientras que So y Cabe se desmoronaron. La importancia del acuerdo de estos grupos se reflejó en la aparición de sintagmas preposicionales muy similares a los nominales. El segundo grupo social estaba formado por los verbos, que también estaban ramificados en subcategorías: no se podía comparar a Vivir que actuaba siempre en solitario con Medir, siempre acompañado de un sustantivo. Los primeros se llamaron intransitivos y de forma autónoma luchaban por alcanzar posiciones dominantes; los segundos eran los transitivos y de entre ellos se escindió una corriente aspirante a intransitiva como Cantar o Comer quienes poco a poco se independizaron de su acompañante y fueron llamados “nuevos ricos”. Pero también existía otra modalidad de verbos, los atributivos Ser y Estar, a los que a lo largo de la historia comenzaron a acompañar otros pseudocopulativos como Parecer o Resultar, que también fueron llamados “nuevos ricos”. Los adjetivos sostuvieron una importante batalla contra los verbos en una época en la que se debatía si lo imprescindible era la acción o la calificación. Los adverbios, a lo largo de la historia, marcharon siempre independientes; los pronombres combatieron por sus libertades y desplazaron a los sustantivos en numerosas situaciones. Las conjunciones cerraban la composición social. La aparición de la sociedad de clases incorporó nuevos ideales asociados a sus determinados grupos: así Católico entabló amistades con los sustantivos. El predominio de esta categoría provocó el crecimiento del vocablo religioso, que mantuvo guerras entre idiomas cuyos argumentos se remitían al color de la tinta utilizada por Escritor cuando creó a las palabras. Liberal se identificó con las clases medias y bajas que se apoyaron en Vulgarismo para reivindicar sus derechos. Aunque hubo un momento en que la paz se adueñaba de la situación, los idiomas se armaron secretamente de borradores poderosos y así Inglés, Francés y Alemán se dotaron de un arsenal que destacaba sobre los demás. La lucha de las gramáticas por la hegemonía provocó la I Gran Guerra en la cual se vieron involucradas las palabras y multitud de éstas yacieron borradas. El panorama era desolador y la tensión fue traducida en xenofobia por parte de las gramáticas que se ensañaron con los extranjerismos y finalmente firmaron acuerdos de paz favorecedores a los vencedores generando aún más un sentimiento de distanciamiento entre los idiomas. Durante algún tiempo, se restableció la situación y brotaron nuevas doctrinas filosóficas que buscaban la igualdad entre palabras. Destacó la Funcional, que sostenía que la función debía prevalecer sobre la categoría. Esta teoría tenía que ser la solución para el problema entre palabras pero como dijo Filósofo “La palabra es un borrador para la palabra” y de nuevo la clase social impuso sus normas. Así los sintagmas nominales acordaron con los verbos las funciones más importantes como sujeto, acusativo, predicado, núcleo. El sintagma adjetivo se conformó con ser una atribución del sujeto e introducirse en el predicado verbal asentándose con fuerza como predicativo mientras que los pronombres obtuvieron los mejores resultados pues desempeñaron multitud de funciones supliendo a los sustantivos. Pero la gota que colmó el vaso fue cuando los sintagmas preposicionales sobrepasaron la legalidad constituyendo verdaderos regímenes que sometieron a ciertos verbos inferiores como Hablar, Confiar... al no conformarse con el monopolio de los dativos y de algunos acusativos. Los adverbios se apropiaron de las circunstancias, que no eran imprescindibles en ningún caso. El caos estaba servido: el colectivo de atributos prohibió al de acusativos que se le acercara y el de sujetos expulsó a todas las preposiciones excepto a Hasta y Entre, que traicionaron a sus camaradas. Algunos verbos ambiciosos como Decir dominaron a acusativos y dativos y sufrieron el terrorismo laísta como respuesta a su autoridad. La situación injusta entre sintagmas y los despropósitos de los regímenes, que generaban terror entre los verbos, derivó en la aparición de proposiciones: coordinante y subordinante. La coordinación utilizó a las conjunciones para ascender al poder con las que verdaderamente no contaba y las excluyó de la proposición. La subordinación llegó a acuerdos con la conjunción Que para someter a las palabras que sucumbieron ante el poder amenazante de sus borradores. Además, aspiraba a imponerse sobre los sintagmas terminando con los significantes inferiores y la coordinación la apoyó en su tarea por la limpieza sintáctica. El ataque sobre los sintagmas fue fugaz y todos cayeron bajo su dominio, incluso sobre los preposicionales que constituían regímenes. La II Gran Guerra estalló y los borradores fueron utilizados con demasiada ligereza y el holocausto invadió el panorama lingüístico. La muerte masiva de las palabras se evitó por la acción de los idiomas, quienes acordaron con todos los integrantes del conflicto una regularidad en su uso. Sin embargo, nunca solventaron definitivamente las injusticias sociales. A Inglés se le ocurrió la brillante idea de repatriar a aquellos significantes inferiores, perseguidos por la subordinación, a su idioma de origen. Inglés parecía desconocer que hacía tres mil años que no paseaban por la zona y que otro moraba allí en su lugar. El conflicto no tardó en producirse coadyuvado por las creencias de los dos idiomas; uno pensaba que la tinta de Escritor era azul y el otro, verde. Todavía no han comprendido que Él de hecho debería llamarse Hablador porque no sabe escribir y no hace más que parlotear. Finalmente, con la colaboración de los idiomas poderosos se remendó la situación y aunque hoy en día existen algunas discrepancias como las de Influenciado e Influido o Guion y Guión, todas ellas, consideradas habitantes del mundo, conviven en un clima de armonía. Pero aún el conjunto de las palabras no ha aprendido que sus enfrentamientos no le han aportado soluciones, no han acabado con la subordinación, los regímenes, las categorías y sus creencias exaltadas y tampoco han paliado el problema de los arcaísmos, que han enfermado a causa de inanición ni el de Leísmo o Laísmo, quienes tienen colegas repartidos por todo el mundo camuflados bajo otros significantes. Pero cierto día, las palabras salieron a la calle y gritaron ¡Basta ya! al unísono y entonces Él se conmovió y trabajó en serio dotándolas de verdadera libertad y al fin se extinguieron las guerras cuyas excusas eran la tinta de la pluma de Él, a quien ignoraron para siempre hasta que no les demostró su existencia, situándose en frente de ellas, mirándolas cara a cara y disculpándose por haberlas creado tan estúpidas. Zoltan Zato, 2ºB Bachillerato