El robo (La pluma de la niña) Conozco de memoria el proceso, todos los días me escabullo para presenciarlo. Primero se forma un círculo pequeño, uno de muchos. La superficie del centro se joroba y explota. Si la tapa no estuviera, la hornilla se rodearía de puntos rojos. Con la tapa en cambio, toda esa actividad volcánica permanece oculta y solo se escucha el protestar de las burbujas. A esta hora, la cocina siempre está en penumbra. La Nonna cierra la persiana para que no entre el calor y al sol no le queda más remedio que entrar en rayas. Levanto la tapa y el vapor empaña mi rostro. Un perfume a tomate se desprende de la olla y va danzando hacia la puerta. Hay que actuar de prisa, antes de que el olor invada la casa. En la cocina de la Nonna todo queda cerca. Si fuera un pulpo, podría lavar, freír y poner la mesa al mismo tiempo. En la única pared sin muebles, hay un calendario, de esos de papel. Ahí, la Nonna anota los cumpleaños de sus nietos. En la parte de arriba, donde no se arrancan las hojas, están anotados los números de teléfono de sus hijas. Los escribió tan grande que parecen interminables. Cuando se lo digo, sonríe. Como la distancia que hay entre Caracas y Miami, me dice. En realidad, ella vive en Caracas y nosotros en Fort Lauderdale, pero la Nonna dice Miami, Lauderdale no lo logra pronunciar. Parto una canilla con las manos. Tomo dos pedazos y los pongo en una servilleta de tela. La Nonna no usa las de papel, no le gustan las cosas modernas. No tiene lavaplatos ni mucho menos microondas. Detesta todo lo que diga start. Entrar en su cocina es viajar en el tiempo. Nada está empotrado. Los muebles simplemente están alineados y ni siquiera combinan. Lo que más me gusta es la nevera. Es blanca y pesada, parece una caja fuerte. Cuando yo soy asaltante y Asdrúbal, banquero, lo obligo a abrir la puerta apuntándolo con el pulgar y el índice de mi mano derecha. En cuanto tomo los lingotes de oro, que son los cubitos de hielo, salgo al galope perdiéndome en el desierto. A veces Asdrúbal queda tendido en el piso con un balazo en la frente, otras, huye conmigo y se convierte en bandolero. En la cocina de la Nonna tampoco hay aire acondicionado, un abanico de cuatro palas gira en el techo y mueve el aire. Cuando queremos que sea un helicóptero halamos una cuerdecita y las palas se mueven tan rápidamente que ya no se distinguen. Javier es el piloto. Es el hermano mayor de Asdrúbal y le decimos el Pelado. La Nonna no quiere que lo llamemos así y nos regaña. Más tarde, cuando seamos grandes y Javier ya no esté, aprenderemos que la falta de pelo no era por la edad sino por la quimio, pero ahora no lo sabemos y seguimos con el apodo. Hundo las rebanadas de pan en la salsa. La corteza abandona su rigidez y se vuelve esponjosa. Saco el pan vestido de rojo. Lo contemplo. Mi boca se llena de saliva. Lo soplo delicadamente como si fuera una vela que no quiero apagar. Esta vez he sido hábil, no siempre es así. A veces se me quedan trozos grandes de pan en la olla. Menos mal que la Nonna no parece notarlo. Tampoco se da cuenta que el pan desaparece, ni que el piso se llena de migajas. Es una ventaja que la Nonna sea tan distraída. Cuando mamá y tía María llaman los domingos, para preguntar cómo nos estamos portando, siempre dice que bien, que ojalá nunca se acabaran la vacaciones, que llenamos la casa de alegría. No le cuenta de nuestras peleas, ni de las rabietas, ni de las cosas que a veces rompemos. La Nonna también tiene poca memoria. A veces nos habla de cuando era joven y vivía en Italia. Mientras nos echa esos cuentos nos damos cuenta de cuanto extraña su país. Yo la entiendo. Yo también extraño el mío. Ya el pan no quema. Lo muerdo. Cierro los ojos y mastico despacio. Los sabores se deslizan por mi lengua, van bajando por la garganta y se guardan en mi memoria. Unos pasos se acercan. La Nonna me llama. Entra en la cocina. Me sorprende chupándome los dedos. Asumo una expresión cándida y salgo sonriendo, sin decir ni una palabra. Mi franela lleva ahora, en el pecho, un collar de manchas rojas, pero no me preocupa, como dije, la Nonna es distraída.