Consideraciones acerca del concepto de tolerancia Guillermina Anderson Universidad Nacional del Sur En el parágrafo 58 de Teoría de la Justicia John Rawls comenta brevemente los pasos a seguir para extender su teoría de la justicia desde los asuntos nacionales hacia la política exterior. Una vez que cada grupo o nación, en la posición original ha deducido los principios de justicia que han de tenerse en cuenta en el diseño institucional, es posible establecer una segunda posición original entre las distintas naciones. Entonces los representantes de cada una de ellas han de elegir “los principios fundamentales que diluciden las reivindicaciones conflictivas”1 entre Estados. Un velo de ignorancia impide a los representantes tener información sobre las circunstancias particulares de su vida social, su poder y su fuerza en comparación con otras naciones, y del lugar que ocupan en la propia sociedad. Sólo tienen el conocimiento necesario para hacer una elección racional al proteger sus intereses, pero no el suficiente como para que los más afortunados de ellos puedan beneficiarse de su situación. Los principios elegidos en esta posición original determinan la justicia entre los Estados. El principio básico es el principio de igualdad, análogo al de los derechos iguales de los ciudadanos en un régimen constitucional. Sus consecuencias son el principio de autoderminación, el derecho a defensa propia y el respeto de los tratados2. Veintiocho años más tarde, en Derecho de Gentes, Rawls retoma este proyecto. Sin embargo, en el tiempo trascurrido desde su primera obra su posición ha recibido embates desde diferentes posiciones dentro de la filosofía política anglosajona, por un lado, y continental, por el otro. Aunque este liberal estadounidense no suele nombrar a sus oponentes cuando replica alguna de las objeciones recibidas, no se puede negar que se ha visto obligado a rever algunas de sus afirmaciones a la luz de dichas críticas. Dentro de los críticos anglosajones hay un grupo conocido como “comunitaristas”, donde se puede situar a Alasdair MacIntyre y Charles Taylor. Sus observaciones no necesariamente se enfocan en la obra de Rawls, sino que tienen en vista a las teorías liberales en su conjunto. El punto de divergencia es la concepción del sujeto: mientras el liberalismo defiende la idea de un sujeto autónomo, los 1 Rawls, J. Teoría de la justicia, trad. de María Dolores González, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1995 [1971], p. 343. 2 Rawls, J. Teoría de la justicia, op. cit., pp. 343-344. 1 comunitaristas lo piensan integrado en la comunidad. Sostienen una libertad situada, marcada por la pertenencia a grupos, donde los fines son compartidos con la comunidad. Un liberal, por otra parte, sostendrá que los individuos pueden cuestionar sus relaciones con la comunidad, que hay una drástica división entre lo público y lo privado, de forma tal que cada sujeto puede escoger libremente sus propios fines con independencia de los reclamos de la comunidad. Desde la perspectiva comunitarista la deficiencia del liberalismo radica en el concepto de “buena vida”. Así, el pensador canadiense Charles Taylor3 remarca que según lo que él denomina “liberalismo procedimental”, la sociedad liberal no debe basarse en una concepción particular de buena vida. Entonces, su ética es una ética del derecho y no del bien. Los principios básicos de tal sociedad se relacionan con el modo en que la sociedad debe responder y arbitrar las demandas de los individuos. La teoría de la justicia de Rawls sería, e acuerdo con esta interpretación, un modo de “liberalismo procedimental”, en tanto es incapaz de definir los bienes que fomentará la sociedad. Lo único que puede hacer es determinar de qué manera los bienes han de ser promovidos; se centra en los procedimientos de decisión. Comenta Taylor: “Este modelo de liberalismo plantea serios problemas…Surgen interrogantes acerca de la viabilidad de una sociedad que verdaderamente quiera enfrentarse a estas especificaciones [identidad, comunidad], así como aparece la cuestión de la aplicabilidad de esta fórmula, más allá de Estados Unidos -….-, en otras sociedades, que «prima facie» tienen también derecho a llamarse liberales. En otras palabras, puede acusarse a la teoría de poco realista y etnocéntrica.”4 Como se verá en el desarrollo del presente trabajo esta acusación de etnocentrismo será replicada por Rawls al considerar el problema de la relación de los pueblos liberales con los no liberales. Por el momento sólo se la enuncia, junto con la crítica que se esboza a continuación. El proyecto liberal pretende en fundar un orden social libre de las contingencias y particularidades de las tradiciones. Sin embargo, Asladair Mc Intyre5 desenmascara al Taylor, Ch. “Equívocos: el debate liberalismo-comunitarismo”, en Argumentos filosóficos, Barcelona, Paidós, 1997 [1989], pp. 239-267. 4 Ibid., p. 246 5 McIntyre, A. Justicia y Racionalidad. Conceptos y contextos, trad. de Alejo José G. Sisón, Barcelona, EIUNSA, 1994 [1988] 3 2 liberalismo como una tradición más entre tantas, que se define a sí misma por el debate casi interminable sobre los principios universales. Los liberales sostienen que el asentimiento por parte de una comunidad de un conjunto de principios racionalmente justificables permitirá a los que adhieran a diferentes concepciones de la vida buena vivir pacíficamente en una misma sociedad. La tajante distinción entre vida pública y vida privada proscribe cualquier intento de introducir alguna concepción particular de bien humano en la esfera pública. De modo que la tolerancia del liberalismo es limitada: sólo se permite a los individuos expresar sus preferencias en el foro público. Así, los liberales suponen que las teorías que informan sus razonamientos prácticos son neutrales con respecto a las teorías rivales y conflictivas del bien humano, cuando en realidad no lo son. Subraya MacIntyre: “Allá donde estén en vigor, imponen una concepción particular de vida buena, del razonamiento práctico y de la justicia sobre aquellos que voluntaria o involuntariamente aceptan los procedimientos liberales y los términos liberales del debate. El bien que está por encima de todo para el liberalismo no es ni mas ni menos que el sostenimiento continuado del orden social y político liberal.”6 He aquí otro cuestionamiento fundamental. El liberalismo es una tradición más entere otras y la tolerancia que cree suscitar entre diversas concepciones políticas y sociales en realidad se ve limitada por la supremacía que se da al concepto de racionalidad y organización institucional liberal. Este será el segundo embate a salvar por Rawls. Tolerancia y pluralismo razonable: Rawls Dos conceptos manifiestos en Derecho de gentes parecen estar dirigidos a salvar las acusaciones al liberalismo arriba expuestas. En primer término, el importante lugar que ocupa la noción de tolerancia, en Teoría de la Justicia acotada al problema de la libertad de conciencia. En segundo lugar, la inclusión de pueblos no liberales en la sociedad de los pueblos. En lo que sigue, se intenta hacer un recorrido por ambas nociones y evaluar hasta que punto pueden sortear las dificultades que plantea el comunitarismo. La cuestión de la tolerancia, como se afirmó en el párrafo anterior, aparece en Teoría de la justicia en torno al problema de la libertad de conciencia. La tolerancia de 6 Ibid., p. 327. 3 distintos credos religiosos se basa en los principios de justicia, de acuerdo con los cuales el Estado se entiende como una asociación de iguales. Éste regula la búsqueda que hacen los individuos de sus intereses morales y espirituales conforme a principios que ellos mismos establecerían en una situación inicial de igualdad. Así, el gobierno puede limitar la libertad en nombre del interés común en el orden y la seguridad públicos, porque al hacerlo actúa conforme al principio que sería escogido en la posición original, en la que todos reconocerían que la violación de estas condiciones es un peligro para la libertad de todos. Ello en razón de que “el mantenimiento del orden público es condición necesaria para que cada cual alcance sus fines, sean los que fueren (con tal que estén dentro de ciertos límites) y cumpla con sus obligaciones morales y religiosas tal como las interpreta.”7 Remarca Rawls que este argumento no se basa en ninguna doctrina metafísica o filosófica especial, sino en el principio de igualdad en la libertad acordado por las partes. En Derecho de Gentes la tolerancia se amplia desde el plano moral y religioso de una comunidad hacia la política internacional. Por “derecho de gentes” entiende Rawls el concepto de equidad y justicia que se aplica al derecho internacional. Si bien en Teoría de la Justicia había esbozado esta posibilidad, en esta última obra la desarrolla en profundidad. Los elementos originarios se mantienen: una idea liberal de justicia como equidad, la idea de contrato social y de una posición originaria. Sin embargo, la diferencia aparece en la consideración del tipo de sociedades que han de participar en dicho acuerdo: no sólo la sociedad liberal, sino también un tipo especial de organización social que el autor denomina “pueblos decentes”. Éstos son aquellas organizaciones sociales cuyas instituciones básicas cumplen ciertas condiciones específicas de justicia política y conducen a su pueblo a acatar el justo y razonable derecho de una sociedad de los pueblos. Es decir, sostienen alguna noción de justicia y están dispuestos a respetar el derecho internacional. Dentro de éstos se distinguen los “pueblos jerárquicos decentes”, cuya estructura básica tiene una jerarquía consultiva decente, es decir le es permitido cierto grado de participación a los ciudadanos. Además, Rawls aclara que su intención no es prescribir principios de justicia a sociedades no liberales, sino elaborar los ideales y principios de la política exterior de 7 Rawls, J. Teoría de la justicia, op. cit., p. 203. 4 un pueblo liberal razonable. De este modo salva aparentemente la acusación de imponer el concepto de bien liberal. En esta política, dice, “la tolerancia hacia los pueblos no liberales es una cuestión esencial de la política exterior liberal.”8 En este sentido, se pregunta ¿hasta donde deben tolerar los pueblos liberales a los no liberales? Es necesario, entonces, aclarar el significado de la expresión “tolerar”: “Tolerar significa no sólo abstenerse de imponer sanciones políticas, militares, económicas o diplomáticas a un pueblo para obligarlo a cambiar sus costumbres. Tolerar significa también reconocer a los pueblos no liberales como miembros iguales y de buena fe de de la sociedad de los pueblos, con ciertos derechos y deberes, incluido el deber de civilidad que exige justificar con razones sus acciones ante los otros pueblos…”9. En la segunda posición original, que tiene por objeto la determinación de un derecho de gentes, los pueblos participantes se encuentran en condiciones de igualdad y tras un velo de ignorancia. Ningún pueblo está dispuesto considerar sus pérdidas compensadas por las ganancias de otros, por lo cual las cuestiones de utilidad y de principios morales no entran en el acuerdo. Sólo luego del establecimiento de un derecho de gentes es posible enjuiciar las políticas de los pueblos no liberales como apropiadas o no, en tanto respeten los principios establecidos por la sociedad de los pueblos. Cuando un pueblo liberal impone sanciones a un pueblo no liberal lo que hace es negarle el debido respeto y violar el principio de autodeterminación de los pueblos. Frente a quienes argumentan que no es necesario desarrollar la noción de tolerancia, sino que hay que conducir a los pueblos no liberales hacia el liberalismo, Rawls sostiene que mediante el principio de autodeterminación es posible que los pueblos decentes que sustentan una noción de justicia común puedan gradualmente cambiar, gracias a la presión de los grupos disidentes. Siempre y cuando en estas sociedades se de el disenso. Reconociendo a estos pueblos como miembros de la sociedad de los pueblos, los liberales pueden favorecer este cambio.10 Entonces, la participación de los pueblos no liberales en la posición original impide que los pueblos liberales les impongan sancione por el sólo hecho de no ser liberales. Siempre que un pueblo respete los principios acordados en la sociedad de los 8 Rawls, J. El derecho de gentes. Y «una revisión de la idea de razón pública», trad. de Hernando Valencia Villa, Barcelona, Paidós, 2001[1999], p. 19. 9 Ibid. p. 73. 10 Ibid. p. 75. 5 pueblos los otros le deben respeto y se ven obligados a considerar el principio de autodeterminación. Ahora bien, la idea de que se espere de los pueblos no liberales un cierto cambio hacia formas de organización liberales parece indicar que la tolerancia del liberalismo es limitada, tal como afirma MacIntyre. Por otra parte, ante la acusación de etnocentrismo, Rawls comenta que este hecho depende del contenido que adopten las sociedades liberales para el derecho de gentes: “la objetividad de ese derecho no está determinada por su época, lugar, o cultura de origen, sino por su capacidad para satisfacer el criterio de reciprocidad y por su pertenencia a la razón pública de la sociedad de los pueblos decentes y liberales”11 De acuerdo con el criterio de reciprocidad quienes proponen términos para la justa cooperación tienen que considerar su aceptación como ciudadanos libres e iguales y no como individuos dominados. Por “razón pública” se entiende, además, la razón de los ciudadanos democráticos. Ésta es pública en tres sentidos: es la razón de los ciudadanos como tales, tiene por objeto cuestiones relativas al bien público y expresa los ideales y principios de la concepción política de la sociedad12. La noción de razón pública enlaza con la idea de un “pluralismo razonable” que contempla la pluralidad de doctrinas generales razonables contradictorias, tanto religiosas como seculares, en una sociedad democrática con instituciones libres. En la sociedad de los pueblos este pluralismo se entiende como diversidad entre pueblos razonables con sus diferentes culturas y tradiciones de pensamiento religioso y no religioso. En base a un “pluralismo razonable” el derecho de gentes reconoce a los pueblos decentes como miembros de una sociedad más amplia, manteniendo el respeto mutuo entre pueblos. Ahora bien, este derecho de corte liberal, nos dice Rawls: “Con confianza en los ideales del pensamiento constitucional democrático, respeta a los pueblos decentes al permitirles encontrar su propia manera de honrar tales ideales”13 Entonces, la concepción política de la sociedad liberal democrática se establece como el fundamento más razonable y profundo de la unidad en social. ¿Este modelo debe 11 Ibid., p. 144. Cfr. Gargarella, R. Las teorías de la justicia después de Rawls. Un breve manual de filosofía política, Barcelona, Paidós, 1999. pp. 199-200. 13 Rawls, J. El derecho de gentes. Y «una revisión de la idea de razón pública», op. cit., p. 144. 12 6 imponerse a las sociedades no liberales? Rawls dice que no y aclara que su intención es mostrar como el derecho de gentes permite extender las ideas de teoría de la justicia a la sociedad de los pueblos bien ordenados, sean estos decentes o liberales. Conclusión: La inclusión de sociedades no liberales en el derecho de gentes, junto con la concepción de un “pluralismo razonable” parecen salvar las acusaciones de etnocentrismo y tolerancia limitada hechas por el comunitarismo al liberalismo. Sin embargo, se hace difícil sostener que el liberalismo no impone un concepto de bien sobre otros. Al considerar la forma de organización institucional liberal como punto de partida y ideal a respetar por lo pueblos no liberales, de algún modo se está considerando la forma de vida liberal como la mejor entre otras. Varias cuestiones de relativa importancia no se han tratado en este trabajo, aunque ellas se relacionan con el problema planteado. Una de ellas es el modelo de racionalidad que sustenta la tradición liberal. Sin duda la noción de justicia que da lugar al concepto de tolerancia se funda en un concepto particular de racionalidad. 7