Reformas en la tierra prometida Desde hace tres años estoy trabajando en una biografía de Manuel Fraga, lejos de la tentación hagiográfica de otros tiempos, mucho más próxima al interés crítico por una figura humana y política destacadísima en la historia española del siglo XX. Son 50 años de vida de un hombre de Estado, aunque algunos desde la izquierda difícilmente lo reconocerán. Sin Fraga este país carecería de un partido tan potente en el centro-derecha, pues nadie como él hubiera sido capaz de atar las costuras del viejo régimen redimido, del postfranquismo y del anti-franquismo moderado en torno a una formulación del centro (su teoría publicada por editorial Grijalbo) que Adolfo Suárez se apropió, tras su máximo error de los “siete magníficos”, y llevó a la diáspora política al núcleo que desde Barcelona y Madrid, fundó y compuso lo que hoy ha venido a ser el PP, la denominada Reforma Democrática Española (1975) y Reforma Democrática de Cataluña (1975). Aparte de los brillantes artículos indicadores de los senderos de la Transición que Fraga escribía desde su embajada londinense –y que este servidor trasladaba a La Vanguardia o ABC-, muchos documentos transicionales se redactaron desde GODSA (C/ Artistas, de Madrid) o Club Ágora (C/ Villarroel, de Barcelona) que forjaron una propuesta de Transición a la monarquía (documento “Los 100 primeros días de gobierno”, Londres, julio de 1975), textos y discursos en los que colaboraron no menos de sesenta personalidades (y de los que en parte se quiso atribuir su autoría Rafael Pérez Escobar de forma inexacta), dos documentos más deberán algún día ser profusamente analizados para entender la raíz de la reconstrucción del centro-derecha español: Llamamiento para una reforma democrática (cuerpo inicial del pensamiento del actual PP) y Libro blanco para una reforma democrática, en el que colaborarían personas aparentemente lejanas al ideario como Ramón Tamames (PCE), Fernández Ordóñez o el propio Leopoldo Calvo Sotelo. Aquellos polvos trajeron estos lodos victoriosos de hoy, cuestión aparte de Adolfo Suárez y su UCD. A pesar de lo muchísimo que se ha publicado, estos entresijos fraguianos han quedado todavía en la penumbra, y harán justicia de la obra y el empuje de un político proverbial, a pesar de lo que de él han dicho algunos como Gregorio Morán et alii. Entre 1973 y 1975 la embajada londinense fue un hervidero de ideas, encuentros “extraños”, contactos con la oposición anti-franquista y toda suerte de arreglos que van desde la continencia del régimen contra la UMD de los militares incómodos al entendimiento con Mario Soares, ministro de AA.EE. del Portugal revolucionario, tal como el propio ex presidente portugués reconoce en sus Memorias. Toda esa intrahistoria cuando de verdad sea conocida, explicará muchas paradojas sorprendentes: el papel de Grijalbo y sus financiaciones, el regreso de Santiago Carrillo, la amistad comprometida de Fraga con Tamames comunista, las reuniones en Madrid entre Fraga, Fernández Ordóñez, Tamames, Manuel Manzón y el que suscribe, la intervención en el regreso de Tarradellas, etc. Ese Fraga oculto todavía aportará bastantes y notables sorpresas: era la cabeza de turco con la que la oposición al franquismo quiso abrir brecha en la muralla del régimen (portada de Por favor), a pesar de la maledicencia de otra portada titulada “Fragamanlis” con aviesa intención. Este recordatorio viene a cuenta del grandísimo triunfo electoral del PP el 20-N, sin precedentes e impensable en aquella década de los 70. Rajoy ha culminado una obra de cuarenta años, con muchos nombres que se quedaron en el camino de su éxito, años difíciles en los que ni siquiera comulgaban con sus ideas bastantes de los que hoy disfrutan de la victoria y de sus rentas. Casi ninguno de los próceres ha llegado a la “tierra prometida”, como Moisés. De ahí que me parece un gesto digno de encomio en un país de tanto desagradecido, el hecho de que Rajoy acudiere, tras el triunfo, al “patrón” de 89 años a ofrecerle su postulación como senador por Galicia en la nueva Legislatura. Un detalle que honra a quien lo ha formulado, aunque los límites del tiempo y la salud impidan su cumplimiento. Fraga, desde el silencio, saborea el éxito de su causa y de los suyos, aunque por primera vez no será su figura la que destaque en el proscenio político español desde aquel 1962 en que llegó a un ministerio. Reformista y reformador en toda su carrera, a la postre se le honra con una mayoría absoluta del PP en el ocaso de su vida y con la inaplazable encomienda a Rajoy de renovadas reformas necesarias de un sistema democrático herido por los errores pródigamente perpetrados. Más de 4 millones de votos de diferencia con el PSOE refrendan esa voluntad del pueblo con una lección: no olvidar nunca el pasado, aunque sí superarlo. Manuel Milián Mestre Barcelona, 5 de diciembre de 2011