La educación en el Saltillo porfiriano María de Guadalupe Sánchez de la O1 A finales del siglo XIX parecía que al fin el temor que los coahuilenses sentían por los ataques de los indios nómadas iba disminuyendo. La aparente le estabilidad política apostaba a la modernidad, y a través de la aparición del ferrocarril, del Alegoría del gobierno del Gral. Porfirio Díaz por alumnos de la Escuela Primaria Anexa a la Normal, Saltillo, Coahuila, 1901. telégrafo y teléfono a los saltillenses se les presentaba un panorama alentador. La prosperidad llegaba al estado: el hallazgo de los yacimientos de plata de Sierra Mojada prometía una época de bonanza; las tierras algodoneras de la Laguna se veían beneficiadas por las crecientes del Río Nazas y el carbón mineral de la cuenca de Sabinas resaltaba su importancia, sobre todo porque sería la materia prima que movería la naciente industria y el ferrocarril, con sus calderas de las máquinas de vapor. Sin embargo, las cuestiones políticas en el estado no eran muy alentadoras. Después del término constitucional como gobernador, que ocupó Evaristo Madero entre 1881-1884, los grupos locales se encontraban enfrascados en disputas postelectorales. En diciembre de ese último año, el general Julio María Cervantes llega al cargo de gobernador, aunque en forma interina. Cervantes, leal a Porfirio Díaz, había sido enviado a Coahuila a imponer la paz, aún cuando en ese momento Díaz no era el Presidente de la República, sino lo era Manuel González. Es Maestra en Historia por la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe y docente de la Escuela de Ciencias Sociales de la UAdeC., Licenciatura en Historia. 1 No debemos olvidar que en esa época, el gobierno federal en turno hizo todo lo posible porque se consolidara la identidad del mexicano y para esto, propició que se volviera a las raíces de nuestro México. Se trataba de que la historiografía local y regional se fortaleciera. De esta forma empezaron a aparecer ciertos trabajos que delinearon más claramente el perfil de los personajes importantes en cada estado; los interesados se dieron a la tarea de localizar las actas de fundación de pueblos y misiones, con el propósito de fortalecer el cimiento a las diversas poblaciones para buscar que la identidad coahuilense poco a poco permeara en la mentalidad de los habitantes, de tal forma que ésta tomara su lugar en la cultura y en la educación en todos los niveles. La educación en Saltillo Para finales del siglo XIX la población de esta ciudad había ascendido, se contaban 18,696 hombres y 15,378 mujeres. Para atender las necesidades educativas, desde la década de 1860, habían importantes aparecido instituciones en Saltillo, entre otras: Escuela Oficial Elemental No. 3 para Niños de Saltillo en la calle de Moctezuma, al sur de la ciudad. 1899 El Ateneo Fuente, llamado así en honor de don Juan Antonio de la Fuente, era el lugar en donde los jóvenes recibían una educación sólida y esmerada, basada en la filosofía positivista que reinaba en la época. Este establecimiento había abierto sus puertas en 1867 y por supuesto era un establecimiento laico; ahí se impartían tanto cursos preparatorios como profesionales. (Valdés Silva: 2005, pp. 39-58)) El Ateneo Fuente en 1884 contaba con 112 alumnos. En contraparte, para 1878, se fundó el Colegio de San Juan Nepomuceno para atender también a los jóvenes, impulsado por el señor obispo Francisco P. Verea, obispo de la Diócesis de Linares a la cual pertenecía Saltillo. En esta institución se fomentaba la educación religiosa, aunque también se señalaba en el plan de estudios que se impartiría educación “literaria y civil”, consideradas por sus directivos como una exigencia indispensable si se trataba de impartir “una completa educación preparatoria” para emprender posteriormente, cualquiera carrera profesional. En este Colegio en el año de 1884, se educaban 145 jóvenes. (L. Portillo: 1886, p. 309) En cuanto a la educación de la mujer, el Instituto Madero vino a cumplir con esta función, abriendo sus puertas en la década de los ochenta. En este establecimiento la enseñanza estaba dividida en dos cursos, primario y académico, abarcando de esta forma el aprendizaje completo “de todas las materias indispensables, para que las educadas en tres años de estudios primarios y tres académicos puedan obtener un título en la profesión a que se dediquen.” Atendía a 83 alumnas. Este mismo Instituto tenía una escuela de adultos donde 60 personas eran sus alumnos y en otra similar, la de San Lorenzo, estudiaban 20 adultos. (L. Portillo: 1886, p. 312) Legislación educativa En la ley Reglamentaria de 14 de diciembre de 1874 promulgada durante la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada, se “prohibía la enseñanza religiosa en las escuelas oficiales tanto de la Federación como de los Estados y de los municipios”. (Gómez N.: 1981, pp. 66-65) Con lo que el laicismo significó, no solo la independencia de la enseñanza respecto de la Iglesia, sino también la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas oficiales, cuando menos en el papel; sin embargo, como veremos en párrafos más adelante, para 1884 existían en Saltillo planteles de enseñanza primaria que eran manejados por sacerdotes católicos. En 1876, cuando toma posesión de la presidencia el Gral. Porfirio Díaz, su política educativa es heredera de los principios del liberalismo. En este período se procuró dar impulso sobre todo a la escuela primaria elemental urbana. Fue cuando se crearon las Normales de varones y de señoritas y se convocó a varios Congresos Nacionales de Instrucción Pública (1889-90 y 1890-91), en los cuales se discutieron, entre otros puntos, la necesidad de que se cumpliera con los principios de obligatoriedad, laicidad y gratuidad, en todo el país. Pero es hasta la Ley de Educación Primaria de 1908, cuando se especifica lo que se entiende por laicismo: la escuela será nacional, gratuita, obligatoria y “laica o lo que es lo mismo, neutral respecto de todas las creencias religiosas y se abstendrá, en consecuencia de enseñar, defender o atacar ninguna de ellas.” (Art. 2º. de la ley mencionada). Según este artículo, el concepto de laicismo se entiende como “lo que es ajeno a toda doctrina religiosa; pero también se comprende por tal, lo que conduce a la verdad científica.” (Gómez N.: 1981, pp. 66 y 67). Instrucción Primaria En la década de 1880 en Saltillo, la conformación del sistema educativo estaba en funcionamiento. Había personal que supervisaba las labores docentes. Para esas fechas, el Inspector General de Escuelas era Julio Martínez, quien habitaba en la calle de Bravo núm. 4; Martínez tenía Grupo de alumnas, Parras de la Fuente, Coahuila, 1898. a su cargo cinco escuelas municipales de niños que atendían a 446 alumnos y cinco dedicadas a la educación de las niñas, a las que concurrían 355 menores. (L. Portillo: 1886, pp. 343-344). En ellas había un responsable (preceptor) y un ayudante, como sigue: 1. Jesús Máynes e Ismael Fernández; 2. Francisco Nuncio y Manuel S. Peña; 3. Higinio Reyes y Cesáreo Reyes; 4. Manuel G. Fuentes y Rafael Castillo, y 5. Jesús M. Elizondo y F. de P. Mendoza. En cuanto a los planteles escolares femeninos, eran atendidos por: 1. Refugio de León, tenía dos “ayudantas”, Matilde García y Vita Aguirre. 2. Trinidad Parás y Virginia Plascencia; 3. Delfina Cepeda y Melchora Lara; 4. Dolores F. Fragoso y Josefa Pérez 5. Adela de la Fuente y María Plascencia. Vemos también en Saltillo otro tipo de maestros a los que llamaban “catedráticos”, entre los que destacan: Antonio Farga Pellicer, profesor de Inglés; David S. Cantú, profesor de Historia, Geometría y Geografía; José Ángel Martínez, profesor de Dibujo y la señorita Ernestina de Lacroix, profesora de Idiomas. Profesor de Instrucción Primaria Miguel López y Profesor de Instrucción Primaria Manuel García Fuentes. En general, además de las escuelas municipales operaban otras, como la que funcionaba en la Penitenciaría del Estado con cien educandos. Tres escuelas eran particulares y estaban a cargo de los señores Presbítero Mariano Cárdenas, Pablo Morales y Anselmo Alveléri, entre las tres atendían a un total de 314 alumnos. Había ocho escuelas particulares a cargo de las señoritas Eustolia Rosales, Merced Vázquez Cortés, Genoveva López, Concepción Vázquez, María Segura, Ildefonsa Cortez, Soledad González y Salvadora Valdés, concurriendo a dichos planteles 400 alumnas. En total había 2,039 alumnos dentro del sistema educativo: 764 niñas y 1,276 niños. (L. Portillo: 1886, p. 354) Los libros y la lectura En la ciudad se contaba con dos librerías la de David Zamora en la Primera calle de Zaragoza y la de Francisco Álvarez, enclavada en la Plaza de la Independencia. Las imprentas eran la perteneciente al Gobierno del Estado. La de “El Golfo de México” de Severo Fernández; “La Perla Fronteriza”, de Simón de la Peña; la “Imprenta Libre”, de Serapio Fuentes Fragoso; la “Imprenta Religiosa” del Presbítero Mariano Cárdenas y otra más de Ignacio C. De la Peña. (L. Portillo: 1886, pp. 359 y 365) Al despuntar el alba del siglo XX En el ramo de instrucción pública los esfuerzos para unificar los programas educativos en todo el estado eran muy significativos; para lograrlo, la dirección elaboró una publicación periódica llamada El Boletín de las Escuelas Oficiales. Para 1903, casi la mitad del profesorado en ejercicio era egresado de la Escuela Normal del Estado lo que implicaba un avance en la calidad de los servicios educativos otorgados a la niñez coahuilense. Además las autoridades pusieron gran empeño en construir o mantener en perfecto estado los locales escolares. Era una política prioritaria y entre 1903 y 1905, en los informes gubernamentales se refleja el empeño por reparar todos estos espacios en forma permanente (Enrique T., García V.: 1989, p. 318) A manera de conclusión: Durante el siglo XIX, sobre todo a finales del mismo, la cuestión educativa, sus concepciones, sus fines y propósitos fueron objeto de una reflexión permanente, sobre todo por los cambios profundos que se dieron en las políticas educativas de esa época, dirigidas a promover la obligatoriedad, gratuidad y el laicismo. Se trataba de implementar programas que fueran verdaderamente una “lucha contra la ignorancia”, al mismo tiempo promover la socialización, la moralización y la ilustración para beneficiar a ciertos sectores que componían la sociedad. Había algunos estudiosos que señalaban que la educación estaba dirigida a formar un tipo de individuo en el cual se conjuntaran ciertas características: que fuera disciplinado, ordenado, que estuviera de acuerdo con el progreso que se promovía en todos los órdenes y que además se identificara con los símbolos indispensables para que se sintiera verdaderamente perteneciente a una nación, la mexicana, que estaba emergiendo y necesitaba fortalecerse. Saltillo se ha distinguido por ser una población ilustrada, con instituciones educativas que han alcanzado fama en otras entidades del país, como es el Ateneo Fuente. En cuanto a la educación primaria, la aparición de la Escuela Normal a fines del siglo XIX, vino a fortalecer la formación de los educadores, de tal suerte que para 1903, el 50 por ciento de los profesores que ejercían en las escuelas de la ciudad, eran egresados de ese prestigiado plantel educativo. Este sencillo trabajo, es solo un pequeño acercamiento a lo que ocurría en Saltillo, a finales del siglo XIX y principios del XX, en materia educativa. Y a la vez, pretende ser un homenaje a los profesores, hombres y mujeres, que con verdadera vocación de servicio, atendieron a los niños y niñas de esta población. Bibliografía Alessio Robles, Vito. Bibliografía de Coahuila, México, 1923 Cuéllar Valdés, Pablo M., Historia del Estado de Coahuila, Biblioteca de la Universidad Autónoma de Coahuila, Volumen No. 1, Saltillo, 1979 Enríquez T., Eduardo y José Luis García Valero. Coahuila, una historia compartida. Gobierno del Estado de Coahuila / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México. 1989 Gómez Navas, Leonardo. Política Educativa de México I. Ed. Patria, S.A. México. 1981 Portillo L., Esteban. Anuario Coahuilense para 1886. Reedición facsimilar. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Gobierno del Estado de Coahuila. México. 1994 Valdés Silva, Candelaria. El Pasado de una Esperanza. Los orígenes del Ateneo Fuente. Saltillo. México. 2005 Villarello Vélez, Ildefonso. Historia de Coahuila. Escuela Normal de Coahuila, Saltillo. México. s/f