Lectura de verano Sissi una extraña en la corte por Cristina Morató Isabel de Baviera, la emperatriz más hermosa de Europa, no tuvo una vida de cuento de hadas. En la corte vienesa se sintió sola -ninguneada por su marido y apartada de su hijos-, observada constantemente y obligada a ser alguien que no era. A El príncipe azul l cumplir los treinta y cinco años de edad, Isabel de Baviera - la famosa Sissi- decidió ocultar su rostro tras un abanico y protegerse con una sombrilla de la mirada de los curiosos. Ella, que había sido considerada la emperatriz más hermosa de Europa, estaba harta de ser contemplada por el pueblo como un ídolo. No se dejó retratar nunca más y nadie pudo ser testigo de esa decadencia física, que tanto le angustiaba (porque la leyenda sobre su belleza iba paralela a la de su excéntrico comportamiento). También se negaba a interpretar su papel de encantadora soberana del poderoso Imperio austrohúngaro en una corte anticuada y pomposa donde siempre se sintió una extraña. Durante más de 40 años asombró a todas las casas reales con sus desplantes y su menosprecio al rígido ambiente de los Habsburgo. Sissi rompió todos los moldes de la época y no fue la dócil y ñoña princesa de las películas. la niña de campo A pesar de sus cuatro embarazos, Sissi mantenía su aspecto juvenil, sus 50 kg de peso y sus 47 cm de cintura, a base de dietas y ejercicio. L segunda esposa Carolina de Baden. Aunque el suyo fue un matrimonio de conveniencia y mal avenido tuvieron diez hijos. Ludovica, considerada en su tiempo una de las mujeres más hermosas del país, soportó abnegada las infidelidades de su marido, quien a diario almorzaba en sus aposentos con sus dos hijas ilegítimas. A pesar de ostentar desde su nacimiento el titulo de Su Alteza Real y Princesa Real de Baviera, Ludovica se comportaba más como un ama de casa burguesa que como un miembro de la alta aristocracia. Ella misma educó a sus ocho hijos, algo excepcional en su época, mientras su esposo llevaba una vida bohemia y daba rienda suelta a sus extravagancias (en su palacio de Munich había instalado un pequeño “café cantante” y un minicirco donde celebraba exhibiciones ecuestres y acrobáticas). La familia siempre vivió alejada de la corte real de Munich y pasaba largas temporadas en su retiro estival de Possenhofen, en Baviera. Isabel creció en este palacio situado en un paraje idílico a orillas del lago Starnberg, rodeado de bosques y valles. Era una niña soñadora y tímida, amante de la naturaleza y los animales, y le gustaba la vida al aire libre, hacer montañismo, nadar, pescar con anzuelo y montar a caballo. De todos los hijos del matrimonio sólo la mayor de las hermanas, Elena - Nené -, había tenido una preparación especial en vistas a casarla con un buen partido. Era una joven bella, culta y muy responsable. Sissi era el patito feo de la familia y hasta entonces había pasado desapercibida entre sus siete hermanos. a futura emperatriz de Austria venía al mundo en el palacio ducal de Munich el 24 de diciembre de 1837. Al ser domingo y día de Nochebuena nadie dudó de que la niña nacía con “buena estrella”. Su padre, el duque Maximiliano de Baviera, hombre de talante liberal y bastante excéntrico, procedía de una rama menor de la Casa de Wittelsbach. Sin embargo su madre, la princesa Ludovica, era la sexta hija del rey Maximiliano I de Baviera y su E n 1848 Francisco José se convertía en Emperador de Austria tras la abdicación de su tío Fernando I (que padecía una enfermedad mental) y la renuncia de su padre, el archiduque Francisco Carlos, hombre débil y poco apto para enfrentarse a las tareas del Gobierno. Detrás de estas decisiones estaba la archiduquesa Sofía, madre de Francisco José. Ella era quien movía los hilos en el palacio imperial de Hofburg y gracias a su influencia y poder en la Corte consiguió sentar a su hijo en el trono a los 18 años. Era ella “la emperatriz a la sombra” y manejaba a su antojo a su adorado vástago, a quien llamaba “mi Franzi”. Cinco años más tarde Francisco José se había convertido en un codiciado “soltero de oro” por el que suspiraban muchas damas en la corte. En los cuadros que se conservan de él se ve a un joven muy atractivo, de cabellos rubios, cuidado bigote y una figura esbelta a la que favorecía el ceñido uniforme militar. Era además un hombre atento, de exquisitos modales y buen bailarín. Había llegado el momento de buscar una buena esposa al emperador y Sofía recurrió a su hermana Ludovica. Tres años menor que ella, la madre de Sissi era la pariente pobre de las nueve hermanas y sentía hacia la archiduquePuedes leer más sobre la vida de Sissi en el libro de Cristina Morató Reinas malditas (Plaza & Janés. 20,90 €). Y para saber más de la autora: cristinamorato.com y facebook. com/Cristina.Morato.Oficial. ‘ Yo le quiero mucho (al emperador Francisco José), pero ¡lástima que no sea un sastre! ’ sa un amor devoto y sumiso. Ambas coincidían en que Nené podía ser la perfecta candidata. El encuentro tuvo lugar en el ambiente distendido de Bad Ischl, un balneario austriaco donde la familia imperial pasaba los veranos. Ludovica llevó consigo a su hija menor, Isabel, que se encontraba aquejada de una profunda melancolía tras la muerte de un joven conde del que se había enamorado perdidamente. Y aquí empezó el cuento de hadas: Francisco José se quedó prendado de la pequeña Sissi y apenas se fijó en Nené. Nadie entendió muy bien qué vio el emperador en aquella chiquilla de quince años, tan delgada y poco desarrollada, de expresión melancólica, que lucía dos largas trenzas y parecía una colegiala. Fue a ella a quien sacó a bailar, como en La cenicienta, y con ella se casaría al año siguiente. rumbo a la corte D urante los diez meses que duró el noviazgo, Sissi se preparó para su nuevo cometido (aunque leía mucho y escribía poesía, su educación había sido muy básica) así que su madre organizó para ella un extenso programa de estudios que incluía clases de francés y de italiano, además de un curso intensivo de historia austríaca. La duquesa Ludovica dudaba de que su hija estuviera a la altura de las circunstancias, y temía que no pudiera desempeñar el papel de emperatriz pero le dijo bien claro: “Al emperador de Austria no se le dan calabazas”. El 20 de abril de 1854, Sissi se despedía con enorme tristeza de su familia y ponía rumbo a una nueva vida en la corte de Viena. Dejaba atrás lo que más quería en el mundo: su familia, las comidas y paseos campestres, los baños en el lago y los paisajes de los Alpes bávaros que llevaría en su corazón. una vida en fechas ✔ 1837: nace en Munich (Baviera), Isabel Amalia Eugenia, Duquesa de Baviera. ✔ 1854: se casa el 24 de abril con Francisco José y se convierte en Emperatriz de Austria. ✔ 1867: se convierte en reina consorte de Hungría. ✔ 1855: da a luz a su primogénita Sofía Federica (moriría dos años después). ✔ 1856: nace su hija Gisela. El varón, Rodolfo, llegaría en 1858. ✔ 1868: viene al mundo su última hija, María Valeria (se decía que era hija de el conde húngaro Gyula Andrássy). ✔ 1872: no volvió a dejarse retratar. Se tapaba con un velo azul, una sombrilla y un gran abanico. ✔ 1889: su hijo Rodolfo muere a los 30 años. Se suicidó junto a su amante, María Vetsera. ✔ 1898: muere en Ginebra, el 10 de septiembre, tras ser herida por un anarquista. El viaje a Viena duró tres días y la mayor parte del trayecto lo realizó en un lujoso barco de vapor a través del río Danubio. Su camarote era de terciopelo púrpura y la cubierta había sido transformada en un jardín florido con una glorieta de rosas en el centro para que Sissi pudiera retirarse a descansar. Lectura de verano 02 03 04 05 06 una extraña en la corte UN TRÁGICO DESTINO La viuda de un imperio UNA ESPAÑOLA EN PARÍS espíritu indomable la última zarina Isabel de Baviera (16 de julio. Mía 1.449) En el fondo de su corazón Isabel era republicana y se tuvo que casar a la fuerza con un monarca absolutista. para atender sus asuntos de estado y ella se quedaba sola todo el día, rodeada de personas que no conocía. Los primeros meses en la vieja corte vienesa fueron muy duros para la inexperta y sensible emperatriz. La En Viena sus habitantes esperaban ansiosos la pareja imperial apenas tenía intimidad llegada de la joven emperatriz y la recibieron con y tampoco en la luna de miel pudieron grandes muestras de afecto y admiración. El año estar a solas. Ella que venía del camanterior Napoleón III se había casado con la her- Una emperatriz anoréxica. Sissi po, de un ambiente liberal e informosa española Eugenia de Montijo, convirtiendo inventó una dieta a base de consomé, mal, se tenía que enfrentar a una París en el centro de la elegancia y el buen gusto carne fría, sangre de buey, leche, estricta y rigurosa etiqueta. Muy europeo. Ahora los austríacos confiaban en que tartas, pasteles y helados. pronto comenzó a sentirse prisionegracias a la belleza, la juventud y el encanto de ra en una jaula de oro. Su vida estaSissi la ciudad recuperara su antiguo esplendor. ba marcada por las audiencias, las comidas de gala, Al día siguiente la prometida del emperador hizo su entrada triunfal las extenuantes pruebas y cambios de vestuario, las en la imperial ciudad de Viena en una fabulosa carroza tirada por revistas militares, los actos oficiales y un estricto proocho caballos blancos. Sissi, acompañada por su madre, lucía para tocolo. Cualquier gesto suyo era observado por mil ojos la ocasión una diadema de brillantes regalo de su prometido y un de la corte que la juzgaban sin piedad. Sissi se mostraba magnífico vestido de larga cola color rosa, bordado con hilos de en público muy cohibida, apenas hablaba, y sus largos plata y guirnaldas de rosas. Pero tras los cristales de la carroza la res- silencios se interpretaron como síntoma de poca inplandeciente novia no dejó de llorar ni un instante. El largo cortejo teligencia. En realidad, hablaba poco y en voz muy hizo su entrada en las murallas de la ciudad mientras sonaban todas baja porque aún no dominaba bien el francés, idioma las campanas. Con lágrimas en los ojos y un nudo en el estómago, de la Corte. Además, tenía una fea dentadura y se la princesa llegó al que ahora sería su nuevo hogar, el imponente y sentía tan acomplejada que intentaba abrir lo menos fastuoso palacio imperial de Hofburg. posible los labios al hablar. A los pocos meses de su llegada, la nobleza austríaca ya consideraba a la nueva emperatriz remilgada y tonta. La relación de Sissi con su suegra se hizo aún más en una jaula de oro tirante cuando nació su primera hija. A los dos años L 01 * a pareja imperial contraía matrimonio el 24 de abril de 1854 en la iglesia de los Agustinos de Viena, iluminada para la ocasión por quince mil velas y con las columnas ricamente engalanadas con colgaduras de terciopelo rojo. Ella tenía dieciséis años y su primo veinticuatro. Tras el enlace, los recién casados se dirigieron al salón de audiencias del palacio imperial, donde les esperaban embajadores, legaciones, miembros de la corte a su servicio y cortesanos. Las fatigas protocolarias no habían hecho más que empezar y pronto la joven emperatriz descubriría que su vida cotidiana en palacio se regiría por el mismo estricto ceremonial. Aquella noche Sissi, tan romántica como ingenua, exclamó: “Yo le quiero mucho, pero ¡lástima que no sea un sastre!”. Tras la semana de festejos donde se alternaban audiencias, bailes de salón y cenas de gala, el matrimonio se retiró al palacio de Luxemburgo para pasar su luna de miel. Quizás fue entonces cuando Isabel se dio cuenta por primera vez de su soledad y aislamiento. Cada mañana el emperador viajaba temprano al palacio de Hofburg En sus aposentos del palacio imperial de Hofburg, Sissi mandó construir modernos aparatos de gimnasia para hacer ejercicio. de casada, ya había sido madre de dos niñas, Sofía y Gisela, que no había podido criar. La archiduquesa desconfiaba de la capacidad de su nuera, la creía demasiado joven e inestable para criar a las futuras princesas. Ella se encargó en ambos casos de todos los preparativos y, tras su nacimiento, las niñas fueron separadas de su madre y alojadas en unos aposentos próximos a los suyos. Se sentía tratada como una chiquilla, sin voz ni voto, ni siquiera pudo opinar sobre la elección de las niñeras que cuidarían de sus hijas. Aunque intentó imponerse a su suegra, no lo consiguió, y su esposo apoyaba las “sabias” decisiones de su madre. Las diferencias entre la pareja pronto afloraron. a Su amada hungría Sissi le molestaba el servilismo que el emperador mostraba hacia su madre y que pasara tan poco tiempo con ella. Él sólo consultaba los asuntos de Estado con su madre y desde el principio la mantuvo al margen de la política, por eso Sissi ignoraba los graves conflictos que amenazaban al Imperio. Sus ideas avanzadas, progresistas y liberales nunca fueron escuchadas, María Antonieta (23 de julio. Mía 1.450) Victoria de Inglaterra (30 de julio. Mía 1.451) Eugenia de Montijo (6 de agosto. Mía 1.452) Cristina de Suecia (13 de agosto. Mía 1.453) Alejandra Romanov (20 de agosto. Mía 1.454) salvo cuando dio su apoyo a la causa de Hungría para ratriz en público. Solía excusarse de las comidas y cenas familiares. que alcanzara la igualdad política con Austria. Hacia 1860, la fama de la belleza de la emperatriz Isabel de BavieHungría era una de las provincias más problemáti- ra se había extendido por toda Europa. Si de niña no era muy cas del Imperio, especialmente desde que en 1848 la agraciada, en su plena madurez su hermosura causaba admiración. rebelión de la aristocracia húngara fue brutalmente La práctica constante de ejercicio y las dietas a las que se sometía manreprimida por Austria y muchos nobles fueron ajus- tenían su aspecto juvenil a pesar de sus tres embarazos. Toda su vida ticiados. Las relaciones entre ambos países eran muy conservó esos 50 kilos de peso que tanto la obsesionaban y su cintensas cuando en la primavera de 1857 los empera- tura de avispa -sólo 47 cm- apenas cambió con el paso de los años dores viajan a Hungría. Francisco José pensó que la (no dudaba en recurrir a belleza y el carisma de su joven esposa cautivarían a los ceñidos corsés que con fre- Lejos de halagarla, la leyenda insurrectos y no se equivocó. cuencia le producían ahogo de su extraordinaria belleza El viaje se realizó en barco por el Danubio, desde y mareos). Su larga cabellera le agobiaba cada día más. Viena, hasta la actual Budapest. En esta ocasión Sissi, y sus originales peinados y en contra de los deseos de su suegra, se llevó a sus -muy imitados por otras mudos hijas con ella. Aquel viaje fue un flechazo con un jeres- provocaban una enorpaís al que se sentiría unida para siempre. No había me admiración entre la gencumplido los veinte años y la emperatriz enamoró a te del pueblo. Tímida por los húngaros con su sencillez y encanto. Además su naturaleza, en todas sus habilidad para la equitación - deporte que practicaba apariciones públicas se tenía desde niña, siendo una magnifica amazona- desper- que enfrentar a las miradas tó gran admiración entre la gente. Pero el viaje a curiosas y críticas del pueblo Hungría dejaría en Sissi un doloroso recuerdo. Su y los cortesanos. Lejos de hija mayor, Sofía, de apenas dos años de edad, enfer- halagarla, la leyenda de su mó de manera repentina y murió en los brazos de su extraordinaria belleza cada madre tras una larga agonía. La pareja imperial re- día le agobiaba más. Fue en 1860 cuando la paregresó a Viena con el cadáver de su hija. ja imperial sufrió su primera crisis. Tras seis años de ma- trimonio, Francisco José ,harto de las desavenencias La vida de Sissi no fue el cuento de hadas que ara Sissi fue un golpe del que nunca se entre su esposa y su madre, mostraban las películas de Rommy Schneider. recuperaría (siempre se sentiría culpable buscó consuelo en otras mude lo ocurrido). Esta tragedia le afectó de jeres, y por primera vez surgieron rumores sobre sus amoríos. Él tal manera que cayó en una profunda seguía amándola como el primer día y soportando su extravagante melancolía y depresión. Fue en aquellos fatídicos días comportamiento pero Sissi, debido en parte a su enfermedad, no cuando se quedó de nuevo embarazada. En agosto le podía corresponder. Las crisis nerviosas, las curas de hambre, las de 1858 daba a luz al príncipe Rodolfo, el heredero tensiones constantes con Sofía y la muerte de su hija afectaron seal trono y su único hijo varón. El niño le fue arreba- riamente su salud. El médico de la Corte decidió que la soberana tado por su suegra Sofía, a pesar de los ruegos de la se trasladara a un lugar más cálido porque tenía los pulmones madre. Sólo en su madurez, cuando nació en Hungría afectados y su vida corría peligro. El lugar elegido fue la isla de su adorada hija Valeria, pudo Sissi disfrutar de la ma- Madeira, donde Sissi pasaría los meses de invierno. Se instaló con su comitiva en la hermosa villa de Quinta Vigia en Funchal, con ternidad y encargarse de su educación. Apartada de sus hijos y de los asuntos de Estado, Isabel magníficas vistas al puerto y rodeada de exuberantes jardines. Lejos del ambiente asfixiante de Hofburg recuperó las ganas de vivir. empezó a mostrar los síntomas de una enfermedad entonces desconocida, la anorexia nerviosa. Tras el Quizás por eso la emperatriz inició en esta época la costumbre de nacimiento de sus hijas, y para mantener su esbelta viajar constantemente y de pasar en Viena el menor tiempo posible. figura, Sissi se inventó una serie de dietas y hábitos Dio así comienzo a una vida errática donde encontró en los viajes alimenticios que acabarían minando su salud. Los el único modo de escapar a las presiones que estaba sometida y dar atracones de pasteles los compensaba con estrictas rienda suelta a su carácter nostálgico y melancólico. Pero mientras dietas que seguía con una voluntad férrea que sor- recorría Europa y se desentendía de sus obligaciones, las tragedias prendía a todos. Un consomé compuesto por una seguían golpeando a la familia imperial. Comenzaba para Sissi una mezcla de carne de ternera, pollo, venado y perdiz; dura etapa marcada por el dolor y la fatalidad (…) n carne fría, sangre de buey cruda, leche, tartas, pasteles y helados constituían sus alimentos principales. Muy pocos tuvieron el placer de ver comer a la empeLa próxima semana: MARÍA ANTONIETA una rara enfermedad P *