EL TIEMPO / BOGOTA (agosto 25 de 2008) En condiciones de insalubridad viven 700 habitantes del barrio Mochuelo Alto, por relleno Doña Juana Foto: Andrea Moreno / EL TIEMPO En las casas vecinas al relleno Doña Juana, hay enjambres de moscas que se multiplican a la hora de las comidas y se apeñuzcan en los techos y las alacenas. En las cocinas andan sobre ollas y olletas. Algunos padecen diarreas y enfermedades de la piel, además el viento arrastra hacia sus hogares los olores hediondos que expulsan las 6.000 toneladas de basuras que cada día se depositan allí. Un estudio realizado, en el 2006, por la Universidad de La Salle, y que corroboró ahora el Hospital Vista Hermosa, concluyó que los menores que viven en los barrios vecinos al relleno sanitario Doña Juana padecen con mayor frecuencia de rinofaringitis aguda, y de otros síntomas de tipo irritable, en comparación con los niños que residen en otros sectores de la ciudad. El análisis identificó que las muestras de agua tomadas en áreas cercanas al relleno, especialmente en el Mochuelo Alto, tenían "su color alterado" y contenían bacterias de Escherichia coli, causantes de diarreas en los niños. Aun-que la Universidad explicó que esa "contaminación" de las aguas no podía atribuirse directamente al relleno, sino podría ser de "otras fuentes". El Hospital Vista Hermosa informó que la rinofaringitis aguda ocupó, en el 2007, el cuarto lugar entre las 10 primeras causas de consulta en la UPA Mochuelo, ubicado cerca de Doña Juana. Mientras que en dicho Hospital, situado lejos del relleno sanitario, la atención por esa enfermedad está en el octavo lugar de consulta, dijo el gerente de esta institución, Pedro Arturo Aguilera. La Secretaría del Hábitat informó que, precisamente, por los hechos detectados, pidió a la Secretaría Distrital de Salud que evaluara las condiciones de la zona, tarea que viene haciendo el Hospital Vista Hermosa. El secretario Distrital de Salud, Héctor Zambrano, consideró, a su vez, "muy delicado lo que está pasando con el relleno, porque, dijo, "los informes que tengo es que están quedando las basuras expuestas a campo abierto, más tiempo del señalado". Se declaró partidario de la reubicación de las familias afectadas. Los insectos son insoportables María Helena Pérez, a sus 71 años, se cuida más de las moscas que de las enfermedades. Son los insectos que en los dos últimos años se multiplicaron fastidiosamente en su casa, en el barrio Mochuelo Alto, en Usme, a los que ella enfrenta, pero sin éxito. Hace 20 días, cuenta María Helena, tuvo que ir al hospital Vista Hermosa, en el suroriente de Bogotá, para que la atendieran por un sarpullido que la llevó a rascarse, desesperadamente. "Los médicos me dijeron que tenía una infección, y que se debía a tanta mosca sucia que patea en la casa y que no deja a nadie vivir tranquilo", sostiene. María Helena convive, en la edificación de un piso, con enjambres de moscas que se paran en las ollas, caen en las olletas con chocolate, recorren las estufas, se meten a las alacenas, se apiñan en los techos y paredes, ponen sus patas en los platos de comida cuando los sirven en el pequeño comedor y, por si fuera poco, desafían las mejillas, manos y brazos de su hijo, su nuera y tres nietos de 3, 8 y 12 años, que viven allí también. "A los niños, a cada rato, les salen granos y se enferman de diarreas por culpa de esas moscas asquerosas", asegura. Otros padecimientos "En esta casa, para poder almorzar en el comedor, toca con una mano levantar la cuchara, y con la otra espantar las moscas. Hay tantas que muy probablemente varias hayan caído en el plato. Quién sabe cuántas nos hemos comido, sin darnos cuenta", comenta resignada María Helena. Ella aprendió que cuando calienta el sol o después de una lluvia, las moscas y los pésimos olores aumentan. Un padecimiento similar vive la familia Rodríguez Suárez, vecina de María Helena y del relleno. "Llevamos dos semanas de mal en peor, porque ahora ya no se puede casi ni respirar ni entrar al baño. Las moscas nos invadieron por todas partes", se quejan María Betulia Rodríguez y Odilma Suárez. Ellas tienen el restaurante El Rubí. Cuentan que una vez sirven los platos en la mesa, tienen que pedirles a los clientes que " se tomen rápido las sopas y los desayunos antes de que les caiga una mosca. Eso nos pasa especialmente con el chocolate -por el dulce que las atrae-, y tenemos que perder los 1.300 pesos que vale un pocillo, porque nos toca servirles otro". Odilma intentó acabar esos insectos con un 'matamoscas' eléctrico. "Eran tantas que el aparato terminó por fundirse", relata. María Helena, María Betulia y más de una decena de familias del Mochuelo Alto han enviado varias cartas al hospital Vista Hermosa y a los operadores del relleno Doña Juana, para que controlen las moscas y los pésimos olores. "A veces fumigan -dice Odilma-, pero luego reaparecen las moscas en mayores bandadas". De ahí que ella optó por tomar otra medida para extinguirlas. "Las echo al fogón de la estufa de leña y ahí las tuesto", y muestra, en la cocina, cómo las moscas 'chisporrotean' entre las llamas. María Helena, María Betulia, Odilma y las demás familias vecinas de Mochuelo Alto indican que, hasta ahora, la única alternativa clara para enfrentar su drama diario es "espantar moscas y aguantar los desagradables olores, porque ni el Distrito ni el relleno han querido ponerle remedio a esa situación". LUCEVÍN GÓMEZ E. REDACTORA DE EL TIEMPO