Breve introducción al Zen (por Niklaus Brantschen) El Zen resulta tan placentero como irritante, tan grato como exasperante, tan racional como difícil de entender. Así lo confirmará quien haya intentado alguna vez la práctica del Zen. Nos sentimos atraídos por los ejercicios claros y estimulantes, pero también retrocedemos asustados ante ellos; creemos entender qué significa "estar sentado en silencio" y, sin embargo, eso que nos parece tan próximo y familiar se aleja de improviso, para volverse cada vez más extraño cuanta más dedicación y atención ponemos en él. Para mí, las semanas y los meses que pasé en Kamakura, Japón, han quedado impregnados en mi ser. Allí pasé frío y sudé, me regocijé y, en ocasiones, casi rocé la desesperación. Padecí alguna que otra muerte y pocas veces he vivido de forma tan intensa como en Kamakura. Tras cada semana de ejercicios intensos, sentía una verdadera levedad, parecida a la que se percibe después de una excursión por las montañas. Me sentía reanimado, fortalecido y lleno de vida como pocas veces antes. Con la piel porosa, permeable. El Zen es una ayuda decisiva en la escuela de la presencia. Es también una escuela donde aprendemos a tomar distancia interiormente y a tener buen humor. Precisamente el Zen no es algo exótico, sino un sencillo ejercicio de sentarse en silencio. El Zen nos permite tomar en serio todo lo concreto, lo cotidiano, lo mensurable y lo accesible, pero también el reloj y el tiempo que éste cuenta, aunque. Simultáneamente echamos raíces en ese "lugar" donde no existe el ir y venir, ni el antes y el después, es decir, donde impera la libertad plena y, con ella, también la liberación del tiempo. ¿Cómo practicar el Zen? Para resumirlo brevemente: el Zen es una forma de meditación que conduce de la dispersión a la concentración, del exterior al interior, de la superficie a la profundidad; por eso se le llama también meditación profunda. El Zen es una forma de meditación que prescinde de "palabras y términos" y que –con los ojos abiertos– no presta atención a determinados objetos; por eso se llama también meditación supraobjetiva. El Zen es una forma de meditación que –sin abandonar el mundo– se realiza en silencio y sentado; por eso se le llama también meditación silenciosa o meditación sentada (Zazen). En los cursos de Zen, introduzco a los participantes más o menos de la siguiente manera: tomamos asiento sobre un cojín o un banquillo y nos erguimos bien. Así la pelvis está inclinada ligeramente hacia delante, estamos completamente estirados, con una buena tensión, pero relajados al mismo tiempo. Colocamos la mano izquierda abierta sobre la derecha, mientras las puntas de los dedos se tocan. Los bordes de las manos están apoyados (por la parte del dedo meñique) en el bajo vientre. Dejamos que la cabeza descanse relajada sobre la columna vertebral extendida. Dirigimos los ojos hacia el suelo que tenemos delante. Es decir, que los mantenemos abiertos. La boca está cerrada, pero no apretada. Ahora prestamos atención a la respiración, sentimos cómo entra y sale, de forma absolutamente natural y tranquila, por sí sola. Durante cada expiración, nos libramos de todos los pensamientos, las ideas y las imágenes. Comenzamos a soñar y fantasear, pero en cualquier momento podemos regresar al ejercicio. La respiración está presente, no nos ha abandonado. Nos tomamos tiempo. ... ¿Para qué se practica el Zen? Existen diferentes motivos para practicar el Zen. Fundamentalmente, podemos diferenciar cuatro de ellos, aunque los límites se confunden. El Zen por curiosidad: En los principiantes, la curiosidad es muchas veces el motivo. Fascinados por lo desconocido, intentan estar "sentados en silencio" y después lo dejan de lado. El Zen para aliviar el estrés: Otros se aferran a la práctica del Zen, aun cuando la vivencia de la novedad haya pasado y la curiosidad se haya saciado. Estas personas han notado que tanto estar sentados erguidos y tranquilos como la cuidadosa atención a la respiración les ha llevado a una profunda distensión corporal y espiritual, fortaleciendo los nervios. En este caso, se podría hablar de un Zen para personas estresadas, que convierten la práctica diaria de sentarse en una buena costumbre. También forman parte de este grupo los que practican el Zen para conservar y desarrollar sus capacidades creadoras. El Zen como búsqueda sensorial: No son pocas las personas que practican con gran rigor el Zazen y participan a menudo en varias semanas de ejercicios durante el año. Sus motivos no se pueden enumerar claramente en muchos casos, pero ellas intuyen que, entre el cielo y la tierra, existe algo distinto de lo que es capaz de abarcar su entendimiento. Es el "anhelo de un anhelo", la búsqueda del sentido de la vida lo que motiva a estas personas a perseverar. El Zen como el camino de la iluminación: Por último, existen personas que están decididas a realizar todos los esfuerzos de los que son capaces para tener la experiencia de la iluminación: la experiencia del ser verdadero original y, con ella, la experiencia de la perfecta armonía con todos y con todo.