Discurso Condecoración del Padre Francisco de Roux

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 Discurso Condecoración del Padre Francisco de Roux Ministerio del Interior Febrero 11 de 2013 Quienes conocen al padre Francisco de Roux saben que es una persona a la que poco le interesan los reconocimientos o la publicidad. No se considera ni le gusta ser protagonista. Como lo han dicho algunos de sus amigos más cercanos: ‘Pacho’ siempre pone por delante a las comunidades. Sin embargo, su labor debe ser exaltada, no solo por el Ministerio del Interior sino por todos aquellos colombianos que durante décadas han conocido su trabajo a favor de la paz y en medio de la violencia, que inevitablemente ha estado ligada a su vida como gestor de desarrollo social. Por eso lo digo con absoluto convencimiento: de cara al proceso de diálogo entre el Gobierno y las Farc, el padre De Roux es uno de los indispensables. Y lo será más allá del proceso de paz, en la construcción del posconflicto, es decir en la generación de las condiciones estructurales para una paz estable y duradera. HOMBRE DE VALORES Sensible a la problemática social del país, sobre todo de los pueblos indígenas, apasionado por la vida, formado intelectualmente, sin intereses personales, y digno de ser seguido por su compromiso con la gente, es un líder espiritual, un pacifista, un movilizador social, un promotor y orientador del diálogo comprometido con el evangelio y la palabra de Dios al servicio de los más débiles. Lo suyo es un apostolado sin abdicaciones con la resolución pacífica de los conflictos, la justicia social, la equidad, y la vigencia de la democracia. Un defensor de los derechos humanos que predica la palabra paz con la devoción de quien sabe que sí es posible alcanzarla, porque lo ha logrado en muchos municipios alejados, deprimidos, azotados por la guerra y la pobreza, en donde su voz y su acción han llegado para frenar el ímpetu de los guerreros y trabajar a favor de las víctimas. Pacho es un jesuita valiente y corajudo, como todos los de su comunidad, que con bondad, inteligencia y calidez humana se ha jugado la vida en su misión espiritual por frenar a los violentos y combatir todas las violaciones de los derechos humanos: El asesinato, las desapariciones, el secuestro, los desplazamientos, las masacres, la intimidación, la exclusión en zonas de conflicto como el Magdalena Medio, donde durante más de 13 años trabajó sin cansancio por las comunidades locales, las minorías y los desfavorecidos. El Padre de Roux ha caminado la Colombia profunda, a veces invisible para la mayoría, de montañas, ríos y valles del Magdalena Medio, adelantando diálogos pastorales para buscar la paz en las comunidades, proteger la vida de los débiles, llegar a la conciencia de los victimarios, y reconciliar a unos y unos. Y que el perdón fluya entre quienes mataron y quienes sobrevivieron. LUCHA EN MEDIO DE LA VIOLENCIA Su lucha por la dignidad humana ha sido un camino difícil en un país en guerra. Y ha llorado terribles pérdidas, como la de 31 mujeres y hombres que compartían su espíritu y que fueron asesinados por guerrilleros y paramilitares. Cuando los paramilitares asesinaron a sus compañeros del Cinep, los investigadores Elsa Alvarado y Mario Calderón, ‘Pacho’ no se derrumbó. Sacó valor de su fe cristiana, y retó a los grupos armados que asesinaban a la población inerme, pidiéndoles que lo mataran a él, pero no la gente. En Barrancabermeja siempre fue un objetivo fácil. Pero la comunidad lo protegió de tal manera, que sobrevivió y le ganó a la muerte. Y hoy es testimonio vivo de que sí es posible sembrar paz y recoger esperanzas, vida y futuro. A pesar de sus logros, el padre De Roux no desfallece. Está convencido, como la mayoría de los colombianos, de que la paz y la convivencia son posibles, si se construyen desde la verdad y el respeto a las diferencias, en justicia y sin violencia contra el ser humano. LECCIÓN PARA EL PAÍS Hemos aprendido infinitas lecciones a partir de su paso firme y conciliador. Por ejemplo, que el problema de fondo en este conflicto armado es el establecimiento de una ética de la guerra en el imaginario colectivo. El Gobierno ha escuchado su mensaje sobre la necesidad de resolver los problemas estructurales, como la ampliación de la democracia, el reconocimiento de los derechos de las víctimas, la propiedad de la tierra, la protección del medio ambiente y la generación de infraestructura. Él nos ha enseñado que el país no puede seguir dándole la espalda al campesinado, a las minorías ni a la Colombia rural que ha padecido el conflicto y ha puesto las víctimas. No en vano es el reconocimiento de los derechos de las víctimas la razón de ser de este gobierno, que ha declarado 2013 como el año de las víctimas. Desde el Ministerio del Interior estamos trabajando con los afrocolombianos, indígenas, población LGBTI, gitanos, y de más poblaciones para apoyarlos en la construcción de políticas públicas que conduzcan al desarrollo y a la materialización de sus derechos. La reestructuración del Ministerio del Interior, que tramitaremos en los próximos meses, buscará prepararnos para afrontar el posconflicto y ahondar nuestra misión frente a las víctimas, los derechos humanos, la participación ciudadana, la promoción de la resolución pacífica de los conflictos y al consolidación de la democracia. El Gobierno Nacional comparte, Padre de Roux, sus convicciones. Por ello estamos comprometidos con la superación negociada del conflicto armado interno, cuyas cifras nos avergüenzan y nos muestran ante la comunidad internacional como un país de bárbaros. Su labor como director del Cinep, logró dar un fuerte impulso a la investigación, con un enfoque diferencial y territorial, sobre la violencia, los derechos humanos, el trabajo con las comunidades de base, la defensa de las víctimas y la construcción de escenarios para la reconciliación. DEFENDEMOS LAS ONG Esa labor ha sido reconocida por los principales centros académicos del mundo, por las Organizaciones No Gubernamentales, los países amigos de la paz en Colombia, y ha sido clave porque ha permitido visibilizar la complejidad de los problemas que nos agobian y asumir desde el Estado decisiones de política pública a favor de las comunidades y las víctimas. Este gobierno reconoce la labor del Cinep y las demás organizaciones defensoras de derechos humanos; las protege, las respeta, las estimula. Su labor es esencial en una auténtica democracia. El compromiso del Presidente Santos, es trabajar de la mano con las ONG de derechos humanos, dándoles todas las garantías para su labor, para que no sean asesinados, tergiversados o estigmatizados. La Agencia Nacional de Protección no ahorra esfuerzos para cumplir ese objetivo. Este gobierno sabe que detrás de las ONG hay hombres y mujeres de la talla intelectual, humana y espiritual del Padre De Roux, un sacerdote que representa como ninguno el papel que la sociedad espera de la Iglesia católica. EL PAPEL DE LA IGLESIA Una Iglesia que ha jugado un papel fundamental en la búsqueda de la paz en Colombia. Durante décadas ha sido la principal aliada en procura de ese objetivo. A veces con éxito, como en la desmovilización de cinco organizaciones guerrilleras, en la década del noventa, que sacó del conflicto a más de cinco mil guerrilleros del M‐19, EPL, Quintín Lame, Partido Revolucionario de los Trabajadores y Corriente de Renovación Socialista. Y también en procesos fallidos que convirtieron a Colombia en un país escéptico. Después de la experiencia del Caguán el país tuvo que esperar 10 años para volver a hablar de reconciliación y sentar en una mesa a las Farc y al Gobierno Nacional. El Caguán es un fantasma que ronda la imaginación de los enemigos del proceso. Es evidente que durante los últimos 10 años, el país vivió una difícil situación de derechos humanos, como resultado del recrudecimiento del conflicto armado interno. Miles de muertos, desaparecidos, exiliados, millones de desplazados podría haberse ahorrado la nación, si en El Caguán se hubiera firmado la paz. Los errores de ese proceso nunca volverán a repetirse. En La Habana negociamos con nuevos paradigmas. La guerrilla sabe que es ahora o nunca. Y que el tiempo corre en su contra. Lo que siguió al fracaso del Caguán fue la supremacía de la opción militar para derrotar a la guerrilla, en desmedro de quienes creen ciegamente en la solución política del conflicto armado. Y uno de esos creyentes fue el Padre De Roux, la Compañía de Jesús y la Iglesia. Él, como millones de colombianos, no renunció a pronunciar la palabra paz cuando la mayoría hablaba de guerra; de denunciar el desplazamiento forzado de millones de compatriotas, cuando a la fuerza se quería imponer el concepto de migrantes; de promover la defensa de los derechos humanos y de la labor de las ONG cuando se les cerraba espacios y se les tildaban de aliados de la guerrilla y enemigos del estado. Y ahora, cuando el proceso de paz avanza en La Habana, y las partes negocian en medio del conflicto y con discreción, el Padre De Roux, y la Iglesia en su conjunto, le apuestan al éxito de este proceso. Y lo hacen con prudencia y valor. Prudencia para no entorpecer las negociaciones y respetar el acuerdo de confidencialidad. Valor para seguir adelante en la lucha por la vida, la reconciliación y la libertad. Valor para hablar de paz a pesar de los titulares y los escenarios pesimistas. Valor para hablar de paz con fe, constancia y sinceridad en momentos de crisis, cuando los enemigos del proceso disparan desde todos los lados para generar pesimismo, minar las conversaciones y sacar dividendos electorales. Por todo ello, solo no queda darle las gracias Padre De Roux. A usted y lo que significa su causa. Por su doctrina pacifista, por su ejemplo edificante. Por sus oraciones que siempre escucha el pueblo, y se llena de esperanza cuando ve posible que los años de violencia terminen y llegue la anhelada paz. Pero sepa Padre de Roux que es ahora cuando más lo necesita Colombia. Su prédica es urgente. Necesaria. Sobre todo cuando desde La Habana se nos informa que hay razones para el optimismo. Porque su experiencia en el Magdalena Medio será vital para construir el posconflicto, esa etapa en que se silenciarán los fusiles, se desarrollarán los acuerdos y llegará el tiempo de convertir los campos otra vez en fuente de alimento y no en teatros de operaciones. Es en el posconflicto donde Usted, la compañía de Jesús, y La Iglesia en su conjunto, tendrá una labor trascendente. Puedo decir sin equivocarme, que hacer realidad el posconflicto es la enorme tarea que tiene por delante Colombia, y que debemos comenzar a pensar desde ahora, porque el desarrollo de los acuerdos que se logren en La Habana, tendrá que estar soportado en la capacidad creadora de todos los ciudadanos, los centros de pensamientos, ONG, la Iglesia, medios de comunicación, los países amigos y la sociedad civil en su conjunto. Estoy seguro que ni Usted, ni nadie en la Iglesia abdicará en esta lucha por la paz. Contamos con su inteligencia, sabiduría y tesón. Con profundo orgullo hoy exaltamos su labor. Usted es un hombre ejemplar, un referente para las nuevas generaciones; un ser de luz espiritual que nos ilumina a todos y cuyas bendiciones son necesarias para derrotar el monstruo de la violencia y a sus adoradores. Muchas gracias 
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