Una semana después, Quibdó no se recupera del peor vendaval EN DEFINITIVA El alcalde de Quibdó pidió intervención del Gobierno. Familias consideran que las ayudas llegaron tarde y que han sido La imagen muestra el techo desprendido en el colegio integrado Carrasquilla Industrial, uno de los más insignificantes. tradicionales de Quibdó. En total fueron 58 barrios afectados. FOTO SANTIAGO VALENZUELA También siguen afectadas 11DESASTRES NATURALES EMERGENCIAS JUAN MANUEL SANTOS MEDIO AMBIENTE centros educativos. POR SANTIAGO VALENZUELA | PUBLICADO HACE 8 HORAS A lo lejos parecía una casa abandonada. No había puerta, techo ni cocina. En la fachada se leían dos palabras: cojines y muebles. Adentro se alcanzaba a oír una leve conversación. Dos hombres, habitantes del barrio El Porvenir de Quibdó, levantaban una pared con palas, ladrillos y un balde de cemento. A menos de una cuadra se veía otra escena similar; cuatro personas reconstruían el tercer piso de una vivienda. Por las calles destapadas transitaban obreros con carretas y latas de zinc sobre sus espaldas. Ya habían pasado 10 días desde que un vendaval — las familias del barrio dicen que el más fuerte de la historia— se llevó los techos de 5.219 familias. La alcaldía de Quibdó declaró calamidad pública y pidió la intervención del Gobierno Nacional. El Porvenir es solo uno de los 58 barrios que identificó la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd) con serias afectaciones en la infraestructura de las casas, muchas construidas con madera y latas de zinc. Por el vendaval también sufrieron daños 11 colegios, dos centros de desarrollo infantil, tres edificios institucionales y dos entidades de socorro. Siete latas de zinc y dos colchonetas. Esto es lo único que han recibido las familias que se quedaron sin techo. La Ungrd habla de 2.200 millones de pesos invertidos en el municipio para atender a los afectados. No obstante, EL COLOMBIANO recorrió las zonas y el panorama es poco alentador. Una semana después En la casa que parecía abandonada vendían muebles. Tenía dos habitaciones, una cocina y un patio trasero. Levington, un obrero de unos 30 años, levantaba la primera pared: “Esta es la casa de mi primo. El vendaval tumbó hasta la pared y el techo se cayó. Todo se cayó, todo se partió. Tocó botar el colchón, el computador y comprar laminas, cemento y clavos. Siete laminas no son nada”. Las primeras noches, el primo de Levington tuvo que dormir a la intemperie. Después consiguió zinc, hierro, cemento y logró que le fiaran unos ladrillos para reconstruir la casa. En la primera semana han logrado levantar la primera pared e instalar algunas latas en el techo. La nevera y los colchones quedaron inservibles, pero como dice Levington, “de eso nos preocupamos después”. En la misma cuadra queda la casa de Manuel Córdoba, un señor que en las noches trabaja como celador. Vive con ocho personas más. Desde su mecedora señala indignado las dos colchonetas que le entregaron. “El vendaval se llevó el techo y dañó cuatro colchones. Todo se mojó; ropa, comida, nevera, imagínese cómo podríamos vivir así”. El hijo de Manuel tardó tres días reparando el techo (las ayudas llegaron cinco días después). Pidieron láminas fiadas y compraron dos colchones, cada uno a 60 mil pesos. En abril pasado, el techo de la casa de Manuel se desprendió. Recuerda que fue una tormenta común, de las que se presentan casi que a diario en Chocó. “Alertamos a la Cruz Roja porque las casas de al lado también estaban afectadas. El problema es que ese día la lluvia llevó a una avalancha que bajó como 100 metros. De milagro no mató gente. Esa vez no nos dieron ni un bulto de cemento”. El alcalde de Quibdó, Isaías Chalá, publicó un video pidiendo la ayuda del Gobierno: “Todavía no se ha hecho presencia real para la solución de los problemas. Si esto hubiera pasado en Bogotá, Cali o Medellín ya habría aparecido ayuda y helicópteros, pero como somos una comunidad negra, afro, pobre y sufrida pues no hemos sido escuchados”. El Gobierno Nacional reaccionó inmediatamente, señalando que estaba trabajando en Chocó, que se habían realizado Consejos Departamentales de Gestión de Riesgo y que la inversión de 2.200 millones de pesos solucionaría los problemas más inmediatos. El rector del Colegio Integrado Carrasquilla Industrial, Edwar Mena, recuerda cuando hicieron esos anuncios. Fue él quien puso los reflectores de los medios locales en los daños que causó el vendaval. Esta institución educativa, construida en 1941, es una de las más tradicionales del departamento. “De 29 aulas tenemos habilitadas 12. Además se dañaron los laboratorios de ciencia, física, química, biología, informática y música. Estamos preocupados porque el agua está cayendo y hay humedad en los salones del primer piso. Los niños se están quedando sin clase”. En el colegio estudian 1.918 jóvenes. Por estos días, 820 van en la mañana, 725 en la tarde y 323 en jornada nocturna. No muy lejos del plantel, en el colegio Armando Luna Roa, todos los libros se dañaron. La misma historia: el vendaval tumbó el techo y el agua inundó todos los materiales, todos los pupitres. “En la biblioteca se perdieron libros que valdrían hasta 3 millones de pesos. Calculo que con lo de los pupitres serían 16 millones de pesos. El Ministerio de Educación ni se ha aparecido, nada”, cuenta el profesor Ricaurte Mena. Una semana después del vendaval, los niños trataban sin éxito de secar los libros. Las viviendas que parecían abandonadas tratan de ser reconstruidas con los mismos materiales, algunos inestables, con los que fueron edificadas por primera vez. Las láminas de zinc y las colchonetas, en su mayoría, están abandonadas en las esquinas de las casas.