Dándole oportunidad a Dios Por el Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. He aquí una información que creo será muy alentadora para todos, especialmente para aquellos que estén enfermos y achacosos. En su Informe Médico del 25 de septiembre de 1920, el Dr. Joseph Byrne, profesor de neurología en la Universidad de Fordham en Nueva York, declara: “Como un cálculo conservador, puede admitirse que de todos los padecimientos para los cuales se busca alivio, el 90 por ciento, o más, de ellos se deben a limitaciones personales, y tienden a curarse. También se puede admitir que en más del 90 por ciento de los padecimientos humanos el factor psíquico es el dominante.” Creo que si alguno de nosotros deseara predicar un sermón o dictar alguna conferencia sobre el valor de la curación metafísica y sin drogas, no podría hacer nada mejor que tomar este párrafo como texto; y en cuanto a algunas conferencias públicas que he oído en años pasados, por personas que no conocían a fondo el tema de la verdadera psicología, podría decirse que hubiera sido una buena cosa el que hubieran comenzado y terminado su disertación con dicho texto. La primera parte de esta declaración hecha por el aludido profesor dice que por lo menos el 90 por ciento de los padecimientos por los cuales las personas van donde los doctores, y especialistas, así como a clínicas y hospitales para recibir tratamientos, se deben a limitaciones personales que tienden a curarse. En otras palabras, el 90 por ciento de estos padecimientos son aquellos que la naturaleza podría curar a través del proceso natural de curación Divina que reside en nuestros cuerpos, si elimináramos las limitaciones y dejáramos de intervenir en los procesos de la naturaleza. No creo que tengamos una declaración más verdadera con referencia a los padecimientos humanos. En el trabajo de curación hecho por los metafísicos, el mayor problema con que éstos se confrontan generalmente, no es el de aplicar el tratamiento apropiado para la curación o el diagnosticar cuál es el mal, ni tampoco recomendar nada como práctica constructiva, sino arrancar de la mente del paciente las ideas que limitan el proceso de curación, e impiden el trabajo de la propia naturaleza. Lo más difícil en todos estos casos es conseguir que el paciente deje de analizar su condición dándole nombres ficticios, y de pensar que se va a empeorar su salud y podría necesitar la atención de dos o más doctores, y posiblemente una operación, etc. La diagnosis personal Muy a menudo encontramos individuos que sufren de algún simple malestar en la parte superior del cuerpo y la analizan como una condición anormal del corazón. Piensan que están enfermos del corazón siempre que sienten un pequeño calambre o dolor. Por otra parte, existen aquellos que atribuyen dichas sensaciones, dolores o incomodidades peculiares, a los pulmones. Estos parecen creer que los pulmones son lo único que existe en la parte superior del cuerpo y que pueden ser la causa de cualquier sensación. Están seguros de que contraerán la tuberculosis o cualquier otra enfermedad de larga duración, conectada con los pulmones. También existen las mujeres que piensan con toda seguridad que todo dolor que sienten en sus cuerpos, por pequeño que sea, se debe a un principio de cáncer. Como han leído y discutido sobre los casos fatales de cáncer que han llegado a su conocimiento, concentran, entonces, su atención en esa sola idea. Otras piensan que todo pequeño dolor o molestia es una indicación segura de que padecen de piedras en el hígado o apendicitis, o de molestias de cualquier otra índole en el hígado o en los riñones, o de alguna otra cosa. Generalmente estas personas conciben tales ideas comparando sus síntomas vagos con la vaga descripción de los síntomas que ha tenido cualquier otra persona que haya sufrido una enfermedad como la que ellas imaginan. Así también, cuando alguien en una familia fallece a consecuencia de una enfermedad del corazón, seguramente hay un número de familiares que interpretarán cada dolor y malestar que sientan como una indicación de padecimiento del corazón. Cada operación de piedras en el hígado en cualquier familia o comunidad de amigos, a menudo conduce a la sospecha de la existencia de piedras en el hígado en conexión con todo dolor. Estas son las limitaciones que se oponen a la curación mental y a los procesos de la naturaleza, y que interfieren con el trabajo del metafísico. Tales pensamientos de limitación generalmente van acompañados de la administración de drogas en distintas formas y de la aplicación de tratamientos raros. Las citadas personas probarán todos los remedios que cualquier otra persona recomiende. Tomarán baños calientes y sudarán bajo frazadas eléctricas; introducirán normas y reglas tontas en sus dietas y cambiarán sus acostumbrados hábitos de vida, sus hábitos de caminar, de dormir, y sus ejercicios; probarán más mezclas en forma de remedios especiales que los que cualquier persona normal pudiera jamás pensar en administrar a un cuerpo normal. Cuando acuden a recibir los tratamientos, descartan todo cuanto les dice el doctor que no esté de acuerdo con sus puntos de vista. Si el doctor indica que su malestar no proviene del corazón sino meramente de una condición nerviosa de los músculos dentro del pecho, entonces creen, sin lugar a duda, que el doctor es incompetente, y buscan otro, y después otro, hasta que encuentran uno cuyo diagnóstico concuerda con el de ellas. Dichas personas generalmente terminan su búsqueda colocándose en manos de los llamados especialistas. Así, la persona que sospecha que padece del corazón no se sentirá satisfecha hasta que se haya puesto eventualmente en manos de un especialista del corazón; y la que cree que padece de los pulmones no se sentirá satisfecha hasta que haya ido a consultar un especialista de los pulmones. Curación sin drogas Es sólo cuando se cansan de los tratamientos inútiles que no demuestran afectar su condición en ninguna forma o cuando llegan a algún convencimiento mediante argumentos y demostraciones sanas, que tales personas van a un metafísico o a un médico que no prescribe drogas y obtienen alguna información imparcial. Cuando el metafísico o el médico que no usa drogas para curar recibe un paciente de esta clase, su primer problema, y quizás el mayor, es tratar la mente del paciente en vez de su cuerpo. Todas las limitaciones que se ha impuesto el paciente deben ser eliminadas y los obstáculos salvados, purgados, desechados. Es como si el médico penetrara en el desván del cerebro del paciente, con escobas y aspiradoras de polvo, palas y picos, para limpiar las telarañas y polvo de toda clase en cajas y desperdicios, antes de poderse dedicar a poner el desván en orden. Durante todo este tiempo el paciente puede pensar que esta recibiendo muy poco beneficio y probablemente se preguntará por qué no se le administran más obstáculos y desperdicios en forma de píldoras y medicinas, y otras cosas que no se le dan. Si continúa sus tratamientos y es suficientemente racional para dar al médico la oportunidad de terminar con la limpieza, comenzará entonces a recibir algún beneficio mediante el trabajo constructivo que se hizo posible al dar una oportunidad de acción a la naturaleza. Todo médico que cure sin drogas, como todo metafísico, admitirá francamente que no es su sistema, ni su trabajo, ni su método particular el que efectúa la curación, sino que es la Naturaleza obrando a través de las propias leyes de Dios. Francamente dirá a cualquier paciente honrado que su trabajo no consiste en la curación del cuerpo sino de la mente, por medio de la eliminación de las limitaciones. Es absolutamente cierto que en el 90 por ciento de tales casos, Dios y las leyes naturales cuidarían de la curación sin necesidad de médico de clase alguna, si tan sólo el paciente le diera una oportunidad a Dios. Dominio psíquico Nótese que la declaración del Profesor dice que “en más del 90 por ciento de todas las dolencias humanas el factor psíquico es el que domina.” ¿Comprende usted realmente lo que esto significa? Esto quiere decir que en la mayoría de los padecimientos físicos de los seres humanos, la verdadera causa o condición, el verdadero origen del malestar no está en la carne o en la parte material del cuerpo, sino en su parte psíquica. ¡Qué extraordinaria verdad! Este es el hecho más importante, así como el más sorprendente, jamás descubierto en el campo de la investigación terapéutica. Mirando hacia atrás en el arte de la terapia hasta las tribus más primitivas en los tiempos más antiguos, encontramos que siempre ha habido una interna realización por parte de aquellos que se inclinan hacia el misticismo de que algún elemento psíquico forma parte de la mayoría de las enfermedades humanas. Las antiguas formas de ruegos y ceremonias místicas de curación entre los Indios Americanos, que eran formas altamente evolucionadas de las antiguas prácticas místicas, tomaban en consideración que la parte psíquica del hombre tenía una estrecha conexión con la condición física de éste. Durante los últimos cien años o más, hemos avanzado de una condición mística especulativa a la comprensión de la naturaleza psíquica de la enfermedad. Ya no trabajamos más en la obscuridad por medio del uso de conjuros y sonidos vocales, oraciones mágicas y fórmulas, los cuales eran muy poco comprendidos en su verdadera esencia. Ahora trabajamos con leyes psíquicas de elevada naturaleza, bien comprendidas, que son más absolutas en su acción que cualquiera de los procedimientos del sistema de curación por medio de drogas. En otras palabras, no puede existir ninguna enfermedad o padecimiento en el cuerpo físico, a menos que exista primero un padecimiento dentro del cuerpo psíquico de nuestro ser. Los que se oponen a esta idea, que generalmente son profesionales activos en la práctica de la medicina, sostienen que si la parte psíquica del hombre es divina y pura no puede existir en la misma enfermedad alguna y que es solamente en la parte humana, terrestre y carnal del cuerpo donde la enfermedad puede residir. Ese argumento parece lógico a muchas personas; éstas con frecuencia manifiestan que no pueden creer que la enfermedad pueda comenzar en la parte psíquica de nuestro ser. Esta mala interpretación se debe a los hechos que equivocadamente se afirman al comienzo del argumento. Comienza este argumento con la afirmación de que la parte psíquica del hombre es ciento por ciento divina, pura y libre de mancha. La parte psíquica no es el alma. Es la constitución mental, psicológica y neurológica del hombre. Esta asociada con el alma, con la parte divina del hombre, pero no es el alma en sí misma. Por lo tanto, la parte psíquica del hombre puede llegar a obsesionarse con ideas equivocadas y tornarse anormal a causa de condiciones equivocadas. Nuestras emociones afectan nuestra naturaleza psíquica. La ansiedad, el odio, la envidia, los celos, el engaño, la injusticia, la intolerancia y otras emociones destructivas similares, destrozarán la armonía de nuestro ser psíquico esparciendo dentro de él una condición venenosa y tóxica que es tan desastrosa como lo es un veneno de naturaleza material para el cuerpo físico. En la misma forma, nuestra parte emocional puede ayudar a purgar y a purificar la naturaleza psíquica que reside en cada uno de nosotros. Pensamientos de amor, bondad, paz, armonía y emociones similares actuarán como estimulantes, como un perfume sutil para el ser interno, y tornarán la parte psíquica de nuestro cuerpo en placentera, feliz, fuerte y pura en todo sentido. Todo metafísico sabe que al diagnosticar cualquier enfermedad o condición Cósmica en nuestra vida, la causa se encontrará en nuestra naturaleza psíquica y en una condición preliminar del cuerpo humano que parece quebrantarlo o destrozarlo, o mantener la sangre impura. El origen de toda clase de dolores físicos y anormalidades puede hallarse en una condición venenosa de nuestro ser psíquico, y este envenenamiento psíquico puede a la vez relacionarse con alguna emoción silente secreta, o profundamente enraizada, de naturaleza destructiva, tal como la ira, el odio, los celos u otra actitud similar, hacia una persona, o grupo de personas, o hacia condiciones generales. El problema en sencillo El problema, por la tanto, es sencillo para el metafísico y para el médico que no utiliza drogas, pero difícil en verdad para el paciente y para aquellas personas que intentan curar a través de medios puramente materiales. El intentar remover o afectar la causa y las condiciones del padecimiento en el cuerpo humano con una medicación dirigida solamente a efectuar un cambio químico en el cuerpo físico es meramente un intento de producir cambio en la manifestación externa del malestar, sin tocar la causa original. Cualquier tentativa que se haga para cambiar la naturaleza química de la sangre, purificarla y traerla a su nivel normal por medio de medicinas o dieta, o de ejercicios, mientras continúa envenenándose a la parte emocional y psíquica de la naturaleza del cuerpo y ésta a su vez continúa envenenando la sangre, es simplemente una pérdida de esfuerzos, sin que se logre progreso alguno en la curación del padecimiento. Todas las personas, especialmente aquellas que militan en distintos campos de la curación médica, deberían conocer esta declaración del Dr. Joseph Byrne. Pero aún haciendo caso omiso de que sea o no aceptada la declaración de este hombre de ciencia, o que algún médico creyere en la curación metafísica, persiste el hecho de que los metafísicos son capaces de demostrar la verdad de este principio y de efectuar curaciones y cambios en la existencia humana que ningún otro método o sistema puede efectuar. El hombre está extraordinaria y admirablemente creado, pero toda la admiración y todo lo maravilloso de ello no descansan en la pura composición química, ni en las acciones y reacciones químicas del cuerpo físico. Lo más admirable o maravilloso, la mayor magia y milagro que se encuentra en la total existencia del hombre, es la parte psíquica del alma dentro de su ser. Aquí reside en el hombre todo poder y fuerza, todo vigor y control de sí mismo. Es esta parte del hombre la que piensa y actúa, la que gobierna y dirige en su ser. Los Rosacruces, y generalmente los místicos y los metafísicos, dedican su mayor atención a esta grandiosa parte del hombre, mientras otros sistemas de ayuda para el hombre concentran sus esfuerzos exclusivamente en la parte menos importante, la material, negativa, cambiante y mortal, que es de un nivel más baja y no tiene poder suyo propio, ni procesos, ni métodos dentro de sus propias habilidades para re-crear, re-construir, reedificar y para curar el verdadero cuerpo del hombre.