UN TEOLOGO PARA EL HOMBRE DE HOY KARL RAHNER

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Charles Muller
Prof. de Teología en la Fac. de Teología U.C.
UN TEOLOGO PARA EL HOMBRE DE HOY
KARL RAHNER
nhombre de talla mediana, la cabeza bien plantada sobre los
hombros, una frente inmensa ornada por una cabellera encanecida, una mirada penetrante
que se posa sobre su interlocutor con una intensidad llena de dulzura; un escritor de una fecundidad prodigiosa (¡hace cinco años, el total de sus libros y
artículos pasaba ya el millar!);
un conferencista
y un predicador pedido y apreciado no sólo en toda Europa, sino también
en EE. UU. y en Canadá; un teólogo que, por la profundidad
de su pensamiento y la amplitud de su horizonte, es probablemente
el más completo y grande
de nuestra época; un sacerdote para quien todo lo que dice, escribe o hace
no tiende a otra cosa (como él mismo me lo ha confiado) sino a anunciar a
los hombres de hoy día, en un lenguaje que comprendan,
que Dios se ha acero
cado a ellos en Jesucristo ... así es Karl Rahner.
SU VIDA
Nació en 1904 en Friburgo de Brisgovia, Alemania, cerca de Francia y
Suiza. Después de sólidos estudios secundarios,
ingresó en 1922 al noviciado
de los Jesuitas, cerca de Munich, donde dos años más tarde pronunció sus
primeros votos. Luego vino un período de 12 años, a lo largo de los cuales
su pensamiento se enriqueció y estableció sobre bases que él no negaría jamás.
Leyó abundantemente
la Escritura, los Padres de la Iglesia, autores espirituales, santo Tomás de Aquino, los filósofos modernos, en particular
Kant, y siguió durante un año, en Friburgo, los cursos del célebre filósofo de la existencia, Martín Heidegger.
Ordenado sacerdote en 1932, comienza en 1937 su labor de profesor de
teología en Innsbrück (Austria) con dos libros -de
filosofía y filosofía de la
religión (1 )-,
en los cuales, completando
e interpretando
de un modo mo-
( 1) Geist in Welt y Horer des Wortes.
Palabra (Herder,
Barcelona).
Trad. en castellano:
Espíritu
en el mundo,
y Oyente
de la
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297
derno a santo Tomás de Aquino, demuestra que el espíritu humano está a la
vez e indisolublemente
vuelto hacia el mundo y hacia Dios, que Dios le está,
a la vez, presente y escondido, y que si Dios consiente en levantar este velo
que le esconde, esta Revelación no puede suceder de otra manera que por la
palabra y en la historia; es decir que la sola Revelación auténtica es la cristiana, por ser la única que posee este doble carácter.
La guerra interrumpe
su docencia y lo obliga a volverse hacia la realidad
concreta (2). Por una parte, la de la Iglesia, donde percibe dolorosamente
el
divorcio que existe entre la riqueza inconmensurable
del cristianismo
y el estado esclerotizado
de la teología, de la predicación,
de la liturgia, de la espiritualidad. Por otra parte, los horrores crecientes de la guerra y del régimen
nazi refuerzan aún más en su espíritu el sentimiento
del carácter trágico de
la condición humana. Durante un año, cumple un ministerio pastoral directo
en una pequeña aldea de Baviera llena de refugiados. Nunca será un teólogo
de escritorio, sino que buscará el contacto directo con los hombres.
A partir de 1948, su vida se desarrolla en una intensa actividad: docencia
en las Universidades
de Innsbrück
(1948-1963),
de Munich (1963-1966),
de
Münster; numerosos viajes en Alemania y al extranjero;
encuentros
con los
protestantes,
los hombres de ciencia, la élite intelectual, los marxistas (3). En
aquel período aparecen las grandes obras: los Schriften zur Theologie (4),
Sendung und Gnade (5), y numerosos otros libros de menos alcance. Además,
dirige grandes obras colectivas, aportando
allí su contribución
personal:
las
Quaestiones Disputatae (6) (ya han aparecido más de 30 volúmenes),
el Lexi·
kon für Theologie und Kirche (enciclopedia
religiosa de 12 gruesos volúmenes), un "Manual" de Teología pastoral en 5 tomos; también es el inspirador
de una obra sistemática
de teología dogmática, Mysterium salutis, cuyo plan
constituye una verdadera revolución en la manera de presentar el misterio cristiano. Toma parte activa en el Concilio, como experto de la Comisión teológica, y muchos obispos y Conferencias episcopales lo consultan. Respondiendo
a un deseo de un editor holandés laico, Paul Brand, con el Padre Schillebeeckx
echa las bases de una revista internacional
de Teología, Concilium, que actualmente aparece en 8 idiomas (incluyendo el japonés).
(2)
El gobierno nnzista le prohibió a K. Rahner la estancia en el Tirol y tuvo que refugiarse en
Viena.
(3) En 1965 y 1966, en Salzburgo (Austria) y Herrenschiemsee
(Baviera), K. Rahner pnrticipó activamente en los encuentros anuales entre pensadores cristianos y marxistas organizados por la
Paulusgesellschaft
(Asociación San Pablo), un grupo de intelectuales y científicos alemanes a
quien." as:sorabo en el plano teológico. Simpatizó mucho con R. Garaudy, el cual, por su lado,
expresó su acuerdo con la problemática
del "futuro absoluto" elegida por K. Rahner para pre·
sentar el cristianismo de una manera que sus auditores marxistas pudieran entender. El texto de
esta charla se encuentra en el libro Est.il possible aujourd'hui
de croire?, Mame, París, cnp. 4.
(4) De los 8 volúmenes ya publicndos en alemán se han traducido hasta ahora en castellano los
cinco primeros, con el título de Escritos de Teología (Tnurus, Madrid). En adelante los indio
caremos con Ins iniciales ET.
(5) La troducción francesa de esta obra, Mission et Grace (Mame, Parfs), ha conseguido un éxito
inmenso (hasta ahora más de 40.000 ejemplares).
Recién ha salido en cnstellano el primer
volumen, Misión y Gracia, según la versión francesa. Indicaremos este libro con las iniciales
MG, usando la paginación de la edición francesa (y entre paréntesis,
la de la castellana para
el primer tomo).
(6) Ver, sohre todo, de Rahner mismo: La Iglesia y los Sacramentos;
Lo din6mico en 13 Iglesia;
Sentido teológico de la Muerte (Herder, Barcelona j.
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EL PENSADOR Y EL HOMBRE
Karl Rahner es un pensador profundamente
personal. Se ha dicho de él:
"Comienza allí donde los otros dejan la pluma". Sin embargo, como los ver·
daderos innovadores, él se deja enseñar por el pensamiento
de otros tiempos
y por la historia. La Escritura es la norma suprema y el alimento constante
de su pensamiento,
aunque no la cite expresamente.
Los Padres de la Iglesia
le han dado, entre otras cosas, el sentido de la tradición, del progreso en la
continuidad.
En la escuela de santo Tomás de Aquino, aprendió el sentido del
ser, la unidad del hombre, los lazos sensibles del conocimiento
humano, el
valor en sí de las cosas creadas.
La filosofía moderna, por su parte, le dio el sentido de la subjetividad,
de la conciencia, de la persona: cree en lo absoluto de la verdad, pero también
no le falta la consideración
del espíritu que la recibe y del desarrollo de ella
en la historia. Muchas veces utiliza el método kantiano del análisis trascendental, que consiste en buscar las condiciones de posibilidad de un conocimiento,
de una situación (7). De Husserl y Max Scheler tiene el gusto del análisis fenomenológico.
En fin, Heidegger lo liberó definitivamente
del conceptualismo,
y puso en el centro de su horizonte al hombre, con su totalidad viva y concreta, con el misterio de su existencia trágica y arnenazada por la muerte que
lo hace un ser "nostálgico".
Karl Rahner es un gran especulativo, que ha tratado de aportar una respuesta a los grandes problemas del pensamiento
humano y religioso de todos
los tiempos. Ciertos capítulos de los Escritos teológicos son unos frescos gran·
diosas del conjunto del cosmos y de la historia humana (8). Sin embargo,
permanece siempre cerca de los hombres. La mayor parte de sus escritos tienen su origen en situaciones concretas, ocasionales. Y siempre tienen un enfoque en la vida. Antes de ser un teólogo, es un hombre y un sacerdote; ele ahí
el calor humano y el soplo carismático
que brotan de sus obras (9).
Sin embargo, la lectura de ellas exige mucha atención. Su pensamiento
es denso, lleno de matices, sus frases largas (no raras veces en alemán tienen
20 o más líneas), su lógica muy rigurosa, pero sutil. Además, lamentablemente, las traducciones
de sus obras son a menudo mediocres o repugnantes
por
su literalismo. Pero quien tiene el ánimo de concentrarse
para penetrar en el
sentido mismo de lo expresado, más allá de la expresión difícil, gusta un atto
mento extraordinariamente
fuerte, excitante y siempre nuevo.
(7)
(8)
(9)
Ver, p. ej. Oyente de la Palabra, y en el Año litúrgico (Herder, Barcelona lo los capítulos dedicados a la Pascua, al Corazón de Jesús, etc.
P. ej. ET 5, 181-201.
Un conocido protestante alemán, el Dr. Asmussen, escribe: "Cuando hace teología, Karl Rahner
está en la huella de Jesús, quien se puso por entero en lo que enseñaba. Enseñar es otra cosa
que decir cosas exactas; es darse a sí mismo a Dios y a los que se enseña. Toda la obra tea·
lógica de Karl Rahner es un sacrificio que él ofrece a Dios por sus hermanos, y allí incluidos,
sus
hermanos
protestantes".
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EL HOMBRE, UN SER ORIENTADO HACIA DIOS
El punto de partida de la teología de Karl Rahner es resueltamente
antropocéntrico. Así, se pone en el mismo terreno del pensamiento
moderno, centrado en el hombre, y quiere destruir la famosa antinomia de todos los filósofos modernos desde Hegel hasta Marx y Nietzsche: "Es preciso que Dios
muera para que el hombre viva". Además, el conjunto de su obra demuestra
que no hay ningún problema de teología, por abstracto que sea, que no tenga
algo que ver con el hombre.
¿Qué es el hombre? Un enigma, un punto de interrogación.
Eso lo habían
dicho ya tantos filósofos y moralistas,
aun no cristianos.
El mérito de Karl
Rahner es el de hacer un análisis metafísico de esta situación. A lo largo de
sus dos obras maestras de juventud, muestra la presencia íntima y escondida
de Dios en toda la actividad espiritual del hombre. No hay ningún acto de pensamiento, voluntad, amor, admiración ... que no lleve consigo, como condición de su propia posibilidad, un horizonte infinito de pensamiento,
amor, felicidad, hermosura, etc.; y tal horizonte lo llamamos Dios. Dios no es un ser
al lado o por encima de los demás seres, sino el fundamento
mismo del ser,
de tal manera que es imposible representarlo
o definirlo. Usando comparaciones familiares, aunque imperfectas, debemos decir que Dios, respecto a lo que
existe, no es análogo a un color distinto de otros colores, por su resplandor
más brillante, sino la luz, sin la cual no hay colores; que Dios no es análogo
a la palabra principal de una frase, sino al sentido general de la frase, que
explica el empleo de cada palabra y el lugar de cada una en la frase. Es decir,
que, respecto a lo que existe, Dios es esencialmente
el "Otro", el Misterio.
DIOS SE COMUNICA AL HOMBRE EN JESUCRISTO Y
EN EL ESPIRITU SANTO
Este Misterio envuelve toda nuestra existencia, y nos atrae secreta e inexorablemente.
El hombre no es dueño de su propio dinamismo
espiritual,
sino
cautivo de aquel "Otro". Pero, lejos de imponerse a él como un extranjero o
un tirano, este "Otro" quiere comunicarse
al hombre como una plenitud de
verdad, fel icidad, amor ... , supuesto que el hombre lo quiera acoger. El pecado no es otra cosa sino el rechazo consciente de este ofrecimiento
divino
que cada hombre experimenta,
más o menos confusamente,
al enfrentarse
al
dilema fundamental
si quiere él hacerse su destino por sí mismo, solo, o dejarse guiar por este "Otro".
El hombre (y el mundo, cuna del hombre) no existe sino para compartir
la vida misma de Dios; la Historia es el lugar donde este ofrecimiento
de Dios
se va precisando, y donde el hombre le puede dar poco a poco una respuesta
libre. Encontramos ya en el paganismo antiguo (en sus ritos religiosos, y sobre
todo en sus figuras más elevadas, Sócrates, Platón, Antígona, Séneca ... ) esta
búsqueda del Absoluto, y un presentimiento
de una respuesta también absoluta. En el Antiguo Testamento,
este Absoluto toma un rostro personal, y, a
través de los profetas, inicia un diálogo auténtico con el pueblo elegido. Pero
este encuentro de Dios y del hombre llega a su punto culminante,
definitivo
e insuperable en Jesucristo.
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Jesús es a la vez "el Hombre, esta pregunta viviente que apunta hacia el
cielo, y Dios, la respuesta misma a tal punto de interrogación;
el "sí" de Dios
al hombre y el "sí" del hombre a Dios". En Jesús, se ha concluido para siempre la Alianza entre Dios y los hombres. A partir de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, es imposible pensar a Dios de otra manera que con
nuestra humanidad; y al hombre, de otra manera que bajo la ley de este Amor
vencedor de lo que se opone a él, el pecado (y las manifestaciones
del pecado:
el sufrimiento
y la muerte).
Hay que notar el carácter "ascendente"
de esta presentación
de la Encarnación, que corresponde
mejor al pensamiento
moderno centrado en el hombre, pero sin sacrificar en nada el rigor del dogma. Por el contrario,
Karl
Rahner subraya con vigor todo el alcance metafísico y existencial de la famosa
formulación del concilio de Calcedonia: Jesucristo es verdadero Dios, pero también verdadero
hombre, lo cual lleva consigo un progreso en su conciencia
humana, en su conocimiento,
vacilaciones,
miedos, aislamiento
moral y espiritual, hasta el sentimiento mismo de estar abandonado
por su Padre. Subraya
también, con fórmulas tajantes, todo lo que distingue la Encarnación
de las
fábulas mitológicas del paganismo a las cuales algunos la quieren asimilar:
"Dios se ha hecho creatura",
"Dios sale de sí", "Dios se da a sí mismo a
nuestra nada, nuestro tiempo, nuestra muerte. .. para hacerlos su propio destino (10). Pero, precisamente
por eso, la condición humana se ha transformado. En la óptica de la Encarnación, el hombre es "lo que Dios (permaneciendo Dios) se vuelve cuando se expresa fuera de sí mismo" (11). La historia humana va caminando, a pesar de las numerosas vicisitudes, tremendas y
sangrientas,
hacia un éxito feliz. Aun la muerte, este enigma supremo, es de
ahora en adelante una participación
en la muerte de Cristo, esta realidad dolorosa, pero que tomó un sentido positivo por haber sido ella un acto de obediencia y de amor aceptado como tal por el Padre y transformado
en fuente
de vida eterna (12).
Huy también que notar las dos maneras en que Dios se comunka al hom·
bre (13). En primer lugar, la interior y personal: Dios no es sólo el resorte
del dinamismo humano como lo vemos realizándose en el progreso técnico, cultural y social de hoy, sino también de sus afunes generosos, de su docilidad a
seguir la ley profunda de su existencia, de su esperanza y de su amor; y todo
eso, cuando alcanza un cierto grado de intensidad y continuidad,
lo llamamos
la gracia, el Espíritu Santo. Pero la comunicación
de Dios al hombre es también
exterior e histórica, en Jesucristo, aquel Hombre a quien Dios se ha comunicado de una manera estrictamente
personal. Vemos así, a través de su manera
de actuar respecto a nosotros, lo que es Dios en sí mismo. Dios no es una
realidad homogénea y solitaria, sino un intercambio de vida y de amor. Expresa su riqueza infinita en su Verbo (Hijo) y la comunica en el Espíritu Santo.
Así el misterio de la Trinidad no es un saber intelectual que Dios nos haya
enseñado como un profesor a sus alumnos, sino la forma misma en que Dios
actúa en la historia humana y en nuestra historia personal. Por eso, según
Rahner, todo el cristianismo
se reduce a tres misterios "absolutos"
e irreduc(10)
(11)
( 12)
(13)
MG 3, 149-150.
Diccionario teológico, (K. Rahner, H. VorgrimlerJ,
Sentido teológico de la muerte, pp. 63-75.
ef. p. ej. ET 4, 105-136.
Herder,
Art. Antropologfa.
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tibies el uno a los otros: Trinidad, Encarnación, Gracia (la "Gloria" no es sino
el acabamiento total y definitivo de la Gracia).
Hay que notar, por fin, la dimensión histórica en la cual el pensamiento
de Rahner se va desarrollando.
El considera el designio de Dios y la realidad
de la Encarnación en el marco de la visión evolutiva del mundo, profesada por
casi todos los científicos de hoy día. Su esquema coincide materialmente
con
aquél de Teilhard de Chardin, a quien a veces alude, pero sin depender de él:
la materia evoluciona hacia la vida, la vida hacia el espíritu (el hombre),
el
hombre hacia Dios y hacia la doble comunicación
que Dios le hace de sí mismo, en el Verbo (Encarnación)
y en el Espíritu Santo (la gracia). Pero, aun
subrayando así la unidad de la historia natural, humana y religiosa, Karl Rahner muestra, con mucha mayor claridad que Teilhard, que esta unidad no es
homogénea, que no hay "salto" autónomo de un nivel a otro, que los caminos
del conocimiento
humano (ciencia, fe, visión de Dios) son esencialmente
distintos y, sobre todo, que toda la evolución está impulsada y dirigida por su
término, el designio de Dios.
La primera "idea" de Dios, Amor supremo, es de comunicarse
(i libremente!) a seres distintos de sí mismos, es decir, a seres a la vez espirituales
y
materiales (los hombres).
De ahí la "idea" de un mundo material, condición
necesaria a la vida, al conocimiento,
a la libertad y al amor. Más aún, Karl
Rahner muestra que la decisión libre de Dios de comunicarse
al hombre s610
se podía realizar por la Encarnación del Verbo: y así la unión hipostática,
lejos de ser un puro don aislado concedido a una naturaleza
humana (la de
Jesucristo),
es la forma suprema (y única), consciente y visible del don irrevocable de Dios a la humanidad
(14), don al que estamos destinados
todos.
Pero Jesús es la promesa de este don.
Este esquema parece ir contra la presentación
usual y popular de la obra
de Dios (creación del mundo-aparición
del hombre y elevaci6n de él al orden
sobrenatural-pecado-Encarnación-Redención-Gracia
y Gloria). Pero, por presentar la Encarnación
no como un retoque accidental de la obra de Dios, sino
como la forma esencial de esta obra, el esquema de Rahner respeta mejor la
trascendencia de Dios y la unidad de su designio, sin negar, por supuesto, que,
por razón del pecado, la Encarnación ha tomado de hecho un aspecto trágico
y doloroso (15).
En todo eso, Karl Rahner mantiene nítidamente
una distinción radical en·
tre naturaleza y gracia. "Dios no creó a su siervo sino para hacer de él su
hijo. Pero no pudo crear al hijo de su querer gratuito (es decir, distinto de
su Hijo unigénito),
sino creando un sujeto que no tenía derecho a tal filiación divina". Sin embargo, concretamente,
el puro orden natural no existe;
todo lleva consigo "una profundidad
interna misteriosa",
una abertura y un
llamado a la gracia, un reflejo de la gracia de Cristo (lo que Rahner llama
un "existencial sobrenatural"
(16).
( 14) ET 5. 181-201. Santo Tomás ya deda que, atendiendo al hecho de la Encarnación, no resulta
increíble que Dios se comunique directamente
al hombre en la visión eterna.
(15) A propósito de esto, hay que señalar un escrito reciente de K. Rahner (Concllium, 26, pp.
400-414),
en el cual trata de mostrar que el poligenismo no es incompatible con la doctrina
tradicional del pecado original.
(16) Cf. MG 1, 79-80 (104-105);
100-106 (123-129);
187-192 (196-201).
Rahner utiliza aquf la
analogía de la relación cuerpo-alma. La materia es realmente distinta del espíritu; sin embargo
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MULLER
IGLESIA, PUEBLO DE DIOS, JERARQUIA
El acontecimiento
de la Salvación debe manifestarse
a todos los hombres
a través de la historia por un signo sensible y permanente.
Este signo es la
Iglesia. La Iglesia es el sacramento
fundamental
de la Salvación (los "siete sao
cramentos"
no son sino las maneras concretas, correspondientes
a las grandes
situaciones
humanas, en las que la Iglesia ejerce su rol); una comunidad de
hombres que por su culto, su fe, sus obras, y, sobre todo, por el testimonio
de su vida, afirman que la victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte
no es una ideología, sino una realidad inscrita para siempre en la contextura
del mundo, de la condición humana y de la historia, de tal manera que el
efecto propio del bautismo, para quienes lo reciben, es de constituirlos
testi·
gos oficiales de Jesucristo frente al mundo (17).
Mucho antes de la Constitución
dogmática Lumen Gentium, Karl Rahner
ha puesto de relieve la prioridad lógica del pueblo de Dios respecto a la Jerarquía, y ha señalado el rol de servicio de esta última. No hay sacramento en el
que los fieles no tengan un rol activo (por lo menos las disposiciones
interiores que deben aportar, y que frecuentemente
no lo deben a la acción directa
de la Jerarquía).
Denuncia el clericalismo como una "herejía subterránea"
que
desde más de quince siglos ha emponzoñado
la vida de la Iglesia (18). En 1951,
escribe un artículo largo y vigoroso sobm la libertad de palabra en la Iglesia,
seguido alglJnos años más tarde por otro sobre los carismas:
los presentñ como una auténtica estructura
de la Iglesia, un canal a través del cual el Espíritu Santo la dirige; el papel de la Jerarquía será sin duda el de experimentar
estos dones y regular su ejercicio, pero no de atrofiarlos
(19). Finalmente, en
el alma humana necesita, para existir concretamente,
algo (la materia) que ella misma no es;
y, por otro lado, no hay actos humanos físicos que no sean penetrados de alguna manera por
el espíritu.
R~hner aplica este principio fundamental
de Santo Tomás al problema de la relación entre filosofia y teologra. No es posible la Revelación sin un sujeto consciente, autónomo y libre, y
no es posible una Revelación libre sin un suieto que de por sr no la exige; por consiguiente, la
teología supone una filosofía del hombre (y todas las otras partes de la filosofía tienen un
enfoque humano).
Por otro lado, por ser la Revelación un hecho, y un hecho que concierne a todos los hrmllores (aunque todos no la conocen de una manera explícita, temática, el sentido q"e ellos
tienen de su propia condición no puede consistir "n puros elementos nat"rales:
le volunted
de Dios de comunicarse
al hombre, penetra la misma especulación
humana, y confiere a los
problemas humanos fundamentales
un sentido de la existencia, del destino, de la búsqueda de
le '/8rdad, del sufrimiento, de la conciencia moral y del pecado, de la muerte, etc.), una profundidad misteriosa,
un horizonte infinito: por consiguiente,
no hay filosofía que sea pura
filosofía, aunque la filosofía, por su fuente y método, sea autónoma.
Por eso no debemos llamar "cristiana"
la filosofía "bautizada",
es decir, una filosofía
más o menos dependiente
de la teologra, pero sí la que se presenta como "bautizilhle",
es
decir, la que, aun especulando de una manera autónoma (y aún sin conocer la teología), confiesa su impotencia para explicar totalmente la existencia humana y conserva así una abertu·
ra hacia una Revelación eventual de Dios en la Historia. En este sentido, no faltan filosoHiis
modernas V contemporáneas
que son una verdadera preparación
al Evangelio, una est'lecie de
"adviento", y por lo tanto, son más "cristianas"
que ciertos manuales de filosofía escolástica.
Cf. Oyente de la Palabra, pp. 38-41; Schriften 6, 91-104.
(17) MG 3, cap. 1.
( 18) Ibíd., pp. 13-15.
( 19) Cf. Lo clinámico en la Iglesia, pp. 46-92.
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cada uno, por la gracia de su Espíritu; y, como no hay sino una gracia, la de
Cristo, todo hombre, lo sepa o no, está en camino hacia El. Todo hombre tiene,
en lo más profundo de sí mismo, algo de cristiano o de precristiano.
Toda vez
que un hombre presenta, en un grado elevado y de una manera permanente,
un conjunto de disposiciones espirituales
(rectitud
moral, sentido de la justicia, fidelidad, amor ... ), se puede hablar de un "cristiano
anónimo",
en el
sentido de que ellos ignoran aquello "más grande que ellos mismos" que los
lleva a superarse constantemente.
El testimonio de la Iglesia y el apostolado
consisten precisamente
en revelarles su profunda identidad, en hacerles descubrir claramente, en el mensaje del Evangelio y la vida de la Iglesia, lo que ellos
no experimentan
sino confusamente
(24).
Viviendo el hombre en sociedad, es normal que estas disposiciones
fundamentales hayan tomado, en el curso de milenios de historia humana, formas
religiosas comunitarias
(creencias,
ritos, organización),
a las cuales se han
agregado a veces desviaciones
incluso: éstas son las religiones no cristianas,
que son, en sus elementos positivos, legítimas y también queridas por Dios,
como etapas hacia la plenitud de la Revelación (25).
La abertura de espíritu y el lenguaje teológico de Karl Rahner lo han hecho ya, desde mucho tiempo, simpático ante los cristianos
no católicos: por
ejemplo, cuando señala el carácter relativo y abierto de las formulaciones
dogmáticas, denuncia con vigor una cierta concepción mágica de los sacramentos
y llama la atención sin cesar sobre el deber común de todos los cristianos de
anunciar a Jesucristo a los que no lo conocen, pues el espíritu ecuménico crece
proporcionalmente
al espíritu misionero.
LA PROBLEMATICA PASTORAL DE HOY
El manual de Teología pastoral que Ruhner está publicundo en Alemania representa algo muy nuevo. En vez de ser, como otros libros semejantes, un conjunto de consejos destinados al clero, y sobre todo a los párrocos, se presenta
como una reflexión teológica sobre todos los aspectos de la vida de la Iglesia
respecto al mundo actual, lo que también necesita un análisis teológico de él.
Por ejemplo, ¿qué significan, en el plan de Dios y en la historia de la Salvación, los rasgos de la civilización actual (técnica planetaria,
urbana, socializada, pluralista ... ), el número de los cristianos auténticos que va disminuyendo, el ateísmo a escala mundial, la secularización,
la pérdida de los medios de
influencia tradicionales
de la Iglesia? Sólo sobre la base de análisis de este
tipo se podrá elaborar una verdadera estrategia pastoral, y no una pura táctica.
Karl Rahner subraya constantemente
y con vigor el origen fundamentalmente cristiano de la civilización técnica. La idea de que el mundo puede ser
investigado y dominado por el hombre deriva directamente
de los dogmas de
la Creación, Encarnación y transfiguración
final del cosmos. Pero este dominio
creciente del hombre sobre la naturaleza
lleva consigo un vuelco radical dE'l
esquema corriente
(que representaba
a Dios como dueño supremo, luego la
naturaleza como espejo e instrumento
de él y, por fin, el hombre como un
(24)
(25)
MG 1,156 (171-172);
El 5, 135-157.
223·224
(228-230);
MG 2, 228-230;
MG 3, 28-31 Y cap. 2.
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ser menor y débil, a la vez protegido y muy limitado por el poder de la naturaleza). Por consiguiente,
lleva a una disminución
considerable
del sentido
religioso: pero este vuelco puede también preparar
un camino hacia el Dios
vivo y verdadero, pues Dios no es primeramente
el Creador, sillo Aquel que
se comunica directamente
al hombre en Jesucristo
(26).
La Iglesia no tiene el mismo carácter masivo como antes. No tiene, como
en los tiempos de cristiandad,
una influencia directa e institucional
en la vida
de los hombres. Vive ahora en una situación de "diáspora"
(dispersión).
Eso
representa, según Rahner, una aplicación histórica de la "contradicción"
que
marca congénitamente
a la Iglesia. En otros tiempos, esta contradicción
vení"a
de afuera (las persecuciones
bárbaras).
Pero, después de la época de los grandes descubrimientos
y del impulso misionero de los siglos XV-XVI, la Iglesia
se ha vuelto universal, y, por consiguiente,
la contradicción
se debe también
generalizar (27). La situación de cristiandad,
cuya grandeza y cuyo papel en
la historia de la Salvación son innegables, era un hecho histórico y cultural
condicionado por factores de orden humano, pero no un hecho teológico, no
algo esencial al cristianismo.
De todas maneras resulta de la situación de hoy
(aunque nació en gran parte de la responsabilidad
culpable de los hombres)
que comprendemos
mejor la trascendencia
de la Iglesia (más o menos confundida en otros tiempos con los reinos terrenales)
y la libertad de la fe (28).
Lo mismo que los hombres, las realidades del mundo han tomado poco
a poco su autonomía
frente a la Iglesia institucional:
proceso perfectamente
legítimo -conforme
al designio de Dios que quiere que las cosas "sean" (Sab.
1, 14)y específicamente
cristiano, porque, a diferencia de otras religiones,
el cristianismo
distingue cuidadosamente
las cosas de la tierra y las del cielo,
el dominio del César y el de Dios, los problemas del mundo y el problema del
mundo (29). Pero la distinción no es separación:
por haber sido siempre el
mundo, en el pensamiento
de Dios, como el material de su designio de amor,
la envoltura sensible de la gracia (como lo será también de la gloria), no hay
alguna realidad humana (amor, ciencia, trabajo, cultura, técnica, arte, vida social y política ... ) que no tenga necesidad, para ser auténticamente
humana y
llegar a su equilibrio y plenitud, de recibir una impronta cristiana, guardando
sin embargo su plena autonomía:
"al que no alcanza su salvación sobrenatural
le falta también la realización de su naturaleza"
(30).
ALGUNAS LINEAS PASTORALES FUNDAMENTALES
Prácticamente
despojada de apoyos humanos exteriores, la Iglesia no debe
contar más que con Dios, en una actitud de fe, esperanza y caridad. Dada la
complejidad
de los problemas
teológicos y exegéticos, necesita hoy de una
"apologética"
global y existencial. El que se coloca lealmente ante su existencia no puede escapar al dilema: o aceptar el misterio infinito de Dios que se
ofrece al hombre, o sumergirse en la desesperación
delante el misterio absur-
(26)
(27)
(28)
(29)
(30)
Esl-i1 pO$sible dlljourd'hui de croire?, Mame, París, cap.
"En el mismo tiempo en que la Iglesia se volvió Iglesia
a vivir en todo lug'lr en medio de los paganos", MG 1,
MG 1, 21-39 (54-71).
MG 3, 226-235 Y Est·jJ possible aujourd'hui
de croire?,
MG 1, 78 (102).
2.
de todos
31 (63).
p. 168.
los paganos,
ha :omenzado
CHARLES
306
MULLER
do del hombre (31). El cristianismo
es la sola respuesta a la cuestión abso·
luta del hombre, de su destino, sobre todo de su muerte; no es una ideología
entre tantas otras que se ofrecen al hombre, sino una experiencia
religiosa
personal e histórica que, a diferencia de las ideologías, no excluye nada, acogz
con mucha facilidad todos los valores humanos auténticos
(32). Las dificulta·
des de la fe son normales: el cristianismo
es lo contrario
de lo "evidente",
de lo "natural";
es "locura" a los ojos de la sabiduría humana (33). Pero un
trabajo enorme se impone hoya
los teólogos, a los sacerdotes,
y al mismo
Magisterio de la Iglesia, para anunciar la fe en un lenguaje inteligible a los
hombres de hoy. Con este propósito, Karl Rahner lleva una campaña vigorosa
y perseverante
para una reforma substancial de los estudios eclesiásticos
(34).
Ante todo, es necesario presentar el mensaje cristiano bajo el signo de la uni·
dad y simplicidad, alrededor de los tres misterios absolutos de los que antes
hablamos más arriba, y siempre a partir del hombre.
Toda la teología de Karl Rahner llama a la esperanza. No se trata de un
optimismo
natural, sino de la esperanza
teologal, la "esperanza
contra toda
esperanza" de Abraham, que tiene su fuente profunda en el misterio de Jesús
muerto y resucitado. Dios "es más grande que nuestro corazón, que nuestras
palabras, más grande aún que nuestra fe y nuestra Iglesia". Esta no es más
que el sacramento
de la Salvación, no la Salvación misma, que es obra de
Dios. "Dios nos ha revelado lo que tenemos que hacer: anunciar y r'2alizar pi
mensaje cristiano con todas las fuerzas de nuestro espíritu y corazón. Pero El
no nos ha revelado lo que El mismo hace en lo secreto de los corazones, a
la puerta de los cuales nosotros golpeamos aparentemente
sin resultado"
(35).
Además, "el cristianismo
no hace más que comenzar a correr su verdadera
suerte". Entramos, en efecto, en la era del hombre; ahora bien, el cristianismo es la religión del "Hijo del Hombre".
Entramos en una era planetaria;
ahora bien, el cristianismo
es la única religión que tiene un alcance universal.
Entramos (o vamos a entrar) en una sociedad de consumo; en ella el hombre
se saciará pronto con comidas terrenales y con sus propias fabricaciones,
y
se encontrará más que nunca frente a sí mismo y a su problema fundamental".
Además, su propio dominio sobre la naturaleza le quita la protección de ella,
y lo entrega a su propia crueldad, más grande que la de la naturaleza. De ahí
que el hombre sienta confusamente
la necesidad de una fuerza que sea más
poderosa que él mismo, y, por otro lado, brote de lo más profundo de sí mismo; ahora bien, sólo el cristianismo
le procura tal cosa, la gracia de Dios, por
(31)
(32)
ET 5, 16-17.
Concilium, 6: ¿Es el crislianbmo
(33)
(34)
MG 1, 213 (218-219).
MG 2, cap. S, Esl·i1 possible aujourd'hui
de croirc?, cap. 5. Cf. también, más recientemente,
la controversia
RiJhner-Lohfink en 5limmen der Zeit (enero-febrera-marzo,
1968). A propósito
de la necesidad de renovar la teología, K. Rahner escribe (ET 1, 12; MG 2, 113): "Los doo
últimos siglos representan
en la historia del espíritu una evolución más amplia y profundJ
que la del período que va de San Agustín a Santo Tomás; lamentablemente,
no hay tanta diferencia entre la teología dogmática actual y la teología del siglo XVIII, como entre la Suma
Teológica de Santo Tomás y los escritos de San Agustín ...
Es de~ir, que a pesar de toda su
erudición, los teólogos modernos no han hecho por su época lo que sus antepasados hiciera"
por la suya".
(35)
MG 2, 70-75.
una ideología?
y ET S, 18.
UN TEOLOGO PARA EL HOMBRE DE HOY
307
ser ella a la vez trascendente
e inmanente, y la única fuerza que lo puede defender contra sí para que se pueda realizar a sí mismo (36).
Nuestros corazones, sin embargo, no alcanzarán este nivel de esperanza
sino por una superabundancia
de amor. Amor a Dios y amor al prójimo no
son sino una sola cosa, como Karl Rahner trata de mostrarlo en un largo análisis trascendental.
Y el amor incondicionado
y desinteresado
al prójimo, con
la dimensión social y universal que toma hoy día, es la puerta auténtica hacia
la Iglesia (37).
PREOCUPACION POR LA PERSONA
La verdad cristiana es inmutable, pero no la línea de batalla en la cual
la Iglesia tiene que defenderla.
En la época del liberalismo
ideológico (siglo
19), la Iglesia tuvo que subrayar su autoridad.
En nuestro siglo de totalitarismos y colectivismos
más o menos sutiles, es preciso que ella se ponga al lado
de la responsabilidad
y de la libertad del individuo, en el dominio profano y
eclesial.
Esto da a Karl Rahner la oportunidad
de hacer una reflexión profunda
sobre el individuo y la persona; de denunciar, incluso en la Iglesia, un peligro
actual de colectivización
(disminución
de la oración personal, desafecto hacia
la confesión privada y la dirección espiritual, modas y fobias colectivas en la
teología y en la pastoral, organización
demasiado rígida de algunos movimientos apostól icos, etc.) (38). Por eso, aboga en pro de una pastoral del individuo y de una ética existencial (39): cada persona tiene un valor absoluto,
y las grandes decisiones humanas (elección de una profesión, de un estado de
vida, de un cónyuge ... ) pueden tener una repercusión
incalculable
no sólo
para el hombre que las toma, sino para la sociedad humana y para la Iglesia,
para la vida terrenal y para la vida eterna (40).
LA IGLESIA Y LOS PROBLEMAS DEL MUNDO
Rahner fustiga el ausentismo
político y social de los cristianos, y les reprocha de "agazaparse
en los ángulos muertos de la historia, o de correr gruñendo tras del carro que lleva a la humanidad
hacia un futuro nuevo" (41).
Pues lo que Dios está esperando en el día de su Parusía es "una humanidad
viviente", un mundo digno de la gloria que le está destinada
(42).
(36) MG 1, 186 (195-196);
195-201 (204-209).
(37) Ibid. 201-204 (209-212).
(38) MG 1, cap. 3.
(39) Lo dinámico en la Iglesia, pp. 93-181. No hay que confundir esta ética existencial con la "moral de situación" enérgicamente
reprobada por el mismo Rahner (Cf. Peligros en el catolicismo
actual, Col. "Cristianismo
y hombre actual", Madrid, cap. 21): "Hoy día que el psicoanálisis
demuestra con qué facilidad y refinamiento el hombre se engaña a sí mismo, hay que ser muy
prudente cuando uno se refiere a su "buena consciencia",
la cual a menudo no es otra cosa
que el mutismo del propio corazón (del cual la S. Escritura dice que es malo de nacimiento l.
y el monólogo ininterrumpido
de él ...
Es preciso amar auténticamente
(lo que exige un des·
prendimiento
supremo) para poder hacer que un hombre que ama a Dios puede hacer, en vez
de querer hacer todo y, "además, amar".
(J.O) MG 1, 97·98 (120-123).
(41) MG 3,155.
(42) Ibid., 154.
CHARLES MULLER
308
La Jerarquía debe recordar a tiempo y a destiempo el mensaje cristiano,
incluso los principios más elementales
de él. Fascinados por la eficacia, los
hombres tienden a sacrificar
los valores humanos y cristianos,
yeso
en su
propio daño, pues nunca se violan impunemente
las estructuras
establecidas
por Dios. Pero la Jerarquía
no puede dar hoy día un pronunciamiento
muy
preciso sobre los asuntos mundanos; el mundo, tras de estar bajo el dominio
de la naturaleza,
ha pasado a estar bajo el del hombre, y, por eso, lleva la
marca de la libertad, con todo lo imprevisible e irracional que ella lleva consigo. El desconocimiento
de esta situación engendra dos actitudes deplorables:
por un lado, el triunfalismo
de aquellos cristianos que atribuyen todos los males de la humanidad
a la no obediencia de ella respecto a la doctrina de la
Iglesia; por otro, el derrotismo de quienes reprochan a la Iglesia el estar siempre atrasada o no tomar posiciones claras (43).
Pero lo que la Jerarquía muy a menudo no puede decir y hacer, lo deben
proclamar y realizar los mismos cristianos
laicos, codo a codo con todos los
hombres, compartiendo
el orgullo de ellos en las conquistas humanas de nuestro tiempo y proponiendo
programas
concretos
(en vez de contentarse
con
recordar los principios eternos),
en una actitud a la vez de compromiso
sincero en los asuntos humanos y de esperanza teologal en Dios capaz, El solo,
de llevar hombre y mundo a su plenitud perfecta (44). Karl Rahner considera
esta actitud, que sobrepasa tanto la del hombre miedoso, escéptico y fastidiado, cuanto la del idólatra de lo temporal, como la verdadera piedra de toque
de un cristianismc
auténtico, y como el triunfo (aunque muchas veces bajo
formas modestas y escondidas)
de la gracia divina (45).
De todas maneras, "el enraizamiento
de los laicos en la Iglesia es proporcional al crecimiento
que procuran a ella en el mundo" (46). No actúan en
nombre de la Iglesia como tal, pero sus decisiones tienen un carácter moral
auténtico que toca a su conciencia personal, pues el deber de obediencia hacia
la Iglesia no se confunde con el de obedecer a Dios. Por tener las directivas
de la Iglesia un carácter general, corresponde
a cada cual concretizarlas
al nivel de su conciencia personal, lo cual necesita de una estimación y una elección que comprometa
a la persona como tal (sus orientaciones
profundas,
su
pasado, su situación actual, sus posibilidades
concretas, etc.) (47).
LAS DIVISIONES
ENTRE CRISTIANOS
Por eso casi nunca las posiciones concretas, aun las de los cristianos, serán unánimes. Pero cuanto más divergentes sean, hasta los conflictos abiertos
y a veces duros, tanto más debemos los cristianos procurar que la preocupación de lo terrenal no llegue hasta el olvido del Reino de Dios (el cual nunca
se confunde con una realización temporal, por excelente que sea), ni de lo que
tenemos todos en común: las normas supremas del Evangelio, la celebración
de los misterios de Jesucristo y de la Eucaristía, los sacramentos.
El amor fra-
(43) Ibíd., cap. 6.
(44) MG 3, 138-156.
(45) MG 1, 91-93 (115-117).
(46) MG 2, 287.
(47) MG 3, 199-200.
UN TEOLOGO PARA EL HOMBRE DE HOY
309
terno es el signo maxlmo de los discípulos de Cristo y lleva consigo el "fair
play", la lucha contra los prejuicios mutuos, la paciencia, la consideración
de
los que San Pablo llama los "débiles en la fe" (48). Además, cada unilateralismo, tanto en las cosas del mundo como en las de la Iglesia, contradice de
antemano el orden universal. El mundo (y sobre todo, el mundo actual) es
tan complejo, que cada actitud demasiado rígida es falsa. Por su lado, la Iglesia es dirigida por el Espíritu Santo, que es plenitud y, por definición, la plenitud no se puede revelar sino por expresiones
parciales (49).
Esto último lo averigua el mismo Karl Rahner. Es imposible clasificarlo,
anexionarlo, pues él tiene siempre, y en grado máximo, el sentido de los contrarios y de la síntesis de ellos: el todo y sus partes, tradición y progreso,
autoridad y libertad, fe y sacramentos,
institución y carismas, etc. Quienes lo
frecuentan con asidujdad encuentran
allanado constantemente
el misterio de
Dios, telón de fondo de toda realidad profana y eclesial, sin que ninguna agote
la riqueza infinita de El.
CONCLUSION
Al celebrar su sexageslmo cumpleaños en 1964, Karl Rahner recibió con·
gratulaciones
de todas partes del mundo: cardenales, patriarcas
(entre ellos el
famoso Máximo IV Saigh), obispos, profesores de Universidades
e intelectuales (entre los cuales Barth, Bultmann, Cullmann, Heidegger, Visser't Hofft, los
pastores de Taizé Roger Schütz y Max Thurian, Gertrud von Le Fort). Esta
"tábula gratulatoria"
tiene casi 60 páginas, al final de una obra colectiva re·
dactada por 50 colaboradores
en homenaje a aquel que, a lo largo de los últimos 30 años, ha sido un pregón infatigable de la Palabra de Dios y un guia
perspicaz en los senderos de la teología, bien convencido de la misión de ella
(50). En la breve carta de agradecimiento
a todos, Karl Rahner evoca "aquel
cumpleaños
que será el último", pero también expresa la esperanza de que
"su día de trabajo no ha terminado"
y su deseo de que "le sea posible seguir
dando un testimonio modesto de Quien es nuestro Señor" (51).
(48)
(49)
(50)
(51)
MG 3, 197-199; Est·il possible aujourd'hui
de croire?, 47-52; Das freíe Wort in der Kirche
(La libertad de palabra en la Iglesia). 29-30; Knechte Christi, 161 ss.
MG 1, 141-143 (157-160).
Goll in \IIIelt (Dios en el mundo). 2 vol. Herder.
Estas pocas páginas no pretenden dar un resumen completo del pensamiento tan rico de Karl
Rahner. No pudimos, p. ej. exponer sus ideas ~obre la Virgen Marfa, a quien considera come
"el tipo de la existencia cristiana",
y a la cual dedicó muchas páginas fervientes,
y aún un
libro: María, madre del Señor (Herder);
sobre la vida religiosa, que él define como "la epifanía más clara de la gracia"; sobre los sacerdotes, a quienes dedicó tanto de su tiempo (artículos, charlas, retiros ... ) y últimamente
un libro: Knechte Christi (Servidores de Cristo);
sobre el problema siempre actual de la relación ciencia-fe, a propósito d~1 cual subrava con
vigor los a priori y las limitaciones del pensamiento
cientrfico (Cf., p. ej., ET 3, 427-443;
Concilium N? 6: ¿ Es el cristianismo una ¡deologra?).
A quienes deseen tal resumen, aconsejamos
sobre todo la lectura de un pequeño libro,
traducido al castellano (Guadalupe):
Karl Rahner (vida y pensamiento).
por H. Vorgrimler.
El mismo liicro ha sido traducido al francés, enriquecido
y presentado
de una manera más
didáctica, por Ch. Muller (Fleurus, Parfs 1965). Se puede leer también El Año litúrgico (Herder). del mismo Rahner, que trata, de una man.era sencilla y profundamente
sugestiva, muchos de sus temas fundamentales;
por fin, un articulo del mismo Rahner en Concilium (23):
"Una fórmula breve de la fe cristiana".
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