Guillermo Marconi: Quien comunicó a la Tierra Juan Manuel Rivera Juárez – Elva Cabrera Muruato jmrivera@fisica.uaz.edu.mx Durante la infancia y juventud su padre se había esforzado para que desarrollara una mentalidad comercial, por lo que siendo ya adulto sus trabajos de investigación no sólo contemplaban el aspecto científico, sino también el comercial, sobre todo lo relacionado con las patentes de los inventos, algo poco común en el mundo de la ciencia La transmisión a distancia mediante ondas electromagnéticas era un hecho conocido al menos teóricamente desde principios del siglo XIX. Pero una teoría por muy fundamentada que esté matemáticamente, no es suficiente a menos que se construya el equipo práctico correspondiente que demuestre su valides, hubo que esperar hasta finales del siglo para que el italiano Ingeniero Eléctrico Guglielmo Marconi lo lograra, un hombre que en su juventud supo compaginar la genialidad con una habilidad especial para beneficiarse económicamente de sus propios inventos algo poco común en el mundo de la ciencia. En febrero de 1896 Guglielmo llegó a Londres con dos baúles repletos de extraños artefactos, era un equipaje insólito del que inmediatamente sospecharon los empleados de la aduana y lo sometieron a una revisión rigurosa, al termino de está acabaron por destrozar todos los instrumentos que transportaba, esta acción le destrozó el alma a Marconi. Pues en un instante aquellos empleados habían destruido el prototipo de un invento que en poco tiempo revolucionaria el mundo de las comunicaciones. Guglielmo contuvo sus impulsos para no recriminar el abuso de autoridad, como buen italiano le segaba la pasión, pero afortunadamente para él por sus venas también corría sangre inglesa y es de suponer que gracias a ese legado que le dejó su madre logró contener la ira. Además debía ser prudente ya que pretendía ofrecer su invento al gobierno británico y no resultaba recomendable enemistarse con representantes de la ley –debido al poco apoyo e interés que en Italia despertó su invento, Marconi se trasladó a Inglaterra, donde lo dio a conocer patentándolo como “Sistema de Telegrafía Inalámbrica”– , así que recogió los despojos, se encerró en su hotel por varios días para reparar el equipo en el cuál había dedicado todos sus esfuerzos desde el día en el que por casualidad leyó un artículo sobre las ondas electromagnéticas. Marconi no asistió a la escuela hasta después de los 12 años, sus padres habían contratado un maestro para que le impartiera clases en la casa. Un profesor de física, llamado Vicenzo Rosa, entusiasta de la electricidad, logró interesarlo en el magnetismo y la producción de corriente eléctrica empleando pilas de construcción artesanal. A la edad de 20 años, Marconi comenzó a asistir a las clases que impartía Augusto Righi, en la Universidad de Bolonia, en esta universidad seguramente tuvo oportunidad de consultar algunos de los artículos relacionados con los avances científicos de la época sobre el campo de las ondas electromagnéticas. Se supone también que fue su amistad con Nello Marchetti (un telegrafista que había quedado ciego) lo que lo relacionó con la telegrafía y el código Morse. Fue en 1894 cuando Guglielmo Marconi leyó un articulo sobre las ondas electromagnéticas descubiertas por Heinrich R. Hertz: “Las ondas mecánicas –como ondas de sonido, ondas en al agua y ondas sobre una cuerda– requieren la presencia de un medio para su propagación. Las ondas electromagnéticas (a diferencia de las ondas mecánicas) pueden propagarse a través de un medio vacío”. Las ecuaciones de Maxwell forman la base teórica de todos los fenómenos electromagnéticos, estas ecuaciones predicen la existencia de ondas electromagnéticas que se propagan en el espacio con la rapidez de la luz. Hertz confirmó la predicción de Maxwell cuando generó y detectó ondas electromagnéticas en 1887, este descubrimiento propició la creación de muchos sistemas de comunicación prácticos: radio, televisión, radar y optoelectrónica. El físico alemán había demostrado que si se hacía saltar una chispa de una determinada manera entre dos placas de metal, la electricidad recorría la distancia entre ambas placas a una velocidad vertiginosa, Marconi intuyó en el acto las enormes posibilidades de aquel descubrimiento, pensó que si era posible transmitir ondas eléctricas a través del espacio también resultaría posible captarlas –incluso a largas distancias– y utilizarlas como medio de comunicación. Era la primera vez que alguien se planteaba esa posibilidad, pues Hertz solamente se había limitado a estudiar la analogía existente entre el comportamiento de las ondas electromagnéticas (por él descubiertas) y las características de las ondas luminosas, sin suponer siquiera que pudieran tener un uso práctico. Convencido de su idea y dispuesto a trabajar en la misma Guglielmo se dio a la tarea de buscar un lugar en donde realizar sus experimentos, se apropió del desván de su casa en Bolonia (que era inmensamente grande), instalando ahí su propio laboratorio. En 1894 comenzó a realizar sus primeros experimentos, al inicio trabajó con instrumentos muy rudimentarios: una bobina de inducción, un descargador de chistas, un teclado de código morse y un cohesor (artefacto que ideó para detectar las ondas). En un principio sus avances eran muy lentos las señales recorrían escasamente unos cuantos metros de distancia, pero sospechaba que solo era cuestión de perfeccionar el experimento, realizó innumerables pruebas y un día accidentalmente se encontró con la solución. Ese día mientras experimentaba cambiando continuamente la disposición de los instrumentos con la finalidad de obtener los resultados más óptimos, por casualidad sostuvo en lo alto una de las placas metálicas y entonces, inesperadamente aumento vertiginosamente la potencia de la señal, con esta nueva disposición las ondas eran capaces de recorrer hasta un kilómetro de distancia sencillamente porque había un trozo de metal en el aire y otro trozo de metal en el suelo –todo era cuestión de conectar a tierra el emisor y el receptor y de elevar cada vez más la antena–, lo que descubrió accidentalmente fue que bastaba con conectar a tierra el emisor y el receptor y elevar cada vez mas la antena para lograr un mayor alcance de la señal, Marconi lo hizo y a partir de ese momento el progreso en sus experimentos fue imparable. Así que se dispuso a presentar su invento a la sociedad. Acudió primero con las autoridades italianas las que no le dieron importancia, lo juzgaron como a un joven de 21 años con una osadía y madurez que no correspondía a su edad y sin formación científica. Su madre le aconsejó entonces, que lo presentara en su país de origen: Inglaterra, a los seis meses de haber llegado patentó el invento y recibió un apoyo incondicional tanto de la prensa como del gobierno. A sus 23 años de edad era ya un hombre rico y famoso pero con mucho trabajo, tenia perfectamente claro que aquello era sólo el principio y que a la telegrafía sin cables aún le quedaba mucho por desarrollar. Después de patentado el invento Marconi lograba grandes avances en sus investigaciones, en 1897 se instaló la primera estación inalámbrica en la Isla de Wight (al sur de Inglaterra) y gracias a ella se logró el contacto con un buque de vapor que se encontraba aproximadamente a 15 kilómetros de distancia. Dos años después las señales recorrieron 50 kilómetros y atravesaron sin ninguna dificultad el Canal de la Mancha. En Inglaterra Guglielmo era todo un personaje, la Reina Victoria llegó a solicitar sus servicios para comunicarse al yate real. En América empezaba a hablarse de él pero sin tanto entusiasmo como en Inglaterra, en especial a los norteamericanos no les queda clara la utilidad práctica del invento de Marconi, pero un día un evento deportivo les hizo cambiar de opinión. En septiembre de 1899 un prestigioso diario de Nueva York le solicito a Guglielmo que siguiera desde alta mar las regatas de la copa de América para que lo tuviera puntualmente informado sobre todos los pormenores de las carreras, gracias a ello todo Estados Unidos, empezando por la marina norteamericana se le rindió ante las pruebas. Después de ello las estaciones inalámbricas empezaron a multiplicarse por todo Estados Unidos como estaba ocurriendo ya en Europa. Aun no había cumplido 25 años Marconi y ya era un hombre mundialmente famoso e inmensamente rico, pero aun le quedaba un reto por superar: unir mediante ondas de radio a los dos continentes. Muchos matemáticos aseguraban que aquello era imposible debido a la curvatura de la Tierra afirmaban que las ondas hertzianas se desplazaban en línea recta como la luz y que a partir de una determinada distancia (unos 250 kilómetros) revotarían contra el mar y se perderían en el espacio. Pero Marconi era un hombre testarudo eligió la localidad de Poldhu en el extremo sur oriental de Inglaterra para construir la estación europea e instalo la americana en la isla de Terranova frente a las costas canadienses, ahí provisto de globos y cometas levantó una inmensa antena y se dispuso a esperar las señales que debían llegar desde el otro lado del océano. Las condiciones meteorológicas en Canadá eran infernales y hubo que vencer muchos obstáculos de carácter técnico, varios de sus ayudante querían abandonar el proyecto, pero Marconi nunca se dio por vencido, finalmente el 12 de diciembre de 1901 su sueño más preciado se hizo realidad. Permanecía sentado frente al receptor con los auriculares puestos sin detectar nada, cuando de repente sintió un agudo ruido en los audífonos y acto seguido los tres inconfundibles puntos del alfabeto morse, no había nada que obstaculizará las ondas ni montañas, ni bosques, ni océanos, sin necesidad de conexión física entre transmisor y receptor habían atravesado el Atlántico a la velocidad de la luz. De esa forma Marconi no sólo demostró que era posible transmitir mensajes inalámbricos en código Morse cubriendo largas distancias, sino que también las señales de radio se propagaban más allá del horizonte, cuestión que habían puesto en duda los científicos, teniendo en cuenta la curvatura de la Tierra –lo que asombró de nuevo al mundo científico–. El experimento causó sensación pero él sabía que solo había dado un paso, aun quedaba mucho por aprender sobre la propagación de las ondas de radio y a ello dedico el resto de sus 63 años de vida, paso gran parte de ellos a bordo de un barco “El Elettra” que era una especia de laboratorio, residencia y lugar de recreo. En sus inicios el transmisor de Marconi sólo permitía enviar mensajes en código Morse. Con ese primitivo transmisor no era posible transmitir la voz, música o cualquier otro tipo de sonido de forma inalámbrica. Esa situación comenzaría a cambiar después de 1903 cuando el ingeniero eléctrico inglés Sir John Ambrose Fleming inventó la válvula diodo, basándose en el “efecto Edison” que se manifestaba en las bombillas o lámpara incandescentes. Trece años después un nuevo invento se añadiría al desarrollo de las transmisiones inalámbricas cuando el ingeniero estadounidense Lee de Forest inventó la válvula tríodo. Ambos dispositivos electrónicos cambiaron radicalmente las limitaciones del transmisor de Marconi, y permitieron que se pudieran transmitir y recibir también cualquier otro tipo de sonido, amplificarlo, detectarlo, e incrementar también la potencia de las ondas de radio que salían por las antenas de los transmisores de todo el mundo. Experimentos posteriores de Marconi mostraron que el alcance de la transmisión era mayor durante la noche que durante el día, lo que venía a demostrar que las ondas de radio se reflejaban en las capas altas de la atmósfera: la incidencia de la radiación solar ioniza estas capas, que absorben mejor las ondas de radio. En 1909 fue galardonado con el premio Nobel de Física por su contribución al desarrollo de la telegrafía inalámbrica. El siguiente descubrimiento de Marconi fue el empleo de ondas de corta longitud de onda, que se reflejan mucho mejor en la ionosfera (capa de la atmosfera terrestre que se extiende entre los 80 y los 500 kilómetros de altitud aproximadamente) y que permiten reducir considerablemente la potencia emisora sin merma de alcance. El uso de ondas cortas permitió la comunicación de Inglaterra con las colonias, en particular con Sudáfrica, Australia e India. Las deslumbrantes fiestas a bordo del yate adquirieron fama mundial porque ofrecían una insólita diversión, la música se transmitía por radio directamente desde Londres. Pero muy pronto aquello dejó de ser una novedad, los receptores de radio inundaron todos los hogares con programas de entretenimiento, debate y de información. Las noticias se propagaban en el acto y eso fue precisamente lo que ocurrió la madrugada del 20 de julio de 1937, las emisoras de todo el planeta anunciaron la muerte de Marconi e interrumpieron sus emisiones durante 2 minutos. Dos minutos de silencio para recordar como era el mundo antes de que la radio empezará a transformarlo. Gugielmo Marconi junto a su transmisor inalámbrico