Energía libre de Gibbs Josiah Willard Gibbs es, muy posiblemente, un nombre que no dirá nada a nadie. Sin embargo, este silencioso y tímido profesor de la universidad de Yale, este físico y doctor ingeniero que en palabras de sus contemporáneos era «el americano más importante, a juzgar por su prestigio científico», representa la ligazón entre la máquina de vapor y las reacciones químicas. Su más importante artículo, titulado Sobre el equilibrio de las sustancias heterogéneas y publicado en 1876, pasó completamente desapercibido a pesar de ser uno de los dos escritos más influyentes en la historia de la ciencia del calor, la termodinámica. Con una elegancia de razonamiento sin igual, Gibbs desarrolló las implicaciones de la termodinámica en la química y fue él quien introdujo un concepto fundamental: la energía libre de una reacción. Dicho en pocas palabras, la energía libre nos dice cuál es la cantidad máxima de trabajo que podemos extraer de una reacción química que se encuentre en contacto térmico con el mundo exterior. Además su formulación nos remite a la espontaneidad de las reacciones: aquellas que disminuyan su valor son las que se darán de manera natural en la naturaleza. Su importancia radica en que es un vehículo perfecto para lo que nuestra sociedad tecnológica necesita: saber cuánta energía hay disponible. Lo cual conduce a una dramática consecuencia. La energía libre nos indica la cantidad de energía que podemos usar. Sabemos, porque la naturaleza así nos lo ha enseñado, que la tendencia natural de la energía libre es su continuo descenso. Luego la conclusión es obvia: cada vez dispondremos de una menor cantidad de energía aprovechable. Lo que nos lleva a una última interpretación. El principio de conservación de la energía nos dice que cualquier proceso natural debe cumplir una sencilla aunque abstracta norma: lo que los seres humanos hemos bautizado como energía debe mantenerse constante. Pero eso sí, la energía la podemos dividir en utilizable, o energía libre, y no utilizable, y el universo nos enseña es que todo en esta vida tiene un precio. Si queremos aprovecharnos de los procesos naturales hay que pagar un precio, del mismo modo que los siervos debían entregar un canon a su señor por usar el molino. En nuestro caso, parte de la energía que usemos en nuestro provecho debemos entregarla al universo de forma que jamás podremos volver a utilizarla, por lo que cada vez dispondremos de menos energía para nuestro uso. Es el precio de la tecnología, del deseo por llevar una vida cómoda. Aún más. Es el precio de la vida.