Alcalde de PRD destruyó verdad política de CIDH

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Martes 3 de Noviembre, 2015
Carlos Ramírez
Alcalde de PRD destruyó verdad
política de CIDH-Icaza sobre los 43
Carlos Ramírez
S
in proponérselo, el arresto del alcalde perredista en Cocula, Erik Ulises Ramírez,
destruyó en segundos la verdad política
que había fabricado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos bajo el mando de
Emilio Álvarez Icaza, porque demostró que no fue
el Estado el que se alió al crimen organizado sino el
PRD.
Y resulta que por las simpatías de Álvarez Icaza con el PRD, la participación de este partido en
la trágica noche del 26 de septiembre del 2014 fue
ocultada y no investigada por el equipo especial de
la CIDH porque al final de cuentas la intención política de ese organismo de la OEA fue el de cuestionar al gobierno federal del presidente Peña Nieto.
Sin embargo, el arresto del alcalde perredista de
Cocula junto con el jefe del grupo criminal Guerreros Unidos, Adán Casarrubias Salgado, demostró la
relación orgánica de políticos perredistas guerrerenses con el crimen organizado. Y si se necesitaba
una prueba más concreta, el alcalde del PRD estaba
reunido amigablemente —con alcohol y drogas en
la mesa.— con el grupo señalado como el responsable directo de asesinar a los 43 normalistas por
alianzas con el alcalde perredista de Iguala, José
Luis Abarca, y su esposa y precandidata perredista a
la alcaldía, María de los Ángeles Pineda.
La investigación de la CIDH de Álvarez Icaza se
construyó con el objetivo predeterminado de desmentir la verdad histórica de la investigación pericial de la PGR. En ese reporte del organismo de la
OEA se excluyeron interrogatorios clave y se eludieron incriminaciones al PRD; eso sí, la intención
fue demostrar la culpabilidad del gobierno federal
en un suceso operado por el gobernador perredista
Ángel Aguirre Rivero y el alcalde perredista iguálense Abarca. Y ahora se sabe que el actual alcalde
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Carlos Ramírez
perredista en Cocula era aliado de Guerreros
Unidos, igual que las autoridades municipales
perredistas de Iguala.
De manera parcial y sospechosa, la CIDH,
Álvarez Icaza y obviamente los padres de los 43
normalistas asesinados sembraron la tesis de
que habría responsabilidad del 27 Batallón del
ejército en Iguala, a pesar de carecer de alguna
prueba pericial.
El arresto del alcalde perredista de Cocula
aportó la clave de asesinato de los 43 que involucra al crimen organizado en esa zona guerrerense
con las autoridades gubernamentales estatales y
municipales del PRD, la orden del alcalde perredista de detener a los normalistas y entregárselos a Guerreros Unidos, las relaciones políticas y
familiares de este grupo con perredistas de Iguala y Cocula, y la prueba de por qué los normalis-
tas fueron quemados en Cocula. A ello se agrega
que el anterior alcalde de Cocula también fue
señalado de estar ligado al crimen organizado.
Si hubiera honestidad profesional, el grupo
de investigadores de la CIDH, que logró dinero
mexicano para otros seis meses de indagaciones,
tendría que excusarse de realizar más pesquisas
porque su reporte quedó hecho polvo porque
ahora se sabe que no era el ejército ni el gobierno
federal quienes tenían articulaciones orgánicas
con el crimen organizado sino que era el PRD
que la CIDH y sobre todo su secretario ejecutivo
Álvarez Icaza se había negado a indagar por sus
relaciones políticas y antisistémicas con el PRD.
El arresto del alcalde perredista de Cocula
destruyó la verdad política de la CIDH y regresó la investigación a la verdad histórica de
la PGR.
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