NECESITAMOS OÍR UNA BUENA NOTICIA Comienzo la carta de esta semana, que quiere ser de felicitación navideña, con las palabras del ángel a los pastores de Belén: No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. En medio de tantos temores y de una realidad tan dura como la que estamos viviendo, necesitamos oír una buena noticia, que sea para todo el pueblo y no sólo para unos pocos. Ésta nos la trae Jesús con su nacimiento en nuestra carne. Nuestro papa Francisco, con sus gestos humildes y sus palabras llenas de comprensión, nos la ha recordado infundiéndonos ánimo para cambiar el mundo en que vivimos. Por eso os quiero felicitar la Navidad con las primeras líneas de la carta del Papa Francisco: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría». La alegría que nos trae Jesús no es una alegría pasajera, de un momento, de un día; es una alegría que penetra hasta lo más íntimo de nuestro ser, que dura siempre y que va creciendo en la medida en que la vamos comunicando. Habréis observado que la tristeza disminuye cuando compartimos nuestras penas con los demás; pero con la alegría ocurre todo lo contrario: crece cuando se comparte. «La vida ―nos dice el Papa― se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. (...) No miren la vida desde el balcón, sean protagonistas». La Buena Noticia del nacimiento de Dios en nuestra carne no nos la podemos guardar, debemos comunicarla, aun cuando corramos algunos riesgos, como nos dice el Papa: «Prefiero una iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades». Jesús se colocó siempre entre los últimos. Lo vemos claramente en su nacimiento. Nace en un establo, pobremente, pero acompañado por el amor de su madre, María, y de José, una verdadera riqueza. Su figura de recién nacido despierta ternura, compasión y admiración. A nadie deja indiferente. Y a nadie dejará indiferente durante su vida pública. Se acercó a los pobres, a los marginados y a los pecadores; recorrió los caminos, el Jordán, el lago de Galilea buscando el encuentro con todos, especialmente con los enfermos y los que sufrían. Estos días adoraremos a Jesús en nuestros belenes. No nos contentemos con besar su imagen en el templo, salgamos a reconocerle y adorarle en la calle, allí donde haya una persona que sufre, porque allí está él. Y colaboremos en la Campaña de Navidad que Cáritas realiza para ayudar a los necesitados. Seamos generosos. Si así lo hacemos, renacerá la alegría en nuestros corazones y daremos alegría a muchos hermanos. ¡Feliz y Santa Navidad! + Alfonso Milián Sorribas Obispo de Barbastro-Monzón