El Museo Arqueológico

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El Museo Arqueológico
La museóloga Montserrat Fornells Angelats ha realizado el
proyecto museológico (y ha procedido a la colocación de las
piezas expuestas, así como al diseño de la expografía, con
elementos escenográficos y didácticos que favorecen la fácil
comprensión del mensaje y los contenidos del Museo . Según sus
palabras, “destaca el conjunto de armas, que es de una riqueza
extraordinaria, hallándose espadas celtas de La Téne y falcatas
íberas, muestra de la mezcla etre ambas culturas. También
sorprende la gran variedad de cerámicas del diversas tipologías
y algunas de ellas con rica decoración. Muy curiosas son las
tapas en forma de cabeza de caballo. Por otro lado, las piezas
pertenecientes al banquete funerario: parrilla, morillos, gancho
para carne, etc.. están magníficamente conservadas. En la
sección de Roma (formada por objetos que han aparecido en las
excavaciones de la villa del Montecillo) sobresale una pieza
excepcional que los expertos consideran un caso único en
Hispania: se trata de una jarra en forma de cabeza femenina
realizada en hierro, algo muy inusual puesto que este metal no
se trabajaba con molde, ni se usaba para contener líquidos.
También es muy curioso el alfabeto latino grabado sobre un pieza
cerámica y luego cocido.” Destacar que solamente se ha excavado
un 30 por ciento de la necrópolis de El Castillo y que, conforme
se vayan hallando y restaurando piezas de interés, se irá
variando parte del contenido de la exposición.
La muestra expone piezas de varias épocas históricas halladas en
la zona. Desde la Terraza-mirador del Museo, con la ayuda de
paneles indicadores los vistantes podrán contemplar los lugares
reales de los que proceden las piezas del Museo.
A continuación se reproducen los textos de los paneles de la
primera planta del Museo.
EDAD DEL HIERRO.
Los celtas, pueblos procedentes de centroeuropa, penetraron en
la península ibérica atravesando los pasos pirenaicos a
comienzos del I milenio a. C. Eran básicamente pastores que
portaban armas de hierro y se instalaron en la Meseta norte y el
valle del Ebro mezclándose con la población preexistente y dando
lugar a los denominados celtíberos.
Situaban sus poblados –
generalmente amurallados y urbanizados- en lugares elevados
cerca de los ríos como el Cerro de El Castillo en Castejón, y
disponían sus cementerios
o necrópolis algo separados del
núcleo habitado.
Practicaban la incineración de los cadáveres que eran quemados
con sus objetos personales (ajuar funerario). Los restos
calcinados y parte del ajuar, en especial las piezas pequeñas:
collares, pendientes, fíbulas, puñales... , eran introducidos en
un recipiente normalmente de cerámica (urna cineraria) que se
depositada en el suelo de la necrópolis. Rodeando la urna se
disponían otras propiedades del difunto básicamente armamento y
vajilla, siendo habitual que las armas aparezcan dobladas y la
cerámica fragmentada a propósito, de modo que su uso finalizara
con la existencia de su dueño. Todo ello se cubría con tierra y
cantos rodados (túmulo), pero en algunos casos la urna y el
ajuar funerario se protegían con una especie de caja (cista)
hecha de adobe que era también cubierta por el túmulo.
La necrópolis de El Castillo (fechada a mediados del I milenio
a. C.) similar a otras situados en esta zona del Ebro, ha dejado
multitud de enterramientos en forma de túmulos circulares y un
abundante número de piezas de gran calidad, que dan testimonio
de la forma de vida de estos hombres y mujeres de la Edad del
Hierro.
ROMA
El valle del Ebro recorrido por una importante calzada, fue una
zona estratégica para los romanos como eje de comunicaciones y
por su riqueza agropecuaria. Aquí la romanización fue intensa
así como la fundación de ciudades, además de las grandes urbes caso de Cesaraugusta (Zaragoza) o Pompaelo (Pamplona) -,
surgieron pequeños municipios como Cascantum (Cascante), aldeas,
y villas rústicas a orillas del río.
En Castejón han aparecido las huellas de un núcleo habitado en
el Montecillo, con restos de columnas, mosaicos y objetos
domésticos, así como enterramientos. Aunque la extensión e
importancia del asentamiento aún no están claras demuestra la
presencia romana en esta zona, sea vinculada a la explotación de
la tierra o al tráfico comercial por el río Ebro, que entonces
era navegable desde el delta hasta Vareia, en la actual
provincia de Logroño.
EDAD MEDIA.
Tras la caída del Imperio romano los visigodos primero (s. V) y
los musulmanes después (s. VIII) se adueñan de la península. En
1118 Alfonso I el Batallador, reconquista Zaragoza y con ella
caen las tierras y poblaciones del curso medio del Ebro.
El castillo y la villa de Castejón - que se regirá por el fuero
de Tudela – quedarán en manos de un señor feudal que lo
administra en nombre del rey de Navarra. Los señores de Castejón
fueron en el s. XIII, los Jiménez de Rada
y los Pérez de
Castejón. En el XIV los Jiménez de Urrea, los Arellano, y los
Aibar. En el XV los Beaumont, aliados de Fernando el Católico
quien en 1513 incorporó Navarra a la Corona de Castilla.
Documentos del siglo XIV (1342) nos informan de que entonces
había en Castejón 18 casas, habitadas por un centenar de
personas dedicadas al cultivo del cereal (trigo, cebada,
avena...) y del viñedo, al pastoreo de ovejas, y algunos al
cuidado de la barca y pontón para pasar el río Ebro. La
guarnición del castillo estaba bajo las ordenes de un alcaide y
la iglesia de Castejón, de estilo románico, dependió en un
principio de la abadía benedictina francesa de San Martín de
Sées y a partir de 1145 del priorato benedictino de Santa Cruz
de Tudela.
En la 2ª mitad del XIV las epidemias de peste, las sequías, y
la emigración hacia localidades vecinas despoblaron Castejón.
Esta decadencia se acentuó con las guerras civiles del XV y se
prolongó durante la Edad Moderna, de modo que no ha quedado nada
de su iglesia ni de la fortaleza.
EDAD MODERNA
A pesar de ser una zona despoblada, la necesidad de cruzar el
Ebro en la ruta entre Navarra y Castilla permitió que durante
los siglos XVI y XVII se mantuviera en Castejón la barca y se
construyera una venta por iniciativa de los señores de Beaumont,
cuyo escudo de armas figuraba sobre la puerta de entrada.
En el XVIII durante el reinando de Carlos III de Borbón,
los
gobiernos ilustrados se propusieron mejorar las comunicaciones
del país para favorecer el comercio interior. A raíz de la
publicación de las Reales cédulas del marqués de la Ensenada de
1750 y 1751,
se abrió un nuevo camino en el área de Castejón
que acortaba el recorrido Madrid-Pamplona: el llamado camino de
Pozalobos.
Esto obligó a trasladar el paso de la barca media legua aguas
arriba del Ebro y a construir otra venta-hostería. La nueva
edificación, diseñada en 1753 por el corellano Juan Gómez Gil
respondía al estilo sobrio y geométrico del neoclasicismo, tenía
tres pisos y una planta en forma de U que creaba un patio de
acceso flanquedo por la dos alas laterales. Además se levantaron
otras dependencias anejas como una pequeña iglesia y unas
bodegas, todo ello bajo la jurisdicción de los condes de Siruela
y marqueses de Santa Cara (herederos de los Beaumont). Esto
permitió un ligero aumento de los habitantes del enclave que
coincidió con un periodo de crecimiento demográfico en toda
Navarra.
Sin embargo hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo
XIX para que Castejón de la Barca, se convirtiera en una
población importante, gracias a la llegada del ferrocarril.
El Museo del Ferrocarril
Una impresionante maqueta (actualmente en construcción) que
reproduce la estación de tren de Castejón en los años 30
sorprenderá al visitante en su acceso a la segunda planta del
Museo de Castejón, en la que se exponen piezas recuperadas por
la Asociación de Amigos del Ferrocarril y guardadas hasta ahora
en un museo ferroviario situado en el antiguo economato de
RENFE. Esta Asociación posee cientos de útiles y documentos
ligados al pasado ferroviario de la localidad que podrán verse a
lo largo del tiempo en sucesivos cambios de la exposición.
Los paneles de esta planta explican la historia más reciente de
la localidad.
LA ERA DEL FERROCARRIL.
En la 1ª mitad del XX el ferrocarril vivió su época dorada. En
España el Estatuto Ferroviario de 1924, puso a los ferrocarriles
bajo la tutela del estado y les dio un nuevo impulso.Tras la
guerra civil española se creó en 1941 la empresa pública RENFE
(Red Nacional de Ferrocarriles Españoles) para emprender la
reconstrucción de la red y el parque móvil, e impulsar la
modernización, electrificación y dieselización de la red
ferroviaria.
Aunque en las últimas décadas del siglo XX el ferrocarril
pareció sucumbir ante la competencia del coche y el avión, cara
al siglo XXI los trenes de alta velocidad se plantean como la
alternativa de futuro en el transporte de viajeros.
LA ESTACIÓN DE CASTEJON DE EBRO.
En toda Europa la revolución industrial vino de la mano de la
industria textil, la siderúrgia y el ferrocarril. En España
durante el reinado de Isabel II la Ley General de Ferrocarriles
de 3 de junio de 1855, marcó el punto de partida para la
construcción de las primeras grandes líneas. En 1856 se aprobaba
la de Madrid a Irún, y en 1857 las de Tudela - Bilbao y Zaragoza
– Alsasua (pasando por Pamplona). Estas dos enlazarían en
Castejón por lo que habría que establecer aquí una estación de
primer orden.
Para que el tren cruzara el Ebro se construyó en 1859 un puente
de hierro de 651 m. de longitud, y el 29 de abril de 1861 la
locomotora “La Celestina” paraba por primera vez en Castejón en
su trayecto Pamplona-Tudela. Al año siguiente (1862) se creaba
la estación de enlace conocida como Castejón de Ebro para dar
cobertura a las empresas concesionarias de ambas líneas, que
harían el traspaso de pasajeros y mercaderías en esta estación
común, donde coincidirían cuatro trenes a la vez. Además del
edificio para viajeros, andenes y muelles, hubo que levantar
almacenes para mercancías, cocheras para carruajes, depósitos de
máquinas, taller de reparaciones, tomas de agua y de carbón,
viviendas para empleados (jefe de estación, telegrafista,
guardagujas...), café-fonda y hasta una capilla.
En 1878 las dos Compañías fueron absorbidas por la Compañía de
los Caminos de Hierro del Norte de España. La estación de
Castejón atrajo a un gran número de pobladores (ferroviarios,
artesanos, comerciantes...), impulsó la creación de industrias
subsidiaras y la aparición de nuevos barrios hacia el sur,
iniciando un verdadero renacimiento de la zona y una prosperidad
que ha continuado hasta el presente.
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