BASADO EN HECHOS REALES Una calurosa tarde de domingo, Roberto y María, dos primos de nueve y diez años, contemplaban la piscina en casa de su abuela. Era el mes de mayo, pero con esas temperaturas perfectamente podría ser julio o agosto. El resto de la familia tomaba café dentro de la casa, hablando de cosas sin interés para ellos, de cosas de, mayores como decían. Por muchos juegos que se les ocurriesen, no podían dejar de contemplar aquella piscina sucia, de color verde que albergaba dentro toda la suciedad del otoño y del invierno. Deseaban que llegase el verano para que volviera a ser azul, estuviera perfectamente limpia y pudieran jugar durante horas y horas. _ ¿Sabes lo que pienso? – le dijo Roberto a María – creo que es el suelo lo que esta sucio, y por eso vemos el agua verde, pero en realidad el agua esta limpia. _ ¡Es verdad! – exclamó entusiasmada María – Entonces, si no tocamos el suelo, podemos bañarnos y no nos pasará nada. Ambos se miraron cómplices y, sin decir nada más, se deshicieron de sus ropas, salvo de las mudas, y sin pensarlo, se zambulleron en el agua. Eso sí, con toda la prudencia de no tocar el suelo que era donde residía toda esa suciedad. Disfrutaron lo que a ellos les parecieron horas, bucearon, nadaron, jugaron igual que si fuese verano, todo iba de maravilla, hasta que a lo lejos vieron como sus madres y su abuela corrían hacia ellos con las manos en la cabeza y muy alteradas _ ¿Pero qué estáis haciendo, inconscientes? – gritaban sin cesar. Roberto y María se miraron sin entender nada. Ellas no entendían lo que ellos habían deducido con tanta rapidez. _ Tranquilas – dijo finalmente Roberto. _ Es verdad – le secundó María – no hay qué preocuparse, la suciedad está en el suelo y no lo hemos tocado en ningún momento. Cuando las mujeres llegaron al fin a la piscina, la diversión se había acabado, y a Roberto y a María les tocó afrontar una larga ducha con mucho jabón. Pero, al menos, durante una tarde supieron cómo disfrutar del verano, en el mes de mayo… y los mayores se rieron durante años al recordarlo. Llanos González