Ópera en América expresó abiertamente que ojalá alguien lo librara del problemático arzobispo. Sus seguidores asumieron entonces que era necesario matarlo. El 2 de abril de 2013, la San Diego Opera presentó la obra con el bajo italiano Ferruccio Furlanetto en el rol principal. El director general y artístico Ian D. Campbell escenificó la obra en forma directa, haciendo el argumento fácil de seguir. La escenografía de Ralph Funicello, brillantes vitrales, escalinatas y plataformas, hicieron el efecto del interior de una gran catedral. La iluminación de Alan Burrett contribuyó notablemente a la escenografía. La diseñadora de vestuario Denitza Bliznakova vistió al arzobispo con indumentaria atemporal de la Iglesia Católica; a los solistas del primer y segundo coro, en carmesí; y al resto, con colores opacos que remitieron a la Inglaterra del siglo XII. Ferruccio Furlanetto como Thomas Beckett Foto: Ken Howard Ópera en Estados Unidos Assassinio nella catedrale en San Diego El compositor italiano Ildebrando Pizzetti (1880-1968) escribió más de quince óperas, de las cuales casi ninguna se pone actualmente. De la misma generación que Ottorino Respighi y Gian Francesco Malipiero, Pizzetti comenzó escribiendo teatro y presentó dos piezas antes de ingresar al Conservatorio de su ciudad natal: Parma. Años después, se convertiría en profesor y administrador, primero del Conservatorio de Florencia y luego del de Milán. En 1936 sucedió a Respighi en la Accademia di Santa Cecilia di Roma donde entre sus alumnos estuvo Mario Castelnuovo-Tedesco. Pizzetti estuvo muy influenciado por el dramaturgo y poeta Gabriele d’Annunzio y escribió música incidental para varias de sus obras. En 1939, Pizzetti fue nombrado miembro de la Academia Real Italiana. Aunque su relación con el régimen facista fue conflictiva, en general fue positiva; ésta podría ser la razón por la cual su obra se presenta tan escasamente. Compuso Sabina, su primera ópera, en 1897; y escribió otras once antes del estreno de Assassinio nella Cattedrale el 1 de marzo de 1958. Assassinio nella Cattedrale es una ópera en dos actos con libretto del compositor, basado en la traducción de Alberto Cristelli sobre la obra de T. S. Elliot del mismo nombre (Murder in the Cathedral) y trata del asesinato en el siglo XII del Arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, por parte de los seguidores de Enrique II, quien mayo-junio 2013 La historia de esta ópera, el conflicto entre Iglesia y Estado, parece que ha estado ahí desde siempre: remite al asesinato de Martin Luther King pues, como Beckett, King sabía lo que podría pasar. Furlanetto —quien se luce en papeles de los dos lados del conflicto: Felipe II en Don Carlo y Beckett—está en el mejor momento de su carrera y su voz opulenta fluyó sobre la orquesta como una magnífica fuerza de la naturaleza. Nació para cantar esta ópera. También es excelente actor, pues era difícil dejar de verlo cuando aparecía en escena. Susan Neves y Helene Schneiderman cantaron los solos de los coros que comentan la acción, ambas con timbre resonante. La otra estrella de la ópera fue el Coro de la San Diego Opera Chorus, dirigido por Charles F. Prestinari. Sus armonías fueron efectivas y como grupo tiene mucha cohesión: una verdadera congregación. Para el final, se les unió excelente Children’s Chorus de la Catedral de St. Paul. Alan Glassman, de timbre trompetístico, fue el Heraldo que anunciaba cada llegada y contribuyó al lujoso elenco de la producción. El resto de los personajes tomó parte en los tríos y cuartetos. Los tres sacerdotes, que cantaron con voz dramática mientras trataban de proteger al arzobispo fueron: el tenor Greg Fedderly, el bajo-barítono Kristopher Irmiter y el bajo Gregory Reinhart. Los cuatro asesinos de Becket fueron: el tenor Joel Sorenson, que tuvo algunos problemas en el agudo pero lo resolvió bien; el barítono Malcolm MacKenzie, que fue un dramático segundo caballero; el bajo barítono Ashraf Sewailam y el bajo Kevin Langan, sonoros como el tercer y cuarto caballeros, y quienes hicieron unos rufianes propiamente malvados. El director Donato Renetti hizo un muy auspicioso debut en la casa: la enorme orquesta respondió con precisión a esta nueva e interesantemente orquestada partitura. Ojalá escuchemos más a Renzetti. Mención especial a la cornista británica Andrea Overturf por su hermoso fraseo. por Maria Nockin pro ópera de bravura de poderoso timbre, fue un Príncipe encantador que personificó bien las glorias del cuento de hadas. El barítono Vito Prianti como Dandini fue un bien compuesto y divertido sirviente convertido en príncipe por un día y el robusto bajo Nicola Uliveri fue un imponente tutor con su vestimenta de sol, luna y estrellas. En su conferencia previa a la función, James Conlon nos contó lo mucho que le gusta dirigir Rossini y bel canto en general, y en la función pudimos percibir su gusto por este compositor y sus melodías. El elegante coro de Grant Gershon fue la cereza en el pastel. por Maria Nockin Cruzar la cara de la luna Antes de la llegada de los españoles, el pueblo indígena de México hacía música con percusiones, flautas y caracoles. Los españoles introdujeron violines, guitarras, arpas, instrumentos de metal y maderas que reemplazaron a los instrumentos originales. Los pueblos nativos aprendieron a tocarlos y a hacerlos eventualmente para usarlos en las misas. Estos nuevos instrumentos se hicieron populares pero algunas de sus formas y afinaciones se ajustaron al uso local. Kate Lindsey como la Cenicienta, Angelina Foto: Robert Millard La Cenerentola en Los Ángeles El 23 de marzo de 2013, Los Angeles Opera presentó La Cenerentola en una exquisita producción de Joan Font. Se trata de una coproducción con la Houston Grand Opera, la Welsh National Opera, la Grand Théâtre de Ginebra y el Gran Teatro del Liceu de Barcelona. Uno de los toques más encantadores de la puesta fue la inclusión de bailarines disfrazados de ratones que saltaron y corrieron graciosamente haciendo fascinantes movimientos. Una clara muestra de genialidad. Desde luego, la coreografía de Xavi Dorca, exquisita, también contribuyó a este resultado. La escenografía de Joan Guillen, si bien agradable a la vista, no contribuyó a la proyección de las voces; su vestuario, sin embargo, fue imaginativo y divertido. Kate Lindsey hizo una Angelina cuya canción inicial fue encantadora en lo vocal. La articulación de su colorara posterior no fue tan clara como esperarían los puristas pero sin duda construyó un personaje creíble y exquisito. Ya que el papel titular es para mezzo, tocaba a la soprano, Clorinda, estar a la altura y Stacy Tappan cantó con solidez y timbre plateado. Ronnita Nicole Miller, como Tisbe, cantó el más grave de los papeles femeninos con hermoso timbre de bronce. El barítono Alessandro Corbelli es mundialmente famoso por sus roles bufos y ésta fue una gran función para él. Su Don Magnifico fue pomposo y combativo, como mucha gente que todos conocemos. Nos encantó su increíble dicción e impresionante desempeño en los trabalenguas. René Barbera, un excelente tenor pro ópera La música mexicana ha evolucionado mucho a través de los siglos. La música de mariachi, se piensa, es derivada del son, que usa guitarras y arpas tocadas por músicos vestidos de blanco y con huaraches. Al final del siglo XIX las tradiciones musicales europeas estaban firmemente establecidas en México y diversas formas de entretenimiento musical se escribían tanto por artistas mexicanos como europeos. En áreas rurales, los miembros de los grupos locales se vestían como charros y, posteriormente, este vestuario se adaptó al mariachi urbano, hasta hace poco, únicamente conformado por hombres. La música de mariachi y los músicos que la tocan se profesionalizaron en la década de los 40 y 50 del siglo pasado. El mariachi Vargas de Tecalitlán se hizo legendario y apareció en películas y acompañando a estrellas del canto. El grupo se expandió con la adición de trompetas, violines e, incluso, una la guitarra clásica, convirtiéndose más en una orquesta pero conservando la base tradicional del son e integrando nuevas ideas y estilos. El mariachi Vargas se remonta a 1890. Generaciones de intérpretes han conservado la autenticidad del grupo, mientras la música ha evolucionado. Sin embargo, el último de los Vargas murió en 1985, aunque el grupo todavía se considera a sí mismo como la conformación original, pues su música ha pasado por generaciones a través de sus integrantes. Cruzar la cara de la luna se ha presentado en Houston y en París. Las funciones en San Diego fueron el estreno en la costa oeste. El título hace referencia a la migración anual de las mariposas monarcas entre Estado Unidos y México. Miembros de una familia migran también entre dos países y con frecuencia pasan mucho tiempo lejos de sus seres queridos. Muchos de los asistentes al Civic Theater en San Diego fueron mexicano-americanos y se identificaron con la trama. La función abrió con Brian Shircliffe como Mark, cantando acerca de las mariposas y acompañándose a sí mismo con una guitarra. Su voz de barítono sonaba como oro líquido y la canción fue el principio de una muy intensa función. mayo-junio 2013 Octavio Moreno (Laurentino) y Cecilia Duarte (Renata) La soprano Brittany Wheeler encarnó a Diana, un miembro de una generación más joven que quería conectarse con su pasado mexicano. Vanessa Cerda-Alonzo fue Lupita, un ama de casa de pueblo mexicana cuyo esposo pasa la mayor parte del tiempo lejos de ella. Ambas cantaron con timbre dramático. El tenor colombiano David Guzmán fue el único papel masculino agudo en esta función; y su voz como de trompeta fue una buena elección para acompañarse con el mariachi y las voces graves de la mayoría del elenco. El personaje más fascinante fue Renata, interpretado por la mezzo soprano mexicana Cecila Duarte, quien cantó tanto canciones líricas como dramáticas, bailó y conmovió con su caracterización. Dado que Renata extraña a su esposo, contrata a un “coyote” para que la lleve a ella y a su hijo con él; oculta el hecho de que está embarazada y quiere que su hijo nazca en Estados Unidos. Desgraciadamente, el camino por el desierto es muy pesado y, como muchos otros, muere en el intento. El “coyote” regresa con el niño a México pero no se encuentra con su padre en muchos años. Duarte dio una gran interpretación; ojalá se le vea pronto otra vez. Saúl Ávalos fue un comprometido Chucho; Octavio Moreno, un presente Laurentino; y Juan Mejía, un enérgico Víctor. La música compuesta por José “Pepe” Martínez es por momentos dramática y por momentos lírica, con algo de sonido de big band de las trompetas con sordinas. Su uso del arpa añadió un toque rítmico al texto, que contó la historia con claridad y considerable grado de detalle. La escenografía de Leonard Foglia fue práctica y el vestuario de César Galindo, atractivo. La iluminación de Brian Nason hizo efectivos los recursos visuales utilizados. El supertitulaje estuvo en los dos idiomas y el grupo de mariachi estuvo dirigido por el violinista José Martínez, Sr. Las tres trompetas estuvieron muy afinadas, al igual que el arpa, la vihuela, el guitarrón y la guitarra, pero hubo de pronto algún desfase en los violines. Una lástima que la compañía sólo estuvo en San Diego por un día; ojalá regresen. Antes y después de la ópera hubo conciertos con mariachi en la plaza afuera del teatro y estuvo bien ver a tantos buenos grupos participando. por Maria Nockin Der fliegende Holländer en Los Ángeles El 9 de marzo de 2013, Los Angeles Opera presentó esta ópera de Wagner en el Dorothy Chandler Pavilion. El elenco original contemplaba a Elisabete Matos como Senta, pero enfermó inesperadamente y fue reemplazada por Julie Makerov, quien ya mayo-junio 2013 Tómas Tómasson (Holländer) y Julie Makerov (Senta) Foto: Robert Millard ha cantado el papel con la Canadian Opera Company. Makerov tiene una voz enorme y fuerte con una cualidad nórdica que se adapta perfectamente al papel. Tuvo algunos problemas controlándola pero es sin duda una cantante joven que promete y a la que esperamos oír en más funciones en el futuro. Su Senta fue emocionante y el público la ovacionó con cientos de “Bravas” desde cada rincón del teatro. El barítono dramático islandés Tómas Tómasson hizo un alto y esbelto Holandés que lució espectral vestido de negro. Su oscuro rango vocal de timbre bronceado se mezcló y armonizó muy bien con los metales en la orquesta. James Cresswell, quien cantó al ambicioso Daland, ya es conocido entre el público de esta casa de ópera y su caracterización como el padre de Senta fue fascinante: mucho más preocupado en hacerse con las joyas del Holandés que en el futuro de su joven y bella hija. Originalmente, Eric iba a ser cantado por Jay Hunter Morris, el Siegfried del Met, pero canceló y Corey Bix cantó bien la parte, aunque pareció cansarse con facilidad. Una de las sorpresas de la noche fue el canto de Matthew Plenk como el Timonero. Tiene un tono dulce que parecía conseguir sin esfuerzo y evidenció lo que se suele leer acerca de la admiración de Wagner por Bellini. Ronnita Nicole Miller cumplió como Mary: de sobra llenó el papel, tanto vocal como escénicamente. pro ópera Pero es el director quien le da vida a una función de ópera, y la orquesta dirigida por James Conlon nos adentró en el misterio del Holandés y su maldición y la joven que se obsesiona, con consecuencias funestas, por su historia. La producción de Nikolaus Lehnhoff ya se ha presentado algunas veces desde su estreno pero todavía es funcional. Si bien no cuenta la historia de manera realista, sí cumple, en escena, con ella. La dirección escénica corrió a cargo de Daniel Dooner y el escenógrafo Raimund Bauer mostró las costillas del barco y el casco con un símbolo de peligro, todo nebulosamente. Proyecciones sobre tela hicieron el efecto en el público de estar rodeado por el mar. El vestuario diseñado por Andrea Schmidt-Futterer no aludió a ninguna época o lugar en particular pero cuando Senta revela quién es el Holandés errante, quitándole la capa, fue claro que era suya hasta la muerte. Ojalá hubiera habido algún tipo de borde por el que pudiera saltar, pero simplemente caminó hacia la neblina al final de la ópera. Más relevante; la música delineó los sentimientos amorosos de la joven y su unión al Holandés en el otro mundo. por Maria Nockin The Gospel… en Los Ángeles En mayo de 2012 Los Angeles Philharmonic estrenó, de John Adams y Peter Sellars, The Gospel According to the Other Mary con gran éxito. Este año, Gustavo Dudamel, la orquesta, el Los Angeles Master Chorale y los solistas estarán presentando la obra en su gira por Europa. Adams ha hecho algunos cambios en la música y esto fue evidente cuando la hicieron en el Disney Hall el fin de semana pasado. Los londinenses podrá ver el estreno en el Barbican el 16 de marzo, y los neoyorkinos posteriormente. Aunque ésta es la representación musical de la Pasión de Cristo de Adams, Sellars cuenta la historia desde la perspectiva de sus seguidores. Habiendo contado la historia de la Natividad en El Niño, Adams continúa ahora con la descripción de la Crucifixión y la Resurrección como muchos compositores de antaño. Adams y Sellars, sin embargo, unifican el relato bíblico con obras de activistas sociales modernos. Junto al Antiguo y Nuevo Testamento, el libreto hace uso de la autobiografía de la fundadora de Catholic Worker, Dorothy Day, la poesía lírica de June Jordan, el Cristo de Orozco y otras imágenes de Louise Erdrich, el poema Escena de The Gospel According to the Other Mary Foto: Craig T. Matthew pro ópera mayo-junio 2013 Passover de Primo Levi, textos de Rosario Castellanos, Rubén Darío y la abadesa del medievo Hildegard von Bingen. La pieza es una magnífica conjunción de lo viejo y lo nuevo que representa algo de la actividad altruista judeocristiana del día de hoy. La orquestación de Adams es tan inusual como el libretto que la inspiró. La partitura requiere del grupo usual de cuerdas, maderas y metales, pero añade un set grande de percusión, arpa, piano, bajo eléctrico y címbalo. Éste último muy preponderante y decisivo en la novedosa sonoridad de la obra. El domingo, Chester Englander lo tocó con la máxima delicadeza. Con una enorme orquesta sobre el escenario no hubo mucho espacio para los cantantes. el coro estuvo en una plataforma elevada detrás de la orquesta y los solistas y bailarines, en una pequeña plataforma junto a podio. La mezzo-soprano Kelley O’Connor fue una lírica y expresiva María. La contralto Tamara Mumford, conocida por sus múltiples apariciones como Smeaton en la Anna Bolena transmitida por el Met, fue Martha. Sus graves son extraoridnarios y Adams le dio oportunidad de mostrarlos. Como su hermano Lázaro, el tenor Russell Thomas cantó con timbre trompetístico. Un trío de contratenores conformado por Daniel Bubeck, Brian Cummings y Nathan Medley cantó la narración con deliciosas y cerradas armonías, dejándonos oír por momentos la belleza de sus voces individualmente. Un equilibrio perfecto con las dos voces de las mujeres. Michael Schumacher, Anani Sanouvi y Troy Ogilvie fueron los bailarines que ayudaron a contar la historia. Los vestuarios de obrero de Dunya Ramicova hicieron la historia atemporal mientras que la iluminación de James F. Ingalls enfatizó los puntos álgidos de la trama. Grant Gershon dirigió al Los Angeles Master Chorale, quien, a pesar de haber estado detrás de la orquesta, hizo un esfuerzo por hacer un poco más que sólo cantar las notas. Dudamel añadió emoción a la función, como siempre: su habilidad para sincronizar todas las fuerzas sonoras a disposición dio a la obra una forma definida realmente prodigiosa. No es necesario decirlo, pero el público de Los Ángeles prodigó ovaciones de pie augurando gran éxito para su gira por Europa. por Maria Nockin Tosca en Phoenix El 26 de enero, la Arizona Opera presentó dos funciones de esta ópera con dos elencos diferentes. La matinée, con Karen Slack, quien hizo su debut en el papel y en esta casa, y quien asegura haber escuchado a Leontyne Price y a Jessye Norman desde niña y que su voz pertenece a esa tradición. Slack no solamente tiene un fácil Do agudo, también cuenta con una variedad de recursos vocales en sus registros medio y grave. No contuvo nada en su actuación y su ‘Vissi d’arte’ fue un hermoso oasis dentro de su intensa caracterización. Garrett Sorenson fue un robusto Cavaradossi que cantó una ‘Recondita armonia’ con sólido y resonante timbre, personificando al pintor como un comprometido revolucionario sin miedo a morir por su causa. Su ‘Vittoria!’ fue cantado con un verismo visceral de Boris Rudak (Alfredo) y Mary Dunleavy (Violetta) Foto: Jeff Roffman mayo-junio 2013 pro ópera estentóreo lucimiento vocal. Sólo al final, cuando cantó ‘E lucevan le stelle’, pareció darse cuenta de cuánto le pudo haber faltado por vivir. Kristopher Irmiter fue un alto, apuesto y refinado Scarpia. Este personaje es un barón, después de todo, y sí tiene que tener los modales que uno esperaría de un noble. Sus galanterías, sin embargo, van de la mano con una malicia constante y una falta de compasión hacia todo aquel que no estuviera de su lado. Irmiter cantó la parte con fuerza y elegante fraseo, pero su presencia en el ‘Te Deum’ fue absolutamente fascinante. Peter Strummer fue un divertido Sacristán y los roles secundarios estuvieron muy bien atendidos. Craig Colclough declamó las líneas de Angelotti con vigor y dignidad a pesar de su apariencia de convicto. El mismo artista mostró su lado cómico como el flojo carcelero. David Margulis y Bevin Hill, miembros del Programa para Artistas Jóvenes de Arizona, hicieron buenas caracterizaciones de Spoletta y del niño pastor. Thomas Cannon fue un fuerte e imponente Sciarrone. Éste fue el debut del director Keitaro Harada, y le fue muy bien; creo que seguiremos oyendo bastante de este maestro próximamente. Equilibró bien a la orquesta y todos entraron a tiempo en una buena sincronización de escena y foso. Henri Venanzi ha convertido al coro de esta casa en un ensamble de primera clase que cantó en sus intervenciones con buen gusto. El director escénico Bernard Uzan contó la historia a la manera tradicional, lo cual fue un cambio que dio gusto ver. La escenografía de Donald Oenslager fue construida en la New York City Opera hace unos 50 años y ésta fue su última puesta. Fue un día frío, lluvioso y oscuro, pero el público en el Phoenix Symphony Hall iluminó y calentó el ambiente con sus “bravos”. por Maria Nockin La traviata en Atlanta Marzo 5. Bonita presentacion de La traviata de Verdi efectuada por la Ópera de Atlanta. Es dificil agregar mayores toques atractivos a esta ópera que se presenta continuamente por todo el mundo. Produccion original de la Ópera de Montreal, mostró hermosos decorados de Claude Girard y Bernard Uzan en tonos pastel, ocupando todo el escenario y evocando un París elegante de mediados del 1800. Al mismo tiempo, el original vestuario de A. T. Jones and Sons, Inc. proporcionó una nueva moda llena de pequeños volantes para las damas, que si tenían una buena figura las realzaba aún más, pero si eran algo voluminosas se veían bastante más robustas. Tal fue el caso de la mezzo soprano Maria McDaniel en el papel de Flora Bervoix, joven cantante que se ha lucido cantando Mozart, pero en esta ocasion le faltó alegría para dar vida a la casquivana Flora, quien enfundada en tantos volantes se veia como una matrona con varios kilos de más, lo cual no le niega una buena voz. Brillante iluminacion de Chad R. Jung, que llenó de luz toda la producción, incluso en el tercer acto, dejando que fuera la música quien proporcionara la tristeza de la trama. El coro dirigido por Walter Huff y que le da renombre a la Ópera de Atlanta, se comportó en forma profesional y con afinadas voces. Digno de mencionar fue su buena actuación en los concertantes. pro ópera La única nota disonante fue la de un corista en el primer acto, durante la cena en casa de Violetta, que apareció con un sombrero de copa en su cabeza durante toda la escena del brindis, rompiendo el protocolo requerido en un acontecimiento social. La dirección escénica de David Gately movió los grupos en forma inteligente, logrando un gran efecto visual. Los comprimarios Ashley Curling (Annina), Wesley Morgan (Gastone), Brent Davis (Baron Douphol), Jason Hardy (Marquis D’Obigny) y Adrian Smith (Doctor Grenvil) cumplieron su cometido. Faltó la alegría de un ballet en el salón de Flora; sólo se presentó una gitana danzante (Tamara Merritt Irving) que, aunque graciosa, no llenó el vacío. El director de orquesta Joseph Rescigno, sobrino del otrora grande Nicola Rescigno, pareció falto de ensayos con los cantantes, mostrando grandes dificultades para acoplarse con los solistas, haciéndoles perder el ritmo en algunas ocasiones. No muy buena impresión causó el tenor de Belarus, Boris Rudak (Alfredo), quien viene de ganar el segundo lugar en el concurso del Teatro Colón en Buenos Aires. Se notaba incómodo en su papel, y le faltó química con sus colegas. Con aspecto infantil, más parecía el hijo de Violetta que su amante. La voz es débil y no proyectaba al fondo del teatro, lo que hace pensar que estaba en un repertorio equivocado. Sus arias pasaron desapercibidas. La gran revelación fue el joven barítono Weston Hurt, interpretando a Giorgio Germont, con una estupenda voz potente y buena actuación. Encarnó muy bien al padre de Alfredo, con movimientos lentos y pesados. Hermosas sus intervenciones, en especial ‘Di Provenza il mar’ y el dúo con la soprano fue espectacular. Es interesante ver el inicio de una gran carrera que se le vaticina a este cantante. Hay que recordar su nombre. En el papel estelar vemos a una actriz cantante, que es lo que ha llegado a ser Mary Dunleavy; más que una soprano que pueda interpretar distintos roles, vemos a una artista que se ha adueñado por completo de este personaje. Desde el primer momento hasta el final de la ópera, mantiene al público en vilo, perfeccionando cada detalle de su actuación en forma natural y espontánea. Sin Escena de Il trovatore en Phoenix Foto: Jeff Reeder mayo-junio 2013 aires de prima donna, se desliza por el escenario dominando hasta el último detalle de la trama, al mismo tiempo que brinda una potente y melódica voz. Se destacó en el brindis; su ‘Sempre libera’ mostró una mujer algo madura que no quiere perder su libertad y abandonar la vida cortesana que acostumbra llevar. Desafortunadamente, parecía más la madre de Alfredo que su amante, pero dio el toque de gracia con el barítono. El ‘Addio del passato’ fue desgarrador, terminando su aria en el fil di voce que Verdi pidió en el libreto. Una honesta y profesional soprano con linda voz. por Ximena Sepúlveda Il trovatore en Phoenix Escena e Il trovatore en San José Foto: Pat Kirk El 2 de marzo de 2013 la Arizona Opera presentó una producción tradicional de esta obra verdiana, dirigida en escénicamente por John Hoomes en el Symphony Hall de Phoenix, que más bien se proyectó en una pantalla con imágenes de Douglas Provost de la gloriosa España del siglo XV. El primer personaje escuchado en la ópera es el soldado Ferrando, quien asienta el relevante contexto. Cuando una ópera proviene de una pieza teatral, sólo se puede usar una tercera parte de los diálogos, así que se requiere de alguien que cuente la historia. El director de escena Hoomes se encargó de que siempre supiéramos lo que estaba pasando. Peter Volpe cantó este papel con timbre de bronce y vigorosamente. Karen Slack, la heroína Leonora, tiene una voz de soprano voluptuosa con agudos plateados y un registro de pecho formidable que combinó cuidadosamente con los alientos, navegando en el movimiento de la música: una emocionante interpretación del papel. Dongwon Shin fue un enérgico Manrico de cálida voz de tenor, fraseo natural y sobrado squillo en ‘Di quella pira’. Acometió con excelencia un papel que pocos tenores se atreven a cantar, así que no sorprende que lo vaya a cantar en diversas ciudades. Mary Phillips domina el papel de Azucena. Verdi mismo dejó dicho que no es una loca, si bien sus acciones son las de una mujer perturbada; hoy en día, podríamos decir que la causa es el estrés traumático de haber visto la cruel ejecución de su madre. Phillips la hizo creíble y real, tanto cuando muestra su amor por su hijo como cuando se resiste a ser capturada como un animal enjaulado, coloreando su opulento timbre de mezzo soprano con las texturas dramáticas del rol. Una de las mejores actuaciones en el elenco fue la del antagonista, el Conde di Luna: Malcolm MacKenzie, quien fraseó con gran musicalidad y timbre áureo. Como Inez y Ruiz, Bevin Hill y David Margolis manejaron sus roles con holgura, contribuyendo a la excelencia de la función. El coro, dirigido por Henri Venanzi, cantó con pasión, compromiso musical y verdadera conciencia armónica. Joel Revzen dirigió y mantuvo ensamblados a los artistas que participaron en esta puesta con chispa, luminosidad y una carga motora que no dejó decaer a la partitura en ningún momento. por Maria Nockin mayo-junio 2013 Il trovatore en San José Il trovatore es una ópera difícil, llena de retos vocales muy grandes: la stretta del tenor es una prueba de resistencia que termina con un Do sobreagudo no escrito. La mezzo soprano tiene que dar un Do agudo; el barítono tiene que sostener un Sol; y la soprano tiene una escala de diecisiete notas que van de un Do sobreagudo a un La grave. Y cuatro cantantes no bastan para poner en escena una obra como ésta: se necesitan ocho por si alguno necesita ser reemplazado. El 10 de febrero la función empezó con un solvente y joven bajo, Matthew Anchel, haciendo su debut en la compañía como Ferrando, mostrando un timbre firme, excelente dicción y agilidad vocal mientras asentaba el contexto de la historia con su ‘Abbieta zingara’. La soprano Melody King cantó Leonora con amplia vocalidad y estilo; tiene el rango vocal para el papel pero su línea de canto y afinación disminuyeron conforme se acercaba al límite de sus agudos. Mientras no los domine, su Leonora se considerará todavía en proceso. El tenor James Callon hizo un refinado Manrico con su voz poderosa, si bien no muy italiana, que sirvió bien al papel. Fue un buen duetista y su presencia en el escenario animó la función y dio el Do sobre agudo al final de ‘Di quella pira’. La mezzo soprano Rebecca Krouner estuvo impresionante como Azucena, acometiendo el rol sin errores, viviendo el personaje con intensidad y comunicando al público esta intensidad sin decaer. El público la amó. El barítono Evan Brummel fue un excelente Conde di Luna. Hizo de su ‘Il balen del suo sorriso’ uno de los mejores momentos de la función, amenazante e imponente. Su timbre y su manera de cantar me recordaron al gran Leonard Warren: vibrante, resonante y pleno de italianità. La producción fue tradicional y efectiva, en gran medida gracias a los vestuarios de Elizabeth Poindexter. El exuberante coro de la compañía acompañó a los solistas y la orquesta se escuchó bien preparada en especial en la virtuosa sección de los yunques. David Rohrbaugh fue el director musical. o por John Koopman pro ópera