Tres intelectuales: Deodoro Roca, Saúl Taborda y Juan Lazarte, tres trayectorias forjadas al calor de la Reforma Universitaria, y un ideario común. Lautaro Bruera, Becario CONICET, CIESAL, Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R.; JTP Facultad de Humanidades y Ciencias, U.N.L.; Adscripto Historia Argentina y Latinoamericana II, Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R. Catamarca 1844, 4º C, Rosario, Santa Fe, tel. 4259681, lautarobruera@yahoo.com.ar Hacia una nueva generación La Reforma Universitaria de 1918 tuvo su origen en Córdoba, como acontecimiento político y cultural, transformador de las estructuras universitarias a nivel nacional y continental, y a su vez como forjador de un nuevo sujeto histórico: el movimiento estudiantil como expresión de la juventud. Los jóvenes protagonistas de los sucesos de la Reforma Universitaria se identificaban como parte de una nueva generación. Esta caracterización fue obra fundamentalmente de sus principales figuras intelectuales. El discurso de cierre del primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, que sentara las bases de los nuevos estatutos vigentes en las Universidades Nacionales en Argentina, el 30 de Julio de 1918, lo realizó el autor del Manifiesto liminar, Deodoro Roca, quien lo enunció reivindicando el honor de ser su camarada. Llevaba como titulo “La nueva generación americana”1, y por primera vez apareció públicamente, la expresión que se proyectará a partir de este momento, para identificar a los jóvenes reformistas en Argentina y en Latinoamérica. Deodoro Roca había nacido en Córdoba el 2 de Julio de 1890, y se recibió en 1915 de abogado y doctor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Algunas de las inquietudes que lo van a acompañar a lo largo de su trayectoria intelectual, quedaron plasmadas en su tesis doctoral cuyo tema era: “Monroe-Drago-A.B.C, Reflexiones sobre la política continental”. Este trabajo ya le había significado a Deodoro Roca un comentario elogioso y un reconocimiento por parte del director de la Revista de Filosofía, José Ingenieros en 1916, quien resaltaba de 1 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968, pág. 21. 1 la tesis, el planteo de una unión y solidaridad de los países latinoamericanos, ya no por solidaridad de sangre sino por un destino en común. Este postulado diagnosticado por Deodoro, se vio plasmado en la dedicatoria del Manifiesto liminar del 21 de junio de 1918, que estaba dirigido por parte de la Juventud Argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica. En el momento que se desarrollaba la Reforma Universitaria Deodoro Roca tenía 28 años, era graduado universitario, abogado y desde 1916 director del Museo Histórico Colonial, habiendo designado por el gobernador radical Eufrasio Loza, que fue su única experiencia en un cargo público. La temprana participación de Deodoro en el movimiento que propulso la Reforma Universitaria en 1918 a través del Comité Córdoba Libre, le generó importantes contrapuntos con el gobernador Julio Borda. El 2 de Julio de 1918 éste había recriminado a Deodoro por su protesta ante el accionar policial en la Universidad, lo que tuvo como respuesta la afirmación de que el empleo era cumplimiento de obligaciones pero no una gracia ni significaba vasallaje, con lo cual se distanciaba de los reproches, y asumía la justeza de la protesta. Deodoro finalmente será exonerado como Director del Museo a comienzos de 1919, sin volver a ocupar ningún cargo público. Salvo otro fugaz paso como Consejero Directivo y Profesor de Filosofía en la Facultad de Derecho entre 1919 y 1921. En el discurso de clausura del primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios que tituló Deodoro Roca: La nueva generación americana, se planteaba la idea de una pertenencia generacional a la que denominaba: la de 1914, y que estaba alumbrada por la responsabilidad ante el incendio de Europa por la Gran Guerra. Esta identificación propugnada por Deodoro implicaba complementariamente una diferenciación, ante la generación anterior, caracterizada por éste como adoctrinadas en el ansia inescrupulosa de la riqueza, en el desdén por la obra desinteresada, y en las direcciones del agropecuarismo cerrado o la burocracia apacible y mediocrizante. Denunciaba, a su vez, Deodoro, que a partir de esa actitud adoptada por la generación precedente, se fugaba la espiritualidad, incluido el viejo el viejo “esprit” de los criollos, como resplandor de los campamentos lejanos en donde “se afianzó nuestra nacionalidad”2, diluyéndose en la 2 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968, pag.22. 2 grisácea uniformidad de conducta y en las “oscuras prácticas de Calibán”3, de este modo aparecían las claras influencias del arielismo de Rodó. Deodoro criticaba también la actitud de buscar la fórmula del universo, y como única forma de ver la realidad a través del libro recién llegado, “cualquiera fuera su procedencia y su calidad”4. Deodoro afirmaba que aquella actitud de la generación precedente, a su vez estaba cargada de retórica, y se convertía en grandilocuencia en el campo literario, en gesticulación pura en el campo político, en rito puro en el campo religioso, en simulación cínica o pedantería en el campo docente, fraude o escamoteo en la vida comercial, ostentación, vanidad, ausencia de simpatía real en el campo de la sociabilidad, duplicidad de enseñanza en la vida familiar, y enajenación de virtudes a favor de vicios ornamentales en el plano de la moral. Sin embargo, Deodoro rescataba en su discurso de cierre del congreso de estudiantes universitarios, algunas “voces” que se habían alzado frente a aquella actitud, rescatando la fe en los destinos de la nacionalidad, como era la de Ricardo Rojas. Deodoro, retomaba de Rojas la idea de darle contenido americano e infundirle carácter, espíritu, “fuerza interior y propia al alma nacional”, y de este modo poder generar una conciencia orgánica de pueblo. Para Deodoro, el planteo de Rojas quedaba confirmado con los festejos del centenario del año 10, los cuales eran descriptos por aquel como “un tumulto babélico, triste, violento y oscuro”5, y organizados por el Estado “rastacuero”, que era producto no de la expansión orgánica de las fuerzas, sino la consecuencia “de un simple agregado molecular”, no desarrollo, y si yuxtaposición. Deodoro se hacia eco del lamento de Rojas, y aseveraba que se había perdido la conciencia de la personalidad “Dos cosas -en América y, por consiguiente, entre nosotros- faltaban: hombres y hombres americanos”6. Para sustentar esta afirmación, Deodoro también rastreaba la génesis de este problema, a partir del rol al cual había sido sometido el continente americano durante el coloniaje, esto era haber sido materia de explotación y objeto para el mayor rendimiento en la generación de riqueza ajena. Desde aquel momento y en nombre de estos objetivos, se había sacrificado la vida 3 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968, pag.22 4 Ibídem; pag.23. 5 6 Ibídem; pag.24 Ibídem; pag.24 3 autóctona, “con razas y civilizaciones”7, lamentaba Deodoro; sobre todo porque lo que no se había destruido en nombre del trono, se lo había hecho en nombre de la Cruz. Y al mantenerse el hecho de la función de ser materia de explotación, a lo largo del tiempo, Deodoro concluía que se vivía sin otro ideal, se estaba siempre de paso, y quien se quedaba lo hacía con resignación, y esa tensión se propagaba por contagio imitativo a los propios hijos del país, por lo tanto se andaba por la tierra de América, sin vivir en ella. Pero frente a este crudo diagnóstico esbozado por Deodoro, se habría una esperanza a partir del accionar de las nuevas generaciones, del cual formaba parte el auditorio de estudiantes universitarios al que se dirigía en su discurso. La nueva generación, a diferencia de la precedente, según el intelectual cordobés, comenzaba a vivir en América, a preocuparse por sus problemas, por el conocimiento de todas las fuerzas que actúan, se agitan y limitan la vida de la nación, renegando de literaturas exóticas y midiendo su propio dolor, para poder remover los obstáculos “que se oponían a la expansión de la vida en esta tierra”8. Esta nueva actitud asumida por la juventud, para Deodoro, no significaba cerrarse a la sugestión de la cultura proveniente de otros continentes, sino abrirse a la comprensión de lo propio, crear hombres y hombres americanos era la recia imposición de la hora, sentenciaba el pensador cordobés. Finalmente Deodoro, advertía en su discurso de clausura del primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, que el secreto de la futura transformación se encontraba en la Universidad, pero para que se hiciera realidad se necesitaba ir a las universidades a vivir, no a pasar por ellas; y desde allí formar el alma de la nacionalidad. Esto implicaba operar una revolución desde arriba. Pero Deodoro aclaraba los términos de esa operación, planteándola como una acción reciproca entre la Universidad y el pueblo para que pudiera surgir su real grandeza. Y a su vez, expresaba su profesión de fe en la nueva sensibilidad, y la preparación para realizar esta tarea por parte de la generación que asomaba a la vida del país, manifestando una posición distinta e inequívoca ante los problemas universales de la cultura. 7 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968, pag.25. 8 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968, pag.25. 4 Esta actitud y sensibilidad asumida por la nueva generación, quedaba reflejada para Deodoro en el impulso para la realización del Congreso de Estudiantes, y en el espíritu que animó su desarrollo durante la semana que sesiono en la ciudad de Córdoba. A su vez, Deodoro planteaba la idea de una revolución que recién comenzaba, y sostenía que por los pensamientos de los jóvenes estudiantes de todo el país reunidos en el Congreso, pasaba, casi silencioso, el porvenir de la civilización del país. Por último Deodoro sintetizaba el espíritu de las resoluciones surgidas del Congreso como un fiel reflejo de la nueva generación, en primer lugar a través del soplo democrático que significaban las nuevas bases de reorganización, y luego el planteo de la necesidad de ponerse en contacto con el Pueblo, “ya sea abriéndole las puertas de la Universidad o desbordándola sobre él”9. De este modo Deodoro, le otorgaba al espíritu de la Universidad la tarea de conformar el espíritu de la Nación, a través del espíritu del estudiante educado en la solidaridad en la ciencia y en la vida; del ejercicio de ser sistemáticamente heroicos en las pequeñas cosas “no necesarias” de todos los días; y sobre todo en el afán “sin emulación egoísta”10 de sobrepasarse a sí mismos, a partir del ansia del saber, la inquietud del ser, en medio de la cordialidad entre los hombres. La hora americana En plena correspondencia con el planteo de Deodoro Roca, y al igual que éste, miembro del Comité Córdoba Libre, Saúl Taborda resaltaba el impacto de la Gran Guerra Europea en la formación del ideario de la nueva generación. Taborda anunciaba que veinte siglos de valores feudales, y de civilización europea, edificados en mampostería cristiana, se liquidaban sobre el campo de batalla, derrumbándose sin dejar nada en pie. Saúl Taborda había nacido el 9 de noviembre de 1885 en el Departamento Río Segundo de la Provincia de Córdoba, y sus días concluyeron en Unquillo en 1944. Realizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Rosario en 1906, estudio abogacía en la 9 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968, pag.27. 10 Ibídem; pag.28 5 Universidad de la Plata, y se doctoro en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Provincial de Santa Fe en 1913. Entre sus numerosas y variadas obras cabe destacarse: Reflexiones sobre el Ideal Político de América11, escrito y publicado en Córdoba en 1918, al calor de los sucesos de la Reforma Universitaria. En este texto, Saúl Taborda se proponía transmitir, fundamentalmente a los jóvenes de la nueva generación que estaban protagonizando los acontecimientos de transformación y renovación en el plano cultural, con una gran proyección nacional y continental, a partir de la Reforma Universitaria, su diagnóstico sobre el momento histórico que se estaba atravesando. Comenzaba aseverando Taborda que el régimen social concebido en Europa había demostrado sus límites para poder hacer efectiva la paz y el bienestar en el mundo, por lo tanto una nueva estructura se iba a levantar sobre el “orden de cosas abatido”12. En este sentido, aseguraba que el reloj del tiempo estaba señalando el minuto de la acción, y en consonancia con el encabezamiento del Manifiesto liminar, Taborda planteaba la idea del momento histórico de vivir una hora americana, con esa afirmación se cerraban cada uno de los dieciséis capítulos que componen la obra. Taborda proponía la idea de hacer un riguroso examen de conciencia, para poder establecer que aún no había concluido la obra comenzada en el siglo XIX con la declaración de la independencia americana. Esto se debía, en el análisis de Taborda, al hecho de no haber generado una cultura genuina cuando existían las condiciones suficientes para ello, dependiendo todavía de la civilización “transitoria” elaborada por Europa. A su vez, se denunciaba, desde esta misma lógica, el hecho de que la nación viviera de empréstitos fundamentalmente contraídos con Londres, hipotecando todo fruto presente y futuro. Y la figura mitológica utilizada por Taborda para graficar esta situación era la invasión de Plutus, dios de la riqueza, que se apoderaba de las mies y el ganado que poblaba las pampas. La nueva personificación de esta figura interpretaba Taborda era el tío Sam, como representación del millonario advenedizo yanqui, que cegaba la fuerza del espíritu e impedía la concepción de un ideal. Ante esta realidad, Taborda declamaba la necesidad, a cien años de la independencia, de “ser americanos por la obra y por la idea, ahora o nunca más”, y por lo tanto se planteaba la dicotomía de 11 TABORDA, Saúl; Reflexiones sobre el Ideal Político de América, Ed. Elzeviriana, Córdoba, 1918. TABORDA, Saúl; Reflexiones sobre el Ideal Político de América, Ed. Elzeviriana, Córdoba, 1918, pag.10 12 6 ser como naciones simples factorías al servicio de Europa, o pueblos independientes al servicio del ideal, con lo cual a la dicotomía propuesta en el Ariel de Rodó se le incorporaba la variable social. Rectificar a Europa Saúl Taborda establecía como base de los problemas del proceso de la civilidad europea, el hecho de haberse conformado sin poder sustraerse a la influencia de los valores de los regímenes antiguos, ya que se habían constituido sobre la base transitoria de la desigualdad en el reparto de los bienes. Esta situación problemática, afirmaba Taborda, llevaba al enfrentamiento del hombre contra el hombre, que en los tiempos modernos enfrentaba al patrón frente al obrero, y caracterizaba a esta lucha como el hecho social de más graves consecuencias, y de proyección universal que la historia haya registrado. Nunca se había registrado para Taborda una explotación “más inicua y criminal del hombre por el hombre”13, el capital intensificaba diariamente el martirio de la clase obrera, la maniataba por el hambre, especulaba sobre su tiempo de trabajo, y finalmente expoliaba hasta la exageración su capacidad productora de mercancías. “Plutus” se adueñaba del Estado, lamentaba Taborda, pero nada comprendía del ideal, ni “de la salud y la belleza de la raza”, dictaba códigos civiles y amparaba “sus” derechos, inventaba religiones y morales de acuerdo a sus conveniencias, y las hacia enseñar en las escuelas; además de convertirse en propietario exclusivo de la tierra y llenarla de vasallos a los cuales se les prometía bienaventuranza en el mundo ultraterreno. Luego de analizar y criticar las distintas formas que adoptaron el Estado, la Justicia, la política militante, la política agraria, la política docente, las instituciones eclesiásticas, y la moral de clase hasta la actualidad. Taborda llegaba a la conclusión de la necesidad de rectificar a Europa, cuya civilización cerraba un ciclo de la historia, a partir de la experiencia de la democracia americana, de la cual formaba parte la nación. Esta rectificación se tornaba en un deber americano, aseveraba Taborda, debido a que Europa había fracasado sin poder seguir guiando al mundo, y al conocer América su proceso 13 TABORDA, Saúl; Reflexiones sobre el Ideal Político de América, Ed. Elzeviriana, Córdoba, 1918, pag.21. 7 evolutivo, y las causas de su derrota, podía encender “el fuego sagrado de la civilización”14 con las enseñanzas de la historia. El modo en que planteaba Taborda que se realizaría esta tarea, era revisando, corrigiendo, depurando, y transmutando los antiguos valores, ello era rectificando a Europa. Sin que signifique desconocer la filiación respecto a Europa, América enunciaba Taborda podía sorprender a aquella elaborando por ejemplo un derecho, un ideal y un régimen de propiedad más justo y más humano que los que se habían concebido hasta el momento. Para poder cumplir esta tarea, era necesario en el planteo de Taborda, lo cual será tomado como base del ideario reformista, ser originales, ello significaba americanos por la creación de instituciones civiles y políticas que guardarán relación con la propia idiosincrasia. Gobernar, en un sentido puramente americano, en el análisis tabordeano, era innovar, corregir, depurar los valores sociales creados por las formas precedentes, lo que conducía a implementar la democracia como una concepción general de la vida, que comprendía además de la función electoral, también a la justicia, a la propiedad, a la educación, a la religión, al arte y a la moral. Taborda incluía en la tradición nacional del ideal genuino de la democracia americana, las figuras intelectuales de Sarmiento y Rivadavia, como altos exponentes de la difusión de la educación en todos los ámbitos del país, resaltando de éste último también su política agraria de enfiteusis. Y en esta misma línea histórica se encontraban Nicolás Avellaneda y Juan B. Justo, el primero mediante la denuncia a la forma desigual en que se hallaba distribuida la educación, que ahondaba el abismo que separaba los rangos entre los pocos que accedían a ella, y la ignorancia del mayor número, en el caso de Justo a partir de un proyecto de ley cuyo designio era el que no hubiese un solo niño sin escuela en el país. La visión de la Reforma Universitaria y la nueva generación Argentina, desde una perspectiva crítica. Juan Lazarte nació el 21 de marzo de 1891, en Rosario. Desde muy joven despertó una incansable ambición de búsqueda y saber, recibiendo influencias especialmente de los pensadores socialistas libertarios, entre ellos, Bakunin, Malatesta, Marx, Lenin, Trotsky, 14 TABORDA, Saúl; Reflexiones sobre el Ideal Político de América, Ed. Elzeviriana, Córdoba, 1918, pag.149. 8 Kropotkin, y tantos otros como Julio Barcos, siendo su profesor en Buenos Aires, Florentino Ameghino, en La Plata, Nicolai, en Córdoba, Morgan, en EEUU. Esta actitud se prolongara constantemente durante toda su vida profesional y cotidiana. Regresa a la Argentina cuando Estados Unidos ingresa a la Gran Guerra, y manifiesta entonces su preocupación frente al peligro que representaba para la sociedad el creciente armamentismo y la guerra. Continúa sus estudios en la Universidad de Córdoba donde se gradúa en medicina, en años que gestaba el movimiento de la Reforma Universitaria, y en la cual participa como protagonista. Cabe destacarse que su análisis crítico del fenómeno de la nueva generación y la Reforma, fue escrito en 1935, Líneas y trayectorias de la Reforma Universitaria. Lazarte comenzaba advirtiendo que la Reforma Universitaria se iniciaba a raíz de la situación agobiante, y de ignorancia que se vivían en las Universidades, y contra la cual se levantaba la juventud estudiosa cordobesa y argentina. Caracterizándose la misma, por provenir en su gran mayoría de la clase media, siendo hija o nieta de inmigrantes. La juventud reformista se encontraba conformada para Lazarte por una mayoría, entre los líderes, que pertenecía al partido Radical, y la reacción pertenecía a los partidos conservadores que habían gobernado hasta el momento. La situación de la Universidad, inmersa en el conservadurismo, la reacción, la ignorancia y la inutilidad por aquel entonces, aseveraba Lazarte, que respondía a la clase que la había creado, que era la burguesía argentina. Los ideales de esta clase, asignaban la función a las Universidades de dedicarse exclusivamente a la preparación de sus capas directoras, quienes trabajaban mancomunadamente en pos de un programa que lograra la Unidad Nacional, cuyo interés se centraba en el desarrollo económico rápido del país. Si bien Lazarte reconocía un triunfo momentáneo por parte de los estudiantes, en los primeros años de la Reforma Universitaria, a partir de batallas libradas mediante luchas y huelgas estudiantiles de manera inédita el país, la Universidad seguía siendo fundamentalmente conservadora y al servicio de los intereses capitalistas. Por otro lado, Lazarte, analizaba los documentos y posturas iniciales que permearon a la nueva generación, y los incluía como provenientes del pensamiento de la pequeña burguesía, sin que se pudiera divisar una ideología precisa de la Reforma. El hecho de no conformar un ideario, no significaba lo más importante, consideraba Lazarte, ya que el carecer de un programa, no implicaba un impedimento para la lucha, y la acción 9 directa ejercida por los estudiantes, los cuales eran caracterizados como sus métodos mas eficaces. A su vez, se incluían en las acciones protagonizadas por la juventud estudiosa aquellas que los encontraron unidos junto a las fuerzas obreras. Aunque Lazarte, deslindaba en este punto, a las masas estudiantiles que formaron parte en las huelgas del proletariado, “pero totalmente desvinculados de sus jefes”, quienes temían asumir ese tipo de compromiso, y remarcaban sus diferencias con este accionar junto a los trabajadores. Tampoco había tenido maestros a quienes seguir la juventud estudiosa de la Reforma, afirmaba Lazarte, lo que lejos de ser observado como una limitación, se resaltaba como una contribución para que más tarde se pudiera concretar la corriente revolucionaria. Cabe destacarse que al único intelectual que consideraba como tal Lazarte, era José Ingenieros, cuya figuraba se resaltaba por haber sido el único que luchó por una Reforma verdaderamente revolucionaria, del mismo modo que lo habían hecho a nivel latinoamericano Julio Antonio Mella en Cuba, y José Carlos Mariátegui en Perú. Concluía Lazarte que por su trascendencia social y colectiva, y por la grandeza de sus ideales, la juventud estudiosa no podía hallar sus maestros, más que en los grandes intérpretes del proceso social y humano, en lo que se definía como la “gran época del proletariado”. En este sentido, Lazarte le dedicó un apartado a lo que definió como “el esfuerzo del proletariado por la reforma”. Destacando el papel que tuvieron los trabajadores en las luchas que tuvieron lugar en Córdoba desde 1918 a 1923. Lazarte, establecía un análisis en donde situaba la relativa importancia que tienen las huelgas estudiantiles en una ciudad no muy grande, ya que la economía del país no las sentía, y si el movimiento no era violento pasaba desapercibido. Por lo tanto Lazarte destacaba la actuación de los gremios obreros en los movimientos de Córdoba, en las grandes movilizaciones callejeras junto a los estudiantes, siendo él mismo también protagonista de ellas como estudiante avanzado de medicina. Lo cual tenía como consecuencia, la paralización de la vida económica cuando los escuadrones chocaban contra los manifestantes, y de este modo se detenían las diferentes actividades económicas como parte de la protesta. Lazarte sintetizaba este punto planteando que el movimiento revolucionario obrero, que ya estaba constituido hacia 1918, al participar de la Reforma, influye para que el movimiento no devenga un acontecimiento pequeño burgués, lo cual implicaba la negación de las reivindicaciones de la “nueva generación” o de “los hombres libres”, y se las asociaba con el liberalismo. 10 Lazarte destacaba en una nota sobre la juventud universitaria argentina, que a pesar de los defectos que la reacción podía endilgarle a ella, fue más sana que el profesorado y mejor que los políticos que mandaron en la Universidad y en el Gobierno. A pesar de no haber sido totalmente revolucionaria, la juventud estudiosa no era conservadora, ni tampoco burguesa, a partir de su sacrificio y disposición a la lucha, rescataba Lazarte. Esta actitud se potenció con el impulso que le dio a la Reforma la corriente social revolucionaria, que era hija de las luchas sociales precedentes, y que como movimiento de carácter pedagógico y trabajador, reflejaba el mundo de la lucha de clases en el capitalismo, incorporándole además el rasgo distintivo de su necesario internacionalismo en correspondencia con los tiempos nuevos. Un momento de inflexión desde esta perspectiva lo marcaron las luchas del año 19, en las cuales quedaban a un lado las características estatutarias, o la búsqueda de una reforma educacional por parte del movimiento, para centrarse en sus aspectos altamente subversivos y de reivindicaciones universales. Con este impulso, se creó en 1920 la Federación de Estudiantes Revolucionarios en Córdoba con filiales en Rosario, El Centro Evolución; en Santa Fe el Centro de Estudiantes Revolucionarios; y la adhesión del grupo Insurrexit en Buenos Aires. Para poder establecer un análisis de la articulación con la Nación que se planteaba dentro del ideario de esta línea que sin ser surgida directamente, empalmaba con la Reforma Universitaria, Lazarte incorpora nueva documentación que hasta el momento, no había sido divulgada. Como por ejemplo el Manifiesto de la Federación de Estudiantes Revolucionarios, Sección Rosario, referido al aniversario de la Revolución, el 25 de Mayo de 1921. En él, los estudiantes revolucionarios expresaban que el pueblo argentino era la única fuerza capaz de lograr la unificación y la libertad, a través de la realización de la revolución que liberaría a la Humanidad. Y a su vez adscribían a la ruta de los precursores, siguiendo la tradición de quienes se habían sacrificado por realizar la libertad. Sin embargo, se distinguía en el manifiesto que los principios de Mayo habían sido retomados por nuevos ideales. Estos tenían que ver con el espíritu de transformación, tal como habían sido los planteos por la igualdad y la justicia que sostuvieron las masas frente al Cabildo y que no pudieron realizarse a raíz de la usurpación del poder por parte de una burguesía criolla, quedando en pie las mismas causas económicas y políticas que los habían impulsado. Los nuevos ideales que se 11 expresaban en el manifiesto, tenían que ver con la actualización de los principios de Mayo, mediante el Comunismo en el orden económico y la más amplia Libertad en el orden político. Para poder lograr ello era condición indispensable la realización de una nueva revolución por parte del pueblo argentino de “La Semana Trágica”, a través de su proletariado como vanguardia conciente, convirtiéndose de esta manera en heredero de los rebeldes de Mayo, y aleccionado por la experiencia fecunda de las revoluciones de todos los pueblos de la tierra, asumía la necesidad de completar la Revolución del 25 de Mayo de 1810 con una segunda revolución. Para concluir, podemos advertir que, a pesar de los diferentes planteos que exponían como protagonistas de la Reforma Universitaria, existían grandes coincidencias entre los distintos enfoques de los intelectuales analizados, y las podemos sintetizar a partir de una misma concepción de nación o patria, en lo que Deodoro Roca definirá como la noción de fratría. Ello lo llevo a cabo en un discurso electoral como candidato a Intendente de Córdoba por el Partido Socialista, pronunciado en 1931, y cuyo título fue: Somos la voluntad de la Nación. A diferencia del concepto de patria asociado con la búsqueda del orden, y el pasado, Deodoro precisaba en primera persona del plural a la idea de la nación a partir de la enemistad con el orden y la asociación con la subversión, con el presente antes que el pasado, y concibiéndola como una hija mas que como una madre. Esta postura la enriquecía Deodoro con la noción de Fratría que tomaba de Unamuno, ampliando el concepto de patria, e incorporándole la idea del trabajo y goce de una hermandad, de una comunidad. De esta manera resaltaba Deodoro que luego de comprender y respetar las tradiciones nacionales, desde la concepción de fratía se centra todo el esfuerzo en la Nación viva, la que trabaja, produce, piensa y sufre. De este modo, Deodoro rescataba a quienes fomentan sin descanso los bienes supremos que “hacen dulce” una patria, como son la Ciencia, el Trabajo y la Justicia. Así se sintetiza una determinada interpretación de la Nación, que atraviesa el ideario de los tres intelectuales y protagonistas de los sucesos de la Reforma Universitaria, distinguiéndose como uno de los aportes de la nueva generación en el pensamiento argentino y latinoamericano. 12 Bibliografía consultada DEL MAZO, Gabriel; La Reforma Universitaria, VI tomos, Federación Universitaria de Buenos Aires, Bs. As. 1927 FUNES, Patricia, Salvar la Nación, Ed. Prometeo, Bs. As., 2006. GONZALEZ, Julio V; Significación Social de la Reforma Universitaria, Ed. MNR, Bs. As., 1987 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Imp. De Pueyo, Bs. As. 1931 HOBSBAWM, Eric; Naciones y nacionalismos desde 1780, Ed. Crítica, Barcelona, 2004. LAZARTE, Juan; Líneas y trayectorias de la Reforma Universitaria, Ed. Ruiz, Rosario, 1935 ROCA, Deodoro; El difícil tiempo nuevo, Ed. Lautaro, Bs. As., 1956. ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Editorial Universitaria de Córdoba, Córdoba, 1968 RENAN, Ernest; Qué es una Nación, Ed. Alianza, Bs. As., 2002 RODO, Enrique; Ariel, Ed. Arca, Montevideo, 1969. 13