LA REPÚBLICA RESTAURADA Y EL PORFIRIATO Benito Martínez Urbalejo El periodo conocido como la República restaurada estuvo caracterizado por la inestabilidad social, política y económica. Esta inestabilidad se expresó en la lucha violenta por el poder entre los vencedores del Segundo Imperio, la crisis económica permanente, las rebeliones indígenas o mestizas, el incremento de bandolerismo, la anarquía social y, por ende, la imposibilidad de establecer un gobierno centralizador. El gobierno de Benito Juárez pudo permanecer en el poder, a pesar de la crisis aludida, debido a que era considerado un factor de equilibrio entre la clase alta, compuesta por hacendados, comerciantes y agiotistas, y la clase media integrada por profesionistas, pequeños comerciantes y artesanos. A la clase alta le proporcionó autoridad sobre su dominio y a la clase media la posibilidad de participar en el aparato burocrático por medio de la defensa de las instituciones democráticas como el Parlamento. Con el fin de lograr consenso entre los grupos privilegiados decretó la amnistía a favor de las personas que colaboraron con Maximiliano, lo que permitió que éstos recuperaran sus propiedades y funciones dentro de la administración pública. Juárez tuvo que enfrentar además brotes armados de carácter milenarista en Chiapas y el estado de México, y de franca lucha por el poder; el más grave fue la Rebelión de La Noria encabezada por el general Porfirio Díaz. Las rebeliones campesinas se explican si tomamos en consideración la aplicación de las leyes de Reforma, la desigualdad en la carga impositiva y la permanencia del poder arbitrario en contra del peón. A la muerte de Juárez, Lerdo de Tejada llegó al poder y para lograr la pacificación decretó la amnistía de los participantes en la fracasa rebelión porfirista, además pretendió acabar con el poder de los caciques, por esta razón en 1873 logró que el ejército derrota a Manuel Lozada, uno de los caciques más importantes de aquel momento porque movilizaba gran cantidad de población, en su mayoría indígena. Con todo, su gobierno careció de la fuerza necesaria para permanecer porque no tuvo consenso entre la clase alta. Katz explica esta carencia a partir de la aplicación estricta de las Leyes de Reforma contra la Iglesia y la expulsión de los jesuitas no mexicanos. La posición débil de Lerdo de Tejada permitió el triunfo de la Rebelión de Tuxtepec , en 1876. Esta rebelión llevó al poder a Porfirio Díaz bajo la petición de la no reelección y la democracia municipal. Estas banderas favorecían a las clases alta y media porque aseguraban a la primera la defensa de los privilegios frente a los gobernadores y a los segundos el acceso al poder público. El triunfo de la rebelión de Tuxtepec inauguró la etapa conocida como Porfiriato, en el cual, Díaz gobernó hasta 1911, sin contar el intermedio de Manuel González. El nuevo gobierno se caracterizó por la aplicación de tres medidas: otorgar facilidades a los inversionistas extranjeros, renovar y fortalecer los lazos con Europa y mantener la estabilidad política y social. La última medida era la condicionante para la inversión y el crecimiento económico. Para ello aplicó diversas políticas: incluyó al ejército favorable y vencido entre la nómina; fortaleció el cuerpo de rurales dotándolo de autoridad frente al ejército, éste dependía directamente del Ejecutivo lo que lo convirtió en el medio más eficaz para combatir el bandidaje y las revueltas; frente a los caciques, cambió la autoridad política de éstos reemplazándolos por líderes afines, para evitar la rebelión permitió que los caciques desplazados se enriquecieran. El problema frente a los Estados Unidos quedo resuelto cuando éste lo reconoció en 1878 a cambio de favorecer la protección norteamericana. El crecimiento económico de México durante estos se años se caracterizó por la formación de una economía dependiente de las necesidades del mercado internacional. Las actividades económicas delimitaron la geografía humana a tal grado que el Norte se convirtió en la región con mayor movilidad, mientras que el Sur se caracterizó por la permanencia de instituciones como el peonaje acasillado, aun en el Sureste prevaleció la esclavitud. La unión de mercados y la centralización política se logró a través del ferrocarril, elemento representativo de la inversión extranjera. El crecimiento económico mexicano determinó la estabilidad del régimen hasta inicios del siglo XX, porque paradójicamente, incrementó las contradicciones sociales con la expansión de la hacienda sobre los pueblos y propiedades comunales. Por otra parte, el crecimiento económico permitió el surgimiento de nuevos actores sociales como la clase obrera y la ampliación de la clase media, actores que comenzaron rápidamente a cuestionar la legitimidad y actuación del régimen . Frente a la inversión extranjera, el gobierno actuó con una política de acercamiento al capital europeo y meticulosidad frente al norteamericano. El incipiente sector secundario, el sector terciario y la agricultura comercial se orientaron de acuerdo a los intereses del capital europeo. El texto de Katz mantiene la postura de que la estabilidad del gobierno mexicano dependió del consenso entre las clases altas, clase media y –con Díaz- de la política exterior de Estados Unidos. Este consenso permitió la modernización de la economía mexicana y la centralización política porque benefició los intereses de clase: la clase alta pudo mantener y acrecentar su riqueza, la clase media, logró incorporarse al aparato estatal de manera permanente con la creación de una burocracia nacional; frente a los Estados Unidos y Europa, Díaz garantizó al seguridad y concesiones a los inversionistas. Resulta significativo que la oposición a Díaz, determinante para su derrocamiento, surgiera de estos actores. Katz, Friedrich. “La restauración de la República y el porfiriato” en Anna, Timothy; et al. Historia de México. Barcelona, Crítica, 2001.