15.3. Elementos de cambio en la etapa final del franquismo. La oposición al régimen. Evolución de las mentalidades. La cultura. El desarrollo económico de los años 60 transformó al país acercándolo a los europeos si bien siempre a la zaga de los más desarrollados. Cambio económico que traería transformaciones sociales que repercutirían en la evolución política. Entre aquellas destaca el comportamiento demográfico. En la mortalidad desde los años 50 y en la natalidad en años posteriores entre otras cosas por la generalización de matrimonio más tardíos. Otros cambios se relacionan con las migraciones interiores. Cuatro millones de personas cambiaron sus domicilios con la esperanza de encontrar lugares con mejores recursos económicos y posibilidades de desarrollo: se produce el traslado de jornaleros y, en general, campesinos hacia los núcleos urbanos, es decir hacia formas de vidas diferentes, más libres y con mayores posibilidades de promoción personal. Geográficamente hablando tenemos una redistribución de población hacia la periferia, P. Vasco y Cataluña, y hacia zonas interiores como Madrid o el eje del Ebro. Los cambios acontecidos a estos emigrantes son además de espaciales y de hábitat, ocupacionales expandiéndose el sector servicios y el industrial (40 y 38 % cercana ya la muerte de Franco) y decayendo el agrícola. Además se produjo la mayor incorporación de la mujer al trabajo (aunque lejos aún de las cifras europeas) y una expresión muy fuerte de ese deseo de mejoras como se deduce de la importancia del pluriempleo o lo corriente de jornadas superiores a 10 horas diarias. La mejora económica traería un fuerte aumento de la renta “per cápita” y de los salarios reales reflejado éste en el despegue del consumo: automóviles, teléfonos, consumo de carne, televisiones, frigoríficos, lavadoras se generalizan de tal manera que en el momento de morir Franco rondaban el 80% de la población, constituyendo los bienes de una importante clase media más o menos acomodada, clave en lo que vendría después. En 1967 fue aprobada la “Ley Orgánica del Estado” la cual establecía la existencia de un entramado institucional que había de perpetuar el sistema político tras la inexorable desaparición física del Caudillo. El mismo Jefe de Estado tomó una serie de iniciativas para asegurar la continuidad de su régimen; el 22 de julio de 1969 Franco hace que las Cortes nombren al Príncipe Juan Carlos su sucesor en la Jefatura del Estado, una vez que se ha asegurado de su compromiso en el mantenimiento del régimen, no se trataba de la restauración de la monarquía liberal sino de la intervención de una nueva monarquía del Movimiento. Ley de Educación, 1970 de Villar Palasí, que acercó el sistema educativo español al modelo europeo (EGB, Educación General Básica) En los años setenta, el régimen se debilitó por la aparición de dos tendencias en su seno: - los inmovilistas: militares, falangistas, funcionarios querían mantener el franquismo sin cambios, manteniendo las esencias del Movimiento Nacional. Detuvieron las tímidas medidas liberalizadoras y endurecieron la represión. Su representante era el almirante Carrero Blanco, presidente de gobierno en 1973 (asesinado por ETA meses después) o el partido creado por Blas Piñar (Fuerza Nueva) - los aperturistas: jóvenes falangistas de clases medias, demócrata cristianos veían necesario que el régimen evolucionara gradualmente creando asociaciones políticas dentro del Movimiento: partidarios de reformas más democráticas La oposición va en aumento, el gobierno responde a las huelgas con represión, incluso se restableció la Ley de Bandidaje y Terrorismo, cualquier tipo de acto de oposición pasaba a la jurisdicción militar. Distanciamiento de la Iglesia, el mismo Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Enrique y Tarancón, emitió en sept.1971 una declaración exigiendo libertades políticas y sindicales y pidiendo disculpas por el papel de la Iglesia en la Guerra Civil. En 1973 la situación del orden público era explosiva, además de ETA apareció otra organización terrorista FRAP Franco decidió separar la Jefatura del Estado (Franco) y la Jefatura de Gobierno (Carrero Blanco), éste se convirtió en el hombre fuerte del régimen, su mandato era como mínimo por 5 años y por tanto su presencia podía serle impuesta al futuro rey, fue una reacción de Franco ante las tendencias demasiado liberales del Príncipe Juan Carlos. Carrero Blanco formó un gabinete de “puros franquistas” entre ellos Arias Navarro (Mº de Gobernación). El escándalo Matesa, hace que se produzca un cambio de gobierno, Carrero Blanco formará un gabinete con mayoría de hombres del Opus o militares, pero el 20 de dic de 1973 Carrero Blanco fue asesinado en un atentado de ETA, será el más duro golpe para Franco, que ya anciano y débil había perdido a su hombre de confianza. Para sucederle tras muchas presiones de los “inmovilistas” se eligió a Arias Navarro que pronto mostró su talante represivo; ejecución del anarquista Salvador Puig o la amenaza de expulsar al Obispo de Bilbao (enfado de Roma) En julio de 1973 Franco fue hospitalizado, durante algunos días cedió sus poderes a D. Juan Carlos Los terroristas aumentaron también el número de atentados, los terroristas capturados eran condenados a muerte (a pesar de la presión 5 de los condenados fueron ejecutados) En política exterior: Se establecen relaciones diplomáticas con países del Este Se firma un acuerdo preferencial con la CEE Se renuevan los acuerdos con EEUU En 1975 se producirá la crisis del Sáhara, el rey Hassan II de Marruecos amenaza con invadir el Sáhara español, el ejército español estuvo en estado de alerta “la Marcha Verde”, pero el conflicto terminó el 18 de noviembre cuando España cede el Sáhara a Marruecos y Mauritania (Acuerdo Tripartito) Para complicar aún más la situación en 1973 se producirá la Crisis del petróleo, primeros síntomas de crisis mundial al subir el precio del combustible que repercutió muy negativamente en la balanza de pagos debido a la gran dependencia energética exterior y que además frenó la expansión económica internacional de la que tanto dependía España que perdió de repente inversores de capital extranjero, ingresos del turismo exterior y remesas de emigrantes, una grave inflación, reducción de salarios, cierre de industrias, paro, protestas y pérdida de nivel de vida. Vuelven los emigrantes de Europa agravando aún más esta situación que estaría activa hasta mediados de los 80 (en 1979 hay una nueva crisis del petróleo y nueva subida de precios) es decir que influyó de lleno en la transición democrática justo en el momento de la desaparición del dictador, algo que sin duda contribuiría notablemente a la recepción de la democracia como una nueva solución, deseada por otra parte, a los problemas económicos del país: los últimos años de Franco se viven entre cierres de fábricas, manifestaciones laborales (a menudo politizadas mostrando la concordancia de la democracia con las mejoras económicas) y un aumento espectacular de las cifras del paro. Hacia 1975 el panorama general que vive el país es de cambios sociales, mala situación económica y por último los movimientos políticos. En los años 60 funcionaba el binomio inmovilismo político/desarrollo económico en el 75 transición/cambios serán la tónica dominante. El espíritu del 12 de febrero, fue un intento del presidente Arias Navarro por abrir algo el país tras la muerte de Carrero Blanco: asociaciones políticas limitadas por los Principios del Movimiento (al frente de la más importante la UDPE estaría Adolfo Suárez un personaje clave de la transición), promesa de leyes municipales que permitiesen la elección de alcalde y diputaciones provinciales, reformas sindicales que no iban más allá de un formalismo con poco contenido real. La prueba de lo corto del esfuerzo es la dimisión, hecho insólito en el Franquismo, de dos ministros “aperturistas” del propio gobierno nombrado por Arias Navarro (Barrera de Irimo el importante ministro de Hacienda y Pío Cabanillas). Aun así los sectores más conservadores protestaron contras las reformas y comenzó a hablarse del búnker, es decir de aquellos dispuestos a mantener el estátus político existente más allá incluso de la propia muerte de Franco. Fuerzas de oposición y conflictos sociopolíticos durante el franquismo La oposición al régimen, aunque nunca tuvo una incidencia mayoritaria en el conjunto de la sociedad española, no dejó de manifestarse a lo largo de todo el periodo franquista. Durante los años posteriores a la II Guerra Mundial, el PCE intentará provocar el fin del régimen mediante la actuación de una guerrilla armada, el maquis, cuya incidencia en el conjunto de la población fue muy escasa, siendo desarticulada por la Guardia Civil. En la década de los cincuenta, se producirán esporádicos episodios de oposición estudiantil y de huelgas obreras que pondrán de manifiesto la incomodidad de determinados sectores sociales con el régimen, aunque apenas alterarán la estabilidad del mismo. Desde los años 60 España, por 1ª vez en su Hª tiene una moderna sociedad de consumo, con una abundante clase media a la que no le preocupa la carencia de libertades políticas, pero al compás del desarrollo económico y cultural crecen los deseos de cambio, una mayor libertad económica provocó también entre los españoles el ansia de una verdadera liberalización política, social y cultural manifestada en un despliegue más amplio de la oposición. El enfrentamiento con el régimen reviste cinco formas principales: la oposición política, las huelgas obreras, la agitación universitaria, el reconocimiento de los nacionalismos y una corriente crítica liberal de amplios sectores eclesiásticos. Oposición política La relativa aceptación internacional de la dictadura de Franco a partir de 1950 hizo perder a las fuerzas políticas en el exilio la esperanza de restaurar la República. Los exiliados iban envejeciendo y los contactos con lo que ocurría dentro de España eran muy reducidos. La única fuerza política que logró mantener una fuerte cohesión entre el exilio y el interior fue el PCE, que había abandonado la idea de que el régimen franquista pudiera ser derrotado y a la vez se había adaptado bien a la clandestinidad. En 1956 la política de reconciliación nacional, propugnaba la suspensión de la división entre vencedores y vencidos en la Guerra Civil y buscó la unidad de todos los grupos sociales y políticos interesados en derrocar pacíficamente la dictadura e instaurar un régimen democrático, Santiago Carrillo secretario Gral del PCE desde 1960 confiaba en que la dictadura estaba en crisis y su fin se avecinaba. De otra parte la oposición democrática, formada por monárquicos, liberales y democristianos, estaba dividida y careció de verdadero arraigo en la opinión mientras vivió Franco: - El PSOE contó con varias dificultades para organizarse en la clandestinidad. - Los grupos más moderados, como José Mª Gil Robles antiguo dirigente de la CEDA que había evolucionado hacia una ideología democristiana, Dionisio Ridruejo antiguo falangista que había evolucionado hacia la socialdemocracia o Joaquín Satrústegui monárquico liberal, contaban con escaso número de seguidores. El acto de mayor resonancia de la oposición no comunista fue la reunión que representantes del interior y del exilio celebraron en Munich en 1962, denunciaron el carácter antidemocrático del régimen y pidieron que la CEE no admitiera la incorporación de España hasta que no se hubiera restablecido la democracia. La reacción del régimen ante estos hechos fue totalmente desproporcionada a algunos participantes a su vuelta a España fueron exiliados a la isla de Fuerteventura con ello se demostró la incapacidad del régimen en aceptar la menor crítica, Franco presentó la reunión como un contubernio masónico antiespañol. Oposición social : obrera Desde 1961 se multiplicaron la huelgas, el proceso fue en progresivo aumento a lo largo de toda la década y si inicialmente se reivindicaban mejoras salariales y laborales poco a poco iría predominando las motivaciones de solidaridad y denuncia de falta de libertades sindicales y políticas (derecho a la huelga...) un conflicto iniciado en una empresa podía acabar en una huelga general, debido a la respuesta solidaria Varios factores intervinieron en el resurgir del movimiento obrero: La implantación de la negociación colectiva entre empresarios y trabajadores. A partir de 1958 salarios y las condiciones laborales en vez de ser reguladas por el Mº de Trabajo, serían negociados en “convenios colectivos” elaborados entre representantes de los trabajadores y de los empresarios en el marco legal del sindicalismo vertical, esto favoreció el crecimiento de los sindicatos clandestinos como Comisiones Obreras que se convierten en interlocutores (enlaces) en muchas empresas ya que estas consideran que se obtienen mejores resultados negociando con los representantes de los trabajadores que confiando exclusivamente en la fuerza pública o en el sindicalismo vertical. Las huelgas tenían en bastantes ocasiones éxito, ya que los empresarios en un momento de prosperidad económica preferían atender las demandas obreras para lograr una rápida normalización del trabajo. La principal fuerza de oposición obrera al régimen franquista fue CCOO, en un principio fueron Comités de trabajadores nombrados en asambleas para negociar con los empresarios, que se disolvían una vez solucionado el conflicto. En 1967 CCOO se convirtió en una organización permanente siendo declarada ilegal al año siguiente, su participación en los sindicatos verticales les permitió influir en la negociación colectiva y dirigir las reivindicaciones laborales, recurriendo siempre que fuera necesario a acciones ilegales, manifestaciones, huelgas,.. Las centrales sindicales históricas (CNT y UGT) de reducida implantación tuvieron escasa relación con CCOO, en principio desconfiaron de la creciente influencia comunista y además eran contrarios a participar en el sistema legal de la organización sindical. Esta oposición fue más evidente en Barcelona, País Vasco, Asturias o Madrid y contribuyó a mejorar el nivel de vida de los trabajadores. Oposición social: universitariaA partir de los años 60, los estudiantes universitarios se constituyeron en brazo activo de la política progresista. Debido entre otras razones a la incorporación de un creciente número de profesores eméritos intelectuales y no políticos, el régimen pierde poco a poco su control de la Universidad cuya agitación no decrecerá hasta la muerte de Franco.Los estudiantes lucharán por un sindicato democrático que sustituya al oficial, el SEU el cual a partir de 1964 será sustituido por “asambleas libres de alumnos”. Exigían un nuevo modelo de Universidad, más abierta, científica y democrática así como un sistema político democrático. Uno de los momentos de mayor tensión fueron en 1965 cuando se destituye a varios prestigiosos catedráticos universitarios (Aranguren, Tierno Galván) por apoyar las manifestaciones estudiantiles. Bajo la influencia del mayo del 68, los estudiantes diversifican sus actuaciones de protesta, provocando continuas intervenciones de la policía que ocupa permanentemente algunos campus, llegando incluso al cierre de facultades como la de Ciencias Políticas de Madrid en 1968. Oposición de los nacionalistas Con el telón de fondo del desarrollo económico mucho más visible en la periferia industrial se reviven los movimientos nacionalistas de catalanes y vascos. Frente a la etapa política unificadora del franquismo surgen manifestaciones culturales de afirmación regional o nacional en Galicia, Valencia, Canarias o Andalucía. Sin embargo es la organización independentista vasca, ETA (creada en 1959 por un grupo de jóvenes miembros del PNV que se escinde del partido y que optará por dos ramas –militar y político-militar, la lucha armada como táctica para lograr la liberación nacional vasca) la que se convierte en el principal problema del régimen. Fue famoso el proceso de Burgos, 1970, en donde se condenó a 6 etarras a pena de muerte acusados de asesinar a un policía, viéndose obligado Franco a conmutar la pena de muerte por cadena perpetua ante las multitudinarias movilizaciones populares que tuvieron lugar durante las sesiones del juicio y también por la presión internacional. Oposición de algunos sectores de la Iglesia Según J.Tusell, la evolución del catolicismo en España fue un motor de cambio en el régimen a nivel político, social y de mentalidad, dado el poder social de la Iglesia en los años 50 difícilmente otra institución podía haber desempeñado un papel semejante. En efecto el nacionalcatolicismo de la posguerra fue la mentalidad que mejor encajó con los ganadores de la guerra Civil, el catolicismo español estará estrechamente vinculado al estado (teniendo en cuenta que en 1966 2/3 de los obispos tenían más de 60 años y sólo tres eran menores de 45, la inmensa mayoría procedían del mundo rural y habían sido ordenados antes de la Guerra Civil). Influidos por el Concilio Vaticano II (1962-65) bajo el pontificado de Juan XXIII y Pablo VI, amplios sectores eclesiásticos españoles empezaron a constituir una corriente crítica liberal, que denunciará las miserables condiciones de vida que padecía la clase obrera, abogando por unos principios de tolerancia y libertades que dejaban en evidencia a los sectores más intransigentes del franquismo. Desde 1970, las relaciones entre la Iglesia y el Estado fueron prácticamente inexistentes, en 1971 la Conferencia Episcopal, (asamblea de obispos y sacerdotes) presidida por Enrique y Tarancón se mostraba partidaria de pedir perdón por no haber sido instrumento de reconciliación entre los españoles y pedía públicamente perdón por el papel desempeñado por la Iglesia Católica en la Guerra Civil. Para vengarse de la deslealtad de la Iglesia la ultraderecha se organizó, a partir de 1969 en distintos grupos parapoliciales que con el nombre de “Guerrilleros de Cristo Rey” actuaron contundentemente contra sacerdotes y católicos progresistas. En el período 1965-71 se nombraron 42 obispos nuevos y muchos más auxiliares por las disparidades entre autoridades eclesiásticas y civiles. Este cambio en la jerarquía por una generación más joven y con una mentalidad nueva hizo que cambiara el sentido de sus enseñanzas algo en lo que la propia Roma y el propio pontífice Pablo VI, tuvieron que ver desde el primer momento insistiendo en la importancia de la justicia social en la doctrina de la Iglesia. Igualmente algo se movía en España cuando en 1972 otro documento de la Conferencia Episcopal insistía en la transformación de las estructuras sociales, en la falta de libertad o la incompatibilidad de la fe con un sistema que no busque la libertad, la igualdad y la participación. Es difícil exagerar el papel de la Iglesia que, junto con la prensa, hizo un papel mayor que el de cualquier institución social para la recuperación de la España real. El Régimen, por su parte, reaccionó de una manera peculiar ante este nuevo frente que se le abría con las transformaciones eclesiásticas intentado mantener el nacional-catolicismo nombrando a algunos obispos Consejeros del Reino o Procuradores en Cortes o prometiéndola todo lo que quisiera siempre que fuera nuestro principal apoyo en palabras del almirante Carrero al cardenal Tarancón. El desligamiento ya se había producido y sin marcha atrás empezando en aquellas regiones donde históricamente el catolicismo había tenido un talante más avanzado como es el caso de los sacerdotes vascos y catalanes. Además a mediados de los 60 ya era corriente encontrarse en la prensa noticias de suspensión de reuniones de tipo religioso, registros o, en último extremo de encarcelamientos en la cárcel exclusiva de Zamora. La intercesión por los condenados en el proceso de Burgos o el intento de expulsión de España del arzobispo Añoveros son los dos momentos más álgidos de este desacuerdo. Los nuevos gustos, modas y costumbres procedentes de Europa se habían introducido a través de dos vías: el creciente número de turistas que llegaban a las zonas costeras de nuestro país donde el Régimen permitió actitudes y prácticas normales en Europa pero que chocaban con la moral conservadora de la época y los emigrantes que, cuando regresaban, de vacaciones o definitivamente, traían consigo una nueva mentalidad transmitiendo su fascinación por el nivel de vida europeo. Incluso el propio Régimen contribuyó a aumentar la admiración por Europa con sus iniciativas permanentes para integrar a España en la CEE convirtiendo a éstas no sólo en un modelo económico sino también de libertades políticas y formas de vida que los españoles aspiraban a alcanzar. Resultado de esto fue el surgimiento, especialmente en la juventud urbana, de una mentalidad opuesta a la autoritaria y conservadora de los años 40 y 50 que se resumía en un afán de libertad moral, cultural y política que empujaba hacia la democracia. La cultura española durante el franquismo Al acabar la Guerra Civil, un nutrido grupo de intelectuales optó por huir de la represión franquista y exiliarse, muchos se dirigieron a México, por el contrario en la España de Franco se dejó un notable vacio intelectual. No todos rompieron de forma definitiva con España, en muchos casos el contacto se mantuvo a través de dos vías principalmente de difusión siempre que su contenido no atacaran al Régimen ni defendieran explícitamente ideas prohibidas y las visitas y/o estancias temporales en ciertos casos se convirtieron en retornos definitivos al cabo del tiempo como Ortega Gasset. Por otra parte los intelectuales de izquierda no tuvieron ni la posibilidad de visitar España ni ver circular legalmente sus libros en ella, al menos hasta los últimos años del franquismo. La cultura oficial franquista, siempre mediatizada por la censura, significó el rechazo de toda modernidad y una vuelta a la cultura tradicional con el denominado nacional-catolicismo, dedicó más esfuerzo al control y a la censura de cualquier manifestación cultural ajena al régimen que a la creación de una cultura propia, se exaltaba la religiosidad, el espíritu patriótico, el heroísmo militar o la reivindicación de un pasado imperial idealizado (desde los Reyes Católicos hasta el Siglo de Oro) del que el Franquismo se consideraba heredero y continuador. Sólo podían publicar José María Pemán, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo o Pedro Laín Entralgo aunque estos dos últimos abandonarían con el tiempo sus posiciones falangistas por otras más críticas con el Régimen. La cultura del exilio, en esos primeros años fue muy difícil saber lo que se hacía en el extranjero pues la entrada de productos culturales estaba fuertemente vigilada y su difusión por la prensa imposible pues la ley de censura implantada en plena guerra en 1938 seguía aún vigente, en el exilio continuó la gran tradición cultural que venía de los años 20 y la II República con debates como el de Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz sobre la esencia de España o la fundación por exiliados de la editorial Fondo de Cultura Económica en México con obras de los principales humanistas de la época, Cernuda, Salinas (poetas del 27) Ramón Sender, Max Aub, Casona y el músico Manuel de Falla. Desde otra perspectiva más liberal destaca la obra de Salvador de Madariaga y el menos conflictivo José Ortega y Gasset cuya obra fue tolerada por el Régimen (lo que le permitió la vuelta al país) como también aceptaba a algunos vestigios del 98 como Azaña, Baroja y Menéndez Pidal. La cultura de la oposición y protesta social aparecen hacia los años 50 y 60 como la Historia de una Escalera de Buero Vallejo (que había estado preso en la cárceles de Franco) o la revista España de poetas sociales como José Hierro, Blas de Otero o Gabriel Celaya: escritores partidarios del realismo social: Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama) Juan Goytisolo, Juan Marsé, Luis Martín Santos que define toda una época con su libro Tiempo de Silencio) o los poetas Carlos Barral y Gil de Biedma. Además de los ya citados son importantes los nombres de Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte, La colmena) y Miguel Delibes (El camino, Las ratas) más aceptados por el Régimen a pesar de presentar una visión social bien dura de las miserias de la época. También hay que añadir la obra de los cineastas J.A. Bardem (Calle Mayor) y Luis García Berlanga (Bienvenido Mr. Marshall), los pintores rompedores de grupo El Paso (Tapies, Saura) o la obra de Eduardo Chillida todos ellos muy relacionados con las corrientes mundiales y alejados del neofigurativismo de la época. Se puede decir que a mediados de los 60 y hasta el final de sus días el régimen vivió al margen de la cultura real que había desbordado el estrecho margen que se había querido imponer y mostraba su protesta contra el Régimen mediante el ejercicio de una libertad creativa anticipándose a lo que después habría de venir: se mantienen activos los autores ya citados y aparecen otros diferentes como, por ejemplo, los poetas denominados novísimos: Gimferrer, Molina Foix o Leopoldo María Panero más relacionados con lo imaginativo y lo experimental. El 20 de noviembre de 1975 Franco moría tras mes y medio de larga y dura enfermedad, (cubierto por el manto de la Virgen del Pilar y el brazo incorrupto de Santa Teresa a su lado).