LA HISTORIA DE CLEMENCIA SUAREZ RAFAEL MARTINEZ ACOSTA “Todo lo que queremos lograr lo podemos hacer con sacrificio y paciencia, pese a los obstáculos no debemos declinarnos, siempre debemos seguir hacia delante porque el objetivo de alcanzar nuestros sueños puede estar cerca.” RAFAEL MARTINEZ ACOSTA 2012 Reservados todos los derechos de autor Ministerio del interior, dirección nacional de derechos de autor Libro – tomo – partida 10-351-221 Fecha registro 22- Octubre – 2012 En un humilde hogar de una familia campesina nace Clemencia Suarez, hija de don Carlos Suarez y doña Cristina Hurtado. Una familia que como muchas familias de la época trabajan por salir adelante, por vender sus productos que con mucho esfuerzo y trabajo producen en sus labores campesinas. La pequeña Clemencia la número seis y última hija según don Carlos y su esposa Cristina, comenzó a crecer aprendiendo consigo todos los trabajos que debe desempeñar como niña campesina. Levantarse temprano, ordeñar las vacas, dar de comer a las gallinas y pollos, y revisar las cosechas eran su pan diario y una de las ordenes que como toda niña campesina debe cumplir. Era el año 1995, Clemencia iba a la escuela a diario, se interesaba por la literatura y la historia de su país, hacia siempre preguntas frecuentes a sus profesores de las cuales los dejaba sin respuesta alguna, era la mejor alumna del salón de clases, siempre sus calificaciones superaban a la de sus compañeros, como también a sus propios hermanos y hermanas que con envidia y rabia la rechazaban todo el tiempo, siempre con ideas de mejorar la finca en la cual habitaban y enseñando a sus padres lo aprendido en la escuela, dejaba mucho que pensar y se perfilaba como una de las niñas más sobresalientes de la zona y de su pueblo más cercano el cual lleva por nombre Nostra, un pequeño y viejo pueblo rodeado de casas grandes y antiguas de las cuales están habitadas por numerosas familias que trabajan el campo. Con el paso de los días la pequeña Clemencia ya era popular en todo el pueblo, desde el alcalde hasta el sacerdote ya sabían de la existencia de esta pequeña niña que con su inteligencia llamaba la atención de todos. Don Carlos Suarez era un hombre trabajador como todos los campesinos del pueblo, acostumbraba los días Domingos a ir a misa, luego beber cerveza y jugar cartas con un grupo de amigos, apostaban gallinas, cosechas, y el último Domingo de cada mes se apostaba el sancocho para todo el pueblo, ah trabajo! Decía don Carlos, quien había perdido en un par de veces y ha tenido que pagar esta terrible apuesta como él mismo sabía llamar. Don Carlos era un hombre noble, a pesar que en Nostra existían personas egoístas y envidiosas a él eso no le importaba, siempre llevaba en si su familia y el pensar en sus seis hijos le quitaba el sueño. Un día don Carlos fue llamado por el Alcalde de el pueblo, sorprendido corrió a su despacho para ver que quería este honorable alcalde hablar con él. Al llegar al despacho de la pequeña alcaldía de este pequeño pueblo se sentó en la vieja silla del despacho del alcalde, de por cierto un hombre grande y bastante serio, quien comenzó su charla con fuertes alabanzas a su pequeña hija Clemencia, no eran más que alabanzas a esta pequeña niña que con tan pequeña edad ya demostraba que era la niña más inteligente de todo el pueblo, a su corta edad ya hablaba de proyectos para mejorar algunas cosechas y deslumbraba por su interés por que en todas las fincas del pueblo se educara a los campesinos para mejorar sus cultivos y tuvieran un mayor crecimiento económico en cuanto a todas sus labores campesinas. Don Carlos al escuchar todo esto que el alcalde del pueblo le estaba diciendo lloró de alegría y lo más importante fue escuchar decir del alcalde que cuando Clemencia terminase la secundaría sería enviada a una de las mejores universidades de la capital por su buen desempeño. Don Carlos corrió a contarle esta noticia a doña Cristina, fue un día feliz para la familia Suarez, no obstante la envidia de alguno de los hermanos de la pequeña Clemencia se hacía notar. Clemencia se encontraba dando de comer a los animales de la finca cuando la noticia le llegó por sorpresa, su padre, su madre, y algunos de sus hermanos al verla entrar a la finca la abrazaron y la besaron, Clemencia no entendía a que se debía tanta alegría, su padre le decía todo el tiempo “ estoy orgulloso de ti”, serás enviada a la capital a estudiar en una de las mejores universidades tan pronto termines la secundaria, Clemencia con la cabeza baja pero llena de felicidad abrazó igualmente a sus padres y hermanos y todos juntos comieron ese día y las palabras que se escuchaban en la casa de los Suarez eran palabras de alegría. En la mañana siguiente su hermano Milton, hermano mayor y algo de mal genio le manifestó que no entendía cual era la alegría de su padre ya que para él ir a una de las universidades de la capital no tenía ningún interés. Clemencia hacia que la charla no fuera con ella, pero Milton hablaba fuerte para hacerse notar, al ver esto su padre se acerco y señalando con su dedo índice le dijo a Milton que la dejara tranquila, pero Milton con bastante enojo siempre le manifestó que ella había sido su hija preferida y que él había tenido que trabajar fuertemente todos estos años recibiendo poco reconocimiento. Milton desde las cuatro de la mañana todos los días se levantaba primero y veía por todos los animales, un hombre de labores campesinas, siempre preocupado por los cultivos y los animales de la finca. Al enterarse que muy pronto su hermana viajaría a una de las mejores universidades de la capital no dudo en mostrar su envidia. Don Carlos en un tono fuerte le dijo a Milton que ella su hermana menor Clemencia es sin duda la más inteligente de toda la familia y por supuesto esto lo llena de orgullo a él. Milton agachó la cabeza y se retiró, Clemencia lo miraba con ternura, sin odio ya que para ella Milton era su hermano más querido, no le importaban las palabras que el pudiese decir de ella, eso la tenía sin cuidado y pensaba en que cuando se diera el momento de viajar a la capital Milton como su hermano mayor pudiese acompañarla. Nostra era un pueblo humilde y pobre, en el cual existían familias que pasaban algunos días sin poder comer, cuando el invierno era fuerte y se dañaban las cosechas los habitantes de este pueblo no tenían casi nada que comer, los niños desde pequeños eran enseñados a las labores del campo y poco se interesaban por ser sobresalientes en la escuela, Clemencia sin embargo encargaba libros a los profesores de la escuela cuando estos viajaban a la capital. Un día don Carlos le regalo a Clemencia un cerdo para que lo matara y se lo comiera con sus amigos, sin embargo ella prefirió venderlo y encargar algunos libros de los cuales algunos títulos había escuchado por la única emisora radial que alcanzaba a llegar a su viejo radio transistor, ella siempre soñaba con conocer personalmente a algunos de los escritores de los libros que ella acostumbraba leer. Entre sus hobbies aparte de la literatura estaba escribir algunos cuentos, para su corta edad hablaba de temas muy interesantes, se peguntaba el porqué de muchas cosas e incluso sorprendía al sacerdote de la iglesia de Nostra cada vez que le hacía preguntas interesantes que él no sabía responder. Al llegar a la secundaria y ya encontrándose una adolescente, Clemencia tenía un pequeño grupo de amigos en el pueblo, de los pocos que la criticaban y se burlaban de ella, los que la admiraban y siempre le decían incluso que podía llegar a ser alcalde del pueblo en un futuro o presidente del país, Clemencia sonreía a cada cosa que escuchaba pero solo decía humildemente que era una adolescente igual a las demás pero que se interesaba por la literatura y las letras, algunas cosas de las que hablaba no las entendían sus amigos, quienes siempre le insistían en que ella fuera participe de sus juegos y sus charlas que tenían en sus ratos libres. En Nostra muchas veces se iba la energía, era muy raro ver un televisor prendido todo el día, la tecnología escaseaba, la música que se escuchaba era la popular de la zona, era un pueblo muy tranquilo, la única discoteca que existía y de sonido deficiente poco atendía al público ya que su dueño permanecía borracho todo el tiempo, llovía mucho e incluso algunas veces se inundaba generando algo de pánico que hasta los niños y mujeres eran refugiados en el hogar de ancianos que se encontraba en la parte alta del pueblo. Clemencia, de mirada triste, de ojos cafés claros, cabello largo y liso, pocas veces sonreía, estaba llegando al final de la secundaria y con la ilusión de llegar a una de las universidades de la capital enviada por sus grandes méritos por la alcaldía del pueblo, siempre se preocupaba mucho por su familia, sus hermanos quienes en su infancia le generaron algunos problemas sabían que Clemencia al terminar la secundaria sería enviada a la capital, para todos los jóvenes del pueblo este era un gran orgullo, pero solo los mejores merecían este premio. Un día doña Cristina madre de Clemencia amaneció enferma, algunos problemas de salud la perjudicaban, Clemencia por iniciativa propia viajo a caballo a un pueblo cercano a traerle un médico a su madre, este por lo general exigía por cada consulta bastante dinero, e incluso algunas veces si en alguna familia no existía dinero pedía que se le pagase con animales, por lo cual Clemencia a falta de dinero le ofreció a uno de los cerdos que ella tenía en su finca. Doña Cristina fue atendida con prioridad, la angustia de don Carlos no lo dejaba esperar. Con alguna dosis de medicamentos doña Cristina se mejoró en los siguientes días, ella se preocupaba mucho por cada día, e incluso cuando solo pasaba la familia Suarez comiendo yuca y maíz por varias semanas, la pobreza era una realidad en la familia, Clemencia pensaba en llegar a la capital algún día no muy lejano y ayudar a su familia, todos eran muy trabajadores, pero las cosechas y la carne de algunos animales bajaban en sus precios, algunos campesinos de la zona eran amigos de lo ajeno y en horas de la madrugada ingresaban en algunas fincas y robaban gallinas y pollos los cuales vendían en un pueblo cercano. Un día Clemencia tuvo una discusión con su hermano Milton el cual exploto en ira quemando uno de sus libros favoritos, Clemencia exploto en llanto. Al enterarse don Carlos de esta situación no dudo en golpear a Milton, Clemencia entre las cenizas de su adorado libro recuerda cada una de las páginas que en las noches de soledad en su cuarto leía con pasión. Al día siguiente Milton pidió disculpas a Clemencia, ella con el dolor de lo acontecido lo disculpó, sin embargo Milton mostro a Clemencia las heridas que su padre le dejo en la espalda luego de la fuerte golpiza, doña Cristina sufría por los problemas familiares, pero Clemencia la consolaba, Milton fue enviado a trabajar a las marraneras del pueblo en castigo a su rebeldía y su ira, Clemencia no dejaba de hablar con sus padres para que él fuese perdonado, pero don Carlos exigía respeto todo el tiempo entre sus hijos, de los cuales todos trabajaban en la finca y debían cumplir con algunas reglas y normas expuestas por don Carlos.