El ancestral problema por la tierra y la sublevación indígena de 1740

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“Hacemos lo que otros no hacen,
ni quieren hacer: el rescate de los
archivos públicos y la memoria
histórica de Culiacán”.
Adrián García Cortés
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Adrián García Cortés
Miguel Ángel González Córdova
Director-Cronista Oficial
Editor Responsable
Gladys Aydeé Gálvez Rivas
Diseño
Culiacán Rosales, Sinaloa
Miércoles 28 de Enero de 2009
No. 200
El ancestral problema por la tierra
y la sublevación indígena de 1740
Templo de San Sebastián, joya arquitectónica
Paréntesis de reflexión sobre la presencia jesuita en el noroeste de México
Antecedentes de la rebelión yaqui, mayo y pima en Sinaloa y Sonora
En su ponencia sobre “La sublevación de los indios Yaquis,
Mayos y Pimas Bajos de 1740: la perspectiva jesuita y el
problema de la tierra”, el historiador Gilberto López Castillo, del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, abrió un
paréntesis de reflexión durante el Seminario sobre la Presencia
de los Jesuitas en el Noroeste de México, organizado por El
Colegio de Sinaloa. al enfocar el ancestral punto de conflicto que
se da en torno a la tenencia de la tierra, el despojo que siempre se
ha pretendido realizar o se ha consumado en perjuicio de los
naturales, y la reacción violenta que las iniquidades pueden
generar.
A continuación se reproduce un extracto de dicho trabajo:
La sublevación de 1740 es uno de los acontecimientos de mayor
relevancia en las provincias misionales
de del
Sinaloa
Portada
libro: ylaOstimuri.
casa en Cono
Levidi
Portada
del libro:
la casa en
Levidi
tal, fue la causa de numerosos
testimonios
realizados
tanto
por las
autoridades civiles, como por los mismos religiosos jesuitas.
Asimismo, significó la toma de conciencia respecto de que la crisis del
sistema nacional, cuyo origen es ubicado por Sergio Ortega desde el
último tercio del siglo XVII, adquiriría niveles dramáticos. En este
contexto, en los años subsecuentes a 1740, de parte de la Compañía
de Jesús se mandaron realizar informes de las distintas áreas de
misión que ofrecieron información relevante sobre las características
de cada una de las misiones, su historia y su problemática.
De estos informes conocemos los referidos al “Centro de las
Misiones de Sinaloa”, de Lucas Luis Álvarez, así como los de los ríos
Fuerte, Mayo y Yaqui, realizados en la misma época. Sin embargo, el
tema de la sublevación indígena tiene que ver con un documento
particular encontrado en el Archivum Romanum Societatis Iesu,
titulado “Extracto segundo que contiene el hecho, su origen, causas y
progreso de la sublevación de los indios Hiaquis, Maios, Pimas Bajos,
siendo gobernador don Manuel Bernal de Huidobro el año de 740”.
Un documento que resume el punto de vista de la Compañía de Jesús
sobre este conflicto.
En realidad la sublevación no fue sólo de los indios yaquis, sino
también de los mayos y “fuerteños” (inclusive se habla de indios
eudeves y apaches en ciertos momentos) y en su transcurso se
expresó el grado de confrontación que se había alcanzado entre los
actores del poblamiento de la antigua provincia de Sinaloa. En
particular, el grupo indígena Yaqui, que históricamente había
mostrado menor tolerancia a la incursión hispana en su tradicional
forma de vida, se convirtió en actor central de este movimiento que en
buena medida impactó el proceso del poblamiento español
impulsado hasta ese momento.
Pliego petitorio indígena en
busca de una negociación
No fue éste un movimiento indígena de carácter espontáneo; por el
contrario, los indios de las comunidades buscaron negociar con las
autoridades españolas la satisfacción de las causas de su
inconformidad, al menos desde 1736. Sus peticiones iniciales iban
desde las quejas contra Cristóbal de Gurrola, indio yaqui general de
los pueblos del río, hasta la incursión de personas ajenas al grupo
indígena, como los mestizos y coyotes que habían ido a vivir a sus
pueblos. Los reclamos tenían que ver principalmente con el
establecimiento de estos individuos en los diferentes pueblos del río
Yaqui, donde habrían usurpado tierras.
En su obra clásica “La sublevación yaqui de 1740”, Luis Navarro
García refiere que entre las peticiones realizadas por los indígenas
Muni y Bernabé, ante el virrey, arzobispo Antonio María Vizarrón,
destacaban las siguientes: 1) destitución de los padres Napoli y
Diego González, con quienes habían tenido problemas por el envió de
alimentos a California; 2) que los yaquis pudieran portar armas
tradicionales como arcos y flechas; 3) que no los forzaran a trabajar
en la misión sin paga; 4) que los misioneros no les quitaran su tierra y
la destinaran a otros usos; 5) que se les permitiera elegir a sus propios
oficiales sin interferencia jesuita; 6) que el provincial de la orden
protegiera a los indios de cargas excesivas de trabajo en los pueblos
de misión, sobre todo durante sus fiestas y en el transporte de
provisiones hacia California; 7) que les permitieran vender algunos de
sus productos a quienes ellos quisieran y que los religiosos no les
impidieran trabajar en las minas y, finalmente, 8) su propio protector
de indios.
Por otro lado, los testimonios de los jesuitas ponen en la mesa de
discusión los problemas que ellos mismos, como miembros de una
institución, tenían con los otros actores sociales, como es el caso de
las autoridades locales, los pobladores civiles y los miembros del
clero secular establecidos en el real de Álamos.
De acuerdo con el citado Extracto Segundo, destacan dos
elementos de los que los jesuitas son conscientes en tanto que ellos
mismos son actores relevantes, a saber, la problemática de la
propiedad de la tierra en la que ellos han sido participantes activos,
así como la perspectiva de la secularización de las misiones por parte
de los clérigos del Obispado de Durango, lo cual se ve reflejado en la
interacción cotidiana entre los jesuitas y clérigos asentados
principalmente en el real de Álamos.
Defendían los jesuitas a los
Indios; también a las tierras
Los problemas entre los indios y la autoridad civil, -de acuerdo con los
propios jesuitas- tenían como elemento de intermediación a la
Compañía de Jesús que no permitía la intromisión de los españoles
en las tierras de los indios, pues se trataba, justamente, de las tierras
que estaban bajo el cuidado de la misión.
Las intenciones de los españoles eran claras. Don Andrés de Quiroz,
como representante de los intereses de los pobladores hispanos,
junto con su hermano, don Miguel, pugnó ante la audiencia de
Guadalajara por la medición de las tierras del Yaqui, con vistas a
determinar las que pertenecieran al real patrimonio. Si bien, se
nombró con este motivo a don Juan de Huidobro, un individuo
cercano a ellos, para realizar las pretendidas medidas, éstas no se
Misión de San Miguel, en Mocorito;
actualmente Templo de la Concepción
Mapa de Sinaloa, Sonora y Baja California, elaborado por los jesuitas
poco antes de ser expulsados.
llevaron al cabo en virtud de que los padres jesuitas, por medio del
rector del Colegio de Sinaloa, acababan de ganar un pleito de
tierras Semejante sobre el puesto de Maripeto, perteneciente al
pueblo de Bacubirito, en la jurisdicción de San Benito.
De nueva cuenta hubo un cambio de política cuando el hermano
de don Andrés, don Miguel de Quiroz, fue nombrado alcalde mayor
de Ostimuri, pues se trata del momento en el que, de acuerdo con
los jesuitas, la autoridad civil “empezó a torcer a las claras por los
intereses particulares, en detrimento de los indios”.
Para los jesuitas, la confabulación de los vecinos y de los clérigos
seculares era algo que, por supuesto, se dirigía a la merma de su
poder mediante el desplazamiento en el control, tanto de los indios
como de sus tierras
La segunda causa de la rebelión,era la idea del patronato real de
poner en las misiones clérigos o frailes de San Francisco, en lugar
de jesuitas, para que pagasen tributo los indios”, y de que
para Lograrlo el gobernador Manuel Bernal de Huidobro toleraba
muchas de las libertades de los indios, con vistas a tenerlos de su
lado y preparados para que pidieran clérigos en lugar de jesuitas.
La posibilidad de que los líderes del Yaqui se presentaran
directamente ante el virrey de la Nueva España fue, asimismo, una
manifestación del derecho a voz que estas comunidades tenían
para presentar sus quejas ante las más altas instancias del
gobierno virreinal y de que, cuando ello ocurría, recibían
respuestas de apoyo respecto a los abusos de la autoridad local.
Sin embargo, la distancia era un medio de relajación de las
decisiones de las autoridades centrales, y en el caso de la
sublevación de 1740 el tiempo en recorrer las grandes distancias
también lo fue, pues, al no volver Muni y Bernabé en las fechas
convenidas, previamente a su salida y al haber corrido noticias de
su muerte se daba pie para que, como había sido planeado,
iniciara la sublevación.
Entre hambre y desastre estalló la rebelión
Al no encontrar respuesta a sus planteamientos en las instancias
locales, y ante la ausencia de los líderes que habían hecho el
viaje a la ciudad de México a fin de presentarse ante el virrey,
estalló la sublevación a comienzos de 1740. Ésta se caracterizó
por las grandes manifestaciones de poder por medio de las
armas de parte de los indios yaquis, mayos, pimas bajos y
fuerteños que, sobre todo en el caso de los primeros, arrasaron
con gran parte de los asentamientos agropecuarios hispanos de
las tierras bajas.
Luis Navarro ha destacado que las condiciones temporales
habían sido pésimas en los meses previos, pues si desde
septiembre de 1739 se reportaba una gran escasez de víveres,
1740 comenzó con la gran creciente del río, que arrastró las
siembras a su paso.
El hambre que había comenzado el año anterior se vislumbraba
en sí como un grave problema para las comunidades de la
misión. En este contexto el saqueo del rancho de Aquihuiqui, de
don Nicolás Félix Romero, en las cercanías de Bayoreca, en
febrero de 1740, y de los ranchos de El Cajón, Hiaquiquichi y Los
Basitos, a principios de la cuaresma, fueron las primeras
manifestaciones violentas del descontento de los indios. En el
primer caso habían participado un indio eudeve de Batuc, un
yaqui de Bácum y un mayo de Tesia, mientras que en el segundo,
de acuerdo con el testimonio de los jesuitas, en el momento
inicial se trató de un indio apache acompañado de yaquis
armados. En el mes de mayo la escuadra de indios, dedicada al
saqueo, llegaba al centenar.
Cruel fue el desenfreno de
los indígenas sublevados
Así, la destrucción de los ranchos, el secuestro de los indios
sirvientes y de los niños, así como el vejamen de las mujeres
españolas se convirtió en la estrategia de los sublevados de frente
a los españoles de la región. Al menos, dos viudas cuyos esposos,
“los Valenzuela”, fueron muertos por los indios, así como la madre
del clérigo Pedro de Mendíbil, fueron conducidas a los pueblos del
río Yaqui. Consta que la madre del clérigo fue conducida desnuda.
En unos meses se provocó el caos y un repliegue de la población
encabezada por el propio Manuel Bernal de Huidobro, primero a
Bayoreca, posteriormente a Los Cedros, y finalmente al real de
Los Álamos, donde el gobernador y los milicianos permanecerían
desde junio hasta el final del conflicto.
Cabe decir que los testimonios jesuitas son particularmente
insistentes en este tipo de temas sobre el sufrimiento de las
mujeres, o el estupro de las jovencitas, así como en la ineficacia y
aun incapacidad del gobernador Manuel Bernal de Huidobro para
contener la rebelión, al haber permanecido gran parte del tiempo
acuartelado en el real de minas de Álamos.
Poblaciones desiertas y minas
cerradas, fueron los efectos
El despoblamiento del territorio, por parte de los
españoles, fue el principal resultado inmediato de la sublevación.
Los testimonios mencionan que la situación más grave se
presentó en los reales de minas de Ostimuri. Una de las mayores
preocupaciones de las autoridades era, justamente,
que el distrito minero en pleno había dejado de producir. Sin
embargo, se trató de un problema temporal, pues la normalidad
habría de volver en años posteriores.
Algunos de aquellos pobladores, sobre todo los que vivían
aislados, sufrieron la muerte, si bien la mayoría logró refugiarse en
el real de Álamos. El triángulo comprendido entre este real y los
pueblos de los bajos río Yaqui y Mayo se convirtió en zona de
guerra bajo el control de los indios. El incendio de las casas, el
saqueo y la muerte de los ocupantes ocurrieron en el rancho de
San Antonio de Cabora, mientras que otros lugares fueron
asolados, como el de San Joseph de los Mezcales y San José del
Tabelo. Aunque los jesuitas consignan sólo el deceso de catorce
españoles, es muy probable que el número haya sido mayor.
Por su parte, alguos de los pobladores colaboraron para la
defensa de la tierra, ya fuera participando como milicianos,
pagando hombres armados para la defensa o, simplemente,
cooperando con ganado (reses, mulas y caballos) para alimento y
transporte de la tropa
Finalmente, los yaquis y mayos
ofrecieron la paz
Para la defensa del territorio se acudió, tanto al presidio de Sinaloa
como a las fuerzas militares de Chihuahua, en especial a las del
Valle de San Bartolomé que llegaron en el mes de septiembre.
Estas fuerzas no vieron acciones armadas ante los indios, pues un
poco después los yaquis y mayos ofrecieron la paz.
De acuerdo con los testimonios jesuitas, el gobernador Manuel
Bernal de Huidobro no hizo frente en el campo de batalla a los
indios en ningún momento, al menos durante el periodo de crisis, y
fue en este contexto que surgió el liderazgo de Agustín de
Vildósola, a la sazón sucesor en la gubernatura de Sinaloa y
Sonora.
El despoblamiento hispano se dio principalmente en la zona del río
Mayo. En lo que refiera al río Fuerte consta haber sido despoblado
el real de Sivirijoa, si bien sus habitantes volvieron a sus tierras en
cuanto hubo las condiciones de paz para ello. Al finalizar 1740 la
provincia estaba pacificada.
La sublevación afectó a las decisiones de los individuos para
iniciar actividades agropecuarias en la región, pues si antes de
1740 se había presentado un proceso más o menos constante de
pobladores que establecían sus ranchos y estancias entre los ríos
Mocorito y Mayo, en los años posteriores a la sublevación hubo un
marcado descenso en ese aspecto.
Por otra parte, las armas no fueron durante esa época, como no lo
habían sido durante todo el periodo misional, la única
manifestación del descontento de los indios. Una de ellas, y quizá
la más visible desde los primeros tiempos misionales, fue la salida
de los indios de sus pueblos y su establecimiento en los reales de
minas de la Nueva Vizcaya, que aparece como constante en los
testimonios de la década de 1740, pero que eran visibles desde
tiempos de Andrés Pérez de Ribas, un siglo atrás.
En conclusión, la propiedad de la tierra en el ámbito misional fue
uno de los principales elementos de confrontación de la sociedad
regional y en el caso de la sublevación de 1740 es algo que
aparece como telón de fondo que debe ser contemplado con
mayor atención.
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