Trabajo de Curso 2015 Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) Miguel Rodríguez Gaspar (Universidad Complutense de Madrid) Daira Pinto Prieto (Universidad de Oviedo. Estancia SIGUE en la UCM en curso 2014-15) Diego Millán Berdasco (Universidad Complutense de Madrid) Mayra Hernández Alayeto (Universidad Complutense de Madrid) Máximo López Rodríguez (Universidad Complutense de Madrid) Javier Carrón Duque (Universidad Complutense de Madrid) Fecha de recepción: A cumplimentar por el editor Fecha de aceptación: A cumplimentar por el editor Resumen En este artículo, con motivo del centenario de su nacimiento, se habla de la matemática conocida como Ada Lovelace. Primero se hará una extensa introducción al contexto histórico en el que vivió. Luego se detallarán varios aspectos de su vida personal y profesional. A continuación se hablará de su obra e influencia en la matemática posterior. Por último, se hará un breve repaso del reconocimiento actual que recibe Ada Lovelace en la sociedad. Palabras clave Ada Lovelace, Mujeres matemáticas Abstract In this article, commemorating a century since her birth, we will discuss about the mathematician known as Ada Lovelace. Fist of all, we will do an introduction to the historical context in which she lived. Later, we will detail several aspects of her personal and professional life. We will continue discussing her work and influence on later mathematics. Lastly, we will make a brief review on the actual acknowledgement of Ada Lovelace in society. Keywords Ada Lovelace, Woman mathematicians Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón 1. Contexto histórico, cultural, social y político Ada Lovelace (Londres, 10 de diciembre de 1815 – Londres, 27 de noviembre de 1852) vivió en una época trepidante y compleja. El mundo experimentó grandes cambios debido en gran parte a la Revolución Industrial, que marca un punto de inflexión en la historia al multiplicar la producción agrícola e industrial disminuyendo el tiempo de producción, gracias al aprovechamiento de la energía de los combustibles fósiles. Este proceso se inició precisamente en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII y terminó entre 1820 y 1840, tras extenderse por Europa occidental y Estados Unidos. Durante parte de este periodo, la burguesía tomó un papel cada vez más importante, tras una serie de revoluciones inspiradas por los ideales de esta clase social. El primer ejemplo de estos movimientos que buscaban acabar con el régimen absolutista es la Revolución francesa de 1789, cuyas ideas liberales se filtraron al resto de Europa y se manifiestan también en las revoluciones de 1820, 1830 y 1848. Otra consecuencia de este proceso fue la independencia de las colonias: la independencia de la América hispana entre 1810 y 1836, y anteriormente la independencia de Estados Unidos en 1776. Europa sufre durante los primeros años del siglo XIX las consecuencias del imperialismo, con las Guerras Napoleónicas, así como otra serie de conflictos de carácter nacionalista, como la Guerra de independencia de Grecia (1821-1831) o la Primera guerra de independencia italiana (1848). Estos acontecimientos marcan el nacimiento de las democracias censitarias y el ocaso de las monarquías absolutas, expandiendo las ideas republicanas y liberales. La Revolución Industrial es la causa principal de la aparición de la clase obrera, y con ello del movimiento obrero, cuya alianza buscó la clase burguesa cediéndole el sufragio universal para mantener sus privilegios. La época victoriana en la que vivió Ada Lovelace (la reina Victoria comenzó su reinado en 1837, cuando Ada tenía 21 años) coincidió con el momento álgido de la Revolución Industrial y del Imperio Británico. Durante estos años se produjeron importantes cambios culturales, políticos, económicos y científicos, que remodelaron el país. Un avance fundamental fue la creciente red ferroviaria que articulaba el territorio. El progreso provocó problemas de producción y distribución de alimentos básicos, y los consecuentes colapsos económicos, lo cual originó algunos disturbios sociales. Además de los derechos conquistados gracias al movimiento obrero, durante este periodo se produjeron una serie de cambios legales muy positivos en lo relativo a los derechos de la mujer. Aunque carecía de derecho al sufragio, ganaron el derecho a la propiedad después del matrimonio, el derecho a divorciarse y el derecho a pelear por la custodia de sus hijos tras separarse de sus maridos. Ilustración 1: El Imperio Británico en 1886, en rosa, que era el color en que se coloreaban los dominios británicos en los mapas. Walter Crane. (Fuente: Wikipedia) Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón La sociedad victoriana estaba regida por los moralismos y la disciplina, con rígidos prejuicios y valores “puritanos”, tales como el ahorro, el afán de trabajo y la importancia de la fe. Los varones dominaban tanto la vida pública como la privada, pese a los incipientes intentos de emancipación de la mujer, principalmente en las clases bajas, con su incorporación al trabajo en fábricas. Sin embargo, la insatisfacción femenina era tratada como un desorden de ansiedad con pastillas y psicoanálisis. La Revolución Industrial provocó que la población se concentrase en las ciudades, en torno a las fábricas, abandonando el mundo rural. Además, las clases sociales estaban claramente diferenciadas: la burguesía o clase media y el proletariado eran las clases más características de la época, pero pervivía una clase superior formada por la nobleza y los aristócratas, a los que pertenecía Ada Lovelace. La inmensa mayoría de la riqueza estaba en manos de estas clases altas, pero la burguesía fue cobrando cada vez más una mayor importancia, y pese a todo los sueldos de las clases bajas aumentaron de forma espectacular durante estos años gracias a la expansión económica. Por otra parte, la sociedad victoriana se caracterizaba por una doble moral que se hacía patente en la existencia de miles de prostitutas, del trabajo infantil y en la cultura del opio y sus derivados. En lo cultural, se produce el choque de dos tendencias opuestas, Romanticismo y Realismo. Por un lado, el Realismo propone describir la realidad tal cual es, reflejando los problemas y contradicciones de la época, con algunos toques de denuncia social, como Charles Dickens en su Oliver Twist. Por otro, algunos artistas románticos subliman lo desconocido, los lugares exóticos y los límites de lo conocido, como el propio Lord Byron, padre de Ada Lovelace. En este afán por explorar los límites, podría enmarcarse la idea de la máquina analítica de Charles Babbage, capaz de realizar cálculos, aunque el concepto de inteligencia artificial sea muy posterior (análogamente, Mary Shelley escribe Frankenstein cuestionando los límites de la vida). Otra corriente muy representativa de este período es el positivismo de Auguste Compte, que pretende explicar todo mediante el método científico, muy característico de una época en la que los avances de la ciencia y la técnica eran espectaculares. Como hemos dicho, la ciencia en el siglo XIX experimenta un despegue y una expansión muy importante. Podría decirse que la biología hunde sus raíces en este siglo, con el trabajo de Charles Darwin sobre la evolución y la selección natural, así como los trabajos sobre genética de Gregor Mendel. También hay grandes avances en medicina, como la aparición de la medicina experimental de Claude Bernard o la teoría microbiana, que propone que los microorganismos son la causa de una amplia gama de enfermedades. Además de cuestiones teóricas, comenzó a ampliarse la cobertura sanitaria y a hacerse más frecuentes servicios como la anestesia y la cirugía. La física de este período estuvo centrada en el estudio de la electricidad y el magnetismo, con grandes científicos como Coulomb, Faraday u Ohm. A mediados del siglo, Maxwell, unificó las leyes conocidas al respecto mostrando la naturaleza unida del electromagnetismo, con las célebres ecuaciones de Maxwell, que servían para predecir estos fenómenos, y que tenían como consecuencia que la luz es una onda electromagnética. En el cambio de siglo comenzó a estudiarse la radioactividad y con ello se comenzó la física nuclear del siglo siguiente. En matemáticas, en palabras del importante historiador Carl B. Boyer: “El siglo XIX merece ser llamado, más que ningún otro período anterior de la historia, la Edad de Oro de la Matemática. Los progresos hechos en la matemática durante estos 100 años superan con mucho, tanto en cantidad como e calidad, la producción reunida de todas las épocas anteriores.” (Boyer, 2010, pp. 709). Uno de los matemáticos fundamentales de este período es Carl Friedrich Gauss, cuyo legado incluye entre otras muchas cosas la representación gráfica de los números complejos, tres demostraciones del teorema fundamental del álgebra, el álgebra de las congruencias, la demostración de la posibilidad de construir con regla y compás el polígono regular de 17 lados y de cuáles es Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón imposible construir de este modo, las funciones elípticas, y la geometría diferencial. Por otro lado, a Cauchy se le atribuye la introducción del rigor en la matemática, y se le debe el desarrollo de la teoría de funciones de variable compleja y de la fundamentación del cálculo infinitesimal. Destacan en segundo plano, Abel y Jacobi (teoría de determinantes y jacobianos), o Bolzano (criterios de convergencia). Este período también se conoce como la época heroica de la geometría, gracias a los grandes matemáticos que la cultivaron en toda Europa, pero especialmente en Alemania: Feuerbach (geometría de la inversión), Steiner (construcciones con regla y compás), Poncelet (geometría proyectiva), Plücker (notación abreviada y coordenadas homogéneas), Cayley (geometría ndimensional), Lobachewsky y Bolyai (geometrías no euclídeas), Riemann (geometría riemanniana) y Klein (modelo hiperbólico). La aritmetización del análisis se produjo gracias a las aportaciones de Fourier (teoría de series), Riemann (teoría de números), Dirichlet y Dedekind (concepto de número real), Weirstrass (concepto de límite) y Cantor (conjuntos infinitos). Gran parte de estos avances fueron posibles debido a la creciente importancia de las revistas matemáticas, que fueron extendiéndose por todo el continente y aumentando su periodicidad. Tras mucho tiempo a la sombra, el siglo XIX vio el resurgir de la matemática inglesa a la primera plana mundial, con la fundación de la Analytical Society en Cambridge en 1815 como punto de inflexión. Estaba constituida en su inicio por George Peacock (un importante algebrista), John Herschel, y Charles Babbage, famoso por sus máquinas calculadoras, que Ada Lovelace comentó. Posteriormente, tomaron el testigo del álgebra Hamilton, Cayley (teoría de matrices) y Sylvester, junto con el prematuramente fallecido Galois en Francia. Por otro lado, Boole inventaba un nuevo tipo de álgebra mediante el análisis de la lógica, introduciendo conceptos que más tarde utilizaría la informática. Sin embargo, las ideas de Ada Lovelace eran demasiado innovadoras para su tiempo, y ello, unido a su condición de mujer, hizo que pasaran por completo desapercibidas hasta casi un siglo más tarde. La máquina analítica de Charles Babbage tampoco gozó de un éxito demasiado notable, no llegando a acabar su construcción jamás, mostrando que los matemáticos aún no estaban interesados en este tipo de cuestiones. 2. Biografía “El trabajo científico necesita de inteligencia, creatividad, instrucción y decisión. Como resultado de ello, la historia de la ciencia es siempre la de un grupo selecto de individuos. Por desgracia, la historia de las mujeres en la ciencia es aún más selectiva. Es, en su mayoría, la historia de mujeres privilegiadas, con una situación que les permite instruirse y cultivar sus intereses científicos a pesar de estar excluidas de las instalaciones educativas y de las fraternidades formales e informales de los hombres de ciencia ” (Alic,1991, p.14) El 10 de diciembre de 1815 nació la hija del héroe romántico lord Byron y su mujer Ana Isabel Milbanke, baronesa de Wentworth. El poeta apenas disfrutó un mes de la pequeña pues su madre huyó con ella transcurrido ese tiempo. Quién le iba a decir que los intereses de la niña distarían notablemente de su retórica y que doscientos años más tarde se la recordaría por su aportación al mundo de las matemáticas. No se sabe el motivo que dio lugar a la huida de madre e hija, pero la baronesa tuvo especial cuidado de que la educación de su hija no la condujese a seguir los pasos de su padre. Así, con mano dura por parte de su progenitora y los mejores profesores, Ada se declinó por las matemáticas, para satisfacción de su madre, aficionada a esta ciencia, y a su maestro Augustus de Morgan (1806-1871), primer profesor de matemáticas de la Universidad de Londres, quien veía en ella excelentes aptitudes. Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón Nuestra protagonista tuvo trato con importantes científicos y matemáticos de la época como Mary Somerville (1780-1872), quien desempeñó el papel de guía científica de Ada, Faraday, David Brewster, Charles Wheatstone, o Dickens, pero sin lugar a dudas el personaje que más influencia ejerció sobre ella fue Charles Babbage (1791-1871), a quién conoció en 1833 y con el que compartió una profunda amistad. Este fue miembro de la Royal Society y pasó a la historia gracias a su máquina analítica, y cuyas notas sobre la misma recopiló el matemático italiano Luigi Menabrea. Ada, fascinada por el genio de Babbage, decidió traducir estas notas al inglés, pero aprovechó para añadir numerosos comentarios de cosecha propia, de forma que legó a duplicar el texto. En estos comentarios introdujo conceptos e ideas interesantes, como es que la máquina, adecuadamente instruida, podría, por ejemplo, componer música; o el concepto de subrutina al que llegó pensando en que a las tarjetas usadas en la máquina analítica se podían dar la vuelta y reutilizar. De hecho, introdujo una idea clave: la máquina de Babbage podría manipular símbolos en lugar de simples números concretos. Claro está, todas estas idas y venidas de correspondencia, lecturas y clases de matemáticas se encontraban contextualizadas en el seno de una vida de dama victoriana típica. Augusta Ada Byron pasó a ser condesa de Lovelace tras su matrimonio con William King, con el que tuvo tres hijos. Gustaba de la danza, los espectáculos las joyas y los perros. También sentía cierta inclinación por placeres menos decorosos, como el alcohol,el adulterio o, su talón de aquiles, las apuestas de caballos, afición que compartía con su mentor Babbage. Desgraciadamente su salud nunca fue realmente buena. De pequeña padeció un sarampión maléfico que le dejó una parálisis temporal como secuela; ya en su vida adulta alternaba periodos de maniática hiperactividad con momentos depresivos y acabó por ser diagnosticada con cáncer de útero a los treinta y seis años. Murió joven, a los cuarenta siete años, y el carácter autoritario de su madre hizo que pasase el purgatorio en vida, pues a modo de penitencia le privó de los calmantes que tomaba para mitigar los insufribles dolores provocados por la enfermedad. Tras su muerte, su madre pidió a Babbage que destruyese todos los papeles de la condesa, esos papeles que firmaba con sus iniciales A.A.L. Por miedo a la desacreditación que provocaría su nombre, por identificarla como mujer. Afortunadamente, la baronesa de Wentworth obtuvo un rotundo no por respuesta. Ilustración 2: Ada Lovelace, retrato de Margaret Carpenter. (Mujeres Matemáticas, Joaquín Navarro) Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón 2.1. Otras mujeres en ciencia Ada Lovelace no fue la única mujer que tuvo que esconder su género tras seudónimos o el anonimato. De hecho, hasta hace relativamente pocos años esa era la tónica general en lo que se consideraba un mundo de hombres: la ciencia, particularmente, las matemáticas. Esta discriminación era puramente sociológica, pues la comunidad matemática reconocía el valor del trabajo de las matemáticas, pero no de las autoras. Por ejemplo, Mary Fairfax Somerville (1780-1872), que como vimos tuvo relación una relación académica directa con Ada, fue nombrada miembro honorario de la Royal Astronomical Society, sin embargo, la entrada a la institución como miembro de pleno derecho le estaba vetada, no como matemática, sino como mujer. Es curioso como, a pesar de que la educación se ha restringido históricamente a los hombres, en todas las épocas han destacado mujeres tanto en matemáticas como en tras disciplinas científicas. Obviamente, estás mujeres sí que disfrutaron de una educación exhaustiva, algunas por su condición aristocrática, como la condesa que nos ocupa, otras por ser hijas de matemáticos como Hipatia, o Agnesi y otras que encontraron libros sobre matemáticas en sus bibliotecas familiares, como Sophie Germain. En lo que a las instituciones científicas respecta, las mujeres sólo encontraron puertas de bibliotecas y aulas cerradas a cal y canto durante siglos. Todavía en 1914, D. Hilbert decía que no veía por qué “el sexo de la candidata es una argumento contra su nombramiento como docente pues, al fin y al cabo, no somos un establecimiento de baños.” haciendo referencia a Emmy Noether. No cabe duda de que la historia de las mujeres matemáticas ha sido una historia de rebelión contra los estigmas sociales, una rebelión que nos deja anécdotas como la de Hipatia de Alejandría (370 a.C.-415 a.C.), quien ocupó la cátedra de Filosofía de Plotino. Estaba tan bien considerada que venían estudiantes de Europa, Asia y África a escuchar sus enseñanzas sobre la Aritmética de Diofanto y su casa se convirtió en un gran centro intelectual. O cuando en Polonia, en el silo XV, Navojka (siglo XV) fue a la universidad, convirtiéndose en la primera mujer estudiante. Fingió ser un hombre para poder acceder a la universidad de Cracovia. Cuando la descubrieron, la gente pedía que fuese quemada o arrojada al río Vistula. Su defensa fue llana y sencilla: amaba la ciencia. Tampoco en la vida adulta de María Gaetana Agnesi (1718-1799) faltaron intelectuales y eruditos que asistían con regularidad al salón de los Agnesi para escuchar sus disertaciones sobre filosofía, ciencia y matemáticas. Sin embargo, ya con nueve años, habló durante una hora ante un culto público sobre el derecho de la mujer a estudiar ciencias y sobre cómo las artes liberales no eran contrarias al sexo femenino. Pero nuestra sociedad es dura de roer e incluso en el siglo de las luces sólo se destinaban a mujeres manuales de divulgación científica ya que se suponía que las mujeres no eran aptas para comprender la ciencia y no podían dedicarse a ella de forma profesional. En esas estaba el panorama francés, cuando Lagrange pidió conocer a Antonie-Auguste Le Blanc, un alumno cuyo trabajo le impresionó especialmente. Resulto ser ni más ni menos que que Sophie Germain (1776-1831). Estas y muchas otras batallas personales han contribuido a que hoy en día el mundo pueda vanagloriarse de las investigaciones tanto de hombres como de mujeres, así pues, gracias a todas ellas y las personas que permitieron y reconocieron su genio. 3. Matemáticas a partir de la obra de Ada La aportación de Ada a las matemáticas, aunque breve en volumen al tratarse principalmente de un solo artículo (de hecho se trata de las notas hechas a un artículo del matemático italiano Luigi Menabrea, de cuya traducción del francés al inglés se encargó Ada), es relevante por el salto conceptual que supuso. Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón Hasta la publicación del artículo de Menabrea con notas de Ada, los matemáticos buscaban máquinas calculadoras, esto es, ingenios mecánicos para hacer cálculos a una velocidad mayor (aquí encontramos la máquina de Pascal, pascalina), pero Ada vio mucho más allá en la máquina de Babbage, al igual que él mismo. La máquina estaba preparada para el desarrollo de una función cualquiera. Es la expresión material de una función indefinida de cualquier grado de complejidad y generalidad. Pero Ada no solo se centró en la máquina como tal. Buscó más ventajas en ella. Llegó a pensar que podría ser un utensilio que no solo ayudara en el campo de los números, sino que podía componer piezas de música. El propio hecho de que concibiera que los números puedan representar entidades distintas que cantidades supone en punto de inflexión, donde se dejan de manejar simplemente números y pasan a asociarse a símbolos de la vida real, ampliando el campo de posibilidades. Es el paso del cálculo y las máquinas calculadoras a la computación. El ejemplo claro que puso Ada fue el de la música, afirmando que sería capaz de crear piezas musicales. Ilustración 3: Máquina Analítica en el Museo de Ciencia de Londres Ada, que se llamaba así misma “analista (y metafísica)”, fue capaz de ver en la máquina de Babbage lo que ahora llamaríamos un ordenador de uso general. Esto nos lleva a la programación. Pero, además del gran cambio que supuso ver una máquina como algo más que números, una gran aportación de Ada fue comenzar un debate en el que todavía no hay ninguna postura clara. Este debate empieza con la parte más conocida de sus notas, “la sección G”, que trataba de la inteligencia artificial. En ella explicaba que la máquina analítica no podía originar nada nuevo, sino que ejecuta lo que se le pide siguiendo unas normas. Es decir, no tenía la capacidad de crear nada, pero modificaba los datos según las directrices dadas. Científicos como Alan Turing, con su artículo “computing machinery and intelligence” pensaron en este hecho y siguieron con el debate que en la actualidad tratamos de romper intentando crear máquinas inteligentes. Pero… ¿Hasta qué punto una máquina artificial puede simplemente seguir directrices? Hay muchos científicos trabajando en ello. Sin ir más lejos, en esta facultad de ciencias matemáticas hay un proyecto de un robot con la finalidad de que pueda ver como un ojo humano, que sea capaz de identificar los objetos o las caras. Es decir, que no solo capte información y la guarde en algún sitio, sino que él mismo la analice. Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón Todavía nos queda mucho por investigar acerca de las máquinas, la programación y su capacidad para comportarse como un humano, pero algo está claro, si no hubiera sido por Ada, lo que hoy llamamos ordenador sería una simple calculadora que trabajaría con números. En la actualidad somos capaces de dar una utilidad mucho más amplia a las máquinas, ya sea como libros digitales, como pantallas, como lectores de películas, o como móviles que nos permiten llamar. Y todo esto comenzó pensando que con la máquina de Babbage se podría crear música. Ilustración 3: Parte de la Máquina Analítica de Charles Babbage construida tras su muerte por su hijo, usando piezas encontradas en su laboratorio. 4. Reconocimientos El reconocimiento a esta gran matemática llego muchos años más tarde después de su muerte, estos son algunos ejemplos: Día de Ada. El 14 de octubre se celebra en todo el mundo el Día de Ada Lovelace, la primera mujer programadora de la Historia. Un día que pretende hacer visible a todas las mujeres que se dedican al campo de la tecnología, la ciencia, la ingeniería o las matemáticas. Campos todos ellos tradicionalmente masculinos. Esa es la razón que impulsó a la periodista británica Suw CharmanAnderson a realizar una petición pública, a través de la web Pledgebank, para señalar en el calendario un día que conmemorara la labor y contribución de las mujeres en el ámbito tecnológico. Lenguaje de programación Ada. En 1979, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos reconoció sus aportes y creó un lenguaje de programación en su honor llamado Ada. Durante los años 1970, este departamento tenía proyectos en una infinidad de lenguajes y estaba gastando mucho dinero en software. Para solucionarlo se buscó un lenguaje único que cumpliese unas ciertas normas recogidas en el documento Steelman. Después de un estudio de los lenguajes existentes en la época se decidió que ninguno las cumplía totalmente, por lo que se hizo un concurso público al que se presentaron cuatro equipos, cuyas propuestas se nombraron con un color: Rojo (Intermetrics), Verde (CII Honeywell Bull), Azul (SofTEch) y Amarillo (SRI International). Finalmente en mayo de 1979 se seleccionó la propuesta Verde diseñada por Jean Ichbiah de CII Honeywell Bull. Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón Iniciativa Ada. La iniciativa Ada surge con el objetivo de impulsar la participación de la mujer en el ámbito de la tecnología y la cultura abierta, lo cual incluye el software de código abierto, la Wikipedia y los datos abiertos, así como los medios sociales. Las cofundadoras de este proyecto, Mary Gardiner y Valerie Aurora cuentan con más de diez años de experiencia en el ámbito del software de código abierto, los medios sociales abiertos, y la participación activa en grupos de mujeres como Geek Feminism, Systers, y LinuxChix. Esta iniciativa se centra en ayudar a las mujeres a desarrollar sus carreras en el ámbito de la tecnología abierta a través de la capacitación dirigida a mujeres y a través de la sensibilización de los miembros de la comunidad. Entre sus servicios está asesorar a las comunidades para que estas se conviertan en entornos más amigables, que atraigan la participación de las mujeres. Medalla Lovelace. La medalla fue establecida por el British Computer Institute en 1998 y es administrada por el Comité de Premios de la Academia. La medalla de Lovelace se otorga a personas que han destacado por su contribución a la comprensión o el progreso de la informática. La medalla se otorga por contribuciones en una de las siguientes tres áreas de enfoque: -Sistemas de información de ingeniería, metodologías y otras formas de investigación aplicada que han contribuido al avance de la informática. -Investigación básica que ha contribuido significativamente a nuestra comprensión de la informática. -Productos y prácticas de los sistemas de información, es decir, las contribuciones que han sido dirigidos a los productos innovadores y aplicaciones ampliamente desplegadas. Estos han sido los ganadores de la medalla: Año Ganadores 2015 2014 Ross Anderson Steve Furber 2013 Samson Abramsky 2012 Grady Booch 2011 Hermann Hauser 2010 John C. Reynolds 2009 Yorick Wilks 2008 Tony Storey 2007 Karen Spärck Jones 2006 2005 2004 2002 2001 Sir Tim Berners-Lee Nick McKeown John Warnock Ian Foster y Carl Kesselman Douglas C. Engelbart 2000 Linus Torvalds 1998 Michael A. Jackson y Chris Burton Tabla 1: Ganadores de la Medalla Lovelace (Fuente: http://academy.bcs.org/content/lovelace-medal) Augusta Ada King, condesa de Lovelace (1815-1852) M. Rodríguez, D. Pinto, D. Millán, M. Hernández, M. López, J. Carrón Doodle Ada Lovelace. El 10 de diciembre de 2012, Google celebró el 197 aniversario del nacimiento de Ada con un doodle. Para ello diseñó un doodle artístico en el que las letras del buscador son el nacimiento de diferentes máquinas de cálculo y análisis, entre ellas un ordenador, con el que hacen hincapié en su gran labor. Ilustración 3: Doodle de Ada Lovelace, de Google (Fuente: http://www.google.com/doodles/ada-lovelaces-197th-birthday) Limor Fried. En la actualidad, el nombre de Ada ha sido adoptado también por la conocida por los medios como Ladyada, la “heroína del hardware libre”. Limor Fried, fundadora de la empresa Adafruit, hizo honor a su predecesora utilizando su nombre como apodo. Bibliografía Academy of Computing, “Lovelace medal”, <http://academy.bcs.org/content/lovelace-medal> Ada Iniciative, <https://adainitiative.org/> Alic, M. (1991). El legado de Hipatia. Historia de las mujeres desde la Antigüedad hasta fines del siglo XIX. Madrid, Siglo XXI. Aurora, V. (2013). Deleting Ada Lovelace from the history of computing, Ada Initiative. <https://adainitiative.org/2013/08/deleting-ada-lovelace-from-the-history-of-computing/> Boyer, C. B. (2010). Historia de la matemática. Madrid, Alianza Editorial. Figueiras, L., Molero, M., Salvador, A., Zuasti, N. (1998). Género y matemáticas. Madrid, Editorial Sintesis. François, B. (1988). La era victoriana. Barcelona, Editorial Oikos-tau. Garrido, M. 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Diego Millán Berdasco. diegomil@ucm.es, Tercero, Facultad de Ciencias Matemáticas, Universidad Complutense de Madrid. Estudiante de matemáticas interesado en la divulgación científica, la historia de las matemáticas y esperando profesionalizarse en el estudio del álgebra. Mayra Hernández Alayeto, mayherala1@hotmail.com, Primero, Facultad de Ciencias Matemáticas, Universidad Complutense de Madrid. Como siempre me han gustado las matemáticas y la música pensé en estudiar matemáticas para conseguir entender toda la lógica que vemos día a día, y así cuando consiga entenderla, buscaré la manera de que se relacionen directamente con la música, que es exactamente en lo que pensó Ada. Máximo López Rodríguez, maxlopez@ucm.es, Tercero, Facultad de Ciencias Matemáticas, Universidad Complutense de Madrid. Este trabajo me ha parecido una forma muy interesante de aplicar los conocimientos que hemos adquirido a lo largo del curso FImat; tanto en la búsqueda de información, como en la forma de exponerla mediante este artículo. Javier Carrón Duque, jcarron@ucm.es, Cuarto, Facultad de Ciencias Matemáticas, Universidad Complutense de Madrid. Estudiante de Matemáticas y Física, aunque con interés en otros muchos temas como la divulgación científica o la Historia de la Ciencia.