PRECEPTOS DEL NAHA-TE (La mano de Naha) 1) La mente es una con el cielo y la tierra. 2) La circulación rítmica del cuerpo es similar a la del sol y la luna. 3) El trabajo de inhalar y exhalar es firme y suave. 4) Los actos: en conformidad con el tiempo y los cambios. 5) Las técnicas deberán ocurrir en ausencia de pensamiento consciente. 6) Los pies avanzarán y retrocederán encontrándose y separándose. 7) Los ojos no se moverán aún en los cambios ligeros. 8) Los oídos escucharán en todas las direcciones. COMENTARIOS 1) La mente es una con el cielo y la tierra Este precepto conjuga dos símbolos fundamentales de la cosmovisión oriental: Cielo: representa el principio activo masculino. Es el principio Dador. Tierra: representa el principio pasivo femenino. Es el principio Receptor. La mente del guerrero, que debe ser la no-mente, armoniza lo activo y lo pasivo, lo masculino y lo femenino; por lo que debe estar dispuesta a dar y recibir. Para que esto ocurra, debe estar preparado para lo inesperado y debe poder armonizar simultáneamente su Yo interno que se relaciona con lo que él mismo es; con su Yo externo que se relaciona con todo lo que lo demás es. Este proceso o camino (Do), es la etapa de preparación para el último gran paso de crecimiento o iluminación (satori), que implica la fusión y concordancia entre su yo interno y externo, transformándose en uno solo, a partir de o cual se desvanece la noción del Yo, para dar paso a la noción de Todo. 2) La circulación rítmica del cuerpo es similar a la del sol y la luna La vida se desarrolla a través pulsos, rítmicos y constantes. Como en la música, la armonía consiste en que estos pulsos se complementen y acompasen desde un sentido estético. La Tierra gira y se traslada, la Luna gira sobre sí misma y alrededor de la Tierra; a su vez, la Tierra y la Luna, giran y se trasladan alrededor del sol junto con los otros planetas de nuestro sistema. Del mismo modo, nuestro sistema solar completo gira en armonía y concordancia con otros, y así sucesivamente. En definitiva, el universo gira, palpita y pulsa su energía en infinitas armonías que conforman en su conjunto la fluidez y musicalidad del todo. De esta misma manera, nuestro cuerpo refleja esos ciclos permanentes de circulación rítmica. Es necesario que el guerrero aprenda a sentir sus pulsos internos para poder actuar en consecuencia de su propia fisiología, que es la expresión interna del palpitar y circular dinámico de lo universal. 3) El trabajo de inhalar y exhalar es firme y suave La respiración nos conecta con la energía del universo (ki), al que los yogis denominan prana y que es la esencia de la que se nutren todas las cosas. El poder regular la respiración, nos permite regular la energía de nuestro cuerpo. Este último, tomado como vehículo provisorio a través del cual el guerrero se expresa. El principio de regular esta energía que nos impregna como seres vivos, es intrínseco de los mismos como sistemas abiertos armónicos con otros. Los animales regulan sus movimientos, las plantas regulan su crecimiento; los organismos son sensibles al frío y al calor, a la oscuridad y a la luz, y a tantas otras necesidades y sensaciones. Debemos volver a encontrarnos con esa esencia que nos puebla y que todos poseemos por el solo hecho de estar vivos. 4) Los actos: en conformidad con el tiempo y los cambios El mundo se encuentra en constante transformación. El tiempo y el espacio son las dos dimensiones por las cuales discurre ese permanente proceso. El hombre sensible, desarrollará el ejercicio reiterado de no oponerse a ese principio, al contrario, su trabajo consiste en lograr entrar en fase armónica con él y obrar en consecuencia. Esto no significa no ejercer la propia voluntad sobre nuestros actos, sino que implica la sutil percepción de cuando y como actuar, acorde con la esencia individual, pero también acorde con las circunstancias. 5) Las técnicas deberán ocurrir en ausencia de pensamiento consciente Nuestra cultura nos impulsa a privilegiar solo la dimensión consciente de nuestra mente. Este precepto nos propone dar un paso más allá, superar ese consciente intelectualizado, para arribar a la dimensión integral de la no-mente. Este estado de vacío, no es la ausencia de algo, sino que significa la integración intuitiva de todas nuestras potencialidades. El espíritu y el cuerpo del guerrero, responde espontáneamente sin necesidad de problematizar las acciones que va a llevar a cabo. Si este tiene hambre come, si tiene sed bebe, si tiene sueño duerme; y por sobre todo ejercita el desapego sobre eso que ama profundamente, como el único camino posible para sublimarlo. 6) Los pies avanzarán y retrocederán encontrándose y separándose Los pies son las raíces que nos conectan con la tierra, son sensibles y están preparados para percibir cualquier cambio que afecte nuestro equilibrio. Estos anclajes, que ofician de mediadores entre el mundo que nos sostiene y nuestro propio cuerpo, son además los encargados de nuestros desplazamientos y el punto de apoyo de nuestros movimientos. Avanzar y retroceder, encontrarse y separarse, son las cuatro direcciones o coordenadas principales, a partir de las cuales podemos discurrir nuestro derrotero. Aprender a transitar por estos puntos cardinales adecuadamente, implica poder trasladarnos sin perder la armonía de nuestro propio centro, que en definitiva nos condicionará acerca de la manera en que nos trasladamos por nuestra vida. 7) Los ojos no se moverán aún en los cambios ligeros El hombre es un animal predominantemente visual, pero más allá de eso, la mirada es un canal de conexión directa entre nuestro interior y el exterior. Los ojos reflejan lo que sentimos y también como lo sentimos. En el arte marcial, la mirada debe ser sin observar, estar atento a todo y a nada en particular: mirar sin mirar. Este aprendizaje que se logra a partir de la concentración, implica no dar evidencia de lo que estamos percibiendo. Poder ver realmente, supone la posibilidad de adentrarse en el espíritu del otro, hasta poder ver como el otro nos observa. El arte exige el desarrollo de una visión integral, a la que los tibetanos atribuían al tercer ojo, ese que unifica, ese que comunica a nuestro interior lo que el exterior nos dice. 8) Los oídos escucharán en todas las direcciones La vista de día y la audición de noche, los ojos para lo expuesto y los oídos para lo oculto. Nuestra vida transcurre entre estas dimensiones. El guerrero debe estar atento a todos los flancos, para lo cual la vista no alcanza y debe complementarse con el oír, en función de la captación integral del entorno. Lo que escuchamos, no es sustitutivo de lo que vemos. Hay un universo de sensaciones que muchas veces nos vedamos y dependen de este sentido: los pasos conocidos, la respiración de quién amamos, los ruidos de los otros seres que comparten nuestro tiempo y espacio. Escuchar permanentemente, conjuga también la acción de poder oír lo que el otro tiene para decir y de cómo dice lo que quiere comunicarnos. Del mismo modo, nos plantea el ejercicio de oírnos a nosotros mismos en qué decimos y cómo lo hacemos. 9) Vivir la virtud, es la virtud de vivir (apócrifo) La virtud del arte, debe ser la búsqueda de todo guerrero. El gran combate que es la vida, debe ser resuelto en cada uno de sus pequeños actos, como un hecho artístico. El arte de la virtud, logra encontrase cuando deja de buscarse. Martín Tellechea