“De todas las emociones, el miedo es la más fácil de contagiar y la que menos se cuestiona” 20-22 TD60_Maquetación 1 29/06/14 14:51 Página 20 ENTREVISTA 20 Laura 20-22 TD60_Maquetación 1 29/06/14 14:51 Página 21 Rojas Marcos Esta es una entrevista diferente, por su fondo que no por su forma. Por primera vez –en estas páginas– hablaremos del miedo y otras emociones en los de luces. Lo hemos hecho con la terapeuta, escritora y conferenciante Laura Rojas Marcos, hija del doctor Luis Rojas Marcos, un referente en psiquiatría a nivel mundial. Vive a caballo entre Nueva York y Madrid, ajena a los movimientos del escalafón taurino, pero su capacidad empática y profesionalidad la hacen expresarse con tanta llaneza que a más de uno le hará encontrar en sus palabras, tal vez, un discreto refugio. Quizá a los toreros. Sí. Texto: Laura Tenorio Fotografías: Juan Pelegrín Pregunta | Es terapeuta y psicóloga, díganos en palabras llanas qué es eso de la Psicología. Respuesta | Pues es el estudio de las emociones y de los procesos de cambio. La persona que decide ir a un psicólogo no tiene por qué tener un problema grave, ni un trauma, ni una enfermedad mental. El psicólogo trabaja con el paciente sus emociones, tanto las positivas como las negativas. En mi caso, soy una terapeuta integradora, que me adapto a la necesidad y personalidad del paciente, y no él a mí. ¿Cabe el perfil de un torero en el de sus pacientes? Desde luego. Trato depresión, ansiedad -uno de los rasgos más habituales entre los toreros-, adicciones, comportamientos obsesivos, etc. Pero también tengo pacientes que, sencillamente, están pasando por una situación específica, no tienen un diagnóstico concreto, solo que están en un bache o necesitan tomar una decisión importante para sus vidas, y han decidido pedir ayuda. Buscan ayuda profesional para superar sufrimientos o frustraciones, dos sentimientos muy comunes en los toreros. ¿Cuál es su labor en esos casos? Simplificándolo diré que es importante mantener la objetividad y, desde ahí, identificar las fortalezas y debilidades, trabajarlas y sacar lo mejor de cada uno. El ser humano tiene siempre dos caras: una cara solidaria, generosa, con un espíritu de superación extraordinario; pero también siente emociones menos aceptadas, como la envidia, la rabia, la ira... Nuestro objetivo no es eliminarlas sino saber identificarlas, ver qué se puede hacer y cómo modificarlas; cambiarlas, si es que son cambiables, porque no siempre esto se puede hacer –en un duelo, por ejemplo, hay que vivir sus etapas. En definitiva, manejar todas esas emociones a nuestro favor. También hay que centrarse en la personalidad de cada persona, en su autoestima, sus ilusiones, sus deseos y, digámoslo, hay que ver cómo afronta el miedo. El torero lo vive cada tarde; el miedo, digo. ¿Qué trabajo se puede hacer en ese aspecto? Lo primero que hay que reconocerle es que, pese al miedo que pueda sentir, es una persona más valiente que el común de los mortales. Y eso, a pesar del mucho miedo que pase. El toro mata. Ya lo sabemos. No hay que olvidar que el ser humano puede decidir qué situaciones de amenaza vive: ponerse delante de un toro es una decisión adoptada por voluntad propia, y eso ya marca una diferencia. El factor ‘decisión personal’ ayuda a soportar mejor el miedo. Además, el ser conscientes de esa decisión nos permite afrontar la situación con cierta sangre fría, lo cual nos ayuda a separar el miedo de nuestro objetivo. ¿Está pasando al plano de la motivación? Pues también, sí. El torero tiene una motivación determinada: el arte en sí, el dinero, la fama y el reconocimiento público, el continuar con una tradición familiar… Hay muchas motivaciones, muchas. Un paréntesis: Usted vivió las consecuencias de los atentados del 11-S, en Nueva York, trabajó meses con las víctimas. Sí. Fue duro, un antes y un después en la vida de todos. Se formó como una cadena solidaria y de concienciación: todo el mundo daba y también todo el mundo recibía, bien una palabra de consuelo bien un abrazo o bien un estar al lado de alguien en silencio, porque en esas situaciones no siempre la palabra ayuda. La incertidumbre y el miedo, nadie sabía qué iba a pasar después de aquello, nos acompañó durante mucho tiempo. Dentro de lo negativo, si tuviera que señalar algo positivo diría que uno se sentía generalmente apoyado por las personas de alrededor, la solidaridad era total. Aquella experiencia sacó lo mejor de muchos de los que lo vivieron. Increíble testimonio. Retomo con los toreros, con sus miedos y sus conductas supersticiosas. ¿Qué es la superstición? La superstición, si lo piensa, es una manera de querer controlar tanto el presente como el futuro. El supersticioso piensa: ‘Puedo evitar que algo malo me ocurra o puedo provocar que algo bueno me suceda, si hago o si no hago algo determinado’. Lo que pasa es que, y esto lo digo bajo mi punto de vista personal que no profesional, se incide demasiado en la suerte. Y creo que la suerte es un factor que influye pero con un porcentaje mínimo. Para mí, la mayoría depende de nuestras propias decisiones, de lo que de verdad queramos hacer. Es cierto que a veces no tenemos suerte y las cosas no salen como queremos, pero las supersticiones no sé hasta qué punto son constructivas, pienso que detrás de ellas se apoya un cierto miedo y el miedo, casi siempre, hay que tener en cuenta que es limitante. ¿Se contagia? Sí, sí, de todas las emociones el miedo es la más fácil de contagiar y la que menos se cuestiona. Además, tengamos en cuenta que a través del miedo muchos intentan contro- 21 20-22 TD60_Maquetación 1 29/06/14 14:51 Página 22 ENTREVISTA lar a las personas. En cuanto al torero, creo que es importante separar lo que puede ser un ritual, una tradición si se prefiere, de lo que es el miedo. ¿Es tal vez por eso que en un tendido los aficionados pasen también miedo? José Tomás dicen que transmite miedo a los públicos; Enrique Ponce, por lo visto, todo lo contrario. Habría que preguntarse el por qué de esto. ¿Me lo puede decir? José Tomás, porque todo lo hace transmitiendo un riesgo que transparenta en cada cite. Ponce, por hacer fácil lo difícil. Si lo llevo a mi terreno, al psicológico, diría que hay personas que tienen la habilidad de transmitir ciertas emociones. Si Tomás transmite la emoción del miedo y Ponce otra distinta, me imagino que ello dependerá con qué lo estemos asociando: ¿Con el dramatismo si nos referimos a José Tomás, con lo previsible si lo hacemos a Ponce? Me imagino que en el caso de Tomás, él sabe qué es lo que le está llegando al público y conoce su respuesta, una respuesta que si se repite hace que la actitud -la conducta del diestro- se retroalimente, con lo cual tenderá a repetirse. Sería interesante preguntarse qué es lo que busca el público cuando acude a la plaza a verle. José Tomás está considerado para muchos como el último mito de los ruedos. Sin embargo, hoy los niños difícilmente tienen por ídolo a un torero. ¿Cómo lo explica? Creo que aquí lo que hay es un factor cultural importante. También hay algo fundamental: me refiero a lo que se vive en casa o en el entorno próximo. Si hoy en casa ya no se habla de toros, no se cultiva la cultura taurina, o no se va a la plaza, es difícil que se predisponga a un niño a que encuentre a su ídolo en un torero. Además, me imagino que muchas personas no consideran la plaza de toros como un lugar apropiado para niños. También han cambiado las costumbres. Sí, efectivamente. Hoy, en nuestra cultura latina, el deporte es lo que mueve masas: mueve dinero, mueve relaciones, mueve intereses, mueve emociones, mueve conversaciones… Al fin al cabo el ser humano va evolucionando y va cambiado en sus costumbres. Nada es estático, incluida la afición por los toros. En su libro Somos cambio sentencia esa idea con una frase de Schopenhauer: Lo único inmutable es el cambio , dice. ¿Nada es eterno? Yo diría que no. Todo evoluciona, hasta los miedos y emociones. No es lo mismo el mie- 22 do que sentimos de niño que el que podemos sentir de adultos. Todo fluctúa. Todo cambia. Hay toreros que cuentan no poder dormir con la luz apagada, que sienten miedo desde niños. En el caso de los toreros, desconozco qué significa. Pero sí sé que ése, el miedo a la oscuridad, y el miedo a hablar en público son los dos miedos más habituales en las personas… La oscuridad, en general, es algo que la gente asocia a la muerte, tal vez por ahí pueda ir la cosa. Los toreros tienen un umbral de tolerancia al dolor por encima de la media, siempre decimos que están hechos de otra pasta. El umbral de tolerancia al dolor no tiene que estar relacionado necesariamente a lo de ser torero. Muchas personas que no lo son, sin embargo lo tienen. La tolerancia al dolor está muy asociada, según muchos estudios, al control mental. Evidentemente los toreros están muy ejercitados en el control mental, sin él, por instinto, me imagino que saldrían corriendo siempre, y no lo hacen. Quizá lo que les lleva a permanecer delante de la cara del toro, incluso cuando están heridos, va más allá del control mental y del significado que para ellos tiene el terminar la faena. Ellos necesitan dar muerte al toro, porque lo que les supondría a nivel emocional no hacerlo, el malestar y frustración que les produciría, probablemente les sería más doloroso que la cornada a nivel físico. ¿Qué es más difícil, o más necesario: asumir el triunfo o digerir pronto una mala tarde? Creo que es más difícil asumir el fracaso. El ser humano no está preparado para asumir determinados fracasos porque por instinto de supervivencia emocional ello afecta directamente a la autoestima –la imagen que tengo de mí mismo y cómo me siento respecto a cómo yo me percibo–. En muchas ocasiones, el reconocer un error o fracaso requiere humildad, y la humildad es algo que conlleva práctica. No nacemos siendo humildes. Ser humilde requiere reflexión, actitud y, sobre todo, introspección. El poder reconocer algo que no hemos hecho bien sin que afecte a nuestra autoestima es algo que tiene su trabajo. Pero no todo el mundo está dispuesto a ello. No, es cierto, no todo el mundo está dispuesto. Que la crítica sea constructiva es esencial para asumir un fracaso. Eso requiere seguridad en uno mismo. De ahí que las personas que son muy inseguras, cuando fracasan, sufren profundamente porque toda su autoestima se ve dañada, les produce miedo. Eso hace que en muchas ocasiones tengan una respuesta defensiva. Para terminar, ¿qué opinión le merece si le comento que el diestro retirado Dávila Miura trabaja en Programas de Habilidades y Competencias Directivas para distintas empresas, en los que se reconocen los valores del toreo? Me parece un símil interesante, porque la vida, si lo pensamos, comparte mucho con el toro. En ambos hay momentos dulces y momentos crueles, duros; en los dos hay vitalidad y también un mañana impredecible; en la vida y en el toro necesitas recursos, técnicas, pautas. Sí, creo que puede resultar interesante el que un torero sirva de ejemplo a seguir para fomentar valores como la cohesión de equipo o la capacidad de superación..