GEORGES DEJAIFVE ¿DÓNDE ESTÁ EL PROBLEMA DE LA INFALIBILIDAD? Où en est le probléme de l'infaillibilité? Nouvelle Revue Théologique, 110 (1978) 373388 La infalibilidad siempre ha sido problema y lo es más hoy para una generación antidogmática. El Vaticano I declaró este dogma bajo auspicios nada favorables al ponerlo en relación con el Magisterio del Romano Pontífice. Desde entonces, en contra de lo que cabria esperar de un dogma de fe, han sido más los problemas que ha provocado que las luces que ha aportado. Desvinculada de su contexto natural - la fe indefectible de la Iglesia- ha privilegiado un caso excepcional como si este constituyera la regla; y al mismo tiempo ha reforzado los prejuicios contra el pretendido imperialismo de la sede Romana. ¿Cómo conciliar la infalibilidad del Papa con la de la Iglesia, de la que no es más que una función y de la que depende en su ejercicio? ¿Bajo qué condiciones puede el Papa proceder a una definición ex cathedra, si es verdad que no recibe revelación inmediata sino que es el intérprete de la Revelación transmitida por la Iglesia? La garantía del carisma de asistencia divina no dispensa al Papa de una investigación de la fe de la Iglesia, tal como, durante el Vaticano I reclamaban que constara muchos miembros de la minoría e incluso un miembro eminente de la mayoría, el cardenal Guidi. La mención no se hizo en el canon que define la infalibilidad sino solamente en el cap 4. º de Pastor Aeternus dejando, además, libertad al Pontífice para escoger los medios de esta información La impresión de arbitrariedad total que se ha atribuido de este modo al ejercicio de la infalibilidad se encuentra reforzada por la adición in extremis de una fórmula que no fue discutida por la Asamblea Conciliar (un poco como la nota explicativa del cap 3 de la Lumen Gentium ): "las definiciones pontificias son declaradas irreformables ex sesse, non ex consensu Eoclesiae" . Esta frase ambigua quería exorcizar todo galicanismo, quería excluir para siempre la necesidad de un consentimiento jurídico de los Obispos al acto de Magisterio Pontifico, sea antecedente, concomitante o posterior. Pero bajo ningún título quería excluir una cooperación del Episcopado, o incluso de la Iglesia entera en la formulación del dogma. En este sentido, si se hubiera empleado la palabra consensus en un sentido más patrístico, es decir, "el sentido de la fe de toda la Iglesia" o "el acuerdo en la fe del magisterio eclesiástico", se podría dar la vuelta a la fórmula y decir que el Papa no está autorizado a una definición más que en virtud del consensus de la Iglesia en la fe, de una convergencia en la tradición viva. VATICANO II Lejos ya de todo peligro de galicanismo, se hubiera podido esperar del Vaticano II que reelaborara las formulaciones de infalibilidad y primado desde la nueva perspectiva de la colegialidad. Debido a la gran cantidad de problemas que había de resolver y a su interés más bien pastoral, no fue así. Sin embargo a lo largo de las sesiones hubo una serie de intervenciones que muestran que la preocupación estuvo presente. Sin desear ser exhaustivos vamos a citar algunas de estas intervenciones. GEORGES DEJAIFVE En primer lugar la memoria de la Conferencia episcopal alemana ante el primer esquema "de Ecclesia" de la primera sesión. La Memoria presenta la Infalibilidad propia del ministerio de la Palabra confiado al Magisterio como una prenda de la fidelidad de Dios. Enseguida se pregunta a quién incumbe el ministerio de la Palabra: en primer lugar, al Colegio de los Doce, al Colegio Episcopal que le sucede, y en fin, al sucesor de Pedro: Este último, en tanto que jefe del Colegio episcopal, no ejerce su función por mandato de los otros obispos sino por él mismo y, aunque ejerza su misión en el Colegio y por el Colegio, lo hace por mandato expreso de Cristo. Sin embargo, puesto que esta infalibilidad en la enseñanza le corresponde en cuanto que es cabeza visible y activa de la Iglesia y del Colegió episcopal, usa, de su poder, no cómo persona privada, sino en virtud de su función. Aunque no enseñe en virtud de un consentimiento de los obispos, no debe ni puede proponer más que la doctrina que está presente en la Iglesia, puesto que él no recibe nuevas revelaciones públicas. Sus definiciones ex cathedra tienen. las mismas fuentes que tiene la Iglesia: la Escritura y la Tradición, o. si se quiere, la. conformidad con la predicación actual de la Iglesia unida a su cabeza es la regla de fe para las definiciones del Romano Pontífice. Por tanto ha de descubrir esta verdad y enunciarla usando los medios adecuados para ello. Estos medios son los Concilios y las observaciones de los Obispos, Cardenales y teólogos. Por otra parte ésta ha sido siempre la línea de conducta que ha seguido la Santa Sede. (Estas precisiones estaban tomadas en buena parte de la exposición de Mons. Gasser, durante el Vaticano I, en nombre de la Comisión de la Fe, para recordar a los Padres que la infalibilidad del Papa no está . separada ni. puede dejar de lado el concurso de la Iglesia). De manera parecida se expresó Mons. Durrie, quien después de citar hábilmente una conferencia del Cardenal Tardini, Secretario de Estado de Juan XXIII, concluía que "la autoridad del Papa en. el Magisterio de la Iglesia no aparecía como "separada" sino. como "culminante". Por esto "es como cabeza del Colegio episcopal y... como Jefe de toda,. la Iglesia que el Papa es personalmente infalible". Ya en el Vaticano I, después de la intervención del cardenal Guidi y de las explicaciones incluidas en el Cáp. 4 de la Pastor Aeternus, se habría reconocido él principio de una cooperación, al menos antecedent e, del, episcopado en el ejercicio. del Magisterio supremo. Durante la segunda sesión Mons. Martín (de Rouen) incriminaba en una nota escrita la fórmula "por sí mismo y no por el consentimiento de la Iglesia" y veía en ella una fuerte dificultad para los hermanos separados, a quienes la frase les suena como si el Papa pudiera definir arbitrariamente una verdad de fe, aunque fuera contraria a la fe de la Iglesia. El sentido auténtico de la expresión es muy diferente, subrayaba Mons. Martin. El enunciado quiere decir que, aunque el Papa sea la cabeza del Colegio de los obispos y actúe siempre en calidad de tal, el carisma por el cual juzga las cosas de la fe y las costumbres no proviene del Colegio, sino de una promesa hecha por Cristo a Pedro. En la persona del Pastor y Doctor de la Iglesia universal, se "recapitula" el carisma de la Iglesia entera. Se trataría, por tanto, de encontrar una fórmula que quitara el obstáculo a una justa comprensión del dogma: Durante la tercera sesión Mons. P. Boillon volvía de nuevo sobre el tema: "No hay que concebir la infalibilidad de manera demasiado abstracta y absoluta. No es una especie GEORGES DEJAIFVE de visión beatífica anticipada, sino la expresión, garantizada por Dios, de la fe de la Iglesia peregrina. Lo que San Pablo dice: "imperfecta es nuestra ciencia e imperfecta nuestra profecía, pero cuando vendrá el cumplimiento, toda perfección será excluida" vale no sólo para el simple fiel sino también para el Magisterio. Es precisamente por este aspecto-'parcial, fragmentario, y por esta imperfección que caracteriza todo conocimiento por lo que se explica que el Concilio de Calcedonia tuviera qué corregir de una manera positiva las declaraciones cristológicas del Concilio de Efeso, y que el Concilio Vaticano II deba completar la definición del Primado del Soberano Pontífice con una exposición doctrinal sobre los obispos y los laicos. Parece evidente que es de la mayor importancia que el Concilio reconozca explícitamente el aspecto parcial e imperfecto de las definiciones y declaraciones del Magisterio. Este reconocimiento manifestará mejor a nuestros hermanos separados cual es. el verdadero sentido de la infalibilidad de la Iglesia". Todas estas observaciones encontraron un cierto eco en el texto final del capítulo 3, n.º 25, de Lumen Gentium : "No es en calidad de persona privada, sino como Doctor de la Iglesia universal, en quien el carisma de la infalibilidad de la misma Iglesia está presente de una manera especial, que el Romano Pontífice expone y defiende la fe de la Iglesia Católica". Con todo, no se menciona la manera como se realiza tal unión, ni la forma como ha de proceder el jefe del Colegio episcopal en la información previa a la definición. El Vaticano II ha dejado en suspenso las aporías heredadas del Vaticano I. En este clima de frustración consecutivo al Concilió ha estallado la bomba. lanzada por el libro. ¿Infalible?, de Küng, que según mi -juicio. responde. a una interpretación que tiende a atribuir más de la cuenta al Magisterio Pontificio. No vamos a volver sobre las posiciones bien conocidas de este libro, vamos a estudiar la controversia que ha suscitado que nos aparece muy esclarecedora. DEBATE A PROPÓSITO DE ¿INFALIBLE? DE KUNG Ante la polémica que provocó el libro, el profesor de Tübingen hizo editar, bajo el título ¿Falible? diversas contribuciones de especialistas tratando de poner en evidencia los aspectos positivos de su empresa y un balance del debate escrito por , él mismo; balance que tiene la desventaja de resultar demasiado una apología en provecho propio. Nosotros vamos a mencionar en primer lugar los elementos de la posición de Küng que no parece, que hayan recibido el asentimiento de los teólogos, aunque él pretenda lo contrario. En segundo lugar señalaremos los elementos más positivos de su crítica al papel de la infalibilidad en la Iglesia, y que deben ser puestos en su activo. A. Puntos impugnados 1. Ante todo, ¿ha conseguido Küng desintegrar la noción misma de infalibilidad? Según él, este concepto se aplica a las proposiciones definidas por la Iglesia y que a causa de una asistencia divina tienen la garantía, a priori , de que no contienen error. Trata de mostrar, seguidamente, la inconsistencia de esta noción que, según él, es reciente y: que se hubiera podido ahorrar en provecho de la idea, más antigua, de indefectibilidad. GEORGES DEJAIFVE Un buen número de críticas a Küng hacen notar que la infalibilidad no concierne, propiamente, a las proposiciones -que son verdaderas o falsas- sino al sujeto que las enuncia. La noción es de uso corriente en el dominio del derecho y de la filosofía. Se puede aplicar sin escándalo al orden sobrenatural. Como justamente nota W. Kasper, "la verdad teológica (el autor incluye la verdad dogmática) es una verdad de testimonio que no puede ser reconocida más que por la garantía del que da testimonio. Si éste habla en nombre de Dios y bajo su moción puede :pretender la infalibilidad en el acto mismo de su testimonio": Por esto, cuando Küng declara que las "proposiciones infalibles" del Magisterio se consideran como garantizadas a priori de todo error, la expresión "a priori" es ambigua: En efecto, la idea misma de testimonio remite a un objeto, acontecimiento o persona del que se da testimonio. Las definiciones del Magisterio, colegial o personal (si se trata del Pontífice Romano), presuponen un "objeto" que es la norma del testimonio y, por consiguiente, en el caso de la Revelación, la mediación de la Iglesia que lo transmite. Lo que es verdadero en el caso de los Concilios ecuménicos, en los cuales es manifiesta la búsqueda previa de la verdad profesada por la Iglesia, lo es también en el casó del Papa cuando habla ex cathedra. Por tanto, cuando Küng escribe: el Papa puede definir lo que quiera y cuando quiera, incluso sin la Iglesia, la afirmación es sin duda exagerada y roza con la caricatura. Küng tiene ante la vista sobre todo los dogmas recientes: los del Vaticano I y los marianos que le parecen frutos de manipulación de la Santa Sede, olvidando que éstos son el fruto doctrinal tardío de una devoción antigua tanto de Oriente como de Occidente, y que la introducción de la infalibilidad personal del Pontífice Romano en el horizonte de la fe de la Iglesia sólo se explica a partir de la querella sobre el Augustinus y en razón de la obstinación jansenista, que pretendía vaciar la importancia del Magisterio Pontificio. Sin duda lo que molesta a Küng es el recurso a criterios puramente formales (la locutio ex cathedra ) contrastando con el silencio guardado sobre los criterios materiales (su relación al objeto de la fe, la investigación previa de la que hemos hablado más arriba). Cosas que se explican desde la postura jansenista que reducía a la nada todo veredicto del Magisterio Pontificio, y por tanto la función de unidad en el seno del Colegio de los Obispos, del sucesor de Pedro. 2. Küng rechaza, además, la nota de irreformabilidad aplicada a las proposiciones cubiertas por la infalibilidad, debido al carácter histórico y limitado de toda afirmación dogmática. También aquí los críticos de Küng denuncian una interpretación aumentativa. ¿Implica la irreformabilidad, que una definición dogmática, por emanar del Magisterio infalible, sea la última palabra sobre una verdad de fe? Esto sería comprender mal la naturaleza del dogma. En ello insisten diversos autores mostrando que la fórmula de fe jamás es la expresión exhaustiva de una verdad de fe; más que traducirla adecuadamente, nos orienta, apunta, hacia la Verdad que es Dios. Ya Tomás de Aquino había caracterizado el artículo de fe como "percepción de la verdad divina que tiende hacia la misma" distinguiéndola de la verdad matemática o lógica. Por esto siempre es posible perfeccionar su enunciado integrando aspectos no apercibidos. En razón del carácter dinámico de la fe, "anticipación de la visión futura", decían los GEORGES DEJAIFVE escolásticos, la verdad de fe, bajo su aspecto noético, está abierta al futuro, ya que está polarizada por el objeto divino que busca comprender. Por tanto se produce un desarrollo dogmático de la Revelación, un progreso real en el conocimiento explícito del mensaje revelado. La formulación del dogma es siempre imperfecta en su expresión y limitada por su medio vital; sin embargo revela un aspecto verídico del misterio divino, del que determina, por así decirlo, la franja, el horos, como gustaba decir a los Padres griegos deeosos de marcar la inefabilidad y transcendencia del misterio. Que la Iglesia pueda garantizar, por un testimonio infalible el sentido de marcha de la fe en su peregrinar terrestre, no ha de escandalizar, salvo a los que rechacen la encarnación necesaria de la fe en los juicios y proposiciones propias del espíritu humano. Uno tiene la impresión de que el mismo Küng, que reconoce la necesidad de las fórmulas dogmáticas e incluso el carácter obligatorio en último término de algunas de ellas, no está lejos de afirmar a su manera lo que la Iglesia expresa cuando se declara infalible en ciertos de sus pasos. ¿Cómo comprender que la Iglesia me puede obligar a tener por verdaderas tales afirmaciones si no tiene la garantía de testimoniar fielmente la Verdad divina en una de sus expresiones? B. Aspectos positivos 1. Hay que reconocer que la noción de infalibilidad es tardía en la enseñanza católica; aparece, y sólo esporádicamente, hacia fines de la Edad Media. Y aunque la infalibilidad personal del Papa interesó ya, con una finalidad bien concreta, en el siglo XIII a Pedro Olivi, no fue secundado, quedando como una simple opinión hasta el s. XIX. Pero este carácter tardío no es objeción. La historia de la teología ha seguido el camino de la filosofía en su búsqueda de la verdad. El pensamiento humano ha pasado de una consideración del ser objeto aprehendido sin crítica (realismo ingenuo) a la reflexión sobre las condiciones de su aprehensión por parte del sujeto. De manera análoga, la fe de los creyentes fue la adhesión a una Revela ción transmitida por una Tradición más vivida que criticada. Sólo cuando, durante la Reforma, la Iglesia es puesta en cuestión, la fe dirige su atención al sujeto: la Iglesia y su órgano privilegiado de promulgación de la verdad divina, el Magisterio. En esta dinámica el Vaticano I se preocupa de la infalibilidad del Magisterio y da origen a una corriente teológica unilateral (hierarcológica) que el Vaticano II reequilibra en las constituciones dogmáticas Lumen Gentium , sobre la Iglesia, y Dei Verbum, sobre la Revelación. 2. Desde su obra Estructuras de la Iglesia, Küng nos pone en guardia contra este peligro de unilateralismo, no sin exponerse a caer en el exceso opuesto. Quizá en su ¿Infalible? haya fallado un poco el blanco remitiéndonos sin cesar al objeto de la fe: el "Mensaje evangélico", sin tener en cuenta suficientemente el desarrollo dogmático operado después de la Reforma y fijándose en las condiciones de aprehensión de la verdad revelada por parte del sujetó. Pues no se puede descuidar este aspecto esencial si se admite que la doctrina de la fe se desarrolla a medida que crece la Iglesia. GEORGES DEJAIFVE 3. Se puede estar de acuerdo con Küng en la pobreza de ciertos argumentos de Escritura y Tradición propuestos por los manuales para justificar la inaflibilidad. Falta un buen tratado del desarrollo dogmático. 4. Se puede admitir que la verdad de la infalibilidad ocupa un lugar secundario del Mensaje cristiano, por tratar de la transmisión de la revelación más que de su contenido. Además el ejercicio del Magisterio extraordinario es algo sumamente raro en la historia de la Iglesia, se trate de los Concilios o del Papa hablando ex cathedra. "Por lo que toca a este último, si hay que hacer caso a K. Rahner, está en vías de desaparición: a causa del pluralismo teológico, una nueva definición de fe no será posible, puesto que compromete siempre una teología y que es poco probable que una proposición particular y nueva pueda ser formulada y definida como expresión de la conciencia de fe de toda la Iglesia. 5. No se puede negar que en el pasado se haya tendido a conceder al Magisterio Pontificio una importancia excesiva, como si toda declaración que emanara del Pontífice Romano estuviera aureolada de infalibilidad. Esto sería peligroso para la investigación teológica y podría frenar muchas iniciativas de los fieles. El papel del Magisterio es orientar el esfuerzo colectivo de testimonio de fe y de búsqueda de lo que la Palabra de Dios quiere decir a la Iglesia en cada época. Por ello el Magisterio ha de dialogar con el pueblo cristiano y con las dificultades y aporías que encuentra en su vida y apostolado. Calificar de infalibles encíclicas como Casti connubii o Humane vitae es engañarse sobre su verdadero alcance. Frutos del magisterio ordinario, de carácter doctrinal, pero prudencial. Y que por tanto piden un asentimiento de la misma naturaleza, no están ipso facto llenas de errores, como lo pretende Küng, pero tienen el riesgo de no ser actuales si no afrontan los problemas que atormentan las conciencias actuales. Si Küng solamente hubiera conseguido disipar ciertas ilusiones que han ofuscado el sentido auténtico del dogma de la infalibilidad y su alcance, rechazando la interpretación maximalista que a menudo se le ha dado, el resultado hubiera sido benéfico para el progreso de una sana teología. Tradujo y extractó : FRANCESC RIERA I FIGUERAS