M O D U L O El Caso Dreyfus 34 Antisemitismo en Francia Desde la constitución del Segundo Imperio en diciembre de 1852, presidido por Napoleón III, Francia vivió veinte años de estabilidad y prosperidad económica. Su industria crecía, aumentaba su producción agropecuaria; las inversiones francesas en ferrocarriles y la construcción del canal de Suez cimentaban su prestigio. Sin embargo el crecimiento francés era ampliamente superado por el rápido desarrollo norteamericano, el ya más lento crecimiento inglés y, sobre todo, por la explosiva producción alemana. La guerra franco-prusiana en 1870 resultó una gran victoria para los alemanes, que consagraron su unificación, dejando a Francia humillada tras la pérdida de los territorios de Alsacia y Lorena. El “Caso Panamá” había puesto de manifiesto la corrupción de la Tercera República1. Francia tenía enormes expectativas con respecto al Canal de Panamá, dado que su influencia en Latinoamérica podía ser clave para alcanzar a Inglaterra y sobre todo a Alemania en expansión industrial y territorial. La burguesía francesa en pleno se apresuró a contribuir con su patriótica inversión, pero un error de cálculo y las dificultades técnicas subsiguientes derivaron la construcción de dicha empresa en un escándalo. Finalmente, por la presión de la prensa y la opinión pública, la compañía cayó en quiebra, y quinientos mil accionistas perdieron un millón de francos. La prensa antisemita creyó ver en el fracaso la confabulación de un sindicato judío que actuaba a nivel internacional. La propaganda antisemita tendría su causa inmediata en el colapso sufrido por el banco católico “Unión General”, en el que muchos pequeños inversionistas católicos perdieron sus ahorros. El director del mismo culpó de la bancarrota al “capital judío”, y aparecieron varias ediciones de periódicos antijudíos. Pero las ideas antisemitas incrementaron su influencia a partir de la publicación, en 1886, del libro de Eduard Drumont “La Francia judía”. Esta obra presentaba el histórico antagonismo entre arios y semitas, describiendo la destructiva influencia de los judíos en la historia de Francia y su decisivo ascendiente en la vida política a partir de 1880. Exigía una revolución social basada en el reparto de la propiedad judía. 1- Tercera República: Tras el colapso del Imperio de Napoleón III por la derrota en la guerra FrancoPrusiana, se realizaron en febrero de 1871 elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente que dio ori gen a la Tercera República Francesa (1875-1940). 67 Fueron vendidos de este libro centenares de miles de ejemplares, multiplicándose así la actividad antisemita. Se organizaron asociaciones de estudiantes antisemitas y otras agrupaciones similares. Especialmente activos fueron los grados inferiores de la clerecía, a quienes interesaban los problemas sociales. Organizaron el movimiento democrático cristiano. Asimismo muchos socialistas participaron en esta campaña de propaganda. También en el Parlamento mostrarían su actividad los antisemitas. En 1891 uno de ellos propuso que se expulsase de Francia a los judíos, y treinta y dos diputados le apoyaron; la propuesta no llegó a figurar en el orden del día. A comienzos del año 1892 se inició la publicación, bajo la dirección de Drumont, del diario antisemita “Libre Parole”. Explotó éste el derrumbamiento de la compañía del canal de Panamá para incrementar su influencia. Varios financistas judíos se hallaban implicados en la cuestión, y Drumont presentó esta circunstancia como una prueba de que los judíos corrompían el país. Poco tiempo después el interés por este caso decayó, y con él la preocupación antisemita. El Juicio A finales del año 1894 estalló nuevamente el sentimiento antisemita cuando Alfred Dreyfus, oficial judío que había servido en el Estado Mayor General de Francia, fue arrestado bajo la acusación de espionaje. Los antisemitas manifestaron que aquélla constituía una prueba más de la “traición judía”. Su propaganda abandonó su carácter social para transformarse en una incitación patriótica ornada con ataques a los ideales de la Revolución francesa. El ministro de la Guerra vaciló en un principio, pero más tarde decidió traer a Dreyfus ante un tribunal militar. Mediante falsificaciones y presión política Dreyfus fue declarado culpable y condenado al exilio en la Isla del Diablo para el resto de sus días. Todo un vendaval político que agitaría durante años a la opinión francesa comenzó con el proceso y la condena de un hombre, el Capitán Dreyfus. Fue su condición de judío –y probablemente envidias profesionales- lo que puso en funcionamiento el mecanismo del proceso, donde luego la polarización extrema entre el antisemitismo y la defensa de los derechos humanos revelaría conflictos más profundos en la sociedad francesa. Sin embargo, salvo el insistente reclamo de que se reconociera su inocencia, la comprensión que este puntilloso oficial del ejército tuvo del affaire1 que lleva su nombre, fue casi nula. El juicio que se siguió al Capitán Dreyfus fue llevado adelante en forma muy rápida. El tribunal militar, por otra parte, se valió para la condena de pruebas más bien débiles, apoyadas por razonamientos y presunciones, sin 1- Caso 68 tener en cuenta, tampoco, los antecedentes profesionales brillantes e intachables del oficial juzgado. Luego, la condena a prisión y la degradación que configuraron la sentencia parecieron poner punto final a este proceso de trámite rápido y de oscuras motivaciones políticas. El tiempo se encargaría de desmentir esta presunción, sacando el caso a publicidad y haciendo confluir en él todo un conjunto de contraposiciones ideológicas y de intereses. El caso Dreyfus provocó una gran conmoción en la oficialidad del ejército francés. Sobre todo a partir del descubrimiento de que las pruebas imputadas a Dreyfus correspondían, en realidad, a los actos de otro oficial, el comandante Walsin-Esterhazy, el sentido del honor y la verdad que tenían algunos oficiales, el deseo de tapar los errores cometidos, las razones políticas y los prejuicios comenzaron a operar entrechocadamente en el ánimo de los militares. El Coronel Henry –que colaboró a fraguar pruebas falsas contra Dreyfus- y el Coronel Picquart –que honradamente no quiso ocultar Emilio Zola las evidencias contra Esterhazy que relevaban a Dreyfus- llegaron a batirse a duelo. Ante el conflicto, no fueron pocos los oficiales superiores que tuvieron una actitud prescindente, por falta de valor para afrontar las cuestiones en juego. Después que el caso Dreyfus parecía cerrado por su condena, la infatigable acción del hermano del Capitán, Mateo Dreyfus, logró atraer la atención de algunos intelectuales y políticos, y de una pequeña parte de la opinión pública. Esta parte se fue ampliando progresivamente, a través de la acción decidida del pequeño grupo de luchadores, entre los cuales descuella el escritor Emilio Zola, pero donde fueron también muy importantes las contribuciones Henry de Clemençeau, Anatole France y Jean Jaurés. El affaire tuvo un vuelco notable después del suicidio del Coronel Henry, que mostró a la opinión pública que no podía darse por descontado el honor del ejército y de cada uno de sus oficiales. 1- Positivismo científico: Ver módulo 35. 69 J’accuse En ese momento, a tres años de la condena, el affaire se había convertido en el eje de la vida política y social de Francia. Habían trascendido los límites del ejército, el gobierno y el parlamento, y se discutía en la calle y en la prensa. Los característicos salones de la época se convirtieron en verdaderos núcleos de opinión. Los partidos políticos tomaron posición. La derecha, representada por los diversos grupos monárquicos y nacionalistas, era la que más encarnizadamente se oponía a la reapertura del caso: sus principales argumentos fueron la defensa del ejército, poner freno a las maquinaciones de los “judíos antinacionales” y sobreponerse a la debilidad y corrupción de la Tercera República. Los socialistas permanecieron al margen, si exceptuamos a Jean Jaurés, incansable dreyfusista. Para ellos el caso demostraba una vez más, como antes el affaire Panamá, la decadencia burguesa. Los moderados temían por la seguridad y la estabilidad del gobierno y procuraron no provocar roces con el ejército, que a pesar de los veinte años de República, seguía siendo predominantemente monárquico. El único núcleo político que comenzó a interesarse por la reapertura del caso fue el radical. Los radicales eran los ortodoxos defensores de las idea liberales, republicanas y anticlericales de la Gran Revolución. Eran un grupo pequeño y desde la muerte de Gambetta1 estaban alejados del poder. A pesar de la gran capacidad polémica de radicales como Clemençeau, debían enfrentarse a una opinión unánimemente contraria a la reapertura del caso. Los pocos hombres que creían en la inocencia de Dreyfus constituían apena voces aisladas e impotentes. Justamente de la impotencia surgiría un grito desesperado que desencadenaría la crisis que se estaba preanunciando. Se trataba de la carta que publicó Emilio Zola en L’Aurore el 13 de febrero de 1898. “J’Accuse”: tal el título de la carta abierta dirigida al presidente de la República. Era la primera exposición orgánica del caso desde sus comienzos, visto por un hombre que se hallaba en el momento más alto de su prestigio de escritor, tanto en Francia como en el extranjero. Luego de pasar revista a los principales hechos, Zola reprobó enérgicamente el fallo de la corte marcial que condenó a Picquart y absolvió a Esterhazy. Los últimos párrafos son especialmente combativos: “¡Comprended esto! Hace un año que los generales Billot, Boisdeffre y Gonse saben que Dreyfus es inocente y guardan para sí esta espantosa verdad. ¡Y esa gente duerme! ¡Y tienen mujer e hijos que los quieren! (...) Yo acuso al teniente coronel Du Paty de Clam de haber sido agente diabólico del error judicial –quiero suponer que inconsciente- y de hacer su obra nefasta durante tres años con maquinaciones desca belladas y repulsivas. 1- Gambetta: líder republicano. Tuvo gran influencia en la comuna de París en las elecciones de 1881. 70 Yo acuso al general Mercier de haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo. Yo acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus y de no haberlas utilizado, haciéndose de tal modo culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político, y para salvar al Estado Mayor comprometido. Yo acuso al general Boisdeffre y al general Gonse de haberse hecho cómplices del mismo crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo que hace de las oficinas de guerra un arca santa e intocable. (...) Esta actitud mía no es más que un arma revolucionaria destina da a activar la explosión de la verdad y la justicia. (...) No ignoro que me pongo al alcance del artículo 30 y 31 de la ley sobre la prensa, del 29 de julio de 1881, que condena los delitos de difamación, y es voluntariamente que me expongo. Espero”. Siglomundo 12 La carta provocó el efecto esperado. La valentía de Zola, un intelectual aislado y sin compromisos de ningún tipo, decidió la participación activa de muchos dreyfusistas dudosos. A partir de este momento la opinión pública no necesitó ni de partidos políticos, ni del Parlamento, ni de ninguna institución para expresarse. Las opiniones se exponían en panfletos, en ligas, en manifestaciones callejeras y en declaraciones individuales o conjuntas. La intención del J’Accuse era clara: llevar nuevamente a los tribunales el affaire Dreyfus. Para evitar ligar el caso Dreyfus al caso Zola, el gobierno trató de limitar el juicio contra el escritor a un simple proceso de difamación. Espontáneamente, los intelectuales dejaron su gabinete de trabajo para asumir la defensa de Zola. Proust, Péguy, Lucien Herr, Anatole France, Seignobos, León Blum y muchos otros profesores universitarios y científicos, ya estaban tomando parte activa en el grupo dreyfusista. Mientras tanto, estudiantes antidreyfusistas quemaban en la calle el texto del J’Acusse y apedreaban la casa de Zola gritando: “¡Muera Zola! ¡Mueran los judíos! ¡Viva el ejército!” En este clima se inició el juicio a Zola el 7 de febrero de 1898. Zola o el Estado Mayor. Zola fue declarado culpable por ocho votos contra cuatro y condenado a un año de prisión. La multitud que aguardaba el veredicto en la calle, comenzó de inmediato a festejar el triunfo antirevisionista. Los partidos políticos competían por atribuirse el triunfo. El Primer Ministro Méline se expresaba en estos términos: “Los judíos que desataron esta insensata campaña de odios, precipi taron contra ellos mismos un siglo de intolerancia: los judíos y tam bién esa elite intelectual que parece complacerse en envenenar la atmósfera y despertar odios sangrientos. Aplicaremos contra ellos todo el rigor de la ley. Si los poderes que ahora poseemos son insufi cientes, pediremos otros”. Ibidem 71 Clemençeau en L’Aurore decía que en realidad era un triunfo de la Iglesia, que pretendía desencadenar una guerra religiosa contra los judíos, protestantes y otros. La actitud de la Iglesia ponía en peligro el espíritu de la Revolución Francesa. La prensa internacional manifestó en su mayoría su solidaridad con Zola y su indignación contra el fallo. Zola, que había apelado su sentencia, fue nuevamente condenado, y se vio precisado a huir a Londres. La Libre Parole volvió a agitar la opinión pública. Dreyfusistas y antidreyfusistas doctrinarios Cualquier observador desinteresado hubiera pensado que todo giraba en un círculo vicioso interminable. Pero si bien es cierto que el affaire tenía verdaderos ciclos de furor y de alma, también es cierto que los cuatros años transcurridos no habían pasado en vano. Dreyfusistas y antidreyfusistas habían formado una verdadera base doctrinaria para la polémica. Los dreyfusistas habían creado la Liga de los Derechos del Hombre. Recogían los ideales liberales de la Revolución Francesa a los que consideraban en peligro. Denunciaban a la reacción clerical que quería volver a los tiempos anteriores a la Revolución. La lucha por la justicia era una cuestión de principios: de ella dependían las libertades individuales. Clemençeau denunciaba el chauvinismo1 en estos términos: “El patriotismo requiere una patria, que no puede existir sin justicia”. En esta posición estaban los intelectuales como un verdadero bloque. Aunque constituían un grupo pequeño, estaban mejor coordinados para la acción que sus opositores. Los antidreyfusistas, en cambio, eran totalmente heterogéneos e influían sobre una masa de opinión mucho menos estable todavía. La Libre Parole, con Drumont a la cabeza, se limitaba a una histérica campaña antisemita y a agitar el fantasma de la guerra con Alemania. Déroulède alimentaba las fantasías de poder que no había realizado Boulanger. En realidad, el verdadero doctrinario del antidreyfusismo era el escritor Maurice Barrès: “Un nacionalista –decía- es un hombre que toma conciencia de su for mación. El nacionalismo es la aceptación de un determinismo. No hay incluso libertad de pensamiento. Yo no puedo vivir más que según mis muertos. Ellos y mi tierra me señalan una cierta actividad”. Ibidem En cuanto a los intelectuales, consideraba que se han comprometido en la defensa de Dreyfus, no por el triunfo de la razón sino por una “pasión malsana”. La influencia del cientificismo y el positivismo les ha hecho perder el sentimiento de nación y los ha convertido en verdaderos desarraigados, enemigos de la sociedad. 1- Chauvinismo: del francés, nacionalismo exagerado. Patriotería. Diccionario enciclopédico Oriente. 72 ¿Qué importa la inocencia o no de Dreyfus si está en peligro el Estado Mayor? ¿Qué sería de Francia si el pueblo pierde la confianza en sus jefes? Ibidem Las ideas de Barrès entusiasmaron a los jóvenes escritores anti-positivistas como Julio Verne y León Daudet, que se reunieron en la Liga de la Patria Francesa. Déroulède, a su vez, resucitó la Liga de los Patriotas, disuelta al fracasar el boulangerismo. En las Universidades se formaban grupos de choque como la Juventud Antisemita, el Comité de la Juventud Realista y la Juventud Socialista, que protagonizaron verdaderas batallas callejeras. A lo largo de los tres procesos judiciales que jalonaron el affaire, y pese a que en los dos primeros se mantuvo el veredicto de culpabilidad, Dreyfus contó para su defensa con la asistencia de abogados hábiles y prestigiosos: Demange, Labori y Mornard. Poco después comenzaron a circular rumores sobre ciertos sucesos ocurridos en el seno del Estado Mayor, originando una agitación pública que duraría tres años, entre 1897 y 1899. En las nuevas elecciones de 1898 la mayoría de los candidatos dreyfusistas fueron derrotados; pero Cavaignac, nuevo ministro de la Guerra, a pesar de ser enemigo jurado de los dreyfusistas, se vio obligado a ordenar un nuevo examen de los documentos archivados sobre el caso, y de este modo se descubrió la falsificación. Henry, el funcionario que la había realizado, se suicidó en presidio. No obstante, los jefes militares siguieron oponiéndose a la reapertura del proceso, y la controversia pública se volvió más violenta. Finalmente se realizaría una nueva vista del caso, en agosto de 1899. El tribunal confirmó por mayoría la culpabilidad de Dreyfus, pero recomendó la reducción de la pena y el Presidente le otorgó el indulto. Dreyfus sólo quedó totalmente exculpado en el año 1906. El asunto Dreyfus fue un episodio en el enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado, que tenía también implicaciones nacionalistas. Desde el principio de la historia, la Tercera República había estado impregnada de anticlericalismo. Este movimiento no era necesariamente ateo, pero creía que una Iglesia poderosa, con ambiciones de extender su influencia política y social, constituía una amenaza para el gobierno republicano. Los anticlericales aspiraban a limitar la influencia de la Iglesia Católica en la política, reducir sus privilegios económicos y dar término al dominio asfixiante que ejercía sobre la educación. El anticlericalismo era, en parte, consecuencia de la revolución industrial, que propugnaba los intereses materialistas e intensificaba la lucha entre la burguesía y el antiguo régimen. Era también en parte concecuencia del adelanto de la ciencia y de las doctrinas filosóficas escépticas y liberales, empleadas muchas veces como armas esenciales contra el conservadorismo religioso. Pero la razón principal de su desarrollo fue, probablemente, el nacionalismo militante. La Iglesia Católica no sólo tomaba puntos de vista internacionales, sino que 73 además los Papas, todavía en la década de 1860, seguían sosteniendo sus derechos al poder temporal y lanzado anatemas contra los gobernantes que querían establecer estados omnipotentes. Allí donde el nacionalismo se hacía poderoso, el clericalismo era considerado casi con certeza como enemigo principal. Las consecuencias del affaire Dreyfus fueron de vital importancia para el futuro político de la República Francesa. Declinó la influencia de los círculos militares y eclesiásticos, mientras se vigorizaban los elementos radicales. Poco después de finalizado este episodio, fue aprobada una ley que separaba en Francia la religión del Estado. Pero el affaire Dreyfus manifestaría también su relevancia con respecto a la actitud que observaba la sociedad francesa hacia los judíos, ya que asestó un fuerte golpe al movimiento antisemita organizado en el país. Con todo, la fracción antidreyfusista se afirmó con más fuerza en sus creencias antisemitas y colaboró activamente en la formación de la ideología del grupo derechista denominado Action Française, que aparecería con posterioridad. Dentro del campo radical y anticlerical, a su vez, se comenzó a advertir el carácter de amenaza pública y política que suponía la presencia de la propaganda antisemita. Breve reseña biográfica En Alsacia vivía Raphael Dreyfus, padre de Alfredo, dueño de una próspera fábrica textil. Alfred Dreyfus fue siempre un hombre reservado y frío, pero de una tenacidad extraordinaria. De otra forma nunca hubiera pretendido llegar a ser, por su condición de judío, oficial del Estado Mayor. Entre los jóvenes que entraban a la escuela “Ecole Polytechnique” para iniciarse en la carrera militar, existía un grupo selecto proveniente de una escuela jesuita situada en la Rue des Postes. Eran los postards. Los postards gozaban de todo tipo de favoritismo, y estos oficiales eran los más seguros candidatos al Estado Mayor. La tercera República intentó democratizar, aunque muy superficialmente, a un ejército que se había convertido en una verdadera casta militar. Esto facilitó en parte la carrera de Dreyfus que, además de no ser postard, llevaba la pesada carga de su origen judío. Hacia 1894 un futuro brillante se abría para la carrera de Dreyfus: con treinta y un años y el grado de capitán, era admitido entre los pocos aspirantes oficiales del Estado Mayor, en mérito a su elevado puntaje y su conducta intachable. La ambición de Dreyfus estaba satisfecha: se convirtió, gracias a su patriotismo y sus aptitudes militares, en miembro del Estado Mayor. Era rico, se había casado con la hija de un millonario y ninguna razón monetaria hubiera explicado una traición Familia Dreyfus suya. Era un patriota fervoroso, revanchista y 74 enemigo de los alemanes. Soñaba con que la tierra de su nacimiento, Alsacia, volviera a pasar a poder de Francia. El 6 de octubre de 1894 los servicios secretos del ejército francés, que habían secuestrado una carta que transmitía información reservada sobre unos cañones al agregado militar alemán en París, llegaron a la conclusión que el traidor no podía ser otro que el capitán Dreyfus. Solo muchos años después, el 21 de julio de 1906, se realizó la ceremonia de reincorporación al ejército y fue promovido a Mayor, estando presente el luego Ministro de Guerra, general Picquard. El presidente de Francia le concedió el título de la Legión de Honor. Tiempo después Dreyfus se retiró del ejército, pero regresó para combatir por su patria durante la Primera Guerra Mundial, como teniente coronel. Comandó un parque de artillería en la batalla de Verdún mientras que su hijo, Pierre, estuvo a cargo de una batería de cañones. A fines de la guerra, Dreyfus se retiró y murió de un ataque cardíaco el 12 de julio de 1935, en París. Su mujer, Lucie, logró esconderse durante la guerra en Tolosa con un falso nombre durante la ocupación nazi, y murió en diciembre de 1945. La historia de la familia Dreyfus completa el ciclo trágico de una injusticia bestial: Madeleine Levi, la preferida de los ocho nietos de Alfred y Lucie, combatió en la resistencia francesa contra los alemanes. Fue arrestada y torturada y murió en 1944 en el campo de concentración nazi de Auschwitz. Desarrollo de los procesos En agosto o septiembre de 1894 los servicios de información franceses sustrajeron cierto documento de la embajada alemana. Se había percibido que el documento, aunque sin firma, estaba dirigido al coronel Schwartzkoppen y fue tomado de entre sus papeles. ¿Por qué se otorga importancia a este documento? El mismo se refería a materias de indiscutible trascendencia militar. Contenía cuatro anexos, cuyo contenido es un misterio, y aún se ignoran los detalles. Se hacía referencia a un freno hidráulico, a la posición de las milicias de protección, a datos sobre la estructura de la artillería y, finalmente, el cuarto se relacionaba con un proyecto de expedición a Madagascar. La minuta contenía asimismo una propuesta de adquisición del manual de tiro de artillería, del que se ofrecía una copia. Los términos de esa oferta eran: “Este último documento es muy difícil de conseguir y sólo puedo tenerlo a mi disposición por muy pocos días. El ministro de Guerra ha man dado a los cuerpos un número fijo de ejemplares, de los que aquellos son responsables. Todos los oficiales que los utilizan deben entregar su ejemplar después de las maniobras. Por consiguiente, si quiere usted tomar de él lo que le interese y devolverlo enseguida, lo retiraré. Al menos que usted desee que la mande copiar en extenso y que le envíe la copia. Voy a salir de maniobras”. Esta y otras menciones hicieron de aquella carta un documento especial, en lo atinente a espionaje. Se lo llamó “minuta” o “bordereau” y encendió los ánimos de los franceses. 75 El Estado Mayor deliberó y arribó a la tesis que juzgó infalible: El responsable pertenecía al cuerpo de artilleros y debía ser oficial del propio mi-nisterio, del Estado Mayor o del grupo de artillería. Se presumía que se trataba de un oficial subalterno, en base a un razonamiento singular: los oficiales de alto grado se enteran sólo de lo que ocurre dentro de su órbita, mientras que los auxiliares, por sus deberes de preparar el material de todas las secciones, hacen un recorrido cabal por éstas, de las cuales adquieren conocimiento en su totalidad. Como la minuta abarcaba varias secciones, uno de los oficiales auxiliares debía ser el responsable de la traición. Para encontrarlo, se recurrió al cotejo de escrituras. Se convocó a los peritos calígrafos. El primero de los dictámenes procedía de Gobert, perito calígrafo del Banco de Francia; el otro, del hijo de quien inventó el sistema antropométrico. El segundo informe se fundamentó no en grafología, sino en operaciones de matemática y psicología. Sobre esta base, el propio Ministro de Guerra ordenó el arresto de Dreyfus el 14 de octubre de 1894: “con la mayor discreción, con el objeto de no alarmar a la opinión pública antes de que se hubiesen reunido las pruebas suficientes, y al mismo tiempo salvaguardar en lo posible ante la opinión pública el honor del ejército francés”. Compareció Dreyfus ante el Estado Mayor, donde fue recibido por otro oficial, Du Paty, áspero, con un buen conocimiento y aficiones de grafólogo. Este le dictó un texto idéntico al del documento provocador del escándalo, que el acusado fue escribiendo con su letra. Las crónicas recogieron la historia de aquel procedimiento y el diálogo a través del cual se desenvolvió el mismo: - TIEMBLA USTED –EXCLAMÓ. - SI, TENGO LAS MANOS FRÍAS –CONTESTÓ DREYFUS DUBITATIVO. Y PARA INTIMIDARLO, AQUÉL AGREGÓ: - ¡ATENCIÓN, QUE LA COSA ES GRAVE! LA INOCENCIA ES UN BIEN, PERO NO SIEMPRE SIRVE DE ESCUDO EN EL MOMENTO PRECISO. Después de la última frase de Du Paty, Dreyfus guardó silencio, sin comprender siquiera lo que ocurría. Basándose en esto procedieron a su arresto y lo acusaron de alta traición. El acusado proclamó ser inocente. El peso de las tradiciones hizo que le pusieran un revólver sobre la mesa, para que se suicidara expiando así su delito. El monólogo de Dreyfus fue definitivo: “SI MUERES TE CREERÁN CULPABLE. SUCEDA LO QUE SUCEDIESE, ES PRECISO QUE VIVAS PARA PROCLAMAR TU INOCENCIA A LA FAZ DEL MUNDO”. IMIENTO FUE EXCEPCIONAL. YA CADO Y SOMETIDO A UN RÉGIMEN TIRÁNICO, EL - ¡MI EL PROCEDCHERCHE MIDI, INCOMUNIOFICIAL SE DESAHOGÓ Y GRITÓ: EN LA PRISIÓN DE ÚNICO CRIMEN ES HABER NACIDO JUDÍO! Pasaron los días con olvido de las más humanitarias y lógicas formalidades judiciales. No se le comunicó al reo la causa de su privación de libertad; no se le mostró el documento sobre el cual se edificó el proceso; no se le hicieron conocer los cargos, aunque él dijera una y otra vez, apelando a los trámites judiciales: “Si me enseñaran los documentos de que se trata, quizá comprenda algo. Hoy es mi undécimo día en prisión y todavía no sé de qué se me acusa...” 76 Recién en esta etapa de los acontecimientos, el 5 de enero de 1895 se lo degradó en una ceremonia pública. A hora temprana la ceremonia se llevó a cabo con ciertas formalidades: registro del condenado y colocación de esposas. Fue trasladado a la escuela militar, custodiado por gendarmes y por dos soldados; encabezaban el cortejo con revólveres en mano. Así fue llevado al centro de la plaza, donde se inició el cumplimiento de aquella sentencia, bajo la dirección del General Darras: - ¡ALFRED DREYFUS, ERES INDIGNO DE LLEVAR ESTE UNIFORME! EN NOMBRE DEL PUEBLO FRANCÉS TE DEGRADAMOS! - ¡SOY INOCENTE! ¡JURO QUE SOY INOCENTE! ¡VIVA FRANCIA! -REPETÍA ¡SOBRE LA CABEZA DE MI MUJER Y MIS HIJOS JURO QUE SOY INOCENTE! ¡LO JURO! ¡VIVA FRANCIA! –AGREGÓ UNA VEZ MÁS CUANDO LE FUERON SACADAS LAS FRANJAS, LAS INSIGNIAS Y LOS GALONES. DRAMÁTICAMENTE- El público interrumpió con bárbaros clamores azuzados por ciertos partidos políticos y la prensa, para pedir su muerte. Luego de esto, custodiado, desfiló ante las tropas. Al llegar a los límites de la plaza le dijo a los periodistas: - ¡DIGAN A FRANCIA QUE SOY INOCENTE! Los sentimientos de Dreyfus en esa oportunidad los narró más tarde él mismo en una carta dirigida a su abogado: “He cumplido la promesa que le había hecho. A pesar de ser inocente, he afrontado el martirio más espantoso que pueda imponerse a un sol dado; en torno a mí he sentido el desprecio de la multitud. ¡Cuánto más feliz habría sido en la tumba! Sosténgame, querido amigo, con su palabra cálida y elocuente. Si hay dudas, si se cree en mi inocencia, sólo una cosa pido por el momento: aire y la compañía de mi mujer; y entonces esperaremos a que todos aquellos que me quieren, hayan descifrado este espantoso caso. Perdone mi deshilvanado estilo, no puedo coordinar las ideas; estoy profundamente abatido, física y moralmente”. Conforme con el fallo, fue remitido a la Isla del Diablo, antiguo paraje de leprosario. Durante su cautiverio Dreyfus llevó un Diario. He aquí el comienzo de éste: “La celda que me asignaron era de piedra y medía cuatro metros en cuadrado. Las ventanas tienen rejas. La puerta era de tragaluz, con un enrejado sencillo. Esta puerta daba a un tambor de tres metros cuadrados, cerrado por una puerta de madera. En ese tambor estaba instalado el centinela de guardia. Los centinelas se relevaban cada dos horas y tenían orden de no perderme de vista, ni de día ni de noche”. 77 Otros fragmentos del diario de Dreyfus: Para ser remitido a mi esposa Isla del Diablo, Domingo 14 de abril de 1895. Comienzo hoy el diario de mi triste y espantosa vida. Hoy, en efecto es cuando por primera vez, desde mi llegada, me dan papel numerado y contado, a fin que no pueda desperdiciarlo. Soy responsable de su empleo. Pero ¿qué piensan que podría hacer con él? ¿De qué podría servirme? ¿A quién creen que se lo daré? ¿Qué secreto suponen tengo que confiar al papel? Cada pregunta que me hago es para mi mente un enigma. Hasta ahora tenía fe en la legalidad, creía en la lógica de las cosas y de los acontecimientos, confiaba en la justicia humana. Todo lo raro y extravagante penetraba difícilmente en mi cerebro...!ay! qué desquiciamiento! qué naufragio de mis creencias, de mi sano raciocinio! ¡Qué horribles meses acabo de pasar! ¡Cuántos meses tristes me aguardan todavía! Estuve decidido a marcharme después de mi inicua condena. Ser condenado por el crimen más infame que un hombre pueda come ter, y por el solo testimonio de un papel supuesto, cuya escritura trata ba de imitar a la mía; en verdad que había motivo bastante para que se desesperara quien siempre ha colocado el honor por encima de todo. Mi esposa querida, tan abnegada, tan valerosa, me hizo comprender en este desconcierto de todo mi ser que, inocente como era, no tenía derecho de huir, de desertar voluntariamente de mi puesto. Vi que ella tenía razón, que allí estaba mi deber; pero no obstante sentía miedo; sí: miedo de los dolorosos padecimientos morales que tendría que sufrir. Era físicamente vigoroso; mi conciencia limpia y pura me daba fuerzas extraordinarias. Pero las torturas físicas y morales han sido peores, han sobrepasado el límite de lo imaginable y ahora estoy con el cuerpo y el espíritu quebrantado. Al finalizar los quince días de travesía, en una celda permanecí en la ensenada de la isla Dú Salut por espacio de otros cuatro días, sin poder subir a cubierta y con un calor abrasante. El cerebro se me disolvía, todo mi ser se fundía en una abrumadora desesperanza. Al desembarcar, fui encerrado en un cuarto de la cárcel, negándoseme hablar con nadie y dejándoseme frente a frente con mi pensamiento, bajo el régimen de los presidiarios. Las cartas para mí debieran en principio enviarse a Cayena; ignoro todavía si han llegado. De la noche del domingo 14 al 15 de abril de 1895. Imposible dormir. Esta celda ante la cual se pasea el centinela como un fantasma que apareciera en mis sueños, el cosquilleo y las pica duras de los insectos que pululan por mi cuerpo, la cólera que me hin cha el corazón al pensar que estoy aquí cuando siempre y en todas partes he cumplido mi deber, todo sobreexcita mis nervios, ya tan sacudidos y ahuyenta mi sueño. ¿Cuándo volveré a pasar una noche tranquilo? Sólo quizás, cuando esté en la tumba, disfrutando del eter no sueño! Qué bueno será no pensar más en las vilezas y cobardías 78 humanas! ¿Dónde están mis hermosos sueños de juventud, y las aspiraciones de mi edad madura? Ya nada vive en mí. Se extravía mi cerebro bajo el esfuerzo del pensamiento. ¿Cuál es el misterio de este drama? Todavía hoy nada comprendo de cuanto ha sucedido. ¡Ser condenado sin pruebas tangibles, por el simple testimonio de un escrito! Cualquiera que sea el temple del alma y la conciencia de alguien, en todo eso ¿no hay lo suficiente para desmoralizarlo? Jueves 10 de septiembre de 1896. Por modo tal me siento cansado, quebrantado de cuerpo y de alma, que he resuelto suspender aquí el diario, pues no puedo prever hasta dónde irán mis fuerzas, hasta cuándo el cerebro permanecerá firme bajo el peso de tantas torturas. Lo termino dirigiendo al Presidente de la República esta suprema súplica, para el caso en que yo sucumba antes de haber visto el fin de este trágico asunto: Señor Presidente de la República: me permito suplicaros que este diario, escrito día por día, sea remitido a mi esposa. Quizás haya en él gritos de cólera, de espanto ante la condena más horrorosa que haya herido a un ser humano, y un ser humano que no ha faltado jamás a su honor. No tengo valor para rehacer así, mental mente, mi terrible vida. No recrimino hoy a nadie, cada cual ha creído proceder en la plenitud de sus derechos, de su conciencia. Simplemente declaro aún que soy inocente de ese crimen abominable, y no pido más que una cosa, la misma, eternamente: que se busque hasta encontrar al verdadero culpable, al autor de tan odioso delito. Y el día que la luz se haga, ruego que se ponga en mi esposa, en mis hijos, toda la piedad que pueda inspirar tan grande infortunio. Fin del diario En el año 1895 la esposa de Dreyfus se dirigió vanamente a la Cámara de Diputados con el propósito de que se revisase el proceso. Una de las personas pertenecientes al Consejo de Guerra, el coronel Picquart, había pasado en el interín a otro destino, en la oficina de informaciones. Picquart se había propuesto indagar alrededor de los puntos ambiguos u oscuros del proceso. Quería hacer luz sobre los móviles del delito. Investigó con tal prolijidad que hasta la correspondencia entre Dreyfus y su familia fue sometida a análisis químicos. En 1896 llegó a manos de un capitán del Estado Picquart Mayor un papel de color azul, reducido a pedazos. Al ser reconstruido el texto se comprobó que el mismo tendría una importancia decisiva en el esclarecimiento del caso. Aquel papel tenía como destinatario a Esterhazy. El texto decía así: 79 “Caballero: espero ante todo una explicación más detallada que la que me dio usted el otro día sobre la cuestión pendiente. Por lo tanto, ruego que me dé orden por escrito para poder saber si debo o no con tinuar mis relaciones con la casa R. C.” Firmado: C” Así fue perfilándose la silueta de un personaje misterioso, miembro del Ejército francés, nacido en París, de padres húngaros, inteligente, con dominio de varias lenguas, inclinado a las nociones jurídicas, con una página brillante en lo militar, ambicioso, de vida desordenada, sin escrúpulos, e incriminado en reiteradas estafas. Con total falta de moralidad, este personaje debía sus relaciones con el Estado Mayor tanto a su relación con el mismo, como a su vinculación con la “Libre Parole”. Este personaje se llamaba Esterhazy. Picquart, con la autorización del Ministro de Guerra, consultó al perito calígrafo con respecto a dos manuscritos, dos cartas, en presencia del mismo ministro. El grafólogo, que había actuado como perito en el caso Dreyfus, ignorante del origen de los textos, y ante el asombro del ministro, comentó: “Es la misma letra de la minuta” Picquart anhelaba la reapertura del proceso, dado que existían numerosos factores que indicaban la necesidad de esta medida: la ilegalidad evidente de los procedimientos; la aparición subrepticia de un expediente desconocido por el acusado y por su defensor; y por el quebrantamiento de principios fundamentales del derecho positivo francés. En enero de 1897 Picquart fue removido de su puesto y fue enviado a Susa, con otro cargo; fue designado para sustituirlo un hombre sumiso a los manejos del Estado Mayor. Allí, en el sur de Túnez, Picquart prosiguió con la investigación, mientras Esterhazy continuaba con las intrigas contra él para que cesara en sus intentos de poner en descubierto la verdad. En el mes de enero de 1898 Esterhazy compareció ante la corte para responder a los cargos que se le formulaban. A la esposa y al hermano de Dreyfus, así como a su abogado, Leblois, se les negó el derecho de asistir al juicio. El acusado inventó una historia misteriosa, consistente en la posesión de un documento secreto exculpatorio. El manifiesto y la misiva dirigida a él, el “Petit Bleu”, eran falsas. La célebre “minuta” propiamente dicha podría ostentar una letra muy semejante a la suya, pero sólo era un simple “calco”. Esterhazy Mientras tanto, en París se sucedían los hechos en torno al juicio contra el escritor Emile Zola. Después de quince sesiones, el veredicto del jurado, por mayoría, declaró culpable de difamación a Zola y lo condenó al máximo de la pena de ley: un año de cárcel y una multa de tres mil francos. La sanción alcanzó también al dueño del diario “L’Aurore”: una multa por la misma cantidad y prisión de cuatro meses. 80 Mientras continuó la persecución a Zola por el escrito –carta al presidente de la República, el “Yo acuso”– el escritor, exiliado en Inglaterra, siguió siendo víctima de la campaña de los grupos antidreyfusianos que, como antes, continuaron restringiendo sus derechos. Se pidió inclusive que se le retirasen los derechos como miembro oficial de la Legión de Honor. Fue injuriado y menoscabado hasta ser despojado de sus cargos. A mediados de 1898, y en ese clima, se acercaban las elecciones generales en Francia. El Ministro Civil de Guerra, Cavaignac, injurió nuevamente a Dreyfus, aludiendo a una carta en la que aparecía su nombre y que él personalmente había examinado considerándola auténtica. La justicia francesa inició un nuevo juicio a Esterhazy en base a tres cargos: ultrajes a Francia y a los franceses, indignidad de su vida privada, y haber provocado la amenaza de una intervención del gobierno alemán. Esterhazy optó por huir a Inglaterra, donde continuó desprestigiando al Estado Mayor Francés. En el mes de junio de 1899 la Corte de Casación revocó, por unanimidad, el veredicto del Consejo de Guerra de París contra Alfred Dreyfus, quien quedó bajo la competencia del Consejo de Guerra de Rennes. De acuerdo con la Corte de Casación, “la minuta”, génesis del proceso contra Dreyfus, había sido escrita por Esterhazy. El presidente francés Loubet se mostró satisfecho por el curso de los acontecimientos, pero al asistir a un acto público, aunque no oficial, un sujeto le hundió el sombrero con un golpe de bastón. Como consecuencia de esta agresión, los acontecimientos se precipitaron. El Ministro de Justicia dio orden de promover la causa contra el ex ministro Mercier. El gabinete francés cayó y le sucedió otro de defensa nacional. Picquart, después de una prolongada detención preventiva, recobró la libertad. Esto se debió a su perspicacia, ya que al poseer el primitivo documento, había tomado unas fotografías del mismo. Así pudo presentarlo en su defensa, hasta que los expertos Mercier pudieron comprobarlo. Todo estaba preparado para el retorno de Dreyfus a París. Así decía la notificación: “Sírvase poner en conocimiento inmediato del capitán Dreyfus el siguiente acuerdo: la corte revoca y anula el fallo del 22 de diciembre de 1894 contra Alfred Dreyfus por el primer Consejo de Guerra del gobierno militar de París, y remite al acusado al consejo de Guerra de Rennes...” Este mensaje significaba que cesaba el confinamiento. Dreyfus tenía ahora sólo la condición de arrestado; se le reintegraba su grado militar y podía usar su uniforme militar. 81 El día 7 de agosto de 1899 comenzaron las deliberaciones del Consejo de Guerra de Rennes. El mismo estaba compuesto de siete miembros: seis del arma de artillería y un ingeniero que quedó presidiendo como garante del cumplimiento de lo dispuesto por la Corte de Casación. Dreyfus estaba presente. Con grandes esfuerzos por su debilidad, proveniente de su estancia en la Isla del Diablo, llegó al juicio que le estaba destinado. Durante treinta agitados días se prolongaron las audiencias. El gobierno pedía una condena que finalmente fue dictada por el voto de cinco de los siete jueces, aun cuando fueron reconocidas por mayoría de sufragios circunstancias atenuantes; la pena fue de degradación y diez años de reclusión, con la advertencia del propio Consejo de Guerra de que no se debía repetir la ceremonia de degradación. La sentencia fue repudiada en todas partes. Hubo actos contra las representaciones diplomáticas de Francia. Hasta se llegó a pensar, como consecuencia del proceso, en un fracaso de la exposición universal del año mil novecientos, cuya sede era París. Se interpuso un recurso de revisión. Las conversaciones entre el hermano de Dreyfus, Mateo, y algunos fieles amigos al frente de los grupos dreyfusianos prosiguieron hasta que, como fruto de las consultas, se decidió el retiro del recurso de revisión, pues al quedar firme el fallo, podría sobrevenir el indulto. El 19 de septiembre de 1899 fue otorgado el indulto. Así se expresó Dreyfus en esa ocasión: “El gobierno de la República me devuelve la libertad. Esta no repre senta nada para mí sin el honor. Desde hoy seguiré persiguiendo sin tregua la reparación del espantoso error judicial del que soy víctima. Quiero que Francia entera sepa, por obra de una sentencia definitiva, que soy inocente. Mi corazón no descansará mientras quede un solo francés que me impute un crimen cometido por otro”. Mientras tanto Esterhazy prosiguió con sus maquinaciones. Publicó un panfleto, “Interioridades del asunto Dreyfus”, donde puso como antifaz el contraespionaje. Dreyfus solicitó con fecha 21 de abril de 1903, una nueva revisión de su proceso. Examinados todos los expedientes y documentos existentes, se comprobaron los siguientes hechos: a) aparecen o son descubiertos documentos de existencia hasta entonces ignorada, que desde luego no habían sido aportados a ningunos de los procesos, a pesar de ser de indiscutible y decisiva importancia; b) Se llegaron a conocer las falsificaciones posteriores a la condena primera del acusado, efectuadas para impresionar a los jueces de Rennes; c) Se comprobaron falsificaciones de documentos, así como el cambio de una fecha, para que un documento, urdido después del primer fallo contra Dreyfus del año 1894, sirviera en los posteriores procedimientos y apareciera como anterior a esta fecha. El proceso fue paulatino. Recién el 15 de junio de 1906 se abrieron los debates públicos definitivos. Ese mismo año sucedió un acontecimiento político de gran trascendencia: triunfaron en las elecciones parlamentarias los partidos de izquierda. 82 Por su parte, Dreyfus dio una vez más muestras de su decoro; no aspiraba a indemnizaciones, pero sí hablaba de la integridad de su honor. “Soldado ante todo, estimo que habiendo consagrado mi vida a mi Patria, ésta puede disponer de mí e infligirme dolores inmerecidos. He soportado todas las angustias, todas las penalidades de la Isla del Diablo, como hubiera soportado los sufrimientos de una campaña atroz... no quiero más que mi honor, íntegro e inmaculado. Porque es la herencia sagrada e inalienable de mis hijos”. El 12 de julio de 1906 la Corte de Casación francesa, por fallo unánime de sus integrantes, revocó la condena de Dreyfus y ordenó su reintegro a la condición anterior a la falsa acusación. El 20 de julio de 1906, en una ceremonia plenamente colmada de alegría cívica, acompañada por los defensores de la democracia y de la justicia, le fueron reintegrados a Dreyfus todos los atributos perdidos. Ese mismo día fue nombrado Caballero de la Legión de Honor. 5 A CIEN AÑOS DEL CASO DE AGOSTO DE 1995 DREYFUS - SE ACTUALIZA LA POLÉMICA PARÍS (DE NUESTRO CORRESPONSAL). LA DO AL ACCESO PÚBLICO. EN ESTOS MOMENTOS LLAMADO PARA REALI- EL HA ALCANZADO UNA ZAR ESTA OBRA, OFRE- ACADEMIA MILITAR DE AYER, HA MOVILIZADO NOTORIEDAD MAYOR, Y CIÉNDOSE ELEGIR PARÍS RECHAZA LA AL PERIODISMO, Y HOY SU FOTO ESTÁ EN ENTRE DIVERSOS PER- INSTALACIÓN EN SU SE HISTORIA EL CÉLE- TODOS LOS DIARIOS. PATIO DE ARMAS DE BRE PROCESO Y LAS ESTATUA PROYECTADA DIVISIONES QUE SERÁ DE TRES METROS PROVOCÓ EN SU ÉPOCA CON CINCUENTA DE HECHO, CONOCIDO POR EL FUERTE ANTI- ALTURA Y MUESTRA A SONAJES, TALES COMO DE GAULLE, MAO, ROBERT SCHUMANN, DREYFUS... “PREFERÍ A DREYFUS PORQUE ÉSTE SEMITISMO QUE SURGIÓ DREYFUS REPRESENTA EL HONOR DEL PRESIDENTE DE LUEGO DE LA DERROTA SE DESTACA EL SABLE DEL EJÉRCITO -DICE. FRANCIA FRANCOIS MITTERRAND Y DEL DEL CAPITÁN, SEMIQUE- AGREGÓ- YO AMO RIAS Y SE RELANZA EN ALEMANIA EN 1870, EL NACIMIENTO DE LA REPÚBLICA Y LA IRRUPCIÓN DE PRINCIPIOS SOCIALES1. ALGUNAS PERSONALIDADES, DE LAS MUCHAS LA ACTUALIDAD EL QUE YA OPINAN SOBRE TEMA DEL ANTI- UNA ESTATUA DE ALFRED DREYFUS, REA- LIZADA POR EL ESCULTOR TIM, POR ENCARGO ANTE BRADO. DE PIE. EL LA ALLÍ MINISTRO Y MUCHO AL EJÉRCITO. DE CULTURA FRANCÉS LO DECLARÓ QUE, POR INI- MUY SIMPLEMENTE. CIATIVA DEL PRESI- CONSIDERO QUE DENTE Y CON LA PER- MONUMENTO ES PARA SONAL INTERVENCIÓN EL HONOR DE LA VER- DE ÉSTE, SU CARTERA DAD. LA CONTROVERSIA, PREPARÓ UN PLAN PARA PARA EL HONOR DE UN SEMITISMO. LA ACADEMIA MILITAR DE PARÍS SE OPONE A SUGIRIERON NO ABRIR ESTIMULAR LA HOMBRE DEL EJÉRCITO, HERIDAS, Y COLOCAR EL CREACIÓN ESCULTÓRICA QUE CONSAGRÓ SU VIDA MONUMENTO FRENTE AL EN LA INSTALACIÓN EN SU COLEGIO GANDO UNAS DOSCIEN- A AMBAS COSAS. TAMBIÉN CONDENO A PATIO DE HONOR, EN EL POLYTECHNIQUE DE TAS OBRAS A DISTINTOS LOS ENEMIGOS DE SITIO EN QUE FUE SELECTOS ALUMNOS Y ARTISTAS. INJUSTAMENTE LARGA TRADICIÓN, SE QUERÍA TAMBIÉN SEMITAS Y ANTIREPU- DEGRADADO EL DONDE HABÍA ESTUDIA- INVOCANDO QUE EL DREYFUS. LA OBRA, RECIÉN EN MAQUETA, PERTENECE AL ESCULTOR TIM, UN LUGAR NO ESTÁ LIBRA- NOTABLE ARTISTA QUE “HONRAR LA MEMORIA DE ILUSTRES FRANCESES O CONME-MORAR DIVERSOS ACONTECIMIENTOS”. EL ESCULTOR TIM FUE BLICANOS”. ENERO DE MINISTRO DE CULTURA JACK LANG. LAS RAZONES INVOCADAS NO SON MUY SATISFACTO- 5 DE 1895, DE UNA ESTATUA DE ALFRED DREYFUS, DO FRANCIA, 1- Hace referencia a los principios de Democracia y Tolerancia. 83 ENCAR- DIGO SINCERA Y ESTE PERO TAMBIÉN POR ESTA VÍA DREYFUS, LOS ANTI- La vida interna de los judíos franceses Alrededor del año 1880 murió el fundador y presidente de la Alliance Israélite Universellé1 de París, Adolfo Cremieux, quien en un discurso en la sesión de la Alliance en el mes de agosto de 1871 se refirió al “doble amor”. “Recordemos siempre nuestros deberes para con la patria y cumplá molos con toda nuestra fuerza y posibilidades. Todos nuestros com pañeros (delegados de la Alliance Israelite Universelle) aman a sus patrias como nosotros, los judíos franceses, amamos a la nuestra. Pero aparte de nuestros deberes con nuestra patria, nosotros, miem bros de la Alliance, debemos estar siempre unidos. Los judíos de Francia, Austria, Inglaterra, Bélgica, España, Holanda y Rusia for man un solo frente, con ideas e intenciones comunes, unidos entre her manos por lazos de amor”. Al principio la Alliance siguió el camino marcado por Cremieux. Abrió escuelas en el Oriente; educó niños judíos en Turquía y en Persia en el espíritu democrático y emancipatorio, dio ayuda en casos de grandes catástrofes, de pogroms, de procesos por calumnias de crimen ritual y en presencia de toda suerte de desdichas, en Turquía, Rumania, y en parte, también en Rusia. Pero, por diversas circunstancias, la obra de la Alliance fue perdiendo cada vez más su carácter político y se recluyó en el ámbito cultural y filantrópico. A esto la obligaba la agitación que se desarrollaba en la prensa antisemita de toda Europa, contra la pretendida “Internacional judía”, contra el “gobierno central Cremieux judío” en París. Como ya hemos mencionado, Drumont, para alarmar a todo el mundo, se servía continuamente del espectro de la Alliance, como se servía del argumento que significaba para su propaganda la existencia de la casa Rothschild. Entonces se hacía necesario probar, ante todo, lealtad, reduciendo al propio judaísmo a un grado ínfimo para que pasara casi inadvertido. La Alliance Israélite nada podía hacer en favor de los judíos rusos perseguidos, en consideración al acuerdo franco ruso, ratificado en 1891. Incluso la Alliance fue impotente durante la agitación por el proceso de Dreyfus. Algunas personalidades judías individualmente, pero no organizaciones enteras, habían tomado parte en esa lucha por la verdad. Entre las principales figuras más destacadas encontramos a José Reinach, diputado republicano moderado y redactor del diario “Repúblique Francaise”. Había luchado primero contra el boulangismo y más tarde contra la conspiración antisemita en el asunto Dreyfus. Otro destacado escritor y crítico literario, colaborador de los grandes diarios de París, fue Bernardo Lazare. En un artículo publicado en 1891 defendía aún a los judíos contra la mentira antisemita con el viejo argumento, sosteniendo que el antisemitismo desaparecería con la desaparición del aislamiento de los judíos. Los intereses del judaísmo se reducían a la estrecha 1- Ver módulo 31 84 esfera de la comunidad religiosa y de la sinagoga, para aquellos a quienes agradaban estas instituciones. Los órganos de la comunidad o de sus rabinos dirigentes eran dos semanarios parisienses: el liberal “Archives Israelites” y el conservador “Univers Israelite”, publicaciones muertas, sin sentido alguno para las cuestiones candentes de la vida nacional. Sólo subsistía el interés por el pasado, por la historia hebrea, en algunos círculos de la sociedad judía. En las últimas décadas del siglo XIX se desarrolló la “Jojmat Israel”1 (“Ciencia Judía”), en Francia, como una continuación del renacimiento que se había producido en Alemania. Aparecieron laboriosos correctores de materiales históricos; investigadores pacientes completaban la obra de sus predecesores alemanes. Todas estas fuerzas, a las que se agregaron muchos estudiosos de otros países, se agruparon alrededor de la revista trimestral Revue des Etudes Juifs, que a partir de 1880 publicó en París la “Sociedad para la ciencia judía”. Consigna de trabajo El caso Dreyfus polarizó a la sociedad francesa entre dreyfusistas y antidreyfusistas. Políticos, escritores, artistas, hombres públicos, tomaron parte en el debate que enfrentó a la sociedad francesa. Te invitamos a tomar parte en esta polémica mediante la elaboración de una página de un diario dedicado al tema, teniendo en cuenta los siguientes titulares: NOTICIAS DEL MUNDO AFFAIRE DREYFUS (FOTO) BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA EL JUICIO FRASES EN POCAS LÍNEAS IMBORRABLES VERTIDAS DURANTE EL JUICIO LA ABSOLUCIÓN LAS REPERCUSIONES DEL CASO EN EL MUNDO JUDÍO A 100 AÑOS DEL CASO 1- Ver módulo 31, pág. 254 85