MANUAL del INVERSOR Sexta edición, revisada y actualizada En la redacción de este manual han intervenido los siguientes miembros del equipo de redactores y analistas de INVERSION: Mariano Utrilla, Mar Barrero, Isabel Sánchez e Ignacio Barroso. 3 LOS FONDOS DE INVERSION 3.1. ¿Qué son...? 3.2. Rentabilidad 3.3. Inversión mínima 3.4. Gastos y Comisiones 3.5. Liquidez 3.6. El perfil del inversor 3.7. ¿Cómo afecta el euro a los fondos? 3.8. ¿Cuál es la fiscalidad de los fondos? 3.9. ¿Cuál es la fiscalidad sobre el partícipe? 3.10. El caso de Juan Inversor 3. Los fondos de Inversión 3.1. ¿Qué son...? Los fondos de inversión son instituciones de inversión colectiva. Pretenden agrupar el ahorro de los inversores particulares con el objeto de constituir una cartera lo suficientemente grande como para que pueda ser gestionada por profesionales, proporcionar liquidez a los diferentes partícipes y comprar-vender a unos precios que normalmente no estarían al alcance de los particulares. Por tanto, lo que buscan los fondos es aprovecharse de las "economías de escala" que se dan actualmente en los mercados de capitales, en el sentido de que los grandes inversores tienen siempre un acceso más fácil, barato y con mayor liquidez a los valores que se negocian en estos mercados. Además, la complejidad creciente de los mercados financieros obliga a contar con un asesoramiento profesional, que no siempre está al alcance del inversor particular. La manera de entrar en un fondo es comprar una participación. A través de ella, el inversor se hace socio del fondo. El valor de la participación sube y baja, por lo que el inversor gana –o pierde temporalmente– según la rentabilidad que se vaya adquiriendo y en función de la aportación realizada. Por tratarse de una inversión indirecta, los rendimientos de un fondo están en función del comportamiento de los activos en los que invierte. La cartera de un fondo es administrada por una sociedad gestora, encargada de decidir la política de inversiones, calcular diariamente el valor de la participación –resultado de dividir el patrimonio global por el número de participaciones– y, en general, del buen funcionamiento del fondo. Existe también una entidad depositaria, a la que le corresponde la custodia del activo que compone la cartera de un fondo y el control de la actuación de la gestora. Hay varias clases de fondos en función del tipo de los activos en los que invierten y del horizonte temporal de la inversión. La clasificación más genérica es la que distingue entre fondos de inversión mobiliaria (FIM) y fondos de inversión en activos del mercado monetario (FIAMM). Existen también los denominados – 43 – Fondtesoros, que pueden ser FIM o FIAMM, según el plazo más o menos largo de los activos que componen la cartera, los FIMP, fondos de inversión mobiliaria principales, y los FIMS, fondos de inversión mobiliarios subordinados. – Fondos de inversión mobiliaria (FIM): el patrimonio mínimo de este tipo de fondos en el momento de su constitución es de 500 millones de pesetas y puede estar invertido tanto en renta fija como en renta variable o en ambos a la vez. Así, dependiendo del tipo de inversión que realizan se clasifican en trece apartados. – FIM de renta fija a corto plazo (RFCP): su patrimonio está invertido íntegramente en activos de renta fija con duración inferior a dos años. Hasta un 5 por ciento de sus activos pueden estar denominados en euros. – FIM de renta fija a largo plazo (RFLP): invierten hasta el 100 por cien de su cartera en renta fija con duración superior a dos años. Al invertir en títulos a largo plazo, estos fondos son los más beneficiados en una coyuntura de tipos a la baja, ya que a la rentabilidad obtenida por las cuotas cobradas se añaden las ganancias generadas por los incrementos en los precios como consecuencia del recorte de tipos. En situaciones de tipos al alza, el fondo puede sufrir retrocesos en su valor liquidativo. Debe señalarse que la rentabilidad ofrecida por un fondo de inversión se calcula según la variación de su valor liquidativo. El valor liquidativo se calcula a partir del precio al que se vendería cada activo diariamente. De ahí la importancia que tienen las variaciones de los tipos de mercado en los FIM de renta fija. Por esa razón, los FIM de renta fija no aseguran una rentabilidad estable en el tiempo. Este hecho lo deberá tener muy en cuenta un inversor conservador que no quiere asumir riesgos de pérdidas a corto. Como compensación de este mayor riesgo de fluctuaciones en el corto plazo, el FIM de renta fija debería dar una rentabilidad a largo plazo superior a la de otros fondos con activos a corto plazo como los FIAMM. – FIM de renta fija mixta (RFM): pueden invertir hasta un 30 por ciento de su cartera en renta variable. El resto se destina a la compra de activos de renta fija a corto o largo plazo. Esta combi– 44 – nación permite jugar a dos bandas y aprovechar tanto la rentabilidad de los activos de renta fija como la ofrecida por la bolsa. – FIM de renta variable nacional (RVN): invierten más del 75 por ciento en renta variable cotizada en mercados españoles (incluidos activos de emisores españoles cotizados en otros mercados). Pueden invertir hasta un 30 por ciento en activos denominados en moneda no euro. Son el prototipo del ahorro arriesgado, ya que presentan fuertes altibajos en función del comportamiento de las plazas bursátiles. De este modo, en periodos de bonanza pueden ofrecer rentabilidades espectaculares, pero también pueden sufrir bruscas pérdidas en épocas de depresión bursátil. – FIM de renta variable mixta (RVM): invierten entre el 30 y el 75 por ciento de su cartera en renta variable y hasta un 30 por ciento en activos denominados en moneda no euro. De este modo, estos fondos cubren parte de los riesgos que asumen en sus incursiones en bolsa con emisiones de deuda. Sin embargo, la condición de "mixto" es eventual y un fondo puede formar parte de la modalidad de renta fija mixta durante un trimestre para convertirse más tarde en un fondo invertido principalmente en acciones, e incluso en un fondo de variable pura, o a la inversa. – FIM de renta fija internacional (RFI): invierten renta fija el 100 por ciento de su cartera. Más de un 5 por ciento son activos denominados en moneda no euro. – FIM renta fija mixta internacional (RFMI): como máximo el 30 por ciento de la cartera se invierte en renta variable y más de un 5 por ciento en activos denominados en divisas diferentes del euro. – FIM de renta variable mixta internacional (RVMI): entre el 30 y el 75 por ciento de la cartera se destina a renta variable y más de un 30 por ciento son activos denominados en moneda no euro. – FIM de renta variable europea (RVE): más del 75 por ciento de su cartera se invierte en renta variale. No puede superar la inversión en renta variable nacional el 75 por ciento. Hasta un 30 por ciento de los activos están denominados en moneda no euro. – FIM renta variable internacional (RVI): más del 75 por ciento de sus inversiones son en activos de renta variable y más de un 30 por ciento en activos denominados en divisas diferentes del euro. – 45 – – FIM garantizados. Tras las pérdidas sufridas por muchos partícipes en FIM durante 1994, las entidades comenzaron a lanzar en 1995 un nuevo tipo de fondo que garantiza una rentabilidad al inversor que se mantenga durante un plazo de tiempo determinado por la gestora. Estos fondos cuentan con un contrato de garantía concedido por la entidad depositaria. A través de ese contrato, la entidad se compromete a pagar la cantidad necesaria para alcanzar la rentabilidad garantizada si el fondo no la consigue. Para beneficiarse de las características del producto, el participe debe invertir en el fondo en el periodo de suscripción y mantenerse durante todo el plazo que dura el contrato. Si el partícipe abandona el producto antes, pierde la garantía. Para evitar demasiados movimientos de partícipes, el fondo suele contar con altas comisiones de suscripción y de reembolso. Se pueden distinguir, principalmente, tres modalidades de fondos con carta de garantía: a) Garantizados de renta fija (GRF): la entidad garantiza la consecución de una rentabilidad mínima al final del periodo asegurado. b) Garantizados con renta: los rendimientos del fondo son abonados en forma de renta (mensual o trimestral). Al final del periodo de garantía, el partícipe recupera su inversión inicial. c) Garantizados de bolsa (GRV): aseguran la recuperación de la inversión inicial y la obtención de un tanto por ciento de la revalorización que obtenga el mercado bursátil en el periodo determinado por la entidad. Algunos productos ofrecen, además, un rendimiento fijo. – FIM globales (FGL). Dentro de esta categoría la Comisión Nacional del Mercado de Valores engloba a todos los fondos sin definición precisa de su política de inversiones y no encajan en ninguna de las anteriores categorías – Fondos de inversión en activos del mercado monetario (FIAMM): denominados también fondos de dinero, deben tener un patrimonio mínimo en el momento de su constitución de 1.500 millones de pesetas. La diferencia respecto a los FIM es que su objeto único de inversión son los activos financieros a corto plazo, de elevada liquidez. Así, los FIAMM invierten en pagarés – 46 – de empresa, Letras del Tesoro y activos con pacto de recompra. Son, por excelencia, la fórmula de ahorro a corto plazo y resultan los más beneficiados en una coyuntura de tipos de interés al alza. Su valor liquidativo es el menos volátil ante las fluctuaciones de los tipos de interés. – IFIAM son fondos de dinero, como los FIAMM, pero que destinan más de un 5 por ciento de su cartera a activos denominados en moneda no euro. – Fondtesoros: invierten la mayor parte de su patrimonio en Deuda Pública del Estado y de las autonomías. Pueden ser FIM o FIAMM, dependiendo de si la inversión se realiza en activos a largo o corto plazo. Como su nombre indica, están capitaneados por el Tesoro, que acuerda con las diferentes gestoras la comercialización de esta marca de productos. Pero se debe tener claro que no aseguran una rentabilidad ni se encuentran garantizados por el Tesoro. Al igual que los FIM de renta fija, su rentabilidad estará en función de la evolución de los tipos de interés del mercado, por lo que en situaciones de subida de tipos, como la sucedida en 1994, pueden soportar pérdidas de forma transitoria. Además de los FIM y FIAMM y de los Fondtesoros, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y la Dirección General del Tesoro han dado el visto bueno a tres nuevas categorías de fondos de inversión: los FIMP, FIMS y los FIMF. – Los FIMP o fondos de inversión mobiliaria principales son instituciones de inversión colectiva cuyos partícipes sólo pueden ser otros fondos de inversión (los FIM subordinados). El patrimonio de los fondos principales se destina a la adquisición de activos de renta fija o variable, nacional o internacional. – Los FIMS o fondos de inversión mobiliaria subordinados son instituciones de inversión colectiva cuyo patrimonio se destina a la compra de participaciones de los fondos principales (FIMP). – Los FIMF o fondos de fondos se caracterizan por invertir la mayor parte de su patrimonio en otras instituciones de inversión colectiva. Estas pueden ser nacionales o extranjeras. Pero al margen de esta clasificación ortodoxa, hay productos capaces de atender los gustos más variopintos, aunque siempre en– 47 – marcados dentro de las familias antes descritas. Existen los denominados fondos "verdes", que invierten en empresas ecológicas, fondos especializados en sectores concretos o en zonas geográficas determinadas, y otros que dirigen sus ahorros a los mercados de todo el mundo, desde los más exóticos hasta los financieramente más desarrollados. El límite sólo está en la imaginación de las gestoras. La elección de un tipo de fondo u otro, o de la cartera de fondos de un inversor, dependerá básicamente del perfil de riesgo del mismo y del horizonte temporal de su inversión. En cualquier caso, los fondos permiten una gran flexibilidad a la hora de realizar combinaciones, ya que el importe mínimo de las participaciones suele ser bastante reducido y permite formar carteras o cestas de fondos que se ajusten a la medida de las necesidades y características de cada inversor. Lo ideal, además, es precisamente invertir en una cesta de fondos bien diversificada, con productos de diversas categorías, en vez de apostar por un único producto en exclusiva. Tampoco hay que olvidar los fondos extranjeros y Sicav. Son instituciones de inversión colectiva domiciliados fuera de España, normalmente en Luxemburgo. La cartera de estos productos, al igual que la de los fondos nacionales, se invierte en activos de renta fija a largo o corto plazo y renta variable de emisores internacionales. 3.2. Rentabilidad Salvo los FIM garantizados (en este caso tampoco es el fondo quien asegura la rentabilidad, sino que es la entidad depositaria quien se encarga de la garantía al final del periodo marcado), los fondos de inversión nunca aseguran una rentabilidad mínima, ya que sus resultados dependen de la evolución de los mercados financieros en los que invierten. Las gestoras facilitan periódicamente a sus partícipes tanto el rendimiento medio del fondo como la rentabilidad acumulada en el periodo analizado. Los fondos de renta variable pueden ser los que obtengan los mayores rendimientos, pero también los que sufran mayores depreciaciones en momentos bursátiles adversos. En muchos casos, – 48 – estos instrumentos cubren parte de sus inversiones en renta fija para evitar ofrecer al cliente rendimientos negativos. Ahora bien, antes de elegir un fondo u otro, no sólo hay que fijarse en la rentabilidad que ofrece, sino también en las alteraciones que experimenta esa rentabilidad. Es decir, en su volatilidad. La volatilidad mide, a partir de cero, la desviación de la rentabilidad de un fondo, es decir, las fluctuaciones que sufre el valor de la participación durante un periodo determinado. A medida que este indicador se aleja de cero, crece la volatilidad. Este índice sirve de baremo para detectar el nivel de estabilidad de las carteras, analizar la política de inversión seguida por la gestora y descubrir los peligros que pueden esconderse detrás de rentabilidades deslumbrantes. A mayor volatilidad, mayor riesgo de las inversiones. A menor volatilidad, mayor seguridad. Conociendo los dos parámetros, rentabilidad y volatilidad, será más fácil para el partícipe acertar en el producto adecuado y valorar correctamente las posibilidades a largo plazo. Una elevada volatilidad no significa necesariamente que un fondo no sea adecuado: lo será para quien esté dispuesto a asumir una buena dosis de riesgo a través de una gestión agresiva y variada. Por el contrario, el inversor más conservador, el que busca un lugar seguro para sus ahorros, deberá apostar por fondos de baja volatilidad como garantía de que no habrá sorpresas futuras. Los fondos que invierten en renta variable son los más volátiles, ya que su rendimiento sube o baja al ritmo que marcan los mercados bursátiles. Las desviaciones son menos acusadas en los fondos de renta fija y prácticamente inexistentes en los FIAMM. La estabilidad que caracteriza a los fondos de dinero hace que entre las rentabilidades ofrecidas apenas existan cortas variaciones. 3.3. Inversión mínima Los fondos están al alcance de todos los bolsillos. Sin embargo, las aportaciones mínimas iniciales varían según el producto. Normalmente el mínimo exigido es el importe de una participación. Desembolsos iniciales de 50.000 pesetas (300,50 euros), 100.000 pesetas (601 euros) y medio millón de pesetas (3.005 euros) son – 49 – los más extendidos, aunque también hay otros mucho más asequibles, entre 1.000 pesetas (seis euros) y 10.000 pesetas (60,10 euros) y productos dirigidos de forma especial a empresas o grandes patrimonios, entre 10.000.000 de pesetas (60.101,21 euros) y 75.000.000 de pesetas (450.759 euros). Aunque en teoría cualquier inversor puede comprar una sola participación, suelen ser las propias gestoras de los fondos las que sugieren el nivel mínimo recomendable para cada producto. De hecho, las gestoras diseñan cada fondo pensando en un tipo de cliente. En muchos casos, se dirigen a un segmento de clientela alta, con cierta preparación financiera, y que han sido, precisamente, los primeros en buscar en los fondos un nuevo refugio para su dinero. Una de las “pistas” que permiten al ahorrador averiguar si se trata de un fondo adecuado a su nivel de ahorro es la participación media. Entrar con un millón de pesetas en un fondo de inversión que tiene una participación media de 50 millones quizá sea un error, aunque en cualquier caso compartirá las mismas ventajas fiscales y la misma gestión profesional que el gran inversor. 3.4. Gastos y Comisiones Entre los criterios que debe manejar un partícipe para optar por un fondo u otro deben incluirse las comisiones. A diferencia de otros productos financieros, en los que el pequeño inversor sale peor parado que el grande, las comisiones que cobran las gestoras de fondos nacionales no dependen del volumen de la inversión, sino que son iguales para todos los partícipes (en los fondos extranjeros y sicav un mismo fondo puede aplicar distintas comisiones en función del tipo de inversor al que se dirige). Sin embargo, sí son distintas, dependiendo de la gestora y del tipo de producto, aunque existe un tope máximo por la administración del capital de sus clientes. Los gastos pueden ser de suscripción, de reembolso, de gestión y de depósito. No obstante, algunas gestoras aplican menores comisiones a los fondos que tienen una superior inversión mínima requerida. De este modo, la gestora beneficia a sus clientes de mayor patrimonio con un menor cobro de comisiones. – 50 – En junio del 2000 el Gobierno rebajó por decreto los máximos aplicados en comisión de gestión en las diferentes categorías de fondos. El los fondos de inversión mobiliaria, por la gestión se puede cargar anualmente hasta el 2,25 por ciento del patrimonio o el 18 por ciento de los resultados (antes el máximo era del 2,50 por ciento sobre patrimonio o 20 por ciento sobre resultados). La gestora puede optar por incluir una tercera variable, que combina el patrimonio y la revalorización. En este caso, el tope máximo es del 1,35 y 9 por ciento, respectivamente. La comisión máxima de suscripción o de reembolso es del cinco y la de depósito, del 0,40 por ciento. Para los FIAMM o fondos de dinero, las tarifas aplicadas por las gestoras son algo menores. Por suscripción y reembolso puede cobrarse hasta un uno por ciento del valor de la participación. La gestión de los ahorros puede suponer un gasto de hasta un uno por ciento del patrimonio o un 10 por ciento de los resultados. Con anterioridad, los topes eran del 1,5 y el 15 por ciento. En el caso de que se produzca la combinación antes mencionada, los topes ascienden al 0,67 por ciento sobre patrimonio y el 3,33 por ciento de los resultados. La comisión máxima de depósito es del 0,15 por ciento. Los Fondtesoros tienen otro tratamiento diferente y sólo pueden cargar un máximo por todos los conceptos. Para los FIM es del 1,7 por ciento sobre el patrimonio y en los FIAMM, del 1,5 por ciento. Las comisiones deben figurar en el reglamento de los fondos de inversión. Para efectuar cualquier incremento o reducción de las mismas, la gestora debe solicitar permiso a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Autorizados los cambios, los partícipes que no estén de acuerdo pueden salir del fondo sin que ello suponga ninguna penalización. Conocer las comisiones permite al partícipe saber no sólo lo que cuesta entrar en un fondo, sino también conocer las características del mismo, ya que los gastos se adecuan según el tipo de producto. Por ejemplo, los FIAMM no cobran comisión de reembolso, ya que uno de sus principales atractivos es la posibilidad de entrar y salir con facilidad, sin ninguna penalización. Por el contrario, los FIM, – 51 – especialmente los fondos de rentabilidad garantizada y los de renta variable, tienden a aumentar los gastos por la retirada del capital invertido. En general, en estas modalidades de productos se tiende a una tarifa variable, que se reduce de forma progresiva en función del tiempo hasta que desaparece totalmente. La presencia de este tipo de comisiones sirve para desincentivar las operaciones especulativas a corto plazo con estos productos. 3.5. Liquidez Los fondos de inversión son productos de gran liquidez, ya que el suscriptor puede vender parte o todas sus participaciones en el momento que lo desee. Pero el inversor no debe olvidar que salirse de algunos fondos (es el caso de los garantizados) lleva implícito el pago de una comisión de reembolso que merma la rentabilidad que ofrecen. Aunque los fondos de dinero son los más líquidos, e incluso se suelen acompañar de un talonario de cheques con el que el cliente puede hacer efectiva su participación en cualquier momento, las gestoras suelen tener listas las liquidaciones en un plazo que oscila entre 24 y 48 horas. 3.6. El perfil del inversor Los fondos de inversión son una vía de ahorro accesible para todo tipo de inversores. Los fondos no hacen distinciones de acuerdo al volumen de dinero, sino que el ahorrador particular podrá disfrutar de todas las ventajas que ofrece el ahorro colectivo y probar fortuna en mercados que, en solitario, le estarían vedados. La diversidad existente entre los distintos productos permite al inversor elegir de acuerdo con sus necesidades y gustos. Un inversor conservador encontrará un refugio seguro en un FIM de renta fija, ya sea a corto o a largo plazo. El inversor agresivo podrá, a través de los fondos, adentrarse en los mercados bursátiles. Incluso podrá probar fortuna en los mercados financieros más desarrollados o en las economías de los denominados países emergentes de la mano de gestores profesionales. También hay un hueco para el inversor que prefiere picotear un poco de aquí y otro de allá y compensar la balanza seguridad– 52 – riesgo en un fondo mixto. Y siempre con unos gastos muy inferiores a los que tendría que afrontar si lo hiciera por su cuenta. 3.7. ¿Cómo afectó el euro a los fondos? A la hora de suscribir un fondo, no olvide que a partir del primero de enero de 1999 todas las instituciones de inversión colectiva elaboran su contabilidad en euros, por lo que la publicación de los valores liquidativos debe realizarse en la nueva moneda. Durante el periodo transitorio hasta la total implantación del euro, cualquier partícipe de fondos puede realizar las suscripciones de participaciones en una moneda u otra. Del mismo modo, aunque la institución realice los reembolsos en euros, la entidad depositaria tendrá que efectuar las conversiones necesarias si el cliente así lo solicita. Los inversores deberán tener en cuenta, sin embargo, que puede existir alguna pequeña diferencia entre el importe de sus suscripciones calculadas con relación al valor expresado en pesetas y el importe real cargado en su cuenta, por el efecto de los redondeos. La introducción del euro tendrá una especial relevancia en los fondos garantizados, al coincidir con la vigencia de la garantía. El informe de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sobre adaptación de las instituciones de inversión colectiva al euro distingue dos periodos: • Fondos cuya garantía venza antes del 1/1/2002: mientras que la cartera se convertirá íntegramente a euros, la ganancia concedida al cliente se expresará en pesetas. Si el cliente solicita el reembolso en euros, la suma que debe recibir se redondeará por defecto después de la conversión pesetas/euros. • Fondos cuya garantía venza con posterioridad al 1/1/2002: todos los rendimientos garantizados se expresarán en euros, redondeados por defecto al segundo decimal. 3.8. ¿Cuál es la fiscalidad de los fondos? Con la aprobación del Real Decreto de 27 de diciembre de 1990 sobre el régimen fiscal de las instituciones de inversión colectiva se produjo la reducción del tipo de gravamen del Impuesto sobre – 53 – Sociedades aplicable a las operaciones realizadas por el fondo. El tipo impositivo se redujo del trece al uno por ciento. Las plusvalías y minusvalías por las operaciones con la cartera del fondo y los intereses y dividendos recibidos tributan al uno por ciento. Pese a la reducción, se debería conseguir en un futuro la total exención en la tributación de las operaciones del fondo. Mientras tanto, se mantiene la doble imposición sobre el producto, aunque sea en una cuantía minúscula, ya que primero tributa el fondo al uno por ciento por las operaciones con los valores de la cartera y, posteriormente, tributa el partícipe al reembolsar las participaciones. 3.9. ¿Cuál es la fiscalidad sobre el partícipe? Los fondos que ofrecen las mayores ventajas fiscales para los partícipes son los de capitalización: 1. Momento de la tributación: El partícipe no tributa hasta que se produzca el reembolso. Esto le permite elegir el momento que más le conviene para tributar por los resultados obtenidos. El reembolso genera en el ejercicio en el que se produzcan un incremento o disminución de patrimonio (según tenga beneficios o pérdidas). Si suscribió participaciones de un mismo fondo en momentos diferentes, se consideran como primeras participaciones reembolsadas las adquiridas en primer lugar (sistema FiFo). 2. Cantidad por la que se tributa: La cuantía de la plusvalía/minusvalía obtenida al reembolsar las participaciones es la diferencia entre el valor de adquisición y el de reembolso. Esta plusvalía/minusvalía se considera variación patrimonial y no rendimiento de capital mobiliario. La fiscalidad de los fondos ha experimentado importantes cambios en los últimos años que han mermado parte de su atractivo frente a otros activos (seguros a más de dos años, “unit linked”). La primera modificación importante en la tributación de los fondos se produjo con el Real Decreto Ley de 7 de junio de 1996. El régimen fiscal anterior establecía la aplicación de un coeficiente de reducción sobre la plusvalía de 7,14 por ciento por cada año que excediese de dos. Las plusvalías quedaban, por tanto, exentas – 54 – de tributación a partir de los 15 años de antigüedad fiscal. Este coeficiente se eliminó con la nueva normativa, salvo para las participaciones que a 31 de diciembre de 1996 tuviesen una antigüedad superior a los dos años. Para esas participaciones, el coeficiente reductor aplicable es del 14,28 por ciento por cada año que exceda de los dos primeros. De esta forma, las participaciones con una antigüedad de ocho años y un día quedan totalmente exentas de tributación: Años de permanencia Plusvalía exenta Años de permanencia Plusvalía exenta 1 y 1 día 2 y 1 día 3 y 1 día 4 y 1 día 0 14,28 28,56 42,84 5 y 1 día 6 y 1 día 7 y 1 día 8 y 1 día 57,12 71,40 85,68 100,00 Las últimas modificaciones importantes se introdujeron con la Ley del IRPF de 1999 (esta normativa suprime el coeficiente de actualización del precio de adquisición cuya aplicación fue aprobada en el Real Decreto Ley de 1996) y con la aprobación en junio del 2000 del Real Decreto Ley 6-2000, sobre medidas fiscales urgentes (se ha reducido el tipo de tributación desde el 20 al 18 por ciento y el plazo necesario para dicha tributación desde dos años a un año y un día. La retención a cuenta también se ha reducido al 18 por ciento). Tras estos cambios, la tributación para el partícipe quedaría así desde enero de 1999: 1. Para las participaciones que a 31 de diciembre de 1996 tuvieran más de dos años (compradas antes del 31 de diciembre de 1994), se mantienen los coeficientes reductores. El coeficiente es del 14,28 por ciento por cada año que exceda de dos. No se les aplica coeficiente de actualización. 2. Participaciones adquiridas después del 8 de junio de 1996: no se aplicará ningún coeficiente de actualización, ni coeficiente reductor. El tipo de gravamen aplicado será: • Si las participaciones tuvieran una antigüedad inferior al año, el tipo marginal del partícipe. – 55 – • A partir de un año y un día de antigüedad las ganancias tributarán al tipo único del 18 por ciento. Desde el 1 de febrero de 1999, además, en el momento de la venta de las participaciones la gestora del fondo deberá realizar una retención a cuenta sobre las plusvalías del 18 por ciento. También se ha modificado la compensación de las plusvalías y minusvalías. La base especial opera a partir de un año, por lo que las minusvalías a largo plazo son compensables con plusvalías que tengan sólo 1 año de vida o viceversa. 3.10. El caso de Juan Inversor Juan inversor realizó en los últimos años aportaciones a varios fondos de inversión por valor de 1.000.000 de pesetas cada una (6.010,12 euros). La compra de las participaciones las realizó en diciembre de 1990 y en enero de 1999. En febrero del 2000, decide reembolsar las participaciones que adquirió en diciembre de 1990. El 1.000.0000 invertido inicialmente se ha convertido en 1.500.000 pesetas (9.015,18 euros). A la hora de tributar, la operación que tendrá que hacer Juan Inversor es la siguiente: • Valor de Compra: 1.000.000 de pesetas (6.010,12 euros). • Valor de Venta: 1.500.000 pesetas (9.015,18 euros). • Antigüedad en el fondo (hasta diciembre de 1996): seis años. • Coeficiente reductor: 14,28 x 4 = 57,12% • Plusvalía: 500.000. • Plusvalía sujeta a gravamen: 500.000 - 285.600 (500.000 x 57,12%) = 214.400 pesetas (1.288,57 euros). El resultado ofrece unas plusvalías sujetas de 214.400 pesetas. De ellas, Juan Inversor deberá abonar el 18 por ciento. Es decir, 38.592 pesetas (231,94 euros). En agosto del 2000 Juan Inversor vende las participaciones que adquirió en enero de 1999. Su 1.000.000 de pesetas (6.010,12 euros) se ha convertido en 1.150.000 pesetas (6.911,64 euros). La plusvalía sujeta se calcula al restar del precio de venta el precio de adquisición (no tiene derecho a ningún coeficiente reductor). La plusvalía sujeta a gravamen será: – 56 – • 1.150.000 - 1.000.000 = 150.000 pesetas (901,52 euros). Las participaciones cuentan con una antigüedad superior a un año y un día, por lo que deberá tributar por las 150.000 pesetas (901,52 euros) a un tipo del 18 por ciento. Tanto en el primer caso como en el segundo, en el momento de realizar el reembolso, la gestora realizará una retención a cuenta del 18 por ciento sobre la plusvalía sujeta a gravamen. Es decir, un 18 por ciento sobre las 214.400 pesetas y un 18 por ciento sobre 150.000, que Juan Inversor descontará a la hora de realizar su declaración de la renta. – 57 –